DIFUSION POSTUMA-
AUTOR NARCISO LEYVA ROMERO
NAHUAPAMPA: 29-10-1910 + LIMA, 18-03-1995.
NAHUAPAMPA,, PUEBLO DEL DISTRITO DE LAMPA- PROVINCIA PAUCAR DE SARA SARA- ( ANTES PARINACOCHAS) DEPARTAMENTO DE AYACUCHO
LA
DESGRACIA VIENE
ACOMPAÑADA …………………………………….46
LA VIDA EN ORORRILLO …………………………………………………………54
LA VENGANZA
DEL SUB
PREFECTO………………………………………..69
LA PAMPA DE SACRAMENTO………………………………………………..70
LA ULTIMA CABALGADURA DE PAPÁ…………………………………….96
LEYENDA
DE LA LAGUNA ANJASCOCHA……………………………..170
MIS
TRABAJOS EN YAUCA………………………………………………….174
LA
TERCIANA…………………………………………………………………….177
LA MAZORCA DE ORO…………………………………………………………180
ADIOS YAUCA……………………………………………………………………184
EN CORACORA REMEDIO PARA MI MAL..................................189
MORIR SOLO EN EL CAMINO……………………………………………. 191
RETORNO A NAHUAPAMPA ……………………………………………..193
UN ULTIMO VIAJE A CHAPARRA..............................................195
JATUM LLAJTA LIMA…………………………………………………………211
DESCENDENCIA DE
JUAN CRISÓSTOMO ROMERO
UN
ESCLAVO POR 40 SOLES ORO
LA RUPTURA DEFINITIVA
LA DESGRACIA VIENE ACOMPAÑADA
LA CHUNCHA ROSA
LA MEJOR DECISIÓN
LA VENGANZA DEL SUB PREFECTO
LA PAMPA DE SACRAMENTO
LA ULTIMA
CABALGADURA DE PAPÁ
2 kilómetros adelante se presentó a nuestra vista Yauca, rodeado de un extenso bosque
de inmensos olivos que, hacia la derecha, desparecìan en el horizonte, y hacia
la izquierda llegaban hasta el mar. Nos miramos con una sonrisa en los labios,
saltando y gritando de alegrìa corrimos
hacia el río, distante unos 300
metros , y nos tiramos de panza con ropa y todo a
mojarnos y saciar nuestra sed. Un poco más calmados nos sentamos en una piedra y rememoramos los preparativos de nuestra fuga, la
persecución de los palomillosos en Chala... las indicaciones exactas de Albino
cuando decía, “...con vista a la cruz irán por el arenal inmenso, no se
desesperen en un momento determinado llegarán...”. Claro, Yauca està encajonada en una depresión de la corteza
terrestre y solo es visible cuando està
cerca.
Después de caminar toda la noche unos
A las 10 de la mañana llegamos a la
hacienda con nuestra pesca. La patrona nos recibió muy emocionada y nos mandó a
desayunar. Yo me quedé profundamente dormido hasta las 6 de la tarde, hora en
que nos llamaron para comer. Habían preparado estofado de pescado con bastante
ensalada de lechuga. Terminada la comida, seguimos descansando porque al día
siguiente lunes continuaba nuestro trabajo.
Terminada la labor
de extracción de aceite, me mandaron con el personal adulto al cospeo de papa,
maiz, camote, yuca. En esa tarea demostré mi habilidad en el manejo de la lampa
y de la guadaña, para sacar el hierbaje de los bordes de la chacra. Trabajé
todo octubre hasta la primera quincena de noviembre, en compañía de los mejores
lamperos de la hacienda. A pesar de mi corta edad, 14 años apenas, fuí muy
querido por los trabajadores, estimado por el mayordomo y tambien por mis
patrones.
Un domingo por la tarde nos reunieron a
todos los lamperos en el patio de la
hacienda encabezados por nuestro capataz Segundino, para coordinar con el
mayordomo y el patrón don Diómedes, la
designación de los grupos de
trabajo de la semana siguiente. “..Que venga Narciso, mi mascota ..” llamó el
capataz. “..¿ No es muy muchacho..?, inquirió el patrón. “...No señor, responde
bien, al paso que va será el mejor lampero de la hacienda..”. En el rostro del
patrón se dibujò una expresión de incrédulidad, pero el mayordomo con
movimiento de cabeza, ratificó la
respuesta del capataz.
En la segunda semana de noviembre comenzó
la limpieza de la acequia principal, que lleva agua para el riego de los sembríos de olivos y
frutales de todas las tierras del valle. Para este trabajo nos reunimos 18
trabajadores; 3 por parte del señor Dongo, 3 por parte de doña Virginia Vda. de Carbajal, pequeños
hacendados, y 12 de nosotros a nombre de
nuestro patrón; todos al mando de don Segundino. El capataz empezó a medir una
brazada para cada uno, a mí me colocó al último, ya que él trabaja sólo media
brazada para terminar antes, pues tiene que seguir midiendo. A mí me fue muy
fácil encontrar el.......( ilegible en el manuscrito ) después del
capataz; en 4 semanas terminamos el trabajo.
Entre noviembre a diciembre empezó a secarse
paulatinamente el río Yauca. En los pozos profundos formados en su cauce
todavía se mantenían algunos pejerreyes y camarones, y conforme el acentuado
rigor del sol evaporaba el agua, eran devorados por los hambrientos gallinazos
que rondaban por ahì. Las plantas más pequeñas empezaban a enroscarse
cabizbajos por el fuerte sol, los pobladores tenían que racionar el agua para
ellos y sus animales. Lloviera o no, infaltablemente,
antes del 25 de diciembre, llegaba el rìo cuyas aguas provenían de la laguna de
Anjascocha, situada en los límites de la provincia de Lucanas y Parinacochas,
en plena cordillera occidental a
LEYENDA DE
Sobre esta laguna se contaban leyendas
diversas llenas de superstición, entre ellas la siguiente; dice:
Muchísimos años atrás, en el lugar donde
se sitúa la laguna existía un pueblo de nombre Anjas, cuyos habitantes se
dedicaban a la crianza de ganado vacuno, lanar, auquénidos, así como a diversos
cultivos. Pues bien, igual que en otros lugares, aquí también existía gente
adinerada, dueña de grandes extensiones de tierras, abusivos y miserables que
preferían botar a la basura, comida, ropa, y otras cosas, en vez de regalarlo a
los pobres.
Uno de estos, terrateniente poderoso,
celebraba el matrimonio de su hija con mucha pompa y derroche. Había invitado a
gente de otras comarcas, tambien poderosos y ricos como él, que fueron llegando
montados en hermosos caballos adornados finamente, tambien ellos adornados con
sus joyas más valiosas, en ostentación de su riqueza y señorío.
Desde la medianoche el batallón de
servidores estaban atareados en los preparativos. Un grupo a degollar los toros
y los carneros; otro grupo a escoger el arroz y cortar papas; otro a lavar los
tremendos pailones y servicios; otro a limpiar y adornar con flores el patio.
Finalmente quedó instalada la mesa larguísima, forrada con un mantel blanco
bordado con hilos de oro, y sobre ella estaban puestas las jarras, los
cubiertos, los vasos de plata.
A las 11 de la mañana las campanas
tañeron anunciando el inicio de la misa, entonces los novios se dirigieron a la
iglesia acompañados por los padrinos y demás invitados. El templo estaba
adornado con flores y cenefas desde la puerta hasta el altar. El sermón del
cura fue muy colorido, resaltaba las cualidades de los novios y de sus padres,
los más poderosos de la zona, calificándolos como los más devotos, piadosos
y humildes de los seguidores de Nuestro
Señor, es decir…. casi unos santos. La misa durò 2 horas.
Ya
en la casa, antes de hacer el brindis de honor, el patrón asignò el asiento que
debían ocupar los concurrentes de acuerdo a su jerarquía y estima personal, de
tal modo que, muchos que se habian acomodado a su lado, tuvieron que irse al fondo, con
gran carcajada de los comensales, y otros estirando el cuello y abombando el
pecho, como pavos reales, vinieron hacia los asientos principales. El grupo de
músicos empezó entonces a tocar sus melodías más bellas.
En medio del banquete y la algarabía
general, intempestivamente, apareció ante los comensales un anciano vestido de
andrajos, descalzo, con las manos, cara y pies lleno de heridas, tenía un mate
entre las manos y les pidiò el resto de las comidas y las migajas de pan. Los
dueños e invitados estaban asombrados de
cómo pudo haber entrado “...el viejo asqueroso..”, sin que se hubieran dado cuenta los “...inútiles sirvientes...”.
Antes que recobrasen todos su serenidad, el patrón gritó “..¡ boten a ese viejo sarnoso..! “. Corrieron
los lacayos a cumplir la orden, pero no se atrevieron a acercarse, tal era el
olor nauseabundo que despedía el cuerpo llagado del viejo. Éste, bajo la atenta
mirada de los invitados, sin darse por aludido se encaminó muy campante a la
salida, ni los perros bravos se atrevieron atacarlo. Cruzó el patio, se acercó al
ramadón donde dos mujeres batían con un cucharón el perol grande de caldo
hirviente, metió la mano y sacó una presa de carne sin sufrir daño alguno, y
muy orondo salió a la calle. Algunos curiosos salieron a verlo, pero ya no lo
encontraron, se hizo humo. Los jaranistas tan luego se olvidaron del incidente,
y continuaron con sus brindis, sus aplausos atronadores, y sus vivas a los
recién casados.
El anciano siguió caminando calle arriba,
hacia la salida del pueblo, al pasar por
una modesta casita de piedra y techo de ischu, observó por la puerta
entreabierta que en un rincón humeaba una olla sobre una tullpa (
cocina de piedra encendida con brasas de madera). En el patio una mujer con la
enjallma amarrada a su cintura tejía un poncho, al sentir pasos cerca de su
puerta, levantó la cara y vió al anciano que entraba. Sin saber porqué, sintió
respeto y algo de temor, rápidamente dejó el tejido y se fue a su jardincito, cortó
unos claveles, regresó nuevamente y le dijo al anciano, “..señor soy tan pobre
no tengo otra cosa para invitarte, solo este ramo de flores..” . El anciano, que ya no tenía llagas en el cuerpo, ni
tampoco apestaba, le dijo “ ...mujer, eres caritativa y noble de corazón, por
tu buena acción te mando que levantes tu niño y tus pequeñas pertenencias y
vete lejos del pueblo, porque en unos momentos se va a producir una desgracia,
tambien te advierto que cuando ya estés por doblar la cuesta sentirás un ruido
terrible, no voltees la cara, luego oirás otro más intenso, la tercera vez será
difícil de soportar, pero no lo hagas, estarás en peligro...”. Terminada la
advertencia salió el anciano. La mujer al darse cuenta que se había olvidado
llevar las flores, salió a alcanzarlo, pero había desaparecido, entonces se
llenó de gran temor.
Tenía una
llama, sobre su lomo cargó su cama, algunas cosas lijeras, y abrazada a su
hijito emprendió rápidamente el viaje hacia el norte. Efectivamente pués,
cuando faltaban pocos metros para llegar a la cumbre, empezaron grandes y
atronadores movimientos de tierra, no soportó más y volteó. La curiosidad y el
miedo la vencieron. Le costó caro su desobediencia porque se convirtió en
piedra.
En ese lugar se observa una piedra en
forma de mujer con la cara volteada atrás, cargando en brazos a su niño, a su
lado una llama y un perro, como prueba de los hechos ocurridos siglos atrás. El
pueblo se convirtió en una laguna, en castigo por lo miserables que fueron sus
habitantes. Dios en persona los puso a prueba y los castigó por herejes.
También contaban que un arriero, aprovechando la noche de luna llena,
viajaba de Puquio a CoraCora por el camino que pasa al costado de la laguna, en
eso observó un pueblo desconocido, sus casas iluminadas con lamparines, vió a
la gente caminando por las calles, entró a una tienda y pidió que le
despacharan media mulita de trago, el dueño no le quiso despachar, dijo que no
tenía. Se fue entonces hacia un caserón
con su corral, pidió a su dueño posada para él y sus animales, pero se lo negó
con brusquedad, sin embargo le dijo “...puedes alojarte a la salida del pueblo
ahí hay una casa de hospedaje..”.
Efectivamente a la salida había una casa
deshabitada, en el corredor descargó sus cosas, en la parte posterior amarró a
sus animales, y entrò a la casa a preparar su cama, como estaba muy cansado se
quedó dormido. La luz del sol sobre su cara lo despertò y se dió con la
sorpresa de encontrarse en la orilla de la laguna, junto a unas matas de
chillko; más allá junto a unos ramajes se encontraban amarrados sus animales.
Muy asustado alistó su carga y con paso ligero, mirando a cada momento hacia
atrás, siguió muy agitado el viaje. Al llegar a Chaviña, le contó a uno y otro
lo ocurrido, le dijeron “..Te salvaste, es un pueblo encantado....muchos han
entrado inocentemente, al oír tañido de campanas, cantos de gallo...y se han
perdido..... Comentaban tambien, “ Hay
meses en los cuales baja el nivel de las aguas, y permite observar un cerro en
el centro de la laguna, que es justamente la torre de la iglesia...”
Anteriormente por esa ruta transitaban los
viajeros desde el sur a los departamentos del norte, mi hermano Serapio contaba
que en uno de sus viajes a Puquio recuerda haber visto después de la laguna, a
la subida de la cuesta, la mujer con el niño en brazos, su llama y su perrito
en figuras de piedra.
Lo cierto es que la laguna de Anjascocha
situada en la cumbre de la cordillera occidental abastecía de agua a los
pueblos de la sierra, entre ellos a Chaviña, que pertenece a Lucanas, gran
parte de CoraCora, Civilla, Aycará, zona eminentemente ganadera de vacunos,
lanar. Estas tierras producen papa, maíz, trigo, cebada; en la parte baja
cercana al río Sanjarara producen frutales de toda clase. Sus aguas también
abastecían a diferentes pueblos de la costa sur, entre ellos Jaquí donde hay muchas
haciendas productoras de caña de azúcar, algodón, aceitunas. Pese a que “Piedra Blanca” y “Yauca”, estaban más cerca al mar, sufrìan por la
escasez de agua
Comentaban que en el año 1,910
contrataron un ingeniero para que estudie la laguna y la factibilidad de
utilizar sus aguas para aliviar las sequías frecuentes que agobiaban a la
población de las haciendas mencionadas. El resultado del estudio indicaba que
debìa construirse una represa natural y hacer la derivación mediante varias compuertas
en las partes bajas. Los pobladores pusieron entonces manos a la obra y
construyeron la represa. Cada año entre noviembre y diciembre se abrìan las
compuertas según las necesidades de agua y riego de sus plantíos. Cuando empezaba
a llover en la sierra lo volvìan a
cerrar.
MIS TRABAJOS EN YAUCA
Ese
año participè en la gran fiesta que organizaron los pobladores por la llegada
del agua. Desde Jaquí hasta Yauca hicieron la recepción con bailes, cohetes. Al
anochecer iban a la orilla del río portando banderines, al amanecer el señor
cura realizaba una misa de campaña. Todas estas manifestaciones de gratitud a
Dios y a
Con los primeros riegos los olivos se pusieron verdes y abrieron sus
flores. Luego, fué necesario remover la tierra con yunta para mejor distribución
del agua, previamente mezclado en las tomas con guano de las islas.
Bartolo me llamó, fuí de inmediato sin
contestar. Los 2 toros estaban aparejados, con el yugo puesto, me puse adelante
según su indicación. Caminamos unos
A las 11 y 30 llegó el almuerzo, el
hombre ordenó que descansemos para comer, antes que termine de hablar traje el
pasto para los toros, me quedó mirando sin decirme nada. Así transcurrió el
día. Al llegar a la casa en la tarde, don Diómedes le preguntò por mi
desempeño, él contesto “...va bien el serranito, señor..”. Durante 4 semanas que duró este trabajito, estuve muy tenso y preocupado
por la línea recta para no recibir un riendazo de Bartolo.
Después me mandaron con otros peones a
plantar olivos en las tierras eriazas, para ampliar la extensión de los
cultivos de la hacienda. Yo a mis escasos 14 años me sentía contento de ser
considerado un peón de primera línea.
En los meses de Enero y febrero, a causa de
las lluvias torrenciales de la sierra,
el rìo se hacía impasable y los viajeros se quedaban en ambas orillas hasta que
baje el nivel. En su crecida arrastraba casas, àrboles, animales, tambien gente
que por imprudencia se atrevìa a cruzar.
En febrero comenzaba el segundo riego de
los olivos y el trabajo tenìa que hacerse de noche. En el momento que cenábamos en la cocina, entrò Don Eleodoro, dijo:
“..¿quién de uds. quiere hacerse cargo del riego?”, los peones se miraron unos y otros como
diciendo no va conmigo. A mi me gustaba ese trabajo porque todo aquél que iba
de noche, la patrona doña Ysidora, le daba pan, té ó café, un cuarto de pisco, una
buena linterna y la olla. Me adelantè y
le dije “... yo señor...”, “ muy
bien..”, y se fue. Mis compañeros me decían si no tenía miedo de ir, “..claro
que no..”.
A las 7 y 30 de la noche el mayordomo me
entregó la lampa y linterna y me dijo
“..acércate donde la patrona, le dirás que eres el encargado del riego, para
que te habiliten..”. A las 8 de la noche me encontraba debajo de los inmensos
árboles, tan tupidos, tan altos y coposos, que parecía un ramadón inmenso. Fui
a abrir la toma principal, luego las auxiliares, después hice compartir y
“mantear” el agua proporcionalmente a cada surco. Por ratos, mientras el agua discurría
sobre la tierra, me sentaba en la orilla teniendo cuidado de no tocar alguna
víbora de las que abundan en Yauca. A eso de las 3 de la madrugada había
avanzado bastante, me puse a preparar mi té macho, que consiste en té hervido
con pisco, y lo estuve saboreando mientras seguía manteando el agua sobre los
surcos. A eso de las 5 de la madrugada, en la semioscuridad, me llamó la
atención la gran cantidad de gallinazos que había en las copas de los olivos. Más
tarde, a la claridad del amanecer, me dí cuenta que estababan allì por los
pejerreyes y camarones, atrapados entre los surcos por donde discurriò el agua
del riego. Los buitres bajaron con rapidez y en un tris se los devoraron. Al
día siguiente, antes que los carniceros se lancen sobre la presa, recogí en una
bolsa los camarones y pejerreyes más grandes y los llevé a la cocinera Sofía.
La patrona muy agradecida me permitiò desde entonces almorzar en su cocina.
Sofía me servía un plato de picante de camarones con pejerreyes rebosados y su
ensalada de lechuga. Luego de reposar me iba a nadar al río y de paso me
llevaba 8 huevos, de antemano tenía preparado una lata mediana para cocinarlos
en la orilla del río; otras veces llevaba una cabeza de plátanos maduros, y así
pasaba mi vida en la hacienda. Había gallinas, patos, pavos, en cantidades
incalculables, es así que las gallinas ponían sus huevos en cualquier parte, y
luego aparecían con sus pollitos desde el monte. Como mi cuarto estaba en un
altillo, ahí iban a poner sus huevos, de tal manera que a mí no me faltaba que comer.
LA TERCIANA
Fatalmente, pocas
semanas después caí enfermo con la terciana ó paludismo. Las características
son: estirones en las extremidades, bostezos a cada instante, el enfriamiento
del cuerpo, la tembladera, que hace sonar los dientes como una bolsa de huesos;
y la fiebre. Después de 3 horas de estos achaques se recobra la normalidad. Enterada
de mi mal la patrona me mandó a descansar; al día siguiente muy temprano me
administró un purgante y una dosis de quinina, con lo cual mejoré y pude seguir
trabajando.
En marzo trabajamos en la preparación de
aceituna de botija conocido como “encaldo”. Pero, un poco antes se prepara la
“machacada”. Su proceso es como sigue: se arrancan de sus matas las aceitunas
aún verdes; se lavan con agua dulce y se chancan en un batán; luego, en unos
barriles de madera de tamaño mediano, son encurtidos con agua de sal, durante
unos 50 días. Esto se come con camote y pan en el desayuno.
Mientras se encurtían en los barriles las
machacadas, las aceitunas en los árboles se ponían negritas. Entonces, era momento
de trabajar con las botijas, para lo
cual previamente lavàbamos los barriles de madera y los llenábamos con agua
salada. Para comprobar si la cantidad de sal era adecuada, les echàbamos una
papa ó huevo crudo; si flotaba era suficiente, si se hundìa habìa que aumentar
la sal. Hecho este preparativo, los peones salimos a arrancar las aceitunas negritas, cada uno
con su escalera y su canasta chica colgada al hombro. Conforme llenábamos las canastas las vaciábamos
en las “ capachas” ó alforjas de cuero puestas sobre el lomo de 4 burros. Los “capacheros”
los arreaban hasta el patio de la
casa-hacienda, e iban echando las aceitunas en una arteza de cemento pulido,
para su respectivo lavado. Luego de
lavar las aceitunas, las llenábamos en los barriles llenos de agua salada, y
los tapábamos herméticamente por 60 días.
Esta es la aceituna de botija y ya sabemos
que es muy rica.
AMULETO PARA UN BUEN
LAMPERO
Las 3 primeras semanas de abril cosechamos
cebolla, en esa ocasión me hice muy
amigo de un tal Guillermo, lampero de mucha fama, oriundo del pueblo de Sayla,
que está por el lado de Corculla. Me comentó que desde Acarí, donde compiten
los mejores lamperos de la sierra y la costa, vendría a trabajar con nosotros
su sobrino Francisco.
En los primeros días de mayo era costumbre
realizar la limpieza de la acequia principal; a mí por segunda vez me tocaba
hacer este trabajo. El saylino se me acercó y me preguntó “...¿tambien vas con nosotros?..”. Cuando le
respondí que sí, me miró y se volteó como decir “...jajay, atinquirajcho
majtillo.” ( jajajay veremos si podrás muchachito). Durante la faena le
demostré que, aunque yo no tenía ni su edad ni su talla, era un buen lampero. Ahí
recien me tuvo estimación y me hizo confidente de sus cosas personales.
Cierta ocasión contò que desde muy
pequeño le gustó la agricultura y llegó a conocer “un secreto” para ser un buen
lampero; yo muy interesado le pedí que me lo enseñara. Dijo, “...en Acarí
conocí a un brujo, quien previo pago me preparó unos amuletos que conservo
hasta hoy en secreto. Para hacerlo, es necesario poseer la mágica piedra verde
de la lagartija que habita en un pozo de agua, formado con los manantiales que bajan por los cerros de Acarí. El lugar
está rodeado de totoras, callacasos y otras hierbas acuáticas, que la ocultan a
los ojos de las personas comunes. Su diámetro es de unos
¡ Así pués, mi
amigo Guillermo era el mejor lampero de la ruta, por el poder mágico que le
daba su amuleto secreto !. El me contó la historia de su amuleto, para que le
cuente si yo tenía algún “ secreto”
parecido para ser un buen lampero a mi corta edad. Al responderle que nó
y manifestarle mi interés en adquirir uno igual al suyo, me dijo “ ... No
podría ser, porque en tal caso tendríamos que viajar a Acarí, lo que es
imposible, pero hay otros secretos que te puedo preparar, sólo será cuestión de
saberlos utilizar...”. “ ...¿ Por cuánto me lo harías?...”. “...Por 5 soles de oro...”. “...¡ Trato hecho
!...”. A los pocos días me entregó un atado con cintas rojas y me dijo “...Esto
es un secreto, tenga mucha fé en Dios, lleva este amuleto al lado izquierdo de
la cintura todas las veces que vayas a trabajar, a la hora de levantarte
amárralo dentro tu faja, reza un padrenuestro y no le cuentes a nadie, sino se
perderá el poder de tu amuleto...”.
Parecía increíble, al terminar la jornada de
trabajos muy pesados me sentía todavía con muchos bríos. Yo atribuía eso a los
efectos mágicos de mi amuleto. Desde entonces nos hicimos más amigos con
Guillermo, juntos nos íbamos y juntos regresábamos del trabajo. Cierto día que
estuvimos en el deshierbe de los olivos, una víbora se había enroscado para
saltar y morderme, pegué un grito, el amigo me dijo que no me mueva, agarró una
rama, se acercó sigilosamente y le dió un golpe en la cabeza, el animal quedó
atontado, antes que reaccionara lo agarró de la cola y le quitó algo, se lo
guardó sin enseñármelo, luego lo mató y le cortó la cabeza para secarlo. Le
pregunté que cosa le había arrancado, secamente respondió “...Tambien la víbora
tiene piedra, pero en la cola, la cabeza es útil para muchas cosas, ! no seas
curioso!..”.
LA MAZORCA DE
ORO
“ En la época del coloniaje, los
bisabuelos de los actuales patrones eran españoles, malos, miserables y crueles
con sus esclavos. Ocurrió en esa época un caso increíble. Los terrenos de la
hacienda se extendìan hasta orillas del río Chaviñita, que atraviesa Yauca en
dirección al mar. En ese lugar los sembrios de maíz estaban maduros y para
evitar robos y destrozos de los perros hambrientos, el mayordomo envió a
vigilar a uno de los esclavos. Llegando al lugar, el hombre prendió fogatas en todos
los extremos del maizal, e hizo ronda durante toda la noche. Cuando el
mayordomo llegó a controlarlo al día siguiente, encontró que habían arrancado 3
mazorcas de maíz de uno de los tallos. Informó inmediatamente de esta falta al
amo, quien encolerizado mandó a azotar al esclavo.
La desaparición de las mazorcas volvió a
ocurrir nuevamente esa noche, la siguiente y las subsiguientes, y el esclavo siguió
recibiendo duro castigo por orden del amo. Adolorido y lloroso, maldecía su
destino ante tanta crueldad, no le creían que un ladrón robaba las mazorcas,
sino que él se las comía. El pobre hombre, desesperado, ya no dormía durante las
noches. Recorría de extremo a extremo el maizal, lamentándose por adelantado
del injusto castigo que recibiría al día siguiente, si volvían a desaparecer
las mazorcas de maíz.
Una de esas noches el esclavo viò a un
hombre que arrancaba mazorcas del sembrío. Corrió hacia él, se arrodilló y todo lloroso le suplicó que no se los llevara porque
sería azotado nuevamente; levantándose la camisa le enseñó las huellas del
terrible castigo que le había infligido el amo. El ladrón con voz grave le dijo
“...Levántate buen hombre, vamos a mi casa para que conozcas y le avises a tu
patrón que soy yo quien me como sus mazorcas, y no tú...”. Irreflexivamente le
siguió, cruzaron el río, avanzaron
Cuando llegó a la casa-hacienda, el
patrón, sabedor por boca del mayordomo del robo de esa noche, lo estaba
esperando muy furioso. Apenas lo vió trasponer el patio, le gritó, “¡ Azótenlo
al indio carajo...!” Ëste, arrodillado y lloroso suplicó, “...No me castigues
mi amo, anoche encontré al ladrón, me llevó a su casa que queda al otro lado
del río, me dijo que tomaba el maíz por necesidad y me encargó entregarte esta
mazorca para ti...”. Sacó de entre su sobaco un envoltorio de trapo y al abrirlo
vieron ambos con gran sorpresa que era de oro puro macizo. Pasado el asombro,
el patrón lo envolvió de nuevo, condujo de inmediato a su esclavo al comedor, y
le hizo preparar un rico desayuno mientras le interrogaba sobre lo acontecido.
Muy nervioso el esclavo, por el trato muy amable al que no estaba acostumbrado,
le contó todos los detalles; el amo le dijo finalmente que juntos irían a
cuidar el potrero, “...ah ! y no le cuentes a nadie hijito mío..”!.
Desde ese día amo y esclavo iban juntos a
cuidar el maizal. La primera noche nada, la segunda nada, la tercera igual,
pero el amo no perdía el entusiasmo inicial, aunque volvía a preguntar al
esclavo si era verdad lo acontecido antes. En cierta ocasión, a media noche,
vieron al desconocido arrancando mazorcas en el sembrío. Antes que el esclavo
hable, el amo dijo “..¡ Ah, con que Ud era?...”. “ ...Si señor, pero lo tomaba
por necesidad...” “...Que ocurrencia caballero, buenhombre, tome los que quiera,
me alegra complacerlo...”. “ No, ya no, es suficiente lo que tomé, pero
quisiera compensarle por todo el daño que he venido causándole...”. “...No es nada, ¡ que ocurrencia...!”. Pero en su corazón, el amo desesperaba por el
oro. El desconocido le invitó a su casa, el hacendado le aceptó sin hacerse de
rogar, los 3 cruzaron el río y caminaron unos
El Saylino me
decía, es verdad aunque parezca mentira.
En junio de
Recogìa lapas, barquillos y erizos, que
viven adheridos fuertemente a las peña; para sacarlos enteros había que
agarrarlos desprevenidos. Yo tenía un punzón de
ADIOS YAUCA
REENCUENTRO EN
Esa tarde fuimos a la feria con los hermanos Prado a comer picante de Q’auso
( yuyo ) y contagiarnos de la alegría reinante. Todos los detalles que le dan
especial colorido a esta gran festividad, los he narrado en las páginas
anteriores
EN CORACORA REMEDIO
PARA MI MAL
MORIR SOLO EN EL
CAMINO
RETORNO A NAHUAPAMPA
UN ULTIMO VIAJE A
CHAPARRA
JATUM LLAJTA
LIMA
AUTOR NARCISO LEYVA ROMERO
NAHUAPAMPA: 29-10-1910 + LIMA, 18-03-1995.
NAHUAPAMPA,, PUEBLO DEL DISTRITO DE LAMPA- PROVINCIA PAUCAR DE SARA SARA- ( ANTES PARINACOCHAS) DEPARTAMENTO DE AYACUCHO
NAHUAPAMPA
: CIUDAD DE TRES IGLESIAS
(UNA HISTORIA NO CONTADA)
PROPIEDAD
INTELECTUAL DE JOSEFINA REATEGUI CAHUAZA
TLF. 991184540- PERU
IN MEMORIAN (1995)
Un 18 de marzo de 1995
el mundo te negó su luz para siempre
y el áspero vientre de la tierra
se abrió para cobijar tu cuerpo
cual una amorosa madre.
La Tierra-Madre te reclamó, rotunda e
inexorable
como te reclaman hoy, inútilmente,
los que te aman, los que te odian,
aún
los indiferentes.
Ese día, en tu pequeña ciudad de Nahuapampa
“de las tres iglesias” como tú la llamabas,
entre la rumorosa fronda de sauces y
eucaliptos,
se habrá oído el último ronco bordón de tu
guitarra
preguntando a las “totoras” y “señoras
vecinas”
por la paloma fugitiva y los caminos ignorados.
Dura vida fue la tuya,
en que la paz del hombre justo te fué
negada;
en que fueron tus ropas divididas en
desiguales trozos:
para dar cadena al perseguido,
piedra silbante
al hambriento,
hiel al sediento;
para dar niebla y llanto al caminante
y púa cerril a la carne herida.
Empero, tu gran piedad de árbol frondoso
nunca supo del quejido ni la imprecación,
y desde lo hondo de la tierra,
herida por las fuertes raíces
nos hablaste del balbuceo del padre en la
agonía
de la sabiduría del hijo en la orfandad;
de la mano del hermano levantada contra el
hermano
del débil gemido de una anciana madre;
y por siempre, del vestido floreado
y la mirada brillante de la “Virgen de
Nahuapampa”
ofreciendo un sorbo más de la savia del
seno,
un pan más de la canasta rebosante,
un cucharón de caldo más, del humeante
perol.
¡ Donde te encuentres Narciso Leyva Romero ¡
sabe que, la tierra sigue rodando sin freno
que tu sitio es una encía hueca
que tu silla, tu mesa pequeña
tu jarro
despostillado
y tus zapatos de suelas cansadas
te aguardan todavía, bordeando tu cama
aún tibia, aún llorosa.
Sabe que, en las madrugadas,
se oye el mismo roce de tus pies
atareado en ordenar los antiguos libros
e hilvanar sus tapas desprendidas
y, de cuando en cuando, un silbido
de la canción entrañable.
Sabe que, el mundo sigue su feroz inercia
y que un día no serás más que
un nombre y una fugaz memoria
Empero, la Tierra , esa entrañable madre
un 18 de marzo de 1995
te habrá parido nuevamente, como otro árbol
de fuerte voz y piadosa fronda.
18MAR95
HALCIDES POMASONQO
PRÓLOGO
Los manuscritos de esta obra fueron encontrados entre una ruma de libros
antiguos con tapas de cuero, en un pequeño cuartito de madera de los altos de
una casa en la calle de..... en cuyo interior había una rústica mesa pequeña de
madera, que al parecer sirvió de escritorio y mesa de compostura de zapatos y
refacciones diversas, pues se veían hormas, martillos, tachuelas, restos de
suelas, pernos, sierras. El primer párrafo dice: (
)
“Me soñé caminando por una desconocida pampa inmensa, y conforme avanzaba
el paisaje se me hizo familiar. Estaba en el camino que atraviesa Colcabamba y
se dirige a mi pueblo Nahuapampa. Por Santa RosaPata crucé el puente sobre el
HuampucjacjaMayu, rumoroso y espejeante, bordeado por altos y fragantes
eucaliptos, y me vi entrando a mi
añorado pueblo, por el lugar llamado HuaycjoPampa. En eso noté que hombres y mujeres adultos estaban alineados, “haciendo
cola”; ¿Para qué? En ése momento no lo supe, pero una fuerza superior me hizo
colocarme detrás del último. La cola avanzaba hacia la plaza principal, en ella
reconocí a muchos hombres y mujeres mayores, que conocí en mi infancia. Pasamos
por Higospampa, llegamos hasta el cruce del camino que bifurca a Nahualta, nos dirigimos por el lado
de la casa de don Rosas Portugal, y finalmente entramos a la Plaza de Nahuapampa, la
silueta de la Iglesia
y su campanario se recortaban sobre el cielo azul. Recién advertí que la cola se originaba en el centro
de la Plaza ,
donde se hacían las corridas de toros y estaba plantado un sauce inmenso. Ahí,
una mujer alta y delgada estaba tras de un perol grande dando a cada uno,
conforme avanzaban plato en mano, un cucharón de caldo humeante, que apenas
recibído se iban alejando. En determinado momento, la mujer dirigió su mirada
hacia el final de la cola donde yo me encontraba y con el cucharon hizo gestos para
acercarme. Todos voltearon hacia mí para
saber de quien se trataba, yo estaba indeciso porque adelante habían
personas mayores y de más respeto, y no pensé que era a mí a quien llamaba,
pero como insistió obedecí y desde mi último lugar me puse primero en la cola,
ante la sorpresa y murmuraciones de los demás. Frente a la mujer, con mi cabeza
gacha, por un sentimiento de temor reverencial que me invadió, solo pude
observar los ribetes del faldón de su vestido celeste floreado. En eso, metió el
cucharón en el perol y echo en mi plato de madera el caldo humeante; presto a
retirarme, volvió a meter el cucharón en la olla y me echo otra raciòn. Ahí, recién
pude levantar mi vista hacia ella y observar su hermoso rostro de tez trigueña
oscura, con una sonrisa que brillaba como su mirada. Yo con un nudo en la
garganta me alejé.......en eso desperté.
Este sueño para mí significa que todo lo que perdí en mi azarosa vida:
fortuna, afecto y reconocimiento, muy pronto lo iba a recibir doblado con
creces; la mujer hermosa que me dió “ la yapita ” es la Virgen de las Mercedes
patrona de mi pueblo”
°°°°°°°
INDICE
PRIMERA PARTE
ANTIGUOS
POBLADORES DE NAHUAPAMPA…………………………..10
DESCENDENCIA DE JUAN CRISÓSTOMO ROMERO…………………….12
UNA
MADRE TERRIBLE................................................................13
UN ESCLAVO POR 40
SOLES ORO.................................................14
OTRO
ADIOS A HUANCARIRE…………………………………………………16
MI
PRIMERA MIRADA AL MUNDO………………………………………….18
VIDA
DE CAMPESINOS…………………………………………………………….20
ARRIEROS……………………………………………………………………………22
NUESTRA
VIVIENDA……………………………………………………………..23
FESTIVIDAD
EN SAN JAVIER DE CELOSA…………………………………..24
TRABAJOS
DE CHACRA
…………………………………………………………26
CASTRANDO
200 TOROS …………………………………………………………27
MUERTO
ANTES DE NACER…………………………………………………..28
UN FIERO PIRATA……………………………………………………………………29
EL
HIJO PRÓDIGO REGRESA A OCOBAMBA……………………………..30
EL
ENTIERRO DE UN ENDEMONIADO ……………………………………..31
REANUDANDO
EL VIAJE .............................................................35
LA
LAGUNA NEGRA Y LA CRISTALINA……………………………………..36
ZAÑAYCA ……………………………………………………………………………37
PAMPA
DE SACRAMENTO…………………………………………………….38
ANDAHUAYLAS
TALAVERA Y...OCOBAMBA…………………………….39
REENCUENTRO
CON LA MADRE TERRIBLE……………………………….40
OCOBAMBA
TIERRA PRODIGA………………………………………………41
PRIMERA
DESAVENENCIA……………………………………………………….42
UN
CONDENADO INAPETENTE....................................................43
LA
RUPTURA DEFINITIVA……………………………………………………..46
TE
ARREPENTIRÁS AGUSTÍN, CUANDO YA SEA TARDE…………….48
VIRUELA
BLANCA, VIRUELA NEGRA……………………………………….49
UN
SOMBRERERO……………………………………………………………….50
UN
REENCUENTRO CASUAL………………………………………………….50
UNA
EXPERIENCIA EN ORORRILLO…………………………………………51
UN
VIAJERO DESOBEDIENTE……………………………………………………52
UN
AVE MALIGNA ………………………………………………………………
54
ENDEMONIADOS…………………………………………………………………57
ORORRILLO
PUERTO DE VIAJEROS…………………………………………58
CELOS………………………………………………………………………………… 59
PELEA
DE VIAJEROS………………………………………………………………60
LA
CHUNCHA ROSA....................................................................61
ADIOS
ORORRILLO-CHICHUAJ…………………………………………………
61
NUEVAMENTE
PARIAS………………………………………………………….63
ONGOY………………………………………………………………………………. 63
LA MEJOR DECISIÓN...................................................................64
RETORNO A
NAHUAPAMPA......................................................65
UN
TOCAYO GENEROSO EN POSOJOY……………………………………
.67
UN
ALTO EN CJEÑOA………………………………………………………………67
TALAVERA
Y CJEÑOA CJEÑOA ………………………………………………68
ZAÑAYCA....................................................................................71
FIESTA
PATRONAL EN ZAÑAYCA……………………………………………74
UNA
ZAÑAYQUINA………………………………………………………………75
LLEGADA
A NAHUAPAMPA…………………………………………………..76
CON
MOISÉS EN PATARE …………………………………………………….77
ABANDONO
DEFINITIVO DE HUANCARIRE…………………………… 78
GANADERO
INDEPENDIENTE………………………………………………..78
UN
ENCUENTRO CASI FATAL…………………………………………………79
UN
VIAJE CON DONATO……………………………………………………….82
NEVADA
EN LAS ALTURAS…………………………………………………….84
LLEGADA A ZAÑAYCA…………………………………………85
DONATO
EN MISTI .....................................................................87
KAISER,
UNO MAS DE LA FAMILIA…………………………………………87
UN
DAÑO SIN PAGO…………………………………………………………….88
UN
MATRIMONIO RECONCILIADO…………………………………………89
MARGARITA
VIUDA Y MADRE………………………………………………91
UN
LADRON DAÑOSO………………………………………………………….92
UN
PRESAGIO………………………………………………………………………94
UN
VIAJE FATAL ………………………………………………………………….94
DON
PEDRO MEDICO DE CABECERA………………………………………95
SEGUNDA PARTE
UN JOVEN JEFE DE
HOGAR………………………………………………………99
FERIA DE NAHUALTA………………………………………………………………100
FEBRERO
ÉPOCA DE LLUVIAS TORRENCIALES…………………………102
FESTEJO
DEL NIÑO EN NAHUAPAMPA…………………………………..103
MI
PRIMERA TROMPEADERA……………………………………………….104
PREPARATIVOS DE CARNAVALES…………………………………………..106
HUAYLLACHADA EN NAHUAPAMPA………………………………………106
EL SELLO DEL ARREPENTIMIENTO…………………………………………108
PASTORAS Y MÚSICOS ENAMORADOS………………………………….109
DOMINGO DE RAMOS EN
LAMPA ………………………………………109
TROMPEADERA
EN SEMANA SANTA……………………………………..109
UN CAMPEON SIN RETADOR…………………………………………………112
PROCESIÓN JATUM CALLE…………………………………………………….113
¿NO HAY GALLO PARA MI GALLO? ……………………………………….114
LOS SANTOS VARONES ………………………………………………………..115
¿NO HAY
GALLO PARA JUAN LUNA ?..........................................116
TESTIGO DE UNA INFIDELIDAD……………………………………………..118
FIESTA DE LAS CRUCES EN COLCABAMBA……………………………..119
FIESTA
DE LA SANTA CRUZ
EN NAHUAPAMPA……………………….120
EL
BAILE DEL CABALLITO...DOS...TRES.........................................121
¿
QUÉ TONTO NO?......................................................................122
FERIA DE LAMPA……………………………………………………………………123
Q’EROHAYLLY………………………………………………………………………124
ALTARES PARA EL SEÑOR DE LAMPA……………………………………127
LOS
TENIQUICHOS O CHULLCHUQOS…………………………………….128
EL
JUEGO DEL CHOCLON EN LAMPA……………………………………..129
TERMINA
LA FERIA DE
LAMPA....................................................130
SAN
JUAN BAUTISTA EN LAMPA…………………………………………..131
PREPARATIVOS
PARA LA FERIA DE
YNCAHUASI……………………..132
UN
BORRACHO SUERTUDO………………………………………………….134
LAS
PARIHUANAS EN LA LAGUNA…………………………………………135
YNCAHUASI:
LEYENDA O HISTORIA……………………………………….135
FERIA
TERMINADA………………………………………………………………137
CON
DONATO A CHÁPARRA.......................................................138
DONATO
Y SUS PRECAUCIONES…………………………………………….138
UN
CRIMEN SIN CASTIGO…………………………………………………….139
SIGUE
LA CAMINATA…………………………………………………………….140.
NADIE
SABE PARA QUIEN TRABAJA…………………………………………142
TRAMPA
DE SERPIENTES………………………………………………………144
CHALA,
PUERTO PRINCIPAL……………………………………………………145
RETORNO
A NAHUAPAMPA………………………………………………….146
PISA
DE UVA EN CHAPARRA…………………………………………………147
CASTiGAME
HERMANO, PERO NO ANTE LOS DEMÁS !..............149
UN
RELATO DE PALOMINO: EL CUERNO DE ORO……………………150
A CHÁPARRA
NUEVAMENTE ......................................................152
TROMPEADERA……………………………………………………………………153
UNA
FUGA………………………………………………………………………………155
ATIQUIPA
HOSPITALARIA……………………………………………………..159
ALMA
TANAKA…………………………………………………………………….161
¡AGUA,
AGUA!............................................................................161
YAUCA;
PALOMINO DESENGAÑADO……………………………………..163
MI
EXPERIENCIA COMO PEON EN YAUCA………………………………165
SELECCIONANDO
ACEITUNAS……………………………………………….166
ELABORACIÓN
DE ACEITE DE OLIVO……………………………………...166
AMASANDO
PAN. PESCANDO EN EL MAR……………………………..167
UN LAMPERO DE
POLENDAS………………………………………………….169
LEYENDA
DE LA LAGUNA ANJASCOCHA……………………………..170
MIS
TRABAJOS EN YAUCA………………………………………………….174
LA
TERCIANA…………………………………………………………………….177
AMULETO
PARA UN BUEN LAMPERO…………………………………..178
SE AGUDIZA LA TERCIANA.
RETORNO………………………………….182
ADIOS YAUCA……………………………………………………………………184
NO ME ENTERRARAN EN EL DESIERTO……………………………….185
REENCUENTRO EN LA FERIA DE YNCAHUASI……………………….186
REMEDIO PARA MI MAL……………………………………………………187
EN CORACORA REMEDIO PARA MI MAL..................................189
MORIR SOLO EN EL CAMINO……………………………………………. 191
RETORNO A NAHUAPAMPA ……………………………………………..193
UN ULTIMO VIAJE A CHAPARRA..............................................195
MIS
ULTIMAS AVENTURAS EN NAHUAPAMPA…………………..196
MUSICA
PARA ENAMORADOS…………………………………………..198
ADIOS
A LAS CUERDAS……………………………………………………..200
ESPERANDO
EL VIAJE A LIMA…………………………………………….202
AMOR
CON AMOR SE OLVIDA ………………………………………….204
EL
DESTINO LLEGA POR DONDE MENOS SE ESPERA…………..
204
LAZOS
FUERTES DE AMOR……………………………………………….
206
UN
ULTIMO ADIOS A NAHUAPAMPA………………………………..
207
EN
RUTA A MI DESTINO……………………………………………………207
BUEN
REMEDIO PARA UN DAÑO………………………………………209
UN
CONSEJO PROVIDENCIAL……………………………………………..210
JATUM LLAJTA LIMA…………………………………………………………211
UNA
NUEVA VIDA…………………………………………………………….213
BUSCANDO TRABAJO……………………………………………………….218
MI PRIMERA CONSULTA MÉDICA…………………………………….. 219
TRABAJO DE JARDINERO…………………………………………………. 228
MIS TRABAJOS EN LA IMPRENTA……………………………………… 229
UN SEGUNDO PADRE………………………………………………………. 232
MIS PRIMERAS LETRAS……………………………………………………. 235
PUEBLO IMBÉCIL……………………………………………………………… 237
“EL MOCHO” SÁNCHEZ CERRO…………………………………………. 238
PRIMERA PARTE
ANTIGUOS POBLADORES DE NAHUAPAMPA
El distrito de Lampa, de la provincia de Parinacochas comprendía
originalmente los siguientes anexos: Chacaraya, Chaycha, Congonza Matoyocj, Sacraca, Colcabamba, Nahuapampa,
NahuaAlta, Marcabamba, Sequello, Huataca, Rivacayco, Cjascjara, Paucaray, y
Saurejay. Actualmente Marcabamba y Rivacayco son distritos independizados y
Lampa se quedó con los ocho anexos mencionados al inicio.
Mis abuelos tuvieron una vida larga, como muchos hombres de su generación.
Tal es el caso de mi bisabuelo, don Juan Crisóstomo Romero, a quien crecieron muelas a sus 100 años, y
murió a los 130 años, masticando K’aputo (habas tostadas ) y cancha.
Después de trabajar en la chacra durante todo el día, entre 5 de la mañana a 6 de la tarde, nos recogíamos en casa. Y
reunidos para cenar en la cocina de muros de piedra y techo de ramada, junto a
la tullpa de piedra, a la luz del mechero, los viejos sabios se animaban a contar
que. lo que hoy conocemos como los pueblos de Pauza, Lampa, Colta, Oyolo,
Corculla, y así sucesivamente, hacia la otra
banda del torrentoso Huanca Huanca, fueron tierras incultivadas,
pertenecíentes a los primeros españoles que llegaron con la Conquista.
Contaban que por los años de l,700, siendo los Virreyes incompetentes
para dar títulos de propiedad a los españoles
poseedores de tierras, el mismo
Rey de España envió a su comisionado apellidado Santillán,
con poder amplio para demarcar los linderos, y entregarlos a sus favorecidos,
quienes quedaban bajo el control de Lampa, porque ahí habían autoridades
nombradas por el propio Virrey.
Es así que Nahuapampa perteneció aquel tiempo a dos súbditos españoles:
IBARRA y VERROSPE. Al norte, el lindero que nos separa del pueblo de Colcabamba es el río y quebrada
del mismo nombre HUAMPOCJCJA, que baja desde las partes altas de Llamayo, U’Ku.
Al sur, la quebrada de CjaraCjara nos
separa de Marcabamba como lindero
natural. Tomando en cuenta estos linderos naturales, los dos señores tiraron un
tajo transversal imaginario y subdividieron
a Nahuapampa en dos mitades, justo por donde pasa el camino principal.
Del camino hacia los cerros donde se oculta el sol le tocó a los Ibarra, y del
camino hacia el Oriente a los Verrospe
EN LA PARTE DE
IBARRA: Con el correr de los años fue poblada por: Fidel Acuña y esposa doña
Antonia; don Juan Crisóstomo Romero y esposa Gregoria Díaz la madre del primero, doña Narcisa; doña
Jacinta, su hijo Isidro. Don Manuel Falcón y esposa María Canales; Pedro
Canales y esposa Asunta Neyra. La señora Amalia, su hijo José Canales; don
Andrés Falcón y esposa Asunta Portugal. Don Mateo Portugal y esposa Delia
Prado. Cecilia, Rufina y Gumercindo Acuña, su esposa Silvia Franco. Las
solteronas Felipa, Asunción y Natividad. Don Mariano Franco, su esposa
Petronila Neyra. Doña Andrea Neyra y su hija Josefa. Doña Manunga Neyra, Conce
( Cjella Conce ). Don Juan de la Cruz Miranda , su esposa María. Don Lázaro Falcón,
su esposa Juana. La
Beata Rufina. Don Juan de Dios Neyra, su esposa Martina. Don
Juan Prado su esposa Luciana Falcón. Don Escolástico Miranda, su esposa
Margarita. Don Juan Miranda, su esposa Agustina. Don Mariano Rupaylla, su
esposa Antonia. Don Froylán Falcón y esposa María Rodríguez. Doña Bartola, su
hijo Pablino Alvarez. Rosas Miranda, su esposa doña Ventura. Pablino Neyra.
Seferina Franco, su hijo Olaybel. Doña Espírita Arroyo y sus hijos Santos,
Abdón y Alfonsa. Don Félix Flores, su esposa doña Salvadora y su hermana
Francisca. Don Rosas Portugal, su esposa Pilar Flores.
También en Nahua Alta: Don Melchor Díaz, su esposa Felicia. Mateo
Flores; don Dionisio Sifuentes, su esposa Petronila. Los hermanos Ignacio,
Ireneo Miranda y su mamá ( no recuerdo su nombre ). Doña Mica Falcón y sus
hijos Emilio y Donato.Doña. Luisa Falcón mujer del cura Cuadros. Santos Linares
y esposa doña Gertrudis. Doña Josefa y su hija, no recuerdo su nombre. Don
Félix Zamora, don Juan de Dios Flores, Hermenegildo Flores, don Luis Ortega,
José Velásquez. Don Darío Franco, su esposa doña Cleofé. Doña Leandra y doña Simeona Ortega Romero, beatas que
estuvieron al cuidado de la
Iglesia del Niño de Nahua Alta.
EN LA PARTE DE VERROSPE:
Vivieron, don Felipe Enciso, su esposa Francisca. Doña Celestina Canales y sus
hermanas Paulina y Paulina Chica. Doña Francisca Heredia y su hija doña Juana.
Doña Elena Falcón y su hermana Jesús. Don Conrado Falcón, su esposa Juana
Rodríguez. Doña Goya, su hijo José Hoyos y su hermana Rufina. Doña Georgina,
sus hermanas Juana y Cirila Navarrete, y el esposo de ésta Adolfo García. Don
Lázaro Franco ( “Tranca Lázaro” ). Doña Virginia y hermanos Francisco y Gabriel
Dueñas. Don Eugenio San Miguel, su esposa Felicita. Doña Susana y su hijo José
Mercedes Portugal. Doña Calixta Rodríguez de Falcón. Don Luis Franco y esposa.
El único medio que estoy usando para esta
relación, y las posteriores, es mi memoria;
es posible que cometa muchos
olvidos y equivocaciones; quiero sí decir, que en ésa época nuestro
pueblo de Nahuapampa y también Nahualta, tenían población numerosa, y la tierra
fecunda y pródiga se daba abasto para alimentarnos con frutales, hortalizas,
tubérculos, y toda clase de ganado. Actualmente el quicuyo ( grama mortal ) ha invadido los andenes,
las huertas, ahogando el fruto de la tierra,
y la causa de su señorío casi absoluto, es según mi modesto parecer, el
despoblamiento paulatino. Desde que entró la carretera al lugar, y les permitió
emigrar a la capital con facilidad; ya no hay hombres ni mujeres que laboreen
la tierra y la hagan producir.
DESCENDENCIA DE
JUAN CRISÓSTOMO ROMERO
Según contaban los abuelos, nuestra Iglesia se construyó
aproximadamente en 1,780, y el cementerio se levantó posteriormente en 1,900
más ó menos, al no darse abasto el cementerio de Lampa, ante una mortal
epidemia de viruela que diezmò la
población.
La patrona de Nahuapampa, “, es la Virgen de Las Mercedes, a quien se festeja cada
24 de Setiembre. “Ciudad de Tres Iglesias” la escuché calificar a mis abuelos
en su conversación de hechos antiguos, sintiéndose orgullosos que ni los
pueblos y ciudades más grandes como Lampa, Pauza, Cora Cora, excepto Huamanga,
tenían más de 2 templos. Y esto tiene su historia que se contará más adelante.
La descendencia de don Juan Crisóstomo Romero es como sigue: Fue hijo
de Narcisa Álvarez, contrajo matrimonio con Gregoria “Goya” Díaz natural de
“Jiructa” Sacraca antigua, de cuya unión nacieron, mi abuelo Juan de Lino,
Cornelio, Manuel, Tomasa, Carmen y Fidela. Mi bisabuelo provenía de Atico,
Caravelí y era catequizador católico muy
leído. Conoció a mi bisabuela cuando ella bajó a la Costa con sus padres por algún
asunto. A la primera vista quedó prendado, y trató por todos los medios de convencer a sus padres para “catequizarla”.
Ellos muy acertadamente, le respondieron que si quería catequizarla, tendría
que seguirlos hasta la sierra y casarse conforme Dios y la Iglesia mandan. Así fue
como mi bisabuelo los siguió hasta Jiructa, y de catequizador pasó a “catequizado”.
Don Juan de Lino Romero se casó con Venancia Melgarejo, y nacieron mi
madre Natividad Romero y Leoncio, quien murió joven y no dejó retoños. En
cambio mamá se casó con Agustín Leyva Roa natural de Ocobamba, provincia de
Andahuaylas, departamento de Apurímac. De ahí nacimos, Petronila, yo, María,
Faustina y Serapio. Mamá tenía dos hijos de sus anteriores compromisos:
Margarita Falcón y Moisés Neyra. El
lugar de mi nacimiento está en Tomacucho en Nahuapampa.
UNA
MADRE TERRIBLE
Mi abuelo paterno Narciso Leyva murió joven allá en Ocobamba, Apurímac,
dejando a su esposa Cristina Roa, y sus huérfanos hijos: papá Agustín,
Silvestre, Juan de Dios y Apolonia.
La viuda, relativamente joven, tuvo necesidad de marido y se casó en
segundas nupcias con Faustino Ramírez. Caprichosa ella, se le ocurrió cambiarle
el apellido con el de su finado esposo, y aprovechando su amistad con el
párroco y sus abundantes donativos, logró que se bautice y matrimonie con ella,
como “Faustino Leyva”. Esto lo hizo según refería, para que toda su prole
tuviera un solo apellido. El tal Faustino había sido un trabajador muy
leal y obediente del abuelo Narciso, por
lo que llegó a gozar del aprecio y la confianza de toda la familia. A la muerte
del abuelo, de servidor se convirtió en patrón y padrastro de los 4 huérfanos.
No obstante todas estas consideraciones, al poco tiempo se volvió
atrevido y golpeador; constantemente maltrataba a la abuela Virginia. Un día, el
aún adolescente Agustín, había llegado de la chacra con un hato de leña para
abastecer la tullpa ( fogón de cocina ), al entrar vio a su madre tirada en el suelo y montado sobre
ella a su padrastro Faustino, golpeándola salvajemente con los puños. Con rabia
y desesperación se abalanzó sobre el abusivo, y trató de jalarlo de los
hombros, pero con un empujón logró sacudirse y tirarlo en tierra. Al verse impotente de dominarlo, con las escasas
fuerzas de sus trece años, tomó uno de los troncos que había traído, y lo
descargó con furia sobre la espalda del padrastro. El hombre cayó al suelo como
muerto.
En ese instante la madre se levantó, tenía la cabellera revuelta, la
cara ensangrentada, la boca babeante, se acercó al hijo y arrebatándole su improvisada arma, con el mismo tronco lo
apaleó despiadadamente.
La sorpresa por esa reacción inesperada de la madre, le bloqueó
cualquier pena, cualquier llanto; y más que los palos que reventaban sobre su
débil cuerpo, le dolió que le dijera “! maldiciado, lloccsii kaimanta,
kunanmanta manas guguaitaj Kamqui !” ( ¡ maldito, lárgate de aquí, desde ahora
ya no eres mi hijo ! ); a la vez que gimoteando llorosa corrió a auxiliar a su marido Faustino, que se
quejaba de dolor en el suelo.
Ya afuera, estuvo deambulando por las calles del pueblo, lleno de
amargura y resentimiento, sin saber a qué atenerse. En el extremo del camino
principal, junto a unas piedras se sentó lamentando su suerte, cabizbajo, con
los puños apoyados en la quijada. En eso, venía hacia su lado una bulliciosa y polvorienta
tropa de reses, arreada por don Jesús Reynaga y sus peones, quien al observarlo
todo lloroso le preguntó qué le había pasado para estar así con aire dolido, el
muchacho le contó lo sucedido con el padrastro y la madre. El hombre se molestó
mucho, le dijo que tenía parentesco con su fallecido padre Narciso, por parte
de doña Gumercinda Ayvar, y que a su vuelta, no ahora, porque tenía apuro en ir
hacia el Sur, les daría su merecido; y si se animaba podían viajar juntos.
UN
ESCLAVO POR 40 SOLES ORO
Es así como llegó papá a Marcabamba, a la casa-hacienda de don Pedro
Vidal Cuadra y su esposa Mercedes Ayvar, tía de Jesús Reynaga. Este les contó al detalle lo sucedido al
muchachito, y la pareja al verlo tan desamparado pero muy acomedido y
trabajador, lo hizo quedar, dándole en adelante el trato de un familiar, quizá
como a un hijo, ya que ellos no pudieron tenerlos hasta ese momento.
Ahí creció y vivió su adolescencia y juventud mi padre, llegando a ser
estimado por su laboriosidad, su inteligencia e intrepidez. Con los años incluso le confiaron la
administración de la hacienda “Huancarire”.
Frecuentemente iban con don Pedro al puerto de Chala, arreando cientos
de reses, que vendia a los comerciantes que los llevaban a la Costa. Otras veces
viajaron juntos hasta Lima capital, en donde papá hizo algunos amigos.
En uno de estos viajes, fue inquietado por uno, muy hablador y acriollado,
quien le ofreció conseguirle un empleo como mayordomo de una residencia de
familia aristocràtica, donde ganarìa màs plata y tendría mejor “roce social que
con los serranos”. Dado su escaso conocimiento del castellano, creyó entender
que ese cargo de mayordomo, era como el “Camayo” o administrador de una
hacienda; es decir, la misma tarea que desempeñaba junto a don Pedro Vidal Cuadra, con la diferencia
que ahora lo haría en una gran ciudad
como Lima.
Muy convencido del ofrecimiento
se escabulló de su protector, quien pese
a buscarlo durante 2 días para volver a Marcabamba no lo pudo encontrar, porque
estuvo bien escondido por el amigo. Don Pedro cansado de la búsqueda
infructuosa, se embarcó solo en el puerto de Callao con rumbo a Chala; de ahí
enrumbó a Marcabamba, siempre preocupado
por la repentina desaparición de su protegido.
Papá fue “colocado” por su amigo en casa de una familia principal y
adinerada, en donde recién se dio cuenta que las tareas de un mayordomo, eran
la de un simple sirviente “pichanero”. Decepcionado, humillado de recibir
órdenes para hacer tareas propias de mujeres, muy diferente a los trabajos de campo, viriles,
rudos y nobles, que hacía allá en
Marcabamba para su protector don Pedro, recién empezó a extrañarlo.
Resignado momentáneamente a su situación, decidió trabajar y juntar
dinero para el pasaje del barco que lo llevaría a Chala, y de ahí, más fácil:
caminar 2 días hasta Marcabamba. Puso entonces mayor vivacidad y empeño en el
trabajo, lo cual tuvo muy complacidos a sus patrones.
Contó que, un domingo llegaron a la casa muchos invitados ricamente
enjoyados, de trajes elegantes y porte solemne, como nunca había visto antes.
Puso entonces mucha dedicación, cuidado y esmero en la atención de esa gente. Uno de los
invitados entabló conversación muy animada con el dueño y entre otras cosas,
dijo estar admirado que siendo un serrano tuviera la agilidad y cierto aire distinguido
en sus desplazamientos, y que necesitaba gente de servicio en su casa,
“...igual que ése... dónde te lo has conseguido?... ”. ( no se dieron cuenta
que papá se encontraba cerca de ellos)
“...sí, muy inteligente...me lo vendieron por la suma de 40 soles de
oro... ”. Al oír esto papá sintió como si le hubieran tirado un baldazo de agua
fría, muy dolido se dijo: “...¡ qué desgraciado “mi amigo” me vendió como una
res, ahora….cómo librarme?, si me busco otro empleo, éste hará prevalecer su derecho sobre mí, Y de
tanto cavilar decidió: “!....pues....mejor me presento al cuartel...”.
. Así lo hizo, al día siguiente,
apenas amanecido, con su ropa puesta, tocaba el portalón principal del Cuartel
Santa Catalina. Uno de los centinelas lo llevó donde el comandante, a quien
contó lo ocurrido. Íntimamente, el
relato le causó gracia
al militar por la “
criollada del amigo”, pero por respeto a su investidura, sólo exteriorizó su
indignación. De inmediato hizo llamar al patrón, quien le reclamó insistentemente
le devuelva “...su propiedad....porque había pagado el precio del serrano y le
pertenecía...”, le amenazó con mover sus
influencias sociales y políticas para hacer respetar su derecho. El comandante
no lo dejó hablar más, le dijo que podía
encarcelarlo, pues “...la esclavitud es un delito, y en el Perú el
Mariscal Castilla abolió la esclavitud, mucho cuidado carajo!...”. El patrón se marchó masticando su rabia e
impotencia.
Así pues, sin habérselo propuesto papá prestó servicio militar en la
caballería del Ejército en el famoso Cuartel de Santa Catalina, durante casi
dos años.
Por entonces don Pedro Vidal Cuadra se había enterado que su protegido
estaba acuartelado; tanta falta le hacía su presencia en la hacienda, se
presentó de sorpresa a solicitar su licenciamiento, se lo concedieron, porque
ya estaba cumplido los dos años del servicio acuartelado.
¡ Nuevamente volvieron juntos a Marcabamba, a la hacienda de Huancarire
!
OTRO ADIOS A
HUANCARIRE
Papá conoció a Natividad Romero Melgarejo, en el pueblo de Nahuapampa,
en forma totalmente casual ( ah! lo que es el destino ), pues su protector don
Pedro Vidal Cuadra le había encomendado habilitar sus terrenos situados en ese
pueblo, llamados “Patasuyo” y “Hacienda Alfalfar” que colindan con los terrenos
del abuelo Juan de Lino. Iba frecuentemente al lugar para disponer lo necesario
con la peonada para los cultivos, riego y otros menesteres, ahí ocurrió el
encuentro. Al principio ella rechazó sus requerimientos amorosos pues sabía de
su compromiso matrimonial con una sobrina de Augusta de Rosenthal; pero no pudo
resistirse al sentimiento tan fuerte y finalmente aceptó el casamiento.
El matrimonio fue desaprobado por don Pedro y por su esposa Mercedes. Para
separarlos le argumentaban, “...ella es mayor que tú, además ya tiene dos hijos, y tu novia es
mejor que esta humilde señora...”. No obstante la oposición, no retrocedió en
su decisión, discutió muy acaloradamente
con sus protectores, y se produjo entonces
la primera ruptura con ellos, y el
segundo alejamiento de la hacienda Huancarire. Papá se fue a Nahuapampa
a trabajar en las chacras de la familia Romero.
Tendría yo un año y medio de
nacido, según contaban mis padres, cuando deciden radicar en Cora Cora, capital
de la provincia de Parinacochas, con el objeto de darme una mejor educación- llegado
el momento de ir al colegio- ya que en toda la ruta escaseaban las escuelas. En
dicha ciudad se alojaron en casa de don Víctor Navarrete. Papá empezó a
trabajar en una zapatería como operario. Don Víctor me llevó a la confirmación
y se hizo entonces mi padrino, porque de bautizo, lo fue don Donato Jáuregui
allá en Lampa.
Junto a nuestra posada, vivía el Dr. Mendoza y familia. Mamá contaba
que sus hijas se encariñaron conmigo, me llevaban a su casa a tomar desayuno y
algunas veces a almorzar. De repente les causaba gracia, como decía mi hermana
mayor Margarita, mi aspecto de frayle chiquito, por el vestido que ella me
había cosido, como un hábito de franela ploma desde el cuello hasta los pies.
También contaban que en cierta ocasión el Doctor, muy de madrugada,
casi oscuro aún, me devolvió a mamá, contándole que yo había estado golpeando
su puerta con una huislla ( cucharón) en la mano, reclamando mi desayuno.
Papá se ambientó muy rápido en el pueblo, principalmente en los días de
fiesta destacaba por sus destrezas. Una que recuerdo, día de Todos los Santos,
el Alcalde de la ciudad organizó ciertas competencias en la puerta del
cementerio, tales como pelea de gallos, carrera de resistencia alrededor del
camposanto, también carrera de caballos, el premio muy solicitado era casi
siempre: una arroba de cañazo. El salía airoso en las competencias, pues como
licenciado del ejército tenía una buena preparación física. Ese día de fiesta,
la melodía de los charangos, las quenas y las canciones, se confundían con el
canto del viento, y los murmullos de los árboles. Desde lo alto, a la
distancia, nos observaban mudos, los Apus Jarwarasu y Pumahuiri.
Al tiempo, don Pedro y su esposa
olvidaron su disconformidad con el matrimonio de papá y le hicieron llamar,
solicitándole nuevamente sus servicios. Se sentían viejos para afrontar las
tareas de la hacienda, necesitaban su apoyo, le querían como un hijo, le
perdonaban el disgusto, sobre todo,
respetaban su decisión, pues era un hombre hecho y derecho y sabía lo
que hacía. Ante el llamado de nuestros protectores viajamos inmediatamente de
CoraCora a Huancarire
MI PRIMERA MIRADA AL MUNDO
Huancarire era en esa época, una de las haciendas más grandes de Marcabamba, de, aproximadamente 8 km . de largo por 3 Kms. de ancho. A su lado pasaba el camino a los
departamentos del sur; de este camino hacia el río Huanca Huanca, las
tierras verdeaban de alfalfares, y hacia
la entrada del sol habìan inmensos pastizales de lluvia. También estaban las
haciendas de Huayrana Pata en San Javier de Allpabamba; de MolleMolle,
MollePucro, en el pueblo de Sequello. En Marcabamba mismo, aparte de
Huancarire, estaban Comorumi, HuasiPungo, SerafinaPampa; y en Nahuapampa:
ParcjaRumi, Hacienda Alfalfar.
Todas estas tierras de Pedro Vidal Cuadra, quedaron bajo la administración
de papá; además, desde esa fecha, quedó establecido nuestro hogar en Huancarire.
Ahí profundizó y desarrolló todos sus conocimientos en la agricultura y
ganadería. Había centenares de cabezas de vacunos, aparte del ganado menudo.
Supe en aquel entonces que papá percibía
un 2% anual de las ganancias, según el trato con don Pedro.
¡Ah Huancarire!, donde desperté
de mi estado de inconsciencia. Lo digo, porque todo ser humano vive en una
penumbra desde su nacimiento y en algún
momento, entre los 3 ó 4 años, abre los ojos a un mundo desconocido. Recuerdo
haber estado en cama muy enfermo, ignoro qué
mal tendría, solo recuerdo que al
abrir mis ojos vi primero el reflejo del sol amarillento sobre una pared
de adobe; en ese momento conocí recién a mamá que entraba con una taza en la
mano, llevaba puesto un vestido floreado a cuadros color celeste, me hizo beber
con una cucharita, levanté la cara, mamá era delgada y alta, ¡ con qué cariño
me hacía tomar!
Así, poco a poco fui
conociendo a papá, a mis hermanos, a la gente que trabajaba en la hacienda.
Poco tiempo después de sanar de mi enfermedad, hubo un terremoto, claro, no
sabía que lo era, sólo vi como bailaban los árboles y los cerros, todos
gritaban, salimos atropelladamente de la casa a un canchón, al frente de las
habitaciones, todos arrodillados pidiendo perdón a Tayta Dios, por los pecados
cometidos, rogando que aplaque su furia porque estaban arrepentidos. Ocurrió más o menos a 5 de la tarde, nos
encontrábamos en el comedor merendando, al primer sacudón de la tierra dejamos
los platos servidos y corrimos afuera,
al instante una polvareda oscureció el cielo y cubrió toda la superficie
visible de la tierra.
Esa noche, todo el mundo a dormir en la pampa, es decir, en el patio de
la casa-hacienda. Esta se hallaba circundada
por una pared de adobe a lo largo de la acequia grande que usábamos para
el riego; también estaba protegida por las hileras de grandes y frondosos eucaliptos.
Al Norte estaba la casa-hacienda; divisábamos
al Oeste, el camino los pueblos del sur,
y el corral enorme donde en las tardes se recogían gran cantidad de ovejas
Al amanecer observamos que una capa de tierra había cubierto la
superficie de la tierra, la casa, los árboles, todo lo que estaba a la vista.
Desde mi tierna edad, aprecié lo grande y maravilloso de la naturaleza que me rodeaba. Una enorme
cadena de cerros circundaba por ambos lados el valle, fecundado por el Huanca Huanca con su enorme caudal.
El rio se origina en Saykata, en lo alto de la Cordillera Central,
de 3 boquerones de agua cristalina, que durante el descenso se van uniendo con
otros manantiales hasta convertirse en una masa de agua, de fuego cristalino, lento
y dócil en su ancho cauce. En otras partes de su recorrido, al caer hacia
profundos abismos de piedra, se convierte en nube; en las épocas de lluvia
torrencial, su masa enorme se enfurece contra el faldìo de los cerros, arrastrando árboles,
piedras, casas, animales y humanos, hasta desembocar en el Océano Pacífico.
Desde su punto de salida, fecunda grandes extensiones de tierras de
cultivo; fructificando la papa, olluco, oca, mashua, quinua, cebada, trigo,
maíz, habas; también los vastos potreros
de alfalfar y pastos naturales de los cerros, para alimentar al ganado vacuno,
porcino, lanar, caprino; también las llamas que los nativos del lugar, utilizan
para transporte de carga ligera. En su recorrido pasa por Callpamayo,
Upahuacho, Racche, Pacapauza, Rivacayco, Huancarire, Huataca, Sequello, Vílcar,
Chaujalla, y otros pueblos; en la costa se une al río Majes y juntos se hunden
en el mar. Desde Pacapauza y Rivacayco la producción de papa se amengua enormemente,
porque el clima es más cálido, en cambio sí abundan los frutales, tales como
durazno, uva, naranja, limón, palta, camote, etc.
VIDA DE CAMPESINOS
De mi vida en la hacienda Huancarire, recuerdo que a mis 5 años era muy
querido por los trabajadores, entre ellos don Dionisio Evangelista y su esposa,
de mucha confianza de mis padres. Nos
levantábamos a las 5 de la madrugada y con 2 ayudantes íbamos a ordeñar
las vacas durante 3 horas. Yo me encargaba de reunirlas a todas en el lugar
donde esperaban los ordeñadores con sus herramientas. Se lograba sacar entre 3 a 4 barriles de leche al día,
que era utilizada para la fabricación del
queso.
Es una tarea muy simple, cuando matan una llama ú oveja, le extraen el
cuajo, que es una de las partes de su aparato digestivo. Tiene que ser
precisamente de la hembra, no de macho, pues según creencia común, por ser el
órgano donde se gestan las crías, traerán mucha suerte. Rocían el cuajo con sal
y limón y lo cuelgan encima de la tullpa ó fogón, para que se vaya secando con
el vapor que producen las comidas. Cada vez que se necesite fabricar el queso,
se toma el cuajo reseco y se remoja en
un poto de calabaza lleno de suero viejo, hasta hacerla una masa blanda y flexible. El suero resultante se echa de a
pocos en los barriles de leche que paulatinamente se van solidificando. A
continuación, la masa de leche ò quesillo se escurre y se echa en unos moldes
tejidos de I’schu, de unas 4
pulgadas de diámetro y 3 pulgadas de altura.
Finalmente, se pone a secar durante unos
10 a 15 días.
A pesar de haber crecido en la
mata del queso y la leche, yo no podía comerlo ni tomarlo, mucho menos el
quesillo que se echa al caldo, porque tenía para mí efecto de purgante .
Todas las mañanas se preparaba el corral chico donde las crías
amanecían berreando hambrientas. Traíamos a ese lugar a las vacas con sus tetas
rebosantes, los ordeñadores las hacían entrar una por una, listos ya con sus
baldes y herramientas para ordeñarlas. Luego de la ordeña que se hacía durante
3 o 4 horas se llevaba a las vacas y sus
crías al potrero, para que los amamanten durante el resto del día hasta las 5
de la tarde. A esta hora se hacía el “Uñachicoy”, que es, apartarlas de sus
madres y encerrarlas a todas en el
corral durante la noche. De este trabajo
se encargaba Aparicio, más conocido como “Ovejero” .
Había un orden establecido en el forrajeo del ganado. Cuando salían los
primeros brotes de alfalfar, es decir el fruto más lozano y fresco, se soltaba
en el potrero a las reses destinadas a la venta. Pasaban de un extremo al otro comiendo
las hojas más tiernas, dejando casi intacto los tallos y algunas hojas más
bajas. A continuación, le tocaba forrajearse
a las vacas lecheras. Luego a los llamados “paloteros”, considerados como
ganado de segunda clase. Y, al último, se soltaban “ los repasadores “ las
ovejas que dejaban la superficie del campo al ras, rapada, lista para el riego.
Desde aquellos años fui tomando amor al trabajo, viendo como los seres
más minúsculos, como las hormigas, grillos, y mariposas trabajaban para
subsistir desde la salida del sol hasta que se ocultaba; hora en que todos los
seres vivientes se recogían en sus moradas, ante la proximidad de la noche.
Luego, el mundo entero quedaba cubierto
por un manto negro y un silencio absoluto, sólo interrumpido por el croar de los sapos en los charcos de
agua ó el quejido de las lechuzas. El resplandor de las NinaK’aras (luciérnagas)
se atenuaba, cuando por los cerros de la otra banda del rumoroso HuancaHuanca, asomaba el resplandor de la Luna.
La piedra, los cerros inmóviles, los océanos y los ríos tienen su
permanencia en el mundo, por días, meses, años, siglos, sin alteración de su estado material. Sólo los
seres vivientes, como los árboles, plantas y animales, así también el hombre,
tienen que nacer, crecer,
multiplicarse y luego morir para volver a nacer; encadenados a una Ley Natural que los gobierna. La Humanidad es inacabable?
Mueren nuestros padres, los hijos queremos reformar las reglas de la Naturaleza , con los
inventos de la pólvora, la rueda, los aviones y
la bomba atómica, en una lucha
por acelerar la extinción del prójimo y del propio mundo.
ARRIEROS
Papá arreaba periódicamente entre 200 a 300 reses desde la hacienda Huancarire, hacia
el Puerto de Chala, de donde eran embarcados a Lima. En su condición de
ganadero se esmeraba por estar presentable: mula de montar con bridas y riendas
ensortijadas de plata, igual los estribos, con enchape de plata en los ángulos,
montura arequipeña de cuero repujado, pellón sampedrano, espuela roncadora de
acero y plata. El jinete con pantalón de montar, bufanda de vicuña, un sombrero
de macora, un cinturón de cuero para guardar las monedas y esterlinas. Y en la
mirada y los gestos: el don de mando.
El camino durante 5 días a caballo, era accidentado, en partes se
estrechaba al descender a las quebradas
y atravesar los ríos; en otras, se ensanchaba, como en la meseta de Parinacochas, en donde silba el
viento helado sobre las reseca vegetación de t’allas y cjeñoas. Desde
Marcabamba la ruta pasaba por Lampa hacia la subida de Paisagolta, Tambopata,
Vacarumi, Condorcerca, Sayhuapampa, Lacaya, Yncuyo, luego descendìa hacia la
inmensa pampa frígida de SallaSalla, al pié del nevado
SaraSara, que es un volcán apagado. Pasaba por el borde de la Laguna de Parinacochas
donde habitan las parihuanas, que llevan nuestra bandera bicolor en su plumaje
rojo y blanco; y donde las tropas de Wikuñas, P´acoWikuñas ó Wanakos, se
desplazan con agilidad. El camino seguía por QishuarOsto, la pampa de
Huayllarana, MarayCasa, PukaCruz, Cuestachaqui, Huaychamaka, Doblecerco,
ChukchoRumi, Saquara, Quicacha, Chiochine.
Traspasada la inmensa meseta frígida, empezaba el descenso a la costa:
Convento, Cháparra, Pueblo Viejo, que pertenecen al distrito de Carabalí (
ahora provincia ) luego Huayrapampa, Estrella, Buena Vista, Cascajal, que
pertenecen a Cháparra.
La tropa de reses, que sufrió en
las alturas el restallar de los zurriagos en sus lomos y flancos, para
disuadirlos de su renuencia al viaje, al descender al valle, se hacìan más
dóciles, y ya no era necesario el látigo; con sólo su voz los arrieros
los gobernaban fácilmente.
Seguía Jaboncillo, Carabamba,
Achanizo, CasaGrande, Huancallpa,
Quirhua, San Agustin, Angostura, Serpe, Capapampa y…….. ¡Por fin!, el mar, con
su olor a salitre, el viento húmedo, en los hocicos jadeantes del ganado, ¡Chala, el puerto!
Después
de embarcar las reses para Lima, volvía papá con los peones, y nos traía
caramelos, panes de costa, telas de seda a 15 centavos la vara. Recuerdo a papá
contando con mamá libras esterlinas y monedas de plata de 9 décimos, mientras
hablaban de su fe y confianza en prosperar.
NUESTRA VIVIENDA
Nuestra vivienda en Huancarire era un caserón de 2 pisos, con su cocina
y un cuarto que servía como depósito de herramientas; atrás de la casa, unas
piedras gigantes al borde del camino, nos servían de mirador. Hacia el frente
de la casa, había una mata de molles, más allá plantaciones de altísimos y
frondosos eucaliptos, donde en las
mañanas competían con su canto, los
pichinquitos, chuchikos, chaiñas
y demás avecitas. Hacia el lado del sol naciente pasaba una acequia para
riego de los potreros de alfalfar.
A la llegada del otoño, cuando todo lo verde se secaba, los carneros y
las cabras no lo sufrían mayormente aunque los cerros resecos estuvieren áridos
y tristes, pero cuando caìa la helada, ya no habìa contento ni en las cabras ni
en los borregos.
Llegada la primavera, la naturaleza se ponía florida y hermosa; luego,
con el verano, venían las lluvias
torrenciales y la crecida de los ríos, el Huampucjacja, el HuancaHuanca se hacìan broncos
con su fuerte caudal y sus crecidas
arrasaban lo puesto por la naturaleza y lo puesto por la mano del
hombre.
El verde imperaba nuevamente, coloreaban
los manzanos, duraznos, membrillos, tunas; la “chichiclla” perfumaba los campos
y quebradas
FESTIVIDAD EN SAN JAVIER DE CELOSA
Al frente de Huancarire, había un pueblo llamado Celosa, hoy San Javier
de Allpabamba; colindante a éste pueblo y perteneciente siempre a la hacienda,
habìa un terreno de gran extensión llamado Huayranapata, cuya administración también
lo tenía papá. Por eso se relacionó cordialmente con sus pobladores.
Cierta ocasión mis padres fueron invitados a la festividad patronal de
ese pueblo. Que se celebraba con misa oficiada por el tayta cura, corrida de
toros, pelea de gallos, banquetes y demás festejos con banda de música. En
enormes pailas de hierro hervían el puchero, con bastante carne de res, de
chancho, de carnero, papa, coles, y abundante hierbabuena para todos, sin
distincion alguna. A la llegada fuimos
recibidos con el berrido estruendoso de los Wajawaqras (cornetas de cacho de
toro).
Para llegar a este pueblo desde Huancarire, a pesar de
encontrarse frente a nuestra vista, separado sólo por el río
HuancaHuanca, debido a su enorme crecida , tuvimos que andar a su vera unos 50 Kilómetros hacia
el sur, luego rodearlo por Huataca,
Jollane, Sequello, Mollepocro, y en Vílcar recién cruzar el puente.
Atravesamos Conconya, lugar histórico en el que grupos de realistas,
esparcidos después de la derrota del Virrey La Serna , al mando
del General apodado “JASATORO” presentaban resistencia a favor de la
corona española. Del lado de los patriotas, el Coronel Castañeda se encontraba
acantonado con todo su regimiento en Lampa. Al enterarse que los realistas se
acercaban movilizó todos sus efectivos y fue a su encuentro, derrotándolos en el mismo Conconya. A la
muerte de su Jefe, los realistas huyeron
despavoridos hacia una meseta cercana, por una cuesta de una extensión
aproximada de 300 metros .
Durante su huida iban enterrando sus muertos, sus armas, sus cargas de plata,
oro y muchos objetos de valor, que habían saqueado en los diferentes pueblos
por donde pasaron. Los viejos contaban que muchos habían encontrado esos “tapados”; y
que todavía existían más tesoros ocultos en el lugar, pero era muy peligroso
buscarlos ¡ había que saber cómo !.
Por fin llegamos directamente a la casa de don Cornelio Canales, quien agasajó
a mis padres con el rico “wajaycholo” (
el buen cañazo de Majes); con la Jallpa , que es un puchero
con carne de res, chancho, carnero,
mondongo, charqui, tocino, Yanacoles (col negra), papa, chuño, “habasfase” (
haba tostada luego, sancochada ) con harta hierbabuena; y la jallpa propiamente
dicha que se hace con harina de maíz tostado, mezclado con el caldo del
puchero; y el ají de rocoto, huacatay y queso molidos; Ah! Y la infaltable acja
(chicha de maíz) y porque no?, también el vino de la hacienda de BuenaVista, de
Cháparra.
Después de la comilona en casa del capitán empezaron los preparativos
para la corrida de toros. El desfile de
invitados, presidido por el capitán de
plaza, seguido de la banda de músicos, con su bandera en mano y unos 30 lanceros,
se dirigió al ruedo. Le siguieron los
comisarios y sus corneteros. Terminada la vuelta al ruedo, todos, al son de la tonadilla
“...zazahui, zazahuiiii zaza maskana zazahuiiiii”, se dirigieron a los asientos
de los palcos de tierra y piedra, cada uno en su respectivo lugar. El capitán
de plaza entusiasmado hacía pasos de baile al son de la música del flautín,
violín, platillo y bombo. Todos, el bajo pueblo y el alto pueblo, según su
posibilidad, cruzaban sus brindis de chicha,
de cañazo y vino. Cuando soltaron las tranqueras para que los toros entren al
improvisado ruedo de la plaza, todos estaban borrachos Quien más, quien menos,
los jóvenes enamorados, queriendo alardear su valentìa ante las s’epas y pasñas
(tiernas y jóvenes) se lanzaban al ruedo poncho en mano, para demostrar su valor
y destreza de toreros improvisados. Muchos resultaban corneados y magullados. Pero
curadas por adentro sus heridas con harto vino y cañazo, entraban de nuevo a la plaza, a dar la vuelta triunfal
al son de la banda de músicos.
Un grupo de hombres borrachos se enfrascaron en una discusión, de quien
era el mejor jinete, se ufanaban de ser reconocidos chalanes en la hacienda de
no recuerdo donde. Papá se metió en la
discusión ufanándose de ser licenciado del cuartel de caballería y de hacer
toda clase de acrobacias, los desafió a demostrarlo. Trajeron los caballos, pero
los hombres estaban tan borrachos que a duras penas podían montar, de alguna
forma, partieron a la carrera entre polvareda y gritos de la gente. Al regreso,
los perdedores, empezaron a discutir, al poco rato se fueron a las manos, la
trompeadera se generalizó entre todos los pobladores, hombres y mujeres,
jóvenes y viejos, cargontes y
autoridades. Y no es porque sea mi papá, pero él salió caminando, claro que con
un moretón en la frente, claro que
cojeando un poco, claro que ciego de un ojo por la hinchazón, y con los
nudillos de sus manos ensangrentadas....
Bueno, con la ayuda de sus amigos, a eso de las 5 de la tarde empezamos el retorno a casa, pero
ya no por el camino de nuestra venida, sino de frente cruzamos el HuancaHuanca, y con toda suerte, sin sufrir daño alguno,
porque el río en esta época de crecida era peligroso por la torrentada.
Al día siguiente, muy temprano, como de costumbre papá se fue a la
chacra al frente de sus peones y mamá a sus labores del hogar.
TRABAJOS DE CHACRA
En la siembra de alfalfa se
emplea el arado con una yunta de 2 toros, unidos por un yugo de madera tallada.
El gañan se posiciona atrás para maniobrar con la taklla la dirección y
profundidad de los surcos, los peones van desparramando la semilla de alfalfa y
aplanando la tierra. Es una tarea de mayor cuidado que otras plantas, por el
tamaño tan pequeño de esas semillas. Incluso el riego tiene que ser bien
dosificado, pues si se suelta mucha agua son arrastrados y amontonados en los
sitios planos. En cambio en el cultivo de la cebada y el trigo aun siendo
similares, no necesitan mayor cuidado.
La tarea de sembrar el maíz es muy diferente: conforme el gañan abre el
surco con su yunta, una mujer coge las semillas de una manta atada a su cintura
y las va soltando cada 20 o 30 centímetros , atrás otros peones van
aplanando los surcos. En cuanto a la papa y las habas es similar.
Papá se hizo muy experto en la agricultura; me parece verlo con sus
decenas de peones, lampa en mano, corriendo constantemente en el borde de las
acequias, desviando el curso de las aguas, para regar las sementeras y los 11 potreros de alfalfar que ocupaban una
extensión de doscientos cincuenta hectáreas.
Esas tierras eran suficientes para mantener unas 250 reses de engorde,
sin necesidad de salir a otro sitio. A ellos por estar destinados para la venta, les correspondía
el primer fruto, la flor de alfalfar. Luego seguían otras 250 reses conocidos
como “paloteros” y en este grupo estaban
las vacas lecheras, los terneros, también los caballos y burros. Al final se alimentaban cientos de carneros, llamados
“repasadores”, porque dejaban al ras del suelo los tallos de alfalfa, dejando
el potrero expedito para que el “camayo” empiece a regar.
Por aquel tiempo papá compraba cada toro a un sol de oro con cincuenta
centavos, ò 2 soles de oro, a las personas que no tenían pastizales. Con este
objeto viajaba constantemente a Abancay,
Zañayca, hasta reunir 300 reses, las engordaba en la hacienda, luego los vendía
en el puerto de Chala entre 5 a
6 soles de oro cada toro. Asimismo, los carneros solo costaban 40 centavos; un
balde de leche 5 centavos; huevos, 10 por medio o 5 centavos, aunque casi no se
vendía por una sencilla razón, todos en el pueblo tenían sus granjas, sus
chanchos, sus vacas, es decir, tenían medios suficientes para vivir
holgadamente.
CASTRANDO 200 TOROS
Cierta vez papá tenía que castrar 200 toros para su engorde y venta en pocos meses. Pero esta tarea no
podía efectuarlo en Huancarire porque su clima cálido aceleraba la infección de
las heridas. De manera que tomó en arriendo un potrero de rastrojo de maíz en
Jenchojay, que está en las alturas de Huataca, propiedad de don Mateo Elave,
muy amigo suyo.
Por tal razón, toda la familia entera con los servicios de cocina y los
trabajadores, nos trasladamos a ese lugar, y sólo quedaron en casa, el camayo y
su esposa. Fue toda una novedad la salida de las 200 reses arreados por los
peones durante unos 15 kilómetros hasta dicho lugar.
Empezada la faena, papá castraba
cada día 12 toros, resultando 24
criadillas diarias que iban a parar en una olla grande conocida como “la
capitana”, que mamá ponía sobre el
fogón, e iba echando al caldo las coles,
papa, mote al granel, la hierbabuena.
Nos hartamos de comer huevos de
toro durante los 60 días que estuvimos en ese pueblo. La bonanza fue de corta duración.
Pero no todo fue felicidad; por entonces mamá estuvo embarazada, al no
encontrar alguien que fuera a traer agua para preparar el desayuno, ella misma
tomó su balde y se fué al manantial, distante unos 50 metros de la casa. Por
el rocío amanecido sobre el pasto, la suela de sus zapatos se habían puesto
jabonosas, esto la hizo resbalar y caer al suelo pesadamente, y aunque pudo
levantarse ràpidamente, en ese momento no sintió ningún malestar. Esa tarde
teníamos que regresarnos a Huancarire pues
los toros ya tenían sus heridas cicatrizadas; había sido muy exitosa la
operación.
MUERTO ANTES DE NACER
El camino de regreso a nuestra casa fue por Huataca, que por entonces
festejaba a su santo patrón. Papá había dispuesto que mamá y todos sus hijos
fuèramos un poco más tarde, y salió de madrugada con los peones arreando los 200 toros, de regreso a la
hacienda.
Luego de tomar el caldito que nos preparó mamá, con el sol ya alto en
el cielo, iniciamos la caminata. Atravesábamos la plaza de aquél pueblo, que con
mucho camaretazo, cohetones y música celebraba la fiesta patronal, y al ser
avistados por los compadres y los mejores amigos de papá nos hicieron quedar
para acompañarlos, a pesar de la tenaz resistencia de mamá. Desde las 9 de la
mañana de nuestra llegada, recién pudimos
escabullirnos a las 5 de la tarde. ¡Jo! la fiesta era para quedarse toda la
noche, porque habían 32 danzantes de tijera en pleno desafío. La mágica melodía
del arpa y el violín, los brindis de los amigos y compadres abrumaban a
mamá.... sólo pudimos salir, ya lo dije, a las 5 de la tarde, en que reanudamos nuestro viaje a la casa, a Huancarire.
En casa, el recibimiento de papá fue muy desagradable, le llamó severamente
la atención a mamá, y le hizo un feo
reproche de celos por la demora de horas sin su autorización. Mamá muy resentida
se echó a llorar amargamente, esta fuerte emoción y el golpe sufrido en la
anterior caída en Jenchojay le provocó el aborto. ¡Jo! al verla con fuertes
dolores, a papá se le pasó la cólera, desesperado ordenó a los peones,”...
corran y traigan a la comadrona, no tarden por amor de Dios...”,
pero todo esfuerzo fue en vano.
UN FIERO PIRATA
Estaba yo siempre alegre, corriendo tras de las avecillas y las
mariposas, magnetizado por sus colores brillantes al sol. En el borde del HuancaHuanca, sentado sobre una piedra grande
observaba el reflejo de los primeros rayos solares sobre sus aguas cristalinas,
las Challhuas de escamas refulgentes, asomando sobre la superficie, y sentía la
fresca brisa que recorría por entre los peñascos y árboles de la quebrada.
Cuando no me tocaba ir al
pastoreo de las ovejas, ó al campo de labranza, iba a observar el trabajo de
la “akatanja” ó escarabajo, que con gran
paciencia, arma una bola de bosta ó excremento de animales y lo empuja con sus
patas traseras a lo alto de su invisible
despensa, para los días de invierno. Solamente son vistos en los meses de enero
a marzo durante la época de lluvias. Es admirable verlos con su gran paciencia
empujando sus bolas cuesta arriba; cuando son molestados se ponen rígidos y se
hacen los muertos. Cuando cesa el ataque, de nuevo, incansablemente reinician
la labor con su carga hacia la cuesta.
Ocurrió un suceso: al frente de la casa-hacienda había un corralón
donde se guardaban unos 400 carneros y becerros, para guarecerlos de los
zorros, pumas, gatos monteses, que merodean por la zona. Una de esas noches un
puma entró al corral, mató varios carneros y se llevó un maltoncito. En la
oscuridad nada se podía ver, al oír el
alboroto de los animales saltó papá de la cama, escopeta en mano reventando
tiros al aire, despertando a los peones,
que salieron afuera gritando, tras de ellos los perros ladrando muy alarmados
El más fiero de estos, nuestro querido “Pirata”, salió a la carrera tras el
puma que se llevaba la presa en dirección a Rivacayco. Atrás, todos nosotros
gritando fuertemente en plena oscuridad de la noche. Papá, muy preocupado por
la temeridad de nuestro perro adelantó, en una curva dice, lo encontró
ensangrentado y jadeante, y junto a él la presa , tibia aún, tirada sobre las
piedras; serían ya 5 de la mañana. Fue motivo de comentario en todas las
conversaciones de la gente la hazaña de nuestro valiente Pirata; ése día
comimos carne sin querer.
EL HIJO PRÓDIGO REGRESA A OCOBAMBA
En Huancarire, los meses y años transcurrían para la familia en un
ambiente de felicidad, de paz y armonía en el hogar. Por el año 1,919,
sorpresivamente llegaron desde Ocobamba, tío Juan de Dios y Silvestre, hermanos
menores de papá. Se les hizo un gran recibimiento, hubo jarana, alboroto y
alegría durante varios días por la llegada de los seres queridos.
Acabado el festejo de la
llegada, el tío Juan de Dios expuso la razón de su venida. No se trataba de una
simple visita, sino que había sido comisionado por la abuela Cristina Roa Viuda
de Leyva (ahora sí dos veces viuda de Leyva, del verdadero, mi abuelo y del
bautizado ) y por toda la familia, con una sola misión. La propuesta era que Agustín,
el hijo más querido (¡jo! después de lo que pasó), viaje a Ocobamba con todos
nosotros. Tres razones le dio el tío: una, la abuela quería conocernos; dos,
era el primogénito, el más querido y no
debía estar alejado del seno familiar; y finalmente, habían muchos bienes
indivisos dejados por el padre, pendientes de repartir.
Su inmediata respuesta fue un ¡ no ! rotundo... ¿Viajar a Ocobamba?
¿para qué?, si su vida, su porvenir, su familia estaba muy bien asentada en
Huancarire. Además en un futuro muy próximo, don Pedro Vidal Cuadra y señora le
iban a dar en venta la hacienda, ellos no tenían hijos; y con este fin
trabajaba duro, muy duro y ahorraba, y ahorraba,”...iscay pacha huaranja
solesta...” ( 200,000 soles de oro) era
una cantidad ya muy próxima...según sus cálculos faltaban solo unos cinco o
seis años más de duro trabajo.
Pero no me explico que pasó, de un momento a otro decidió volver a
Ocobamba. ¿Tal vez pesó el orgullo de regresar como un gran señor a su pueblo? ¿ Quería
demostrarle a la madre su triunfo luego de la humillación?......¡ quizá ¡
¿ Pensaría embarcarse en un negocio de mayor envergadura con el capital
de la herencia de su padre, que era enorme en terrenos y animales y completar
el precio de Huancarire en menor tiempo que lo previsto?.....¡ quién sabe !
Empezaron los preparativos, al mismo tiempo hizo conocer a su protector
don Pedro Vidal Cuadra su repentino viaje a Ocobamba, quien le manifestó su
sorpresa desagradable, le reprochó su precipitación, le regañó muy dolido él: “...Llau Agustincha
ama ripuychu, Kaipi lliutaj ruasum...( Agustincito aquí tenemos todavía mucho
por hacer)….. ¡pero... no podré impedir
tu viaje si es tu decisión, y te pesarás……te pesarás cuando sea
ya muy tarde!...”. Esta fue una
premonición que más tarde se cumpliría al pié de la letra.
Bueno, el preparativo fue rápido, compró 24 mulas de carga y una mula
de montar para su uso personal, iría con nosotros también nuestro burro lanudo “Champucha”,
la mascota del grupo. Las amistades y familiares de mamá llegaban a la casa a
manifestarle su disconformidad con nuestro anunciado viaje; fue un augurio
fatídico. Mis hermanastros Margarita y Moisés, yo y mis hermanas María y Petronila
nos pusimos contentos con el viaje. Conoceríamos el pueblo de nacimiento de
nuestro padre, conoceríamos a nuestra familia. Durante los preparativos hasta el momento de la despedida
estuvimos embriagados de emoción.
Una mañana de mucho sol salimos del pueblo en tropa, montados a
caballo, con 24 mulas cargadas; adelante
iba papá en su mula de montar “bello caballero”, con espuelas de plata con
roncadoras, con su poncho de lino de bandas rojas, su bufanda de vicuña,
sombrero a la pedrada, su carabina Winchester, y sus gestos y miradas de gran señor.
Nunca le vi compungido o triste, ni aun cuando se desbordó el llanto de
las madres, niños, amigos, parientes a la salida del pueblo, en el ultimo
recodo del camino. Don Pedro y su esposa no quisieron estar en el momento del despacho, por que ya
habían hablado la noche anterior, y
quizá no querían ahondar la tristeza por el repentino alejamiento del
protegido.
En todo esto hay un pequeño detalle, por lo lejano de nuestro destino,
al regalón de la familia, a nuestro fiero y engreído “Pirata”, lo dejamos encadenado
en la casa. Quedó muy triste él, aullando y tirándose de un lado a otro, arrastrándose en el suelo
como si fuera un condenado a pena de muerte.
EL ENTIERRO DE UN ENDEMONIADO
Al primer día de nuestra salida estuvimos en el pueblo de Rivacayco; al
segundo día, en Pacapauza, luego en Rajche,
un pueblito que se encuentra al pié de la cordillera central de los andes,
cubierta de hielo la mayor parte, por lo que se siente un frío terrible; ahí
nos alojamos. Papá nos acomodó junto a una choza construida de adobe, de techo
tejido con troncos de Cjeñoa y de Ischu traído de la frígida puna.
Por aquel tiempo era Racjche un caserío que producía cebada, olluco,
oca, mashua, trigo, papa, habas, maíz, en pequeña cantidad. En cuanto a
animales, criaban llamas, chanchos, ovejas, cabras, por tener alfalfares en
abundancia y también pastos naturales. Su gente era muy hospitalaria, mucho más
al ver nuestra familia numerosa nos
obsequiaron sus menestras, sus vestidos de lana típicos, sus ojotas de cuero
sin curtir, hechos por ellos mismos..
Al atardecer, el frío se hizo más insoportable para nosotros, que
venimos de valles más cálidos, en cambio
los natos del lugar no sentían el rigor del clima. A esa hora, dentro de la choza,
sentados alrededor de la tullpa, a la luz de un mechero, se entabló la
conversación con el dueño de casa y muchos vecinos curiosos que se juntaron al
grupo, la reunión se puso muy interesante. Saboreando el cañazo, la coca, y el
cigarro, se contaron sus aventuras de amor con las mujeres, sus trompeaderas
entre jóvenes, sus experiencias en el trabajo. Yo muy niño, harto curioso,
escuchaba atentamente, acurrucado en mi pellón de carnero, junto a la
tibia brasa de la tullpa.
Uno de ellos, el de más edad, de unos 50 años por lo menos, dijo tener unos
potreros de alfalfa, en dirección al río, distante a 5 kilómetros de la
choza donde estábamos alojados. Cruzando a la otra orilla estaba el pueblo
llamado Ampi, que pareciera estar cerca,
al alcance de la voz humana, ó de una pedrada de honda. Pero, para llegar había
que descender a la profundidad de la quebrada, hasta el borde del río; al ser
inaccesible el paso por ese lugar, había
que bordearlo unos 15 Km .
hacia arriba, cruzar por un puente y luego caminar igual distancia río abajo,
hasta quedar al frente de Rajche.
Contó que, a eso de las 11 de la mañana, estuvo regando su potrero de alfalfa. Luego de “mantear”
e igualar la superficie del terreno, mientras discurría el agua por los surcos,
aprovechó en comer sus alimentos que traía envueltos en un mantel blanco, sentándose en una piedra grande. Desde
ese lugar oyó lamentaciones y gritos
que provenían de
una de las
casas del frente, del pueblito de
Ampi “..¡ mamallay mama, taytallai tayta,
huañurumqui jam !..” ( ¡ por qué nos has dejado, díganmelo padrecito, díganmelo
madrecita! ). Se trataba del velorio de uno de ese pueblo.
Terminando de comer prosiguió con su trabajo, de cuando en cuando,
miraba al pueblito de enfrente. Serían 2 de la tarde, más ó menos, cuando
observó que de la casa del duelo salieron 4 hombres con sus herramientas en dirección
al panteón, al llegar abrieron el portón y buscaron un sitio más apropiado en
donde empezaron a cavar la sepultura. 10 ó 15 minutos después, aparecieron
otros 4 hombres tras el muro que rodeaba al cementerio; estaban vestidos con
una sotana negra y un blusón de tela blanca de la cintura para arriba. Jugaban
como niños, corrían de un lado a otro, subían la pared del panteón, miraban
adentro, volvían a bajar y danzaban en ronda alrededor del muro, agarraditos de
la mano. Los trabajadores seguían su
tarea sin darse cuenta; a las 4 de la tarde más ó menos, terminada la
excavación, regresaron a la casa del duelo a traer el cadáver. Aprovechando
esto, los que estaban vestidos estrafalariamente, en un abrir y cerrar de ojos saltaron
el cerco de adobe de unos 3 metros de altura y entraron al cementerio,
corriendo a “la gana-gana” se metían a la sepultura uno tras otro, midiéndose
en sus cuerpos el ancho y largo de la
excavación, y salían empujándose,.
El hombre que veía esto dejó de
trabajar y se puso a llamar a gritos, tratando vanamente de avisar a los
deudos, en cambio él sí oía con claridad los llantos que salían de la casa del
duelo. Dejó de gritar al darse cuenta que era inútil todo esfuerzo para
avisarles. Sólo atinó a sentarse sobre la piedra grande para ver en qué terminaría todo.
Yo, asustadísimo, muy abrigado pero sudando frío, atento al relato no
perdía ningún detalle. Siguió ...... “al muerto lo sacaron de la casa hacia el
cementerio situado en el extremo del pueblo, los deudos y vecinos acompañaban
el cortejo con sus lloriqueos y gritos que hacían más triste el sol declinante
del atardecer. Conforme se acercaba el cortejo al cementerio, las 4 almas miraban
tras del muro, saltaban, corrían de un lado a otro tomados de la mano, en
ronda, ¡ qué felices se sentían por el
cadáver !. Al llegar el cortejo fúnebre
a la puerta del panteón, las almas subieron a la parte alta de la pared, observando como enterraban el
cadáver. Finalmente, todos los
acompañantes salieron cerrando el portón grande... ¡qué silencio!... “
Yá empezaba a oscurecer el cielo, serían 5 y 30 de la tarde; el que narraba dijo, “... me preguntarán Uds. ¿cómo puedo saber
con exactitud la hora?...”. Se contestó el mismo “...es por el Quisquischa que a esa hora
hace su recorrido hasta las 6 de la tarde, dice... quiss quiss quisssssss...”. Siguió contando.......las almas se metieron al
panteón y con rapidez asombrosa desenterraron
y sacaron el cadáver. 2 de ellos lo tomaron
de los brazos, los otros 2 lo empujaron por la espalda, después de dar
unas vueltas dentro del panteón lo acercaron a la pared. 2 de ellos saltaron
sobre la tapia, los otros 2 lo cargaron en vilo como un costal de papas, lo
arrojaron por sobre el cerco. Afuera ya, a viva fuerza, los fantasmas lo arrastraron
hasta el camino que pasa al costado del cementerio. El cadáver al llegar al
camino, quiso volver al pueblo, pero lo fueron arrastrando a una quebrada llena
de árboles, donde se esfumaron.
Al día siguiente, el hombre ensilló su caballo muy temprano y fue a avisar a las autoridades de ese pueblo, entre
ellos al teniente gobernador, al agente municipal, quienes juntamente con los
vecinos notables y los familiares del difunto fueron al cementerio. Al no
encontrar el cuerpo en la fosa hicieron diversas conjeturas que tenían una
misma conclusión: el finado había cometido grave pecado contra Dios, se había
condenado, y los demonios lo habían arrastrado al infierno...
En este punto de la narración me quedé dormido……………………….
Estaba aún oscuro cuando me despertaron para ayudar a juntar los
animales y aparejar las mulas y burros,
y reanudar el viaje. Entumecido por el frío, aún somnoliento y todavía
impresionado por la historia del condenado, no tuve la agilidad, rapidez y
viveza que siempre me exigía papá. Se
puso muy furioso, me flageló con la reata, reventándome la piel de la mano; quiso seguir castigándome, pero mamá corrió a
cubrirme con su cuerpo, también intervinieron mis tíos. Papá queriendo
justificar su excesivo castigo, dijo “...es que tenemos que aprovechar la
salida de la luna para continuar el viaje, pero este “ ¡ ercje lloròn carajo !, no parece mi
hijo...”.
En ese momento se oyó un alboroto fuera de la choza, ladridos y jadeos
de los perros de la casa en que estuvimos alojados; otro ladrido y aullido
solitario y distante se iba acercando. En tanto mamá había roto el forro de su
saco y muy amorosa me envolvió mi mano herida. “...¡ Piratallay,
Piratallay!...”, gritaban afuera las
voces de mis hermanos; salimos con mamá;
era nuestro Pirata que habíamos dejado encadenado en la casa-hacienda.
Seguramente, alguno se compadeció de su cautiverio y lo soltó poco después de nuestra salida. Había
caminado unos 150 kilómetros hasta alcanzarnos. Todos nos olvidamos de mi
golpiza; mamá, María, Petronila,
lloraban por esta acción de nuestro fiero Pirata. Ahora era “ ...pobre
piratallay...”, estaba hecho una calamidad, embarrado, famélico, la cola
arrastrada y la cabeza gacha, dando quejidos humildes, resentido él, por
haberlo dejado encadenado en la casa.
REANUDANDO EL
VIAJE
Recién
a las 5 de la mañana, ya sin reproches, salimos de la posada. A 2 horas de
caminata por una cuesta de varios kilómetros llegamos a Upahuacho, luego a Callpamayo,
situados ambos al pié de la cordillera central. En Saykata, de una altitud
de 3,800 a 4,000 m .s.n.m. circundado
de picachos nevados de superficie arenosa semicongelada, se origina el
Huanca Huanca de tres boquerones de agua cristalina y abundante. Durante su trayecto
va acogiendo diversos afluentes y en la
dirección del pueblo llamado Sayla, cerca de Coravile, su caudal se hace enorme
y difícil de vadear. Su recorrido finaliza en el Océano Pacífico
Al descender 5
kilómetros observamos piedras enormes empotrados al
suelo, con boquerones de 2 ó 3
metros de diámetro, borboteando agua hirviente,
donde según los tíos podìamos fácilmente
cocinar la papa. Era una zona volcánica.
Seguimos el descenso por un camino pegado a los cerros circundantes, en
determinado momento tuvimos frente nuestro una pampa inmensa que se perdìa en
el horizonte, era Angostura. Al final de la pampa, cruzamos un río, a cierta
distancia había una cueva de unos 20 metros de ancho. Era un natural alojamiento
de viajeros, en sus aledaños abundaba el
pasto para las acémilas y leña con que amortiguar
el frío que baja de las cumbres heladas. Papá y mis tíos prepararon una fogata
para hervir un caldo con bastante carne de carnero, papa, hierbabuena, que nos
habíamos proveído en los caseríos durante el trayecto. Después de la rica cena,
café para todos, y para los adultos su
buen trago de cañazo.
La cueva era de peña maciza, cerca a la entrada pasaba un río y una de
sus orillas estaba rodeada de piedras enormes. Según comentaban, años antes fue
refugio de asaltantes. Esto explica que en su interior habian huesos humanos podridos; ¿serían de las víctimas de estos
criminales?; ¡claro!, por ser un lugar muy alejado de las poblaciones,
propicio para las emboscadas.
Mis tíos empezaron a contar sus
historias; yo me puse muy atento, acurrucado en mi cama de pellón de carnero,
junto al fogón de la tullpa improvisada. ¡Ah pero esta vez, al amanecer, si
sería ágil a la llamada de papá, para ayudarle a cargar los animales, y en vez
de flagelarme, me diría “...¡ aunque llorón, éste sí es mi mejor hijo !...”.
Me quedé dormido; al menor ajetreo de mis tíos me levanté y estuve tras
de ellos ayudando a alistar las cargas y animales para proseguir el viaje.
Pero, ocurrió un chasco que nos demoró un poco. Papá a la hora de acostarse
había dejado su fino sombrero blanco de macora junto al mechero, y se había
quemado abriéndole un hueco. Al verlo sus hermanos rieron fuerte, le decían “...callpi
sombrero...” (sombrero
cernidor .) Mamá lo parchó con un retazo de tela blanca, lo más parecida
posible, pero no quedó igual. Mis tíos siguieron burlándose : “ callpi
sombrero, callpi sombrero”, reían ellos , reía papá, también los pequeños reímos. Así contentos
reiniciamos el viaje.
Al cabo de 4 horas de caminata llegamos a un pueblo llamado PampaChiri.
En aquel tiempo se podía ver la vida tan miserable que pasaban aquellos buenos
peruanos, sus casas eran de piedra con techos de I’schu, no tenían escuela; sus
vestidos eran de lana de oveja tejidos por ellos mismos, los niños andaban sin
zapatos; su actividad principal era el pastoreo de auquénidos, ovejas y algunos
vacunos. En la frígida pampa sólo crecían la T ’alla, Cjeñoa, I’schu y pastos naturales, que no
desarrollan tanto por el frío. El pueblo estaba enclavado en una hoyada de la Cordillera Central ,
hacia el oeste había un cerro donde abundaban las vizcachas. Ahí nos alojamos.
LA LAGUNA NEGRA
Y LA CRISTALINA
A la salida, subimos por un
faldío, luego atravesamos pampas extensas, bajamos unas quebradas de pura
peñolerìa; de cuando en cuando bordeábamos los picachos más altos cubiertos de
hielo, y sufrimos un frío insoportable.
Nos
detuvimos al inicio de una pampa no muy extensa, en cuyo final se veía una
cadena de cerros, y al pié de ellos una laguna de agua negra, semejante a un
manto oscuro inmóvil y desierto, sin plantas ni animales a su alrededor. A su
lado izquierdo había otra laguna más
grande, de agua cristalina, poblada de Huaschuas (patos silvestres) y diversas
avecillas, yerbas y pasto en sus orillas. Se veían en su interior plantas
acuáticas conocidas como Soras, Onjeña.
Entre ambas lagunas había un
paso de viajeros: una faja de tierra arenosa, que se elevaba en una extensión
de 50 metros .
Mis tíos contaron que las bestias de carga resbalan a cada paso, y llegan muy
cansadas a la cumbre, no por la elevación del camino, sino por las emanaciones
de las vetas de minerales que ocultan los cerros. Tal es así que, entre 6 a 9 de la mañana ningún
viajero experimentado atraviesa el
lugar; igual entre 4 a
6 de la tarde; caso contrario los animales mueren boqueando sangre por efecto
del gas antimonio, que solo se evapora
con el calor del sol. Como prueba señalaban los huesos de los animales amontonados como leña en algunas partes de ese
camino.
ZAÑAYCA
Atravesamos la pampa y descendimos por una quebrada durante todo el santo día. De
improviso se presentó ante nuestros ojos: Zañayca, con sus calles trazadas
geométricamente, las casas de adobe con techos altos de teja, la iglesia igual,
de torres de adobe y techos de teja. Un
gran colegio, mucha población. Era un pueblo de terratenientes, entre ellos,
don Arturo Carrillo, don Antonio Icochea, don Cornelio Canales, muy amigos de
papá. Enterados de nuestra llegada nos hicieron un recibimiento con arpa,
violín, con cantos de amistad y alegría; mucha comida, carne hasta reventar.
Conversaban de los viajes anteriores de papá, por negocios de reses, no sólo
ahí sino también a Challhuanca, Soraya, Toraya, Utco.
2 días duró el recibimiento, más
2 días para reponerse del desgaste por la jarana. Reemprendimos viaje a Ocobamba por el camino que cruza la
hacienda de Carrillo, llamada Huaillure; situado en un valle pródigo,
encajonado por cerros elevados, en cuya parte baja corre un río que se dirige a
la selva.
PAMPA DE SACRAMENTO
Subimos una cuesta de 10 kilómetros, en la cumbre, de improviso, se
presento a nuestra vista una cordillera de puntas agudas, cubiertas de nieve
perpetua. Descendimos; a la vera de una laguna enorme, el camino entra a una meseta
frígida de una altitud de 4,200
m .s.n.m y una temperatura bajo cero grados, cubierta en
su inmensidad por arbustos de t’alla; es la pampa de Sacramento. Nos tomó más
de 4 horas atravesarla, tiritando de frío a pesar del sol brillante, y a pesar de
estar emponchados.
Pudimos observar que de esa laguna salía un boquerón de agua que forma
un río, en cuya orilla hay un caserón de, aproximadamente, unos 30 metros de
largo por unos 20 metros
de ancho. Las paredes de una altura de 2 metros ,
parecen de una sola pieza de
piedra maciza, con rayas que las dividen en cuadrados. Comentaban que fue construida
durante el Incanato a la vera del camino real por donde los Monarcas eran
llevados en andas desde Cuzco a Cajamarca. Debe ser así, porque al comienzo de
la pampa se veían 3 sillones de piedra labrados de una sola pieza, uno grande,
uno mediano y otro más chico. En la parte inferior-frontal del sillón más grande, sobresalía del ras del
suelo, una pieza de piedra con la marca de dos Ch’apetos (sandalias) para los
pies del Inca.
Lo contaban de generación en generación, ahora lo sabía yo, que ése
lugar era posada de la familia real del Inca
Al descender la meseta llegamos a un lugar solitario en donde
anteriormente asaltaban y mataban a los viajeros. Como prueba de veracidad, se veían
en el camino huesos humanos amontonados entre las piedras, emblanquecidos por
el paso del tiempo. Conforme avanzamos, el camino se inclinó por una quebrada
de una extensión de 2 kilómetros encajonada por unos cerros altísimos, y nos
vimos de pronto en el pueblo llamado Cjeñuayoc. Según comentaba la gente, de ahí
provenían los criminales asaltantes y aconsejaban que el viajero prudente debiera
encargar las acémilas y las cargas a los mismos poblanos, porque de lo
contrario ellos mismos los robaban y no movían un solo dedo para ayudar en la
búsqueda. Bueno, tuvimos que alojamos en casa de unos lugareños, papá pagó lo
justo por la posada, pero antes de acostarnos amenazó al jefe del hogar con su
carabina, por si pasaba algo. Al día siguiente nos trajo los animales y la
carga intacta.
Otra vez, andar y andar, habían pasado 7 días de atravesar cordilleras,
vadear ríos, descender quebradas, cruzar lagunas grandes, lagunas chicas, caminar
por mesetas inmensas, soportando el calor, el congelamiento por la helada
ANDAHUAYLAS TALAVERA Y...OCOBAMBA
Por fin, entre 5 a 6 de la tarde, estuvimos frente a Andahuaylas. Por
primera vez en mi vida vi la iluminación
eléctrica en ese pueblo, a unos 3,200
m .s.n. Era una ciudad grande de calles bien alineadas,
con muchas casas comerciales; papá y mis tíos se fueron a hacer sus compras,
nosotros nos quedamos observando desde nuestro campamento en las afueras del
pueblo; como demoraron un poco yo me decía, “... papá estará comprando algunas
cosas que se nos terminaron durante el viaje,
pero también estarán tomando su buen cañazo , jó...”
La esposa de tío Silvestre, llamada Martina, había venido desde
Ocobamba a darnos alcance, nuestro destino final, muy próximo ya. El cielo oscurecía cuando mamá colocó la olla sobre la
tullpa improvisada de piedra y leños silvestres, y empezó a preparar el caldo.
Echó la carne, mote, papa y un terrón grande de sal de las minas de Huarhua. Lo
movía de rato en rato y lo probaba con la Huislla (cucharón de madera) chasqueando los
labios. Cuando llegaron papá y los tíos,
volvió a repetir la misma operación por décima vez, pero la sopa no salaba, muy
mortificada metió la Huislla
al fondo de la olla, acercò el lamparìn para ver mejor, y sacó intacta la sal......que
resultó ser una piedra; mamá se había confundido en la oscuridad. Carcajada
general con la sopa de piedra; a todos nos puso de buen humor.
A horas 8 de la mañana del octavo día de nuestra salida de Nahuapampa, nuestra
caravana continuó el viaje con tía Martina por delante. Ya no entramos a
Andahuaylas, de frente fuimos hacia Talavera, uno de sus distritos colindantes.
Era un pueblo de aspecto ordenado y limpio, con muchos locales comerciales en
sus calles principales, una linda plaza
principal con su glorieta, donde la
banda de músicos tocaba la retreta en los días festivos. Sus casas estaban
construidas con paredes de adobe y techo
de tejas a dos aguas. Abundaba el maíz, la papa, las habas, el trigo, la
cebada, los frutales; había reses, carneros, caballos forrajeándose en los inmensos pastizales. Sus pobladores eran gente blanca,
mujeres preciosas de ojos azules, trenzas doradas y ancas redondas. La mala
fama decía que en el siglo pasado los “talachos” eran asaltantes, que asolaban
los caminos saqueando a viajeros indefensos;
para luego esconderse en la cueva de piedra donde nos habíamos alojado
nosotros días antes; “la mala herencia de los españoles”, comentaba la gente.
Atravesando el pueblo cruzamos
un río en dirección a
Cjeñoa, donde vivía una de las primas de
los Leyva, muy conocida en la zona.
Enterada y muy contenta por nuestra llegada, nos preparó un rico almuerzo
e improvisó una fiesta de agasajo a su familia. A las 5 de la tarde continuamos
el viaje; papá y los tíos estaban muy mareados; a las pocas horas llegamos a
Posojoy, lugar muy solitario y descampado, donde años antes merodeaban
asaltantes, pero a la fecha era una pacífica
población.
Desde ahí no recuerdo nada. Me quedé dormido en uno de los cestos de la
angarilla atravesada sobre el lomo del burro, donde papá me había acomodado con una piedra de
regular tamaño, en contrapeso de mis
hermanas María y Petronila, que iban en el cesto del otro extremo.
Serían aproximadamente 5 de la mañana cuando desperté, justo en el
momento que cruzábamos el río que bordea la hacienda Mitobamba, donde producen harta caña de azúcar, harta chancaca
y cañazo, abunda el ganado y los peones conforman una población entera. Después
del río, ascendimos por una cuesta de unos 2 kilómetros de extensión, con mucha
dificultad. Por fin a las 6 de la mañana estuvimos en HuancalloPampa, entrada
de Ocobamba....seguimos al lugar llamado Hanansayocc: ¡El lugar donde vivía la
terrible madre Cristina Roa Viuda de Leyva!
REENCUENTRO CON LA MADRE TERRIBLE
Nos hicieron un recibimiento apoteósico; la abuela mandó matar un toro,
dos carneros y un chancho. Contrató arpa
y violin. Brindaron con abundante cañazo y Acja (chicha de maíz); no había
cuando se acabe ni la comida ni la bebida. Papá derrochaba largueza de ánimo y generosidad,
desempaquetaba los regalos finos y raros encargados en el Puerto de Chala, para
la madre “querida”, para los hermanos, tíos, primos y aún para los amigos; era
pues Agustín Leyva Roa, hombre próspero que retornaba a su tierra “a lo grande”.
3 ó 4 meses duró la felicidad. Los más notables, las autoridades, aún
los peones más modestos del pueblo, venían a brindar por la llegada del “hijo pródigo”. Don Jesús Reynaga -quien lo había llevado a Huancarire
muy niño, cuando lo botaron de la casa- también vino. Felicitó a papá por su superación personal, y alabó su conducta de hijo ejemplar, que
olvidaba todos sus agravios y se reencontraba
con su madre.
OCOBAMBA TIERRA PRODIGA
Geográficamente, Ocobamba es un
valle de unos 20
kilómetros de
largo y unos 15 kilómetros de ancho, que limita con la Cordillera Oriental.
Comprende lugares como Huancallopampa, Salvia, Chojocro, Hanansayocc,
QuimsaCruz.
Desde las alturas de Hanansayocc hasta Ojepata atraviesa un río de
regular caudal que divide por mitad al pueblo. Tiene población numerosa, sus
casas son de adobe y techos de tejas a dos aguas; una escuela muy bien
acondicionada; una Plaza con su parque central de regular dimensión; su iglesia tiene una campana que al doblar deja oír
su tañido a una distancia de 20 kilómetros
a la redonda. Hay una calle principal
que cruza por medio de la plaza, otra transversal que cruza por el costado de
la iglesia. Su patrona es la Virgen Candelaria , celebrada anualmente con mucha
pompa y corrida de toros. Sus habitantes son agricultores, ganaderos, y
comerciantes que viajan frecuentemente
hacia la montaña, que está muy próxima. Hay harto ganado vacuno, lanar,
caprino, porcino; abunda la papa, el olluco, la oca, la mashua, sembrados en
tierras de riego y también en eriazos, tierras de temporal que anualmente
cambian de lugar.
El camino a la montaña pasa por medio del pueblo, y al inicio de una cuesta hay una capilla del también patrón
de Ocobamba: Señor de Las Maravillas, con su ermita y su jardín de perfumados romeros,
geranios, y claveles.
PRIMERA DESAVENENCIA
Semanas después, ya repuesto papá de
tantos festejos y bienvenidas, empezó a trabajar en su nueva actividad
independiente de ganadero y comerciante. Viajaba frecuentemente con sus 24
mulas a la montaña, a abastecerse de coca y aguardiente que luego negociaba en
los pueblos aledaños. Conforme pasaban los días noté una alteración de su
ánimo, y su descontento se hacía más visible.
¿ Se sentía arrepentido quizá de haberse dejado convencer por sus hermanos de
venir a Ocobamba, dejando una situación expectante y promisoria en Huancarire,
con su protector Pedro Vidal Cuadra?.
Por entonces nosotros seguíamos alojados en casa de la abuela Cristina
Roa. Ella, en su segundo matrimonio había tenido a Justina, Marcelina,
Saturnina, y Leoncio, también “Leyvas”. El comentario de la gente era el que
conté antes, que la abuela le había cambiado de apellido a su segundo marido
Faustino Ramírez, para que toda su prole apellidara “Leyva Roa”.
Al parecer, atizado su descontento por estos comentarios, y el mal
recuerdo de la paliza recibida cuando niño, papá comentó a su madre esas
habladurías de la gente y le hizo ciertos reproches. La abuela se defendió
atacando, le criticó su desafortunada decisión de haberse casado con una mujer
mayor, que además había tenido hijos en otros dos hombres distintos, le
“aconsejó” que se separe de mamá. Fue el
primer roce entre ellos, desde ahí notamos un cambio radical del trato diario de
la abuela y tíos a nosotros.
Llegamos a la época de cosecha de maíz y de papa; comíamos a diario
humitas y choclos. La escarba de papa se hacía en el lugar llamado Juchihuarkuna,
zona un poco frígida que también produce olluco, oca, mashua, habas.
En esta época era costumbre preparar la pachamanka, para lo cual se improvisa
un horno de regular tamaño que se llena de piedras chicas, harta leña y se
enciende fuego hasta que estèn calientes al rojo vivo. En una fosa de regular
tamaño se echan los sacos de papas, de acuerdo al número de trabajadores, encima
se tira un chancho degollado y medio saco de habas, se cubre todo con hierbas
silvestres de hojas anchas, y sobre ellos se echan las piedras calentadas
previamente en el horno. Finalmente, se cubre todo con una capa gruesa de
tierra. Después de dos horas abren la pachamanka, ¡a comer todos hasta hartarse! Y como asentativo, un jarro
de chicha ó cañazo.
Los días siguientes prosiguió la escarba de papa que se iba arrumando
en un tendal preparado en la casa. De ese montón, se seleccionaba para semilla, y para comer.
Así era todos los años.
Juchihuarcuna está a una distancia de 15 a 20 kilómetros de la
población, le han puesto este nombre porque dentro de una cueva enorme de peña
maciza, sobresalìan colgados 3 figuras de chanchos con sus patas delanteras,
uno grande, otro mediano y el último más pequeño. De las narices de estos
fenómenos caía agua como una regadera
UN CONDENADO INAPETENTE
Un día, tía Marcelina y tío Leoncio me llevaron a conocer la estancia
de Antaraccay, distante 40 kilómetros del pueblo, donde pastaban las vacas,
ovejas y chanchos. Habían pastizales con riego de lluvia tan extensos que se perdían
a la vista, y también sembríos de habas,
papa y cebada para el propio consumo de los pastores. Al igual que muchos de
Ocobamba, la abuela tenía encargado un peón a sueldo para el cuidado de su
ganado en ese lugar.
Salimos del pueblo, seguidos de mi fiel e inseparable Pirata, por el camino que
bordeaba la capilla del Señor de las Maravillas, rodeado de una muralla vegetal de yaretas, arrayanes,
romeros, geranios y claveles de rico perfume. Seguimos por Juchihuarcuna hasta la
bifurcación del camino en Antarajay.
Hacia la derecha el camino se desviaba por una cuesta que ascendía a 2,000 mil
metros s.n.m., entre sus peñas había muchas guaridas de lechuzas. El otro
desvío a la izquierda es el que seguimos nosotros para llegar
a la choza de la estancia, ubicada
en una meseta de la Cordillera Central de los Andes a unos 3,000 m.s.n.m.
Llegando al lugar, tía Marcelina
preparó un rico almuerzo con harta carne para mí. Luego de andurrear por
aledaños hasta aburrirme, a eso de las 4 de la tarde me senté sobre un padrón
cercano a la choza y se me dio por llorar silenciosamente, abrazado de mi perro
Pirata. Las lágrimas me ganaban, brillaba el sol con fuerza y alegría, pero yo sentía
tristeza por la ausencia de mamá. Pirata me lamía los ojos, me miraba inquieto
quejándose y también se ponía triste. Es que antes jamás me había separado de
ella; los tíos me consolaban ofreciéndome volver a casa muy pronto, me pedían que
no llore, pues sólo estaríamos unos días en
la estancia. Me llevaron a pasear por lo alto del cerro Antarajay, de
ahí me hacían divisar el pueblo de Ocobamba, en mi mente apareció mamá avivando
el fuego de la tullpa para preparar la cena, quiso ganarme nuevamente las
lágrimas; el sol estaba inclinado ya al oeste, los cerros se iban
ensombreciendo; sobre el pueblo, abajo, se iba extendiendo una niebla
blanquecina; de alguna forma dejé de llorar bajo promesa de mis tíos, que al
día siguiente mataríamos un chancho para preparar chicharrones.
Fue la primera noche que dormí fuera de casa, lejos de mamá. Tanto
había llorado que tenía los ojos hinchados, pero fue lindo y maravilloso ver la
salida del sol con sus rayos brillando sobre la superficie del río, sobre los
árboles y los lejanos cerros que parecian pequeñitos a la distancia.
Para disipar la tristeza por la ausencia de mamá, empecé a jugar a las escondidas con mi engreído y fiel
Pirata. Por el lado derecho de nuestra choza, situada al pié del cerro
Antarajay, observé hacia abajo una
quebrada llena de árboles regado por un manantial que fluía de entre las peñas.
Pasado el “Tajo” (cenit) del sol retorné a la choza, mis tíos estaban muy
preocupados por mi tardanza, el almuerzo había estado listo ya y me esperaban
para comenzar. Al rato, salimos todos a recorrer el campo para controlar el
ganado.
Serían ya 3 de la tarde, tío
Leoncio recordó la promesa del chancho. Se puso entonces a preparar sus herramientas y salió al monte a cazar
un cerdo salvaje. Pirata y yo lo seguimos atrás a corta distancia, y observamos
sus inútiles ajetreos de casi 2 horas
para atraparlos. Al cabo dijo, mejor hagamos una trampa, y se dirigió hacia la quebrada,
nosotros atrás del tío. En una garganta estrecha de las peñas, con un extremo
de la soga armó una gasa corrediza, el otro extremo lo ató fuertemente a una
piedra grande, de tal modo que el lazo corredizo quedó colgando a poca altura
del suelo. En seguida fuimos a ahuyentar la manada de cerdos en dirección a la
salida, con tan buen resultado que uno, maltón y rechoncho, se atoró en la gasa.
El tío se acercó y lo acuchilló en el cuello doblando la hoja hacia el corazón,
el cuerpo del animal tembló primero con furia, poco a poco fue quedando quieto;
tío Leoncio se lo echó al hombro.
Cuando llegamos a la casa faltaba agua hervida para pelarlo, entonces preparamos
una fogata con troncos; ya empezaba a oscurecer. Con tía Marcelina fuimos a la
huerta a arrancar habas y desenterrar papas que estaban muy maduras. Al
regresar, todos los troncos se habían convertido en carbones candentes y en
medio de estas brasas se metió al chancho para pelarlo; ya era de noche pero
estaba claro por la luna llena. Nos disponíamos a sacar el chancho para
rasparle las cerdas, en eso escuchamos un grito que retumbó en la atmósfera, en
los cerros, y en la fronda de los
árboles “...¡Jjaaall, Jjaaal, Jjaaaaaall
!...”; la manada de perros ovejeros,
también mi bravo Pirata, corrieron furiosos hacia el lugar de donde venían los
terribles gritos; para nuestro asombro retrocedieron dando gemidos lastimeros,
pegándose a nosotros. Otra vez se repitió el grito, cada vez más cerca de
nuestra choza, las 200 ovejas corrían en círculo, enloquecidas, chocando entre
sí dentro del corral, los perros se metieron temblando entre nuestras piernas. Escuchamos
otro grito, “...¡ Jjaaall, Jjaaall,
Jjaaaaaal...”. Indudablemente, ese grito no provenía de la garganta de un ser
humano, no aguantamos más, nos metimos en la choza, todos los perros tras de
nosotros, y trancamos fuerte la puerta. Sentimos que el grito se acercaba, pasó
a corta distancia y luego se alejó por el camino hacia la montaña. Del susto
nos quedamos dormidos y despertamos al día siguiente con el sol ya muy alto en
el cielo. Fortalecidos un poco por la claridad y calor del día salimos afuera,
tras nuestro los perros con sus orejas y rabos caídos. ¿ Y nuestro
chancho?................. ¡ se había carbonizado!.
La casa más próxima de otros pastores estaba situada en un lugar
solitario al frente de nuestra choza, sobre una gran peña de grietas donde
habitan los Tucus ó búhos, que al oscurecer gritan “Tuucuuu, Tuucuuu”. También habían
otros pastores alojados en chozas, mucho más alejadas unas de otras, por esta
razón no podían defenderse en conjunto.
Inmediatamente mis tíos prepararon nuestro regreso a Ocobamba. Al
llegar contaron con todo detalle lo ocurrido en la estancia; familiares, amistades
y vecinos comentaban que de milagro nos habíamos salvado, porque las almas
condenadas que deambulan por lugares solitarios, lamentando sus graves pecados
en la tierra, se llevan a los caminantes y viajeros que encuentren durante la
noche. Yo era incrédulo ante estas leyendas; pero no lo era, no podía serlo, en
cuanto a los gritos extraños, la desesperación de las ovejas en el corral y el
miedo de los perros, porque yo había sido testigo presencial.
Por entonces, la abuela Cristina se puso distinta con nosotros, renegaba
por cualquier pretexto, diariamente discutía con mamá aprovechando que papá se
encontraba muy ocupado en sus negocios. Y cuando le preguntaba el motivo de
estar llorosa respondía evasivamente
inventaba un dolor de cabeza ó de estómago. En cambio mi abuela y las cuñadas le esperaban con un costal de
cuentos, tratando de indisponerlos y lograr su separación, aducían
implacablemente que mamá era muy vieja para él; que la mandara de vuelta a su
pueblo, que ellas lo atenderían mejor. En una de esas ocasiones, papá muy
alterado por la terca insistencia de su madre en lo mismo, le contestó que no
hablara disparates, y que no se meta en su vida familiar. Ante el rechazo, la
gata mansa (¡jo!) sacó las uñas, con fiereza le dijo, “...¡ si no vas a ser un hijo obediente a tu
madre ¡desocupen mi casa inmediatamente, antes que los bote ! ¡Desde ahora ya no son mi familia...!.
Papá solicitó entonces alojamiento a su
pariente doña Gumercinda Ayvar, solterona rica, quien nos cedió de inmediato
una de sus casas con un potrero de pasto abundante para nuestros animales. Por
su lado, mis tíos, Silvestre, Juan de Dios, Apolonia, Justina, Marcelina,
Saturnina, Leoncio, se desentendieron del problema, se hicieron de la vista
gorda.
Al reclamar Papá la herencia de su padre, la vieja Cristina se atacó de
nervios, pero a pesar de todo, de mala gana, la muy miserable, le dio una faja
de terreno, comprometiéndose a reintegrarle el faltante con una ternera que
entregaría al año siguiente. Recibido el terrenito, papá tuvo que venderlo a su
hermana Apolonia, por no tener servidumbre de paso, ya que estaba dentro de los
linderos de otro terreno de su propiedad, además querìa evitar rozamientos
con la familia.
Luego de estos arreglos decidió viajar con mercadería propia y la que
le proporcionó don Daniel Ayvar para comercializarlo en pueblos aledaños. Aparejó
sus 24 mulas y con 3 peones partió hacia Huamanga, de ahí anduvo por diversos
pueblos hasta llegar a Puquio, en la provincia de Lucanas.
Le había ido muy bien el negocio y emprendía el viaje de regreso a
Ocobamba, pero, repentina e irreflexivamente se le ocurrió desviar a
Andahuaylas “ un momentito no más” para
vender el, nada significativo, tercio de coca que le había sobrado. ¿Qué
pensamiento se le habría atravesado en la mente? Llegando a esa ciudad, encargó
a sus peones ocuparse de los animales y se alojó en la casa del Gobernador. Antes
de ir al mercado guardó sus cosas, entre ellas la montura, y dentro, camuflada
con una manta, la faja en la cual llevaba las libras de oro y plata de sus
ganancias. Con uno de los peones y su carguita de coca echada al hombro se
dirigieron a la plaza de armas.
Se encontraba mercadeando la coca en una de las esquinas, cuando una
mujer vino corriendo a él y le avisó que la puerta de su posada se encontraba
abierta. Papá fue de inmediato al lugar; efectivamente las puertas del cuarto
se encontraban abiertas de par en par, entró y metió la mano bajo la montura.....
! No estaba su faja!, tampoco estaba su bufanda de vicuña. Presentó su denuncia
ante el propio Gobernador que lo había aposentado, se hicieron las
investigaciones, pero toda gestión para recuperar el dinero fue en vano.
Emprendió entonces el regreso a Ocobamba con sus peones, y al cabo de
una jornada desde Andahuaylas,
anochecidos ya, acamparon al borde del camino. Uno de los peones le dijo
“....Cocata jajtinmi taytay, H’acu Wak
chimpata risum...” (mi coca amarga
padre, es malagüero, mejor vayamos más arriba) Siguieron el consejo y acamparon
en una zona más alta.
Serían 3 ó 4 de la madrugada cuando sintieron en la cercanía ruido de
cascos y la voz de un hombre “...no pueden haber ido muy lejos, pues salieron
un poco tarde...”. Oyeron el chasquido de un fósforo al encenderse, seguramente
para mirar sus rastros en el camino; felizmente sus peones se preocuparon de
borrar las huellas de los animales al alejarse del camino. Casi son
traicionados por su mula de montar, que quiso bufar al sentir la cercanía de la
cabalgadura de los asaltantes, pero papá le tapó el hocico a tiempo. Los
desconocidos siguieron su camino.
A las 6 de la mañana reanudaron el viaje y a eso de las 3 de la tarde estuvieron en la cordillera. Cuando
descendían por una quebrada, a cierta distancia
vieron caballos ensillados y 2 hombres tras de unos relejes de piedras que los señalaban
con su índice y murmuraban: “...son...3…4 hombres..”. Eran los mismos de la
noche anterior que los habían seguido con la intención de matar a papá y robar
sus 24 mulas y la de montar. Al cabo de 3 meses nos enteramos que el hermano
del Gobernador usaba la fina bufanda de vicuña que tenía las iniciales A. L. ¡Todo quedó en nada!.
Recuerdo bien la llegada de papá, fue a la medianoche, mamá se levantó
rápido y preparó un caldo, pero él no estaba contento como otras veces. Sentado
al borde de la cama contó al detalle todo lo ocurrido, y se pusieron a llorar
con mamá; también yo, bajo la manta derramé
lágrimas en silencio. Era el preludio de la pobreza más terrible que se
nos avecinaba.
Para pagar al señor Ayvar la mercadería proveída, papá tuvo que vender algunas mulas y la de montar
por 25 soles de oro, incluidas las bridas de plata y la montura enchapada.
Desde ese día y sin explicación alguna, a partir de las 5 de la tarde en que el
sol declinaba, día tras día, una, dos, ó tres mulas corrían enloquecidas de un lado a otro en el corral, botando
espuma por el hocico, hasta caer temblando para no levantarse jamás. Murieron todas, solo quedó nuestro
burro mascota llamado “Champucha” (motón o lanudo) que habíamos traído de
Nahuapampa; también nuestro amigo fiel, el bravo Pirata.
TE ARREPENTIRÁS AGUSTÍN, CUANDO YA SEA TARDE
Estábamos por el mes de Marzo,
época escolar, mamá nos matriculó en la escuela del pueblo a mí, y a mi hermano
Moisés, hijo mayor de su primer compromiso. Recuerdo que el primer día de
escuela dejamos a mamá preparando una sopa de frejoles que hirvió toda la
mañana, de vez en vez le metía fuego y más fuego a la tullpa; al volver de
clase a almorzar, los frejoles seguían hirviendo, pero estaban más duros que
antes, entonces sólo nos dio el caldo y botó el resto.
Era triste nuestra vida, sin tierra propia, sin el apoyo de la “madre
terrible”, ni de los tíos. Todos sus halagos y ofrecimientos hechos con la
novedad de nuestra llegada, se los llevó el viento. Papá y mamá entraron en desavenencias,
eran frecuentes sus mutuos reproches, sus lamentaciones, que en nada remediaban
la situación. Recordaron las frases proféticas de don Pedro Vidal Cuadra,
cuando le advirtió que no dejáramos Huancarire, tierra de prosperidad, porque
algún día nos pesaríamos; ¡ en ese momento, dolía más el recuerdo de sus palabras!
Según dije, la casa que nos prestó la señorita Gumercinda Ayvar, tenía
atravesada a todo lo largo un canal de regadío, y sobre un amplísimo cuarto que
servía de cocina, una escalera nos conducía a un altillo que nos servía de
dormitorio. Una noche, en plena oscuridad, mi pequeña hermana María se había
levantado a orinar, al sentir un golpe
seco y un grito, nos precipitamos a ver y la encontramos tirada en el lecho del canal,
felizmente sin agua en dicha ocasión.
VIRUELA BLANCA, VIRUELA NEGRA
Aún en la adversidad contábamos con la simpatía de los vecinos de Ocobamba, quienes
rechazaban el comportamiento de la abuela y los tíos.
Por aquella época se presentó la epidemia de viruela en oleadas por
todo el pueblo. De su lado norte, desde QuimsaCruz venía la viruela negra, casa
por casa, haciendo matanza casi total de niños. De su lado sur, desde
Huancallopampa y Salvia venía la viruela blanca, más benigna y había menos
muertitos. Todas las tardes 10 ó 12 niños morían en el pueblo y había fiesta
general, pues era costumbre enterrarlos con música, baile y harto cañazo y
Acja. Colocaban al muertito un hábito blanco adornado con flores, a un lado una
lampa y al otro, un cántaro de barro en miniatura, que según la creencia le
serviría para plantar y regar las flores en el cielo. La enfermedad ya estaba
cerca de nuestra casa, papá decidió llevarnos hacia el lado de la viruela
blanca.
Justo en Salvia, vivía don Tomás Cáceres, casado con doña Manunga
Leyva, quienes, compadecidos de nuestra situación, nos cedieron una casa con
víveres suficientes. Ahí esperamos el contagio; a mi me cogió el malestar a los
30 días, y como me habían vacunado, solo me salieron unos granitos y tuve un
poco de fiebre, pero me pasó a los pocos días. En cambio a mis hermanitas
Petronila y María se les cubrió de granos todo el cuerpo, inclusive hasta el
paladar. Mamá contrató a una señora quien nos atendió hasta que pasó la
epidemia. Si me hubiera muerto esa ocasión hoy estaría de jardinero del cielo.
UN SOMBRERERO
Don Tomás Cáceres era fabricante
de sombreros de lana de oveja de diferentes colores, blanco, negro,
plomo, nogal. Para obtener esas tonalidades lo mezclaba con lana vegetal que
produce el capullo de un árbol conocido como Pate, del color de lana de vicuña.
Escardaba la lana de oveja con un arco, que consta de una cuerda y una
tablita con dos gradas. Los finos copos de lana se desleían al chocar con la
cuerda, sonando “....taar, taar taar...”. La lana escardada lo rociaba con agua
engomada formando una masa, del cual tomaba las porciones adecuadas a las
dimensiones del sombrero; lo extendía sobre una tela doblada como un cuaderno,
y envolvía todo con otra tela más gruesa y más grande. y lo metia en una prensa
empotrada a un horno. La prensa consistía en 2 tapas circulares, de
aproximadamente 70 centímetros de diámetro y unos 40 centímetros de espesor, donde,
graduando la caloría necesaria del horno,
se tenia lista la tela para el sombrero. Finalmente se ponía en la
horma, para darle la forma, y se le agregaba
su cinta, quedando así listo para la venta.
Todo esto quedò grabado en mi mente, mientras ayudaba a mi tío a
fabricar los sombreros.
Cuando no habia tareas en el taller,
ayudaba a mi tía en las tareas de
la casa. Otras veces me iba de madrugada a la estancia en Ojepata, situado en
las alturas de HuancalloPampa, donde habían vacas lecheras, harta oveja,
cabras, chanchos y caballos. A las 8 de la mañana, con el sol ya alto,
terminábamos la ordeña y después las arreábamos a esas alturas. Muchas veces
llegamos hasta RanraCancha en el cual crecen los pastizales a una altura de 30 centímetros . Un
día de esos, cerca al camino que dista a unos 800 metros del lugar,
asaltaron a un viajero y lo dejaron malherido, algunos vecinos fueron a
auxiliarlo.
UN REENCUENTRO CASUAL
Seguímos viviendo a la buena voluntad de la tía Manunga. Por esos días
se organizó una faena de “ yarja aspii” (limpia
de acequia) con todos los vecinos de HuancalloPampa y de Salvia. Los varones portando
en sus manos lampas curvas, para escarbar la tierra del fondo y los músicos su arpa, violín y quena para amenizar el trabajo. Había
abundante chicha, cañazo, habas, papas, mote, cuyes, carne de res, que las
mujeres se encargaban de hacer beber y alimentar a la gente durante la faena, al son de los huaynos y wifalas. Los más jóvenes, para impresionar a las
buenamozas, se esforzaban en demostrar sus habilidades en el manejo de las
herramientas, Esas costumbres del año 1915 a 1920 ya van pasando a la historia.
Por aquél tiempo papá estaba casi inactivo, trabajando en pequeños
cachuelos. Uno de esos días se celebró el cumpleaños de tía Manunga, concurrieron los vecinos y
familiares, también la abuela Cristina. Hubo baile general al son del violín,
la quena, el arpa, con bastante brindis de cañazo. En plena jarana, con unos
tragos demás, la abuela Virginia empezó a dar gritos de dolor y cayó al
suelo desmayada. Todos corrieron a
socorrerla; papá, por el contrario, muy
molesto dijo “déjenla no más, hierba mala nunca muere; y si muere vuelve a
resucitar”. Al oír esto, la abuela, que había fingido el desmayo para llamar la
atención del hijo esquivo, se levantó de inmediato, y le gritó “...mal hijo, ¿por
qué quieres que me muera ?...”. Papá ni se dio por aludido se volteó y siguió bailando. Parece que desde
ahí, el odio entre ambos se hizo más profundo.
UNA EXPERIENCIA EN ORORRILLO
Papá
había entablado amistad con la familia Altamirano de HuancalloPampa. Uno de
ellos, Víctor, trabajaba de mayordomo en la hacienda de Ororrillo, propiedad de
doña Daría Viuda de Reynaga. Al enterarse de su experiencia en ganadería y
agricultura, le pidió que trabajase con él y accedió de inmediato.
A la medianoche del día
siguiente salimos de Ocobamba a Ororrillo. En un primer tramo llegamos hasta
Juchihuarkuna, al costado de la choza situada en Antaracjay, donde tiene su
rebaño la abuela; cruzamos la meseta bordeada de i’schus y t’allas; y descendimos durante todo
un día por una pendiente de 40 kilómetros.
Por fin llegamos a Ororrillo, situada en una de las más profundas quebradas de la Cordillera Oriental ,
bordeada por el río Pampas que nace en la Cordillera Central ,
por las alturas de Andahuaylas; atraviesa la Cordillera Oriental
y desemboca en el río Ucayali. Éste, a su vez, con un mayor caudal va a tributar
sus aguas al Amazonas, que finalmente
desemboca en el mar Atlántico.
Por Ororrillo pasa el camino a la montaña, y se detiene en el borde
del Pampas caudaloso. Sólo puede
atravesarse por un puente rústico de una extensión de 150 metros , tejido con
fibras de Pajpa (maguey); trenzados, encajonados y encartuchados a todo lo
largo, oon ramas de árboles. En ambas
orillas el puente esta sujeto a unos troncos clavados en el suelo por medio de cuerdas trenzadas del mismo material
de unas 5 ó 6 pulgadas de ancho. Los
animales pasan solos, sin carga, de uno en uno, pues juntos provocarían un
balanceo que puede ser fatal; la carga la tienen que pasar los viajeros al
hombro. En la profundidad, se observa el paso denso del río con su ronquido profundo, zigzagueando entre
las rocas hasta perderse de vista en una curva cerrada.
“Chaca” se llamaba la pequeña hacienda de la Viuda de Reynaga; había
pastos con tal abundancia que se secaban y caían a tierra desmenuzados por el
viento; los frutales terminaban pudrièndose en el suelo. Un río de menor caudal
que bajaba de las alturas, regaba las sementeras circundantes, y luego
tributaba su caudal al torrentoso Pampas. Era la sobreabundancia que no enriquece a nadie.
Los viajeros que llegaban desde la montaña cruzando el puente colgante,
contaban que hacia ese lado el camino ascendía hasta una cumbre de 4,000 m .s.n.m. Desde ahí podía
observarse hacia abajo una catarata que salía entre las peñas, cuyas aguas, por
la fuerza del viento, se esparcían a medio kilómetro a la redonda. Por efecto
de la humedad constante, esa tierra estaba siempre verde y florida. Comentaban
que ningún humano podía entrar a ese lugar por ser la huerta del Señor de las Maravillas, Santo
Patrón de Ocobamba, a quien en ciertas ocasiones veìan caminar por entre la
vegetación convertido en un hombre joven. Los “tayta” curas en sus sermones
alentaban esta superstición. Los natos del lugar estaban muy convencidos de ese
“misterio de la religión”. Yo era incrédulo.
UN VIAJERO DESOBEDIENTE
“La Chaca ”
era una hacienda que pertenecía a la ya mencionada Daría Viuda de Reynaga, cuyo
esposo falleció en Lampa; sus tierras producían caña de azúcar que era llevada
para la molienda, a la hacienda principal Ororrillo; sus trabajadores , que sobrepasaban
el número de 200, llevaban una vida muy penosa de semiesclavitud. La caña era trasladada
en una cincuentena de burros, una parte se convertiría en chancaca, la otra
parte en cañazo. Por esos días los
peones comentaban estar muy asustados por las continuas apariciones de los diablos.
Contaban que un hombre vino desde la montaña cargando un tercio de coca.
Serian 4 y 30 de la tarde,
aproximadamente, cuando llegó a Chaca. El encargado de la casa-hacienda le
recomendó quedarse, porque era muy tarde para llegar a Ororrillo, y el camino
era solitario y muy peligroso; le contestó el viajero que no tenía miedo, que
por el contrario aprovecharía la frescura de la tarde para subir la difícil
cuesta “siquiera hasta Orrorrillo” (¿
pensaría quizá ir más lejos?). Bueno, en eso había que darle la razón, pues es
cierto que la subida de la cuesta, de unos 50 kilómetros de extensión, se hace muy
pesada durante el día por el calor terrible. De todos modos, le agradeció la
recomendación y se despidió.
Desde las 4 y 30 de la tarde avanzó 10 kilómetros de la cuesta y se paró
en un lugar conocido como PatePata. Aquí, todo viajero debía descansar
obligatoriamente por precaución, cualquier otro lugar era peligroso, había
ocurrido que muchos que desecharon este consejo, morían botando sangre por la
boca. Al respecto, los pobladores comentaban que los cerros estaban vivos y se comían
el corazón de la gente. Fanáticamente se infundían estas ideas unos a otros;
siendo en realidad que las montañas estaban llenas de vetas metálicas que
emanan el antimonio, por cuyo efecto, reventaban el pulmón de los hombres y
animales, y morían así botando sangre
por la boca.
Lo cierto es que llegado a este
lugar, el viajero desapareció sin dejar
rastro alguno. Cuando papá llegó a Ororrillo por una nueva carga de caña recién
cortada, el guardián le informó de aquél hombre que, obstinadamente, había
pasado muy tarde a pesar de sus consejos. Papá le replicó que no se había
cruzado con él, y era imposible que hubiera ido por otro lugar, pues ese camino
era la única salida. Al no tener noticia alguna del hombre, al día siguiente un
grupo de trabajadores salió en su
búsqueda por todo el trayecto de Chaca a Ororrillo. ¿Resultado?: sólo
encontraron su poncho en Patepata, enganchado sobre unos arbustos y nunca más
se supo del viajero.
UN AVE MALIGNA
En uno de los tantos viajes que entre Chaca a Ororrillo hacían papá y
los peones, arreando las acémilas con las cargas, se les había hecho muy tarde.
Entre los peones había uno que siempre lo acompañaba, como ayudante personal en
cualquier trabajo, se llamaba Juanito.
Esa tarde traían cerca de 40 cargas de caña en 5 grupos; en el último iban papá
y Juanito a caballo; a eso de la 7 de la noche pasaron el sitio de PatePata,
donde había desaparecido el viajero, según conté. Después de este lugar, a unos
1,000 metros de distancia, el camino entra a una quebrada hondísima; cubierta
de árboles gigantes que oscurecen el camino; y solo podía oír tras de ese muro
vegetal, el correr de los ríos que bajan desde los cerros.
El grupo en el cual venían ambos, que era el último, se había adentrado
en la tupida arboleda unos 20 metros, en eso,
sintieron un aleteo por los aires, ¿sería un cóndor?; sólo vieron una
sombra gigante que se abalanzó sobre papá, queriendo sacarlo de la silla de
montar; con la rapidez de un rayo, Juanito sacó el machete de la cintura
haciendo silbar el acero en el aire. Sin poder distinguir de qué se trataba, oyeron
pasar a la sombra, aleteando por medio de los árboles como un mal viento. Se
pegaron tremendo sustazo hasta quedarse mudos. Para reanimar sus nervios
tomaron un buen trago de cañazo que todo viajero experimentado lleva siempre en
su cantimplora. Los peones de los grupos
delanteros ni cuenta se dieron. Entre 4 a 5 de la madrugada llegaron a
Ororrillo y mientras descargaban, comentaron a los demás lo sucedido.
Bueno, en esos lugares, viajar solo, sea de día ó de noche, da miedo. En
la oscuridad de la noche, con el reflejo de las estrellas los cerros parecen de
vidrio fosforescente. Los graznidos, los gritos de animales nocturnos sobrevuelan la cumbre de los cerros, rebotan de árbol en árbol, de piedra en piedra,
confundiéndose con el rumor de los manantiales.
LA VIDA EN ORORRILLO
La hacienda de Ororrillo era atravesada de canto a canto, por un río que
bajaba desde las alturas de Chichuaj, pequeño pueblo de unas 500 familias.
Hacia su izquierda, distante a unos 30 Km . estaba otro pueblo llamado Estanque,
conformada por 1,000 familias. Cercano a ambos pueblos estaba también la
hacienda Chacas, propiedad de los Reynaga. El clima templado y la tierra muy
fértil permitía en los meses de abril y mayo, cosechas abundantes de cereales,
maíz, trigo, cebada, papa, olluco y mashua. En esta época aparecía una
“hormiguera” de canarios y terminadas las cosechas desaparecían repentinamente,
sus pichoncitos, sin fuerzas para seguirlos, quedaban vagando en medio de los
Pichinkos, (gorriones), y rara vez se salvaba uno de ellos.
Las desdichadas familias de esos pueblos tenían a su cargo la crianza
de cientos, miles, de caballos, reses, ovejas, cerdos que pertenecían al dueño
de la hacienda. No disfrutaban esa abundancia y si querían alguno les imponía
el precio a su antojo; por ejemplo, un toro a 50 centavos, un carnero a 20 centavos.
Las 1,500 familias trabajaban 4 días a la semana gratis para el gamonal;
las mujeres de 18 a
20 años de edad tenían que cumplir los servicios domésticos en la casa del
hacendado, soportando los ultrajes de los Reynagas e invitados, Viterbo,
Eliazar, Glicerio y muchos otros de sus amigotes de Ocobamba. Daba mucha pena estos
buenos peruanos que sufrían, como sufrieron nuestros antepasados, las
brutalidades de los opresores españoles.
Los terratenientes tenían a sus esclavos marcados como ganado, para que
no se confundan. Los que pertenecían a la hacienda Ororrillo tenían rapada toda
la coronilla del cráneo, de tal modo que el pelo les colgaba alrededor de toda
su base. Los de Socjos, mitad longitudinal
rapada “a coco”, la otra mitad a
medio rapar. Los de Mozobamba, de la mitad transversal del cráneo hacia delante
rapado “al coco”, la otra mitad hacia atrás medio rapada. Los de Mitobamba, de
la mitad transversal hacia atrás “al coco”, y hacia delante con pelo. No
recuerdo como era el corte para los de Chacabamba. La razón de todo era que, en
caso de fuga, podían ser identificados fácilmente. Estos abusos eran aceptados
por las autoridades.
Ocurrió un caso, mi hermano Moisés que contaba con 16 años había desaparecido
durante 3 meses, se indago entre los pobladores, nadie dio razon de el. Mama se
consolo pensando que, descontento o nostalgico, se habia regresado a nuestro
pueblo Nahuapampa. Un dia de esos, se presentó intempestivamente en nuestra
casa. Estaba mas flaco, andrajoso, y tenia el cabello rapado, del craneo hacia
adelante. Luego nos enteramos que por seguir a su joven enamorada de Mozobamba,
el hacendado lo había retenido y hecho trabajar como esclavo, bajo promesa de
darsela en matrimonio, y lo habia marcado como su ganado.
Como dije, en Ororrillo trabajaban unos 1500 pobladores, que para
cumplir sus 4 días de trabajo se turnaban cada semana de 200 en 200. Comenzaban
con la preparación de la tierra para la plantación de la caña de azúcar; atendían
su riego hasta la madurez de los sembríos; y finalmente recogían la cosecha.
La casa-hacienda ocupaba la parte central de un terreno de una
extensión de 10,000 mil metros cuadrados, rodeado de otras casas mas pequeñas,
y por su centro pasaba el camino a la montaña, de tal modo que su portón principal
era el único acceso para todos los viajeros que iban hacia, o venían de la
montaña. A su lado derecho había un
pabellón de unos 80 metros
de largo por 15 metros
de ancho donde se alojaban los 200 trabajadores, rapadas sus cabezas en la
forma que indiqué enantes.
Para la molienda había un trapiche grande, que también utilizaban como
depósito de caña cortada. Estaba formado de 4 cilindros de bronce empotrados
con unas púas ejes, unida con un mecanismo de ruedas a un cubo de 20 metros de largo por 15 metros de ancho. Una
viga de madera dura y fuerte que sobresalía del cubo era uncida a los toros, que al chasquido del zurriago sobre sus lomos, los hacían girar. 3
hombres echaban la caña al interior, y
otros 3 iban sacando el bagazo. El jugo extraído
de la molienda, fluía por un canal hacia un lagar, fabricados ambos con cal y
canto.
A continuación la bodega, conocida como caldera, era un caserón donde
se preparaba la chancaca y el cañazo; tenía unos 15 metros de ancho por 80 metros de largo y una
altura de 7 metros .
En su interior se encontraba un perol de bronce en cono, de más o menos, 3 metros de alto y 2.5 metros de diámetro, empotrado
a la plataforma de un horno de ladrillo
y cal pegado a la pared.
A las 11 de la mañana los peones
encargados encendían el horno con leña y bagazo y llenaban el perol con el jugo
de la molienda, haciéndola hervir durante 8 ó 9 horas hasta que tome su punto
de miel. En este momento lo extraían con un cucharón de madera larguísimo y lo iban
echando en unos huecos de forma cónica, labrados en un tablón de madera gruesa.
Cada tablón tenía 40 moldes previamente engrasados. Una vez solidificada la
miel, se tenía la chancaca que era envuelta con la corteza de plátano, conocida
con el nombre de Chejas.
En el mismo caserón, contiguo al perol, estaba el alambique en el que
se preparaba el cañazo con el jugo de caña, que era guardado durante 60 días en
unas botijas de cal, con la boca herméticamente sellada y con un agujero para
el desfogue del gas de la fermentación, para
evitar la explosión por la fuerte presión del gas.
El alambique constaba de un caldero de bronce, de una capacidad de 100 litros , y en su
parte baja tenía un horno, empotrado en el suelo por su base. Al caldero iba
conectado un tubo de 4
pulgadas de diámetro al inicio y una pulgada en la parte
final, conectada a su vez a un cilindro en posición horizontal. Este a su vez
se conecta a unos platillos de bronce de diámetro descendente, unidos verticalmente
por su centro, con un eje metálico. De este cilindro sale un tubo delgado de
forma espiral de 3 metros
de largo que atraviesa un cilindro grande abastecido de agua fría.
Quedó en mi memoria, desde esa época, el proceso de fabricación de
cañazo, y es como sigue:
4 hombres meten fuego al horno hasta hacer hervir los 100 litros de caña
fermentada que contiene el caldero. El vapor de caña empieza a fluir por la
cañería que atraviesa el siguiente depósito, en donde por efecto del agua fría
que baña su superficie, se produce la condensación. Desciende entonces el
líquido, como una catarata en miniatura, por entre los platos de bronce, fijados verticalmente
por un eje, produciendo un sonido de campana del más grave al más agudo: “ ton,
ton , tan, tan , tin, tin, tin”.
El líquido caliente va cayendo a un barril grande donde se hace
enfriar, para luego ir depositando en los demás barriles preparados
especialmente. El primero es cañazo de 58 grados, conforme avanza, va bajando hasta llegar a 14 grados, conocido como
“supía”, utilizado para bajar el de grado 58 a 25 grados.
ENDEMONIADOS
Una noche ocurrió algo insólito, difícil de
creer a pesar de ser real. Resulta que, según lo acostumbrado, terminada la
faena a 10 de la noche todos los peones de la hacienda, sus mujeres e hijos, se
reunían en la bodega para recibir su jarra de miel con cancha. Uno de los
trabajadores llamado León, alto y robusto, dijo hallarse cansado sin deseos de
tomar su jarro de miel y se dirigió por el corredor al otro extremo de la
bodega donde extendió su poncho y se sentó a descansar. En este lugar había una
puerta de doble hoja que conducía al monte, impenetrable en la densa oscuridad
de esa noche. Solitario, chacchaba su coca, alejado del grupo de peones que,
arremolinados al otro extremo del corredor, festejaban bulliciosamente sus
bromas, paladeando su jarro de miel a la luz de los mecheros. En ese momento se
le presentaron 2 hombres de talla y corpulencia descomunal, uno vestido de
negro entero, el otro de blanco para arriba y negro para abajo. Sin
dirigirle palabra alguna, el de vestimenta negra lo levantó del
pecho, el otro lo tomó de las piernas y empezaron a arrastrarlo por el callejón
hacia la puerta que da a las chacras. León
se resistió, aferrándose a las hojas de la puerta trató de zafarse
desesperadamente. Providencialmente, 2 peones que habían estado quemando leña
en el horno contiguo a la bodega, al dirigirse hacia el grupo a pedirles unas
jarras de cañazo, pasaron por el lugar y vieron a León tirado en el suelo, aferrado
a la puerta de 2 hojas, echando baba por la boca. Contaron que en ese momento las
2 hojas de la puerta batían, y al mirar al interior del monte, una ráfaga de
viento sacudió los árboles en medio de la oscuridad. A sus gritos, corrimos
atropelladamente al lugar y llenos de temor ayudamos a cargar al pobre hombre.
¡Ah! los comentarios eran: “felizmente se les ocurrió venir a los 2
peones por el cañazo.....sino que suerte hubiera corrido León....eran los diablos... o los condenados
seguramente...”. Lo cierto es que esa noche dormí más cerca de mamá. Al día
siguiente la gente interpretaba el hecho en distintas formas; recordaron casos
similares de desaparecidos en forma repentina, sin que se supiera su paradero
hasta hoy.
ORORRILLO PUERTO DE
VIAJEROS.
Junto a la bodega, separado por un callejón, había un gallinero con
capacidad para 250 aves, entre gallinas, patos y pavos. Por la abundancia de
huevos, papá preparaba los batidos con chancaca y cañazo que llevábamos todos
los domingos con la familia, a una huertita junto a la orilla del río. También
iban Emilia Reynaga, sobrina de la dueña de la hacienda, el mayordomo Víctor
Altamirano, y otras personas que eran de estimación personal de papá.
Al lado izquierdo, junto al
portón, había una casa de varias habitaciones para la administración; a
continuación la casa de la dueña, de mejor presentación, con toda clase de
comodidades; después la cocina donde se preparaba la comida de mejor calidad,
pura carne. La
Administración ordenaba matar mensualmente una ración de
carneros, y un toro, aparte de los venados que abundan en esa zona y que papá
acostumbraba cazar. En el centro de la casa-hacienda había un pozo de agua
rodeado de árboles.
Los recuerdos de mi niñez quedaron grabados indeleblemente en mi mente;
veo las cosas como si estuvieran sucediendo en este momento. Entre estos,
recuerdo con qué cuidado, el maestro soldador, soldaba el alambique con un
cautil calentado con brasas de carbón. Yo lo seguía y observaba minuciosamente todos
sus movimientos, yo era un curioso, un oletón, pero el maestro no se molestaba,
más bien le causaba gracia.
El río que pasaba por el costado derecho de la hacienda, se originaba en
las alturas de Chichuaj y al final de su recorrido derivaba su caudal al
Pampas. Había un puente colgante que era el único acceso a la montaña. Los
dueños de la hacienda Ororrillo cobraban a 5 centavos el pase por cada animal. 3 kilómetros arriba del
puente, había una catarata que ocultaba el camino como una cortina de agua. El
agua de la catarata esparcida por el viento permitía la abundancia de las
avincas, frutos muy parecidos al zapallo, así como de la lúcuma, chirimoya,
naranja, higos, garbazos, calabazas, y yucas, que crecían ahí en forma
silvestre.
CELOS
Así pues llevábamos una vida regalada; eso sí, no podría decir cuanto
le pagaban a papá por la administración de la hacienda.
Había ido él una mañana al pueblo de Estanque, al parecer se encontró
con algún amigo y tomaron sus tragos. Regresó a casa a las 10 de la mañana del
día siguiente, con su montura, pero sin sombrero. Mamá, celosa, le reprendió
duramente ¿por qué venia en tal forma, sin avisar? ¡Jo! para qué le reprochó, sin
responder, papá levantó la reata para flagelarla, todos los hijos la rodeamos.
Como no pudo cumplir su cometido y era tal su cólera, tomó una piedra y trató
de lanzársela, soltamos a mamá y corrimos donde él, lo abrazamos implorándole por
mamá, dijo finalmente más tranquilo“...da gracias a tus hijos sino te hubiera
matado...”.
Cuando le pasó su borrachera horas después, se acercó muy humilde donde
mamá y le pidió perdón, lloramos esta vez nuevamente, pero de alegría por la
reconciliación. En cuanto al sombrero, lo tenía doblado en el bolsillo de su
pantalón. Al parecer la causante de
estas riñas era Emilia, sobrina de la dueña, buenamozona y soltera.
PELEA DE VIAJEROS
En
una de las ocasiones que papá estuvo ausente, llegaron a la hacienda 5 hombres que iban a la montaña y se alojaron
tras el portón de entrada. Al poco rato
llegaron del lado de la montaña 2 hermanos, cargando cada uno su tercio de coca; uno, grueso y macetón, el otro alto y flaco.
Los primeros compraron una jarra de cañazo y empezaron a brindar. Al
rato, los 2 hermanos se les unieron y se hicieron entonces 7 voces que
bromeaban, cantaban, alardeaban y reían. Momentos después, empezaron a discutir
sobre juegos, mujeres, animales y no recuerdo sobre qué más; vociferaban y
gesticulaban acaloradamente, hasta que en un momento, empezaron a forcejear y a
tirarse patadas y puñetes. El más macetón
de los hermanos se trenzó a golpes con uno de los hombres, continuó con el
otro, el siguiente, y el subsiguiente, hasta el quinto y último, y logró dominarlos. El otro hermano, el alto y
flaquísimo, no entró a la pelea, solo daba saltitos desde su posición
cuadrándose con los puños en alto, gritando por sobre la espalda de su hermano,
el corpulento “...que venga el próximo, aunque seya lo que seya, aunque seya lo
que seya...”
Ante el bullicio la señorita Emilia salió de sus habitaciones, y
neutralizó a los pugilistas a riendazo limpio,
no se atrevieron contra ella, claro, era la patrona, además, estaba
rodeada de sus peones. Obligó a los hombres que iban a la montaña a continuar
su viaje, y a los 2 hermanos les dio alojamiento en la hacienda. Como el macetón
estaba muy lastimado, pues aunque dominó a sus 5 contendores, ellos no eran
mancos y le dieron también la suya, mamá, mi hermana Margarita y la señorita
Emilia, le suturaron sus heridas y lo
hicieron descansar hasta el día siguiente.
Trabajaba también en la hacienda una
mujer llamada Rosa, era de la montaña, sus rasgos físicos eran semejantes a los
chinos, igual en su color: amarillo; su idioma y sus gestos eran incomprensibles
para nosotros, pero hablaba quechua como nosotros. Era ayudante de cocina y
preparaba las comidas sin sal, en tanto chacchaba su coca. Contaba que en su pueblo, luego de parir, las
mujeres se levantaban en seguida, tomaban su flecha y corrían a cazar.
Decía también, que a sus muertos los entierran parados, sus deudos tienen
que esperar vigilantes durante un tiempo junto a su tumba de tierra, hasta que
alguna plantita crezca sobre la sepultura, ó algún bicho forme su nido;
entonces lo cuidan con mucho esmero, porque piensan que así se manifiesta la
reencarnación de su alma. Si es una plantita, dejan que se desarrolle hasta un
regular tamaño, luego lo cortan para incinerarlo y arrojan las cenizas al río,
donde se convierten en tigrillos de río, en los que el alma del difunto vive
eternamente impregnado, Así nos contaba la chuncha Rosa en quechua, gesticulando
con su cara, manos y cuerpo, mientras las lágrimas desbordaban por sus ojos
achinados.
Una mañana papá decidió llevarme al cercano pueblo de Estanque, mandó a
encaronar para mí, una burra maltona,
muy aparejada e inseparable de otra burra. Me ordenó adelantar y salí entonces de
casa montado por una cuesta en zigzag. Cuando me encontraba a unos 300 metros de la casa,
la burra que se había quedado en el corral empezó a rebuznar “..Jauuuchiiii,
Jauuuchiiii, Jauuuchiii...” muy acongojada de quedarse sola; al oírla la
maltona que yo montaba, paró las orejas
y bruscamente dio media vuelta, no pude controlarla, a la media cuesta me lanzó
sobre las piedras. Estuve tirado en el suelo, con la cabeza rota, todo bañado en sangre cuando
los peones me encontraron y me llevaron a la casa. Como recuerdo me quedó una
cicatriz en el frontal derecho.
ADIOS ORORRILLO-CHICHUAJ
Meses después papá dispuso trasladarnos de Ororrillo a Chichuaj donde
viviríamos de ahí en adelante en una casucha provisional de paredes de carrizo
y techo de paja. Esa decisión motivó los celos de mi madre, “...por Emilia, le
decía, nos sacas de la casa-hacienda para no ser visto en tus amoríos...”; papá
le respondió “...¡ Dios me libre de
mujer que vive junto a un camino por donde pasan miles de viajeros !...”; sin
embargo, mamá no convencida con esas explicaciones, continuó con sus reproches por celos; en eso salió
embarazada.
Los habitantes de estos pueblos tenían costumbres muy retrógradas, sus
viviendas eran insalubres por la total falta de higiene, sus vestidos toscos,
grotescos, fabricados por ellos mismos con lana de carnero; eran analfabetos,
totalmente ignorantes. Pero en cuanto a la alimentación tenían la de mejor
calidad, abundante leche, carne y frutales.
Yo iba siempre a la hacienda con papá y tenía entrada libre a la bodega
donde se hallaba el depósito de cañazo y chancaca. A pesar de la abundancia, el dueño era tacaño
con sus trabajadores. Y para congraciarme con ellos, les sacaba cañazo en un
recipiente que hice de carrizo, de 60 centímetros de
largo, taponeado por un lado a modo de botella; también les llevaba chancaca. ¡
Cuánto me apreciaban esos peones!.
Desde Chichuayoj solicitaron a mis padres apadrinar un matrimonio, y no
se hicieron de rogar. Mandaron matar un toro, decenas de gallinas, incontables
cuyes, el cañazo fluía como un río, y la gente danzaba enloquecida al son del
arpa y violín; toda una semana se prolongó la celebraciòn. ¡ Cosas como estas nunca olvidaré !.
Por esa época mamá alumbró un varón y le pusieron por nombre Santiago;
a los pocos meses de nacido se le abrió una herida incurable en su clavícula que fluía
pús amarillenta, que finalmente le ocasionó la muerte. Fue enterrado al frente
del pueblo de Chichuaj, en la cumbre de un cerro, por donde bordea el camino al
pueblo de Estanque. Como señal se puso
una cruz y dos piedras grandes recostadas una contra otra, junto a unos arbustos
espinosos. Me pregunto: ¿esto fue suficiente para el retorno de nuestra familia
a Ocobamba?. ¿O quizá habrían otros motivos que a mi tierna edad no podía
comprender?.
Mis padres dispusieron lo necesario para la salida. Nuestra despedida
de Chichuaj fue muy lastimera, porque nos habíamos encariñado con todos los
hijos del pueblo. En medio de llantos y abrazos abandonamos el lugar de muchos
recuerdos. Sería un poco antes de medianoche cuando emprendimos el viaje, había
luna llena, buena para los viajeros. ¡ Adiós, Adiós Ororrillo, tierra de muchos
recuerdos !
NUEVAMENTE PARIAS
Entre 9 a
10 de la mañana estuvimos en Pongo, una inmensa pampa frígida, rodeado a lo
lejos por unos cerros enormes, donde habitaba un tal Medrano, habitante
solitario con sus cabras, carneros, cerdos y caballos. Antes de dicha pampa, había
una quebrada seca de abundante I’schu, en el que nos vimos rodeados de cientos,
miles de cuyes silvestres que cazamos durante algunas horas a huarakazo limpio.
Transcurridas 5 horas más de
viaje, cerca ya de Ocobamba, papá y mamá decidieron que nuestro alojamiento,
definitivamente, no sería en casa de la abuela Virginia Roa. Así pues, llegamos
a la casa de la pariente Gumercinda Ayvar, donde preparamos nuestras camas en
el corredor.
Agobiado por nuestra precaria
situación, papá volvió a reclamar la herencia de su padre, la abuela le
respondió que, como viuda, mientras viviera, tenía derecho de posesión sobre
todos los bienes hasta su muerte; pero, de todos modos, le daría algo: un
pedacito de terreno junto a la propiedad
de su hermana Apolonia Leyva, casada con Víctor Guillén; y más adelante, le daría
una ternera en cancelación de su parte. La tal Apolonia le compró después el
pedazo de terreno en 20 soles de oro.
ONGOY
Con este dinero papá viajó con mi hermano Moisés a comprar coca a la montaña, por la ruta del pueblo de Ongoy,
donde vivía mi tío abuelo Tomás Leyva, hasta ahì les acompañamos mamá y yo.
Salimos a pié de Ocobamba por el camino de QuimsaCruz, pasamos por la
hacienda Mozobamba, en cuyos extensos linderos había una serie de pueblos
pequeños, todos de “propiedad” de los Flores.
Anocheció cuando estábamos por el extremo de
la casa-hacienda. Avanzamos entonces hasta las orillas de un río cercano y por
entre los árboles buscamos un claro en la parte alta; ahí nos acondicionamos
para pasar la noche. Con mucha precaución, papá nos hizo juntar troncos y preparar una fogata, para ahuyentar
a los animales feroces que pueblan el lugar. Entre 8 a 9 de la noche empezó un ventarrón, pocos minutos después, muy cerca de nosotros oímos
un gran ruido proveniente de abajo del lado del río, como si arrastraran una
gran cantidad de latas encostaladas; nos pareció un huracán tumbando árboles. Papá
se levantó y estuvo sentado junto a la fogata largo rato, muy pensativo,
fumando su tabaco.
A las 5 de la mañana reanudamos la
caminata, 2 horas más tarde, estuvimos en medio de enormes extensiones de
sembríos pertenecientes a la Hacienda Chacabamba , donde vimos un trapiche
hidráulico, que impulsaba el agua a 4 metros de altura; este
lugar ya no distaba mucho de nuestro destino.
Por
fin llegamos a Ongoy. Por el camino que
va a la montaña vivía mi tío abuelo Tomás Leyva, en un caserón de techo de teja, rodeado de
servidumbre. Encontrarse con su sobrino después de mucho tiempo, lo puso muy
contento. Organizó inmediatamente el
festejo ordenando a dos mujeres a su
servicio matar un chancho, para preparar chicharrones.
En una paila grande de bronce, sobre
una fogata de leña, hervía la rica carne. Yo engolosinado por el olor,
daba vueltas y vueltas por la cocina, y las mujeres me daban trozos medio crudos. Luego de atracarme con la carne
grasosa me dio sed, corrí a la acequia que pasa al frente, me tiré al suelo y
empecé a beber hasta cansarme. Al rato la jarana ya estaba en su punto, linda
música, y mucho baile; pero mamá no tomaba trago.
A eso de las 10 u 11 de la noche,
¡ agárrate Catalina !, me dio retorcimientos en el estómago, vómitos,
diarrea; se ajetreó mamá, las señoras me dieron a tomar infusiones, me pusieron
emplastos. Así estuve 2 días en cama. Más repuesto yo de mis cólicos y también los dueños de casa, luego de la
resaca, acompañamos a papá y Moisés unos kilómetros más allá de Ongoy. Nos despedimos, ellos
continuaron su viaje a la montaña, yo y mamá nos volvimos a Ocobamba.
A los 30 días retornaron de la montaña
con su carga de coca a la espalda; vendieron sus tercios en Ocobamba.
Conforme pasaban los días, semanas, meses, estábamos más y más empobrecidos.
Se nos hizo imposible reorganizarnos económicamente, desde que robaron a papá
todo su capital en casa del gobernador de Andahuaylas, y de la extraña muerte
de nuestras mulas de carga, boqueando espuma y sangre en los corrales; según referí
antes.
Papá decidió entonces el retorno a Lampa, a nuestra querida Nahuapampa.
Pero antes fue donde su madre Cristina
Roa a reclamarle algunos caballos para el viaje, de tantos animales que había
dejado su difunto padre. La vieja se
puso brava, luego de tanto dime que te diré, finalmente le dio lo que ya antes
le había ofrecido del saldo de la herencia: una ternera.
Viéndose abandonado y mal visto por toda su familia, que a su llegada
lo recibió como un hombre próspero, y que ahora, al verlo arruinado lo
rechazaba, se aferró a la desición ya tomada, ¡ volver a Lampa, a como dé lugar
!. Los comentarios que yo oí entre mis padres eran de reproche, de pena y
lamentaciones por las constantes humillaciones
que su propia familia les hacía sufrir. Cuando llegamos a Ocobamba con plata,
cargados de mercadería y animales gozamos del respeto y admiración de todos, y
ahora, perdida nuestra fortuna, éramos
poco menos que apestados. En ese momento, el
único capital con que se contaba eran: la ternerita de la herencia y
nuestro querido burro Champucha (motoso,
lanudo) que habíamos traido desde Nahuapampa.
Contrariamente a la tristeza de
ellos, yo y mis hermanos no cabíamos en nuestros pellejos por tanta felicidad,
“...Nahuapampallay durazno-manzana, sonjochayaita misquiikapuay,
achalauuuu, mamallai mamaaaa , taytallaytaitaaaa...”. Desde que oímos esa noticia nos volvimos los
niños más buenos, más solícitos y obedientes.
RETORNO A
NAHUAPAMPA
Desde Ocobamba a Zañayca y desde ahí a
Lampa, cruzando la cordillera oriental, luego la cordillera central, hasta llegar
a la cordillera occidental, son aproximadamente 400 kilómetros a pié.
Pero ni a mí ni a mis hermanos nos pareció fatigoso. En esto nos parecíamos a
las tropas de burros viajeros, que cuando salen de los pueblos, con su pesada
carga sobre los lomos, marchan a trote cancino; pero cuando están de vuelta, se
convierten en mulones, caballones, de trote ágil y poderoso, con las orejas y
la cola enhiesta, aun cuando tuvieran sobre su lomo más carga que al salir.
¡ Qué lindo, qué entusiasmo, qué alegría, ver a nuestro volcán nevado
SaraSara, en la meseta de Parinacochas, a los huertos floridos de nuestra extrañada Nahuapampa !. Ya nos
parecía sentir la brisa de sus campos susurrando, cantando con los pajarillos unas
alegres huayllachas sobre las ramas de los eucaliptos y sauces; sobre las puras
aguas del Huampujajamayu.
Nuestra salida de Ocobamba, como dije, fue a las 12 de la noche, tanto porque era noche de luna, buena para el
viajero, como para no dar lástima a nuestra familia, ni a la gente, por el
aspecto andrajoso de nuestros vestidos, con parches y retazos de colores sí,
pero muy limpios, así era nuestra mamá. Íbamos descalzos excepto papá
que conservaba aún sus botas arequipeñas de montar, de “ cuero eterno”, según
decía, orgulloso él aún en su pobreza.
Ibamos los 5 hermanos, mamá, papá, una sobrina de él llamada Clemencia
y su hermano, no recuerdo su nombre, quienes compadecidos, nos acompañaron unos
kilómetros. Completaban la caravana nuestro fiel Champucha, que iba cargado con
toda la ropa y las camas, de tal modo que sólo se le podían ver la cabeza y sus
orejas paradas; también la ternera de la
herencia que cargaba nuestro fiambre. Yo y mis hermanos marchábamos atrás muy
divertidos, sin participar del dolor y sufrimiento de nuestros padres.
Nos amaneció volteando el camino por la Hacienda Mitobamba
en dirección a la pampa de SaraHuarcuy. En adelante quedarían nuevamente
retratados en mi retina, los innumerables árboles, ríos, manantiales, los
pequeños y grandes pueblos, sus gentes; y en general todo el esplendor de la
naturaleza, que anteriormente había visto en nuestro viaje de ida. Nunca más
regresé a esos lugares, pero quedaron grabados en mi memoria, con los más
pequeños detalles que ahora estoy contando.
Al final de la pampa inmensa, el camino se hundió en una quebrada de 150 metros de
profundidad, y para ascender a la banda opuesta tuvimos que recorrer unos 300 metros contra el poniente. En dicho lugar, según
comentario de las gentes, había una guarida de bandoleros y asaltantes que
robaban y mataban a los viajeros. Por fin salimos del lugar a una pampa llamada
Posojoy, como era un poco tarde nos alojamos al pié de un árbol frondoso; mamá
preparó un rico caldo de cebada y charqui, luego de comer preparó la cama, me
dormí en medio de mis padres, yo estaba muy cansado.
¡ Qué hora sería !, cuando despertamos llovía torrencialmente, como si
nos hubieran echado agua con baldes, nuestras ropas y camas estaban completamente
mojadas. Así amanecimos.
UN TOCAYO GENEROSO EN POSOJOY
El dueño de la hacienda Posojoy llamado
Agustín, tocayo y amigo de papá de muchos años atrás, se había enterado de
nuestra llegada al lugar, por boca de unos peones que nos habían visto muy
temprano. Se acercó a nosotros reprochando, porque estando cerca de su casa, no
le habíamos pedido alojamiento; papá le dijo que realmente sentía vergüenza
que nos viera así caídos en desgracia. ¡
No faltaba más !, de inmediato ordenó a sus peones trasladar nuestras cosas a
su casa.
Ahí nos dieron ropa hasta que secara la nuestra, y en su conversación
papá contó todas las desgracias y
sufrimientos acaecidos. Don Agustín le manifestó su comprensión, le
ofreció ayuda económica, le propuso que se quedara, le daría algunas tierras,
pero papá siempre orgulloso rehusó, aunque muy agradecido por su nobleza y
lealtad de amigo.
Al día siguiente emprendimos viaje, con el ofrecimiento del tocayo
repetido cientos de veces “...quédate Agustín trabajaremos juntos, tu
experiencia, tu conocimiento de la agricultura y ganaderia nos servirá...”. ¡ Nada
! , papá aferrado a su orgullo; bueno, un último abrazo. Salió nuestra tropa
con Champucha adelante, con solo su cabeza y orejas visibles por su voluminosa
carga, papá arreándolo, mamá arreando a la ternera con las provisiones;
nosotros más atrás, sin importarnos la tristeza de nuestros padres, saltando y
riendo felices en nuestra inocencia.
UN ALTO EN CJEÑOA
En sentido inverso recorrimos los
mismos lugares de nuestra ida. Casi al atardecer llegamos a Cjeñoa, cerca de
Talavera donde vivía una prima de papá, Eugenia Leyva, quien muy gustosa nos
alojó en su casa durante dos meses. El pueblo se encuentra a orillas del río
Andahuaylas, afluente del río Pampas, el clima es cálido y favorece la
abundancia de frutales. Abundan también las perdices, con mis primos aprendí a
ser un experto cazador. Hacíamos las trampas consistentes en una caja hecha de carrizos finos que abundan en el
lugar, un palito partido en 2 con las
puntas desgastadas atadas a una pita, y en el interior el cebo de maíz ó trigo.
Nos atragantamos de tantas perdices que hasta plumas nos querían salir.
Al cabo de 2 meses reanudamos el viaje
en la misma forma y con las mismas cosas que teníamos al llegar, me
pregunto ¿ por qué papá no le solicitó a su prima un par de caballos?. Muy
temprano nos despidió la tía Eugenia con llanto y palabras de afecto sincero.
TALAVERA Y
CJEÑOA CJEÑOA
Pronto estuvimos atravesando el
pueblo de Talavera; ya lo conté antes, sus casas, sus calles, su iglesia
tienen la apariencia de orden y organización; son en su mayoría gente blanca,
sus mujeres de ojos azules y cuerpos atrayentes, este es el pueblo de los
famosos bandoleros de la ruta, “los sua talachos”.
Luego de éste pueblo, el camino cruza el río Andahuaylas hacia el este;
los viajeros que venían en sentido contrario al ver nuestro aspecto andrajoso y
miserable, nos saludaban con lástima.
Todo el día, camine…….. y camine…….por una cuesta larguísima hasta
llegar a la cumbre de la Cordillera Central
donde el frío era terrible. Seguimos avanzando y casi oscureciendo llegamos al
pueblo llamado CjeñoaCJeñoa, su gente era una indiada hosca y recelosa ante los
extraños. Sus viviendas eran de paredes de piedra y techo de i’schu trenzado;
se dedicaban al pastoreo de llamas, ovejas y crianza de caballos, la tierra producía
oca, papa, olluco, mashua. En cuanto a sus costumbres, la ratería era casi
general, el que se alojaba en ese pueblo tenía que pagarle la posada al dueño,
para que le cuide los animales durante la noche, de lo contrario, no los
encontraba al amanecer.
Dio la casualidad que un
gendarme se alojó en la misma posada que nosotros, venía de Challhuanca a
Andahuaylas, quedó muy fijo en mi memoria la forma y color de su vestimenta;
pantalón color celeste; una chaqueta del mismo color, con una franja de tela
roja en los lados, en el cuello, y en los puños; polainas de cuero hasta las
rodillas. También tuvo que pagarle al dueño de casa para que le cuide el
caballo y no se lo roben.
Dentro la choza, al enterarse que papá
era licenciado de la caballería del Ejército del cuartel de Santa Catalina,
entabló conversación muy animada. Entre las muchas aventuras e historias que contó
el gendarme, una quedó grabada en mi
mente; dice :
Cierta ocasión, la gente del mismo pueblo en que nos alojábamos asaltó
a un Sub-prefecto. El hombre y su esposa regresaban de una visita de amistad
cumplida en Challhuanca. En determinado momento sus cabalgaduras habían
avanzado muy rápido, dejando atrás al
grupo de gendarmes que les prestaban seguridad. Al pasar por este lugar
peligroso, sin tomar las precauciones del caso, pensó. “...Soy autoridad y me
respetarán...”. Para su desgracia fueron rodeados por indígenas armados de warakas ( hondas tejidas
de lana); los bajaron del caballo, les quitaron los zapatos y los hicieron
bailar sobre espinas lanudas que crecen en esas Cordilleras. Les decían “ Jam
Andahuaylaman Sobprifictotas camquichik aja?, ñojaicoja sobprifictotas caniqum cay llajtapi” ( Aja ¡, eres sub-prefecto de Andahuaylas no?,
nosotros lo somos de este lugar). Consumada la violación de la esposa y cuando
se aprestaban a victimarlos, apareció recién la escolta de gendarmes. La indiada
desapareció como por encanto por los escarpados del lugar, y la pareja y los gendarmes
continuaron muy dolidos el viaje.
Después de un tiempo el Subprefecto tomó su venganza en la forma
siguiente:
Envió a un peón arreando 2 burros cargados de barriles de aguardiente
envenenado, con su respectivo canuto para tomarlo con facilidad. Llegado al
lugar, como era de esperarse, lo rodearon los asaltantes y amenazaron con
matarlo sino entregaba la carga. Sin oponer resistencia alguna, el hombre
descargó de inmediato los barriles y se arrodilló rogándoles le perdonaran la
vida. Aprovechando el descuido y la
euforia de los ladrones por el rico cañazo que bebían hasta hartarse, se alejó
rápidamente.
Desde una distancia prudencial observó que conforme tomaban el trago
los indígenas, por el efecto del veneno, saltaban enloquecidos, se golpeaban entre
sí como ratas e iban cayendo al suelo……………
En este punto de la historia yo me quedé dormido.
Precisamente al día siguiente, 3 horas después de nuestra salida,
pasamos por el lugar de la historia del gendarme. Era una quebrada de un
kilómetro y medio de ancho. Indígenas a caballo nos estaban rondando a la
distancia. Ascendimos hacia una cumbre de 4,000 m .s.n.m, en fila
india con nuestro Champucha y la
Ternera por delante. Ya nos conocían en ese pueblo como unos
pobres infelices, entonces asaltos no podían haber.
En la parte alta, poco antes de entrar a la meseta, observamos
amontonados los huesos blanquecinos de inocentes asesinados por esa indiada,
viajeros confiados que nunca más retornaron al lado de sus seres queridos.
Entramos
a la inmensa pampa de Sacramento. Todo el santo día sólo tierra y cielo a la
vista. A las 7 de la noche, los picachos más altos todavía estaban con sol.
Ya conté antes que la pampa está cubierta de t’ayas, pasto silvestre de
corteza dura; casi al final habìa 3 sillones de piedra, una grande, una mediana
y otra chica; el sillón grande es muy diferente a los otros dos, pues
hacia delante, hay un bloque de piedra a
modo de “ piecera”. Los moradores de los
pueblos próximos decían que cuando los
Incas viajaban con su comitiva de Cuzco a Cajamarca, este era su lugar de
descanso.
A 2 kilómetros
de distancia, al pié del cerro Roncojocha, había un tambo o posada para los
viajeros, en el cual nos alojamos esa noche. El lugar tenía cerco de piedra de
una sola pieza, de unos 40
metros de largo por 12 metros de ancho y 1 metro de altura; sobre
esta construcción los españoles colocaron bloques de cal y piedra y lo convirtieron en
posada. Instalados en el lugar papá observó que abundaban las vizcachas, persiguió
una que se escondió en un hueco, como era tierra porosa escarbó con facilidad y
logró atraparlo; comimos en la cena un guiso de vizcacha.
Durante la noche cayó nieve, y el frío se hizo insoportable en este
lugar.
ZAÑAYCA
Apenas amaneció reanudamos el viaje por
una pesada cuesta. 3 horas después, desde la cumbre más alta, avistamos la
silueta del pueblo de Zañayca, nuestra primera meta.
Al final de nuestro descenso atravesamos las extensas tierras de la hacienda
Rajita, propiedad de don Arturo Carrillo, y a eso de las 5 de la tarde entramos al pueblo.
Las personas con quienes topábamos nos miraban sorprendidos de nuestro
aspecto, muchos de ellos con lágrimas en los ojos, con palabras de
conmiseración. ¡ Claro !, parecíamos una caravana de pordioseros (
no, pordioseros no, porque nunca pedimos limosna, papá era muy orgulloso ).
Don Cornelio Canales y su esposa
Laura estaban en su puerta cuando pasamos con nuestro aspecto de viajeros famélicos,
descalzos, con nuestras ropas parchadas con telas de diferentes colores, mi
mamá embarazada, próxima al alumbramiento. La mujer rompió a llorar, el esposo
inquirió sobre lo ocurrido; manifestaron ambos su pena y preocupación, hicieron
ofrecimientos “...aquí tienes tu casa Agustín, hasta cuando quieran,
dispongan de lo que hay...Natividad aquí
está la llave..”
Era cierto, la casa estaba llena de trigo, maíz, papa y no recuerdo qué
más.
Enterados de nuestra llegada don Arturo Carrillo y el Señor Icochea, también
terratenientes del lugar y grandes amigos de papá, organizaron una jarana para
festejar la llegada de la familia Leyva “en
desgracia”, con arpa y violín, con un gran banquete, durante una semana.
Eran
aproximadamente los primeros meses del año 1,911.
Zañayca tiene una geografía accidentada,
circundada por cerros que se dirigen hacia la salida del sol. Su amplia plaza
central está rodeada de los locales de la Iglesia , Gobernación y Juzgado, y sus calles de
pendiente inclinada se despliegan hacia la cumbre del cerro. Desde una loma
cercana se avistan al frente, separados por un río en lo hondo de una quebrada,
los pueblos de Soraya, Toraya, Utco y las alturas de Challhuanca. Su gente era
muy hospitalaria con los forasteros
Por este tiempo comenzó la siembra de maíz en trabajo comunal ó minga, igual
que para el cospeo o deshierbe, y para el aporque o reforzamiento de tierra al
tallo que se desarrolla de la manera
siguiente:
Los vecinos invitados pasamos por la casa del dueño del trabajo a tomar
un buen jarro de Acja (chicha de maíz que se hierve con un trozo de charqui
chancado), cada uno con su herramienta al brazo, igual yo y papá pegados a la colada. Luego salimos a la
chacra, todos los hombres, colocados en fila desde el extremo del terreno,
brindaron con el dueño con un vaso de cañazo ó acja, según gusten; a un lado
los músicos con su quena y tinya, y las cantoras. La quena, se sabe, es de
carrizo, al que se le han hecho los orificios de las notas, con clavos de
fierro candente, también lo hacen de hueso de cóndor; y la tinya es un bombo pequeño
de piel de panza de carnero, que el músico toca con su mano izquierda y con la
derecha golpea el cuero con un palito, suena así “ tin tin tin tin “ , y al
otro lado en la base, cruzado con una pita
de extremo a extremo, suena “tar
tar taar, taar”.
Al compás de la música las señoras dedicaron sus canciones al dueño del
trabajo, entre ellas recuerdo el famoso Harawe, halagando los hechos ocurridos
entre ellos; decía:
“....alle runa mamachaja, taytachaja, rejsesjanmi camqui, sumaj sonjo,
llapa runasimiquipaj”, termina “...wawayaaaaaaa...” con unos gritos guturales
al final. En castellano dice: “ Eres buen hombre reconocido por toda la gente,
amable, sensible y buscas siempre el bien para tu prójimo”.
A eso de las 2 de la tarde llegó la caravana de mujeres cargando toda
clase de comida y bebidas. Se ubicaron a un lado de la obra, limpiaron el suelo
con hierbas y tendieron los manteles blanquísimos donde echaron el mote, la
cancha, la carne, las papas y los cuyes, y nosllamaron para darle buena cuenta.
Al rato continuó la faena y a eso de las 5 de la tarde ya todos los faenantes estaban muy alegres. Así se hacía durante todo
el mes de octubre en todas las chacras.
Próximos ya a febrero, la población en general empieza los preparativos
para los carnavales. Las costumbres de Zañaica son muy distintas a las de mi
pueblo. Aquí se juntan en grupos de aproximadamente 20, entre hombres y
mujeres, ellos provistos de Warakas y quenas, ellas con la Tinya que describí enantes.
Van por las calles del pueblo danzando y cantando al son de la música, y los distintos grupos se van ubicando en la
plaza principal. De cada grupo sale una pareja de varones que se ubica al
centro con los pies juntos y se dan 12 golpes de Waraka en cuyo extremo tiene atado
un pedazo de madera. Sucesivamente lo hacen los demás, recibiendo los golpes
sin moverse ni mostrar dolor, queriendo expresar de esta manera su valor. Las
mujeres continúan cantando y bailando en derredor. Al final los hombres terminan
molidos y enfermos por los golpes y por el trago.
Los habitantes de los pueblos que llegué a conocer se ocupan del
pastoreo y crianza del ganado vacuno, lanar, caprino, caballar, porcino, crían
cuyes, conejos, aves de corral. Con igual empeño se dedican a la agricultura,
al cultivo del maíz, del trigo, la cebada, las habas, quinua, papa, mashua. En
el campo de la industria, tejen artesanalmente ponchos, bayetas, fabrican
sombreros de lana, zapatos de cuero,
platos, ollas, cántaros, jarras, tanto de barro cocido como de madera, de éste
material hacen las hormas para zapatos y sombreros.
Las casas están construidas de adobe, con techos de paja de cebada, y
también del i’schu que traen de las alturas; otros techan con tejas.
Las tejas las fabrican los maestros tejeros con barro, cocido en unos
hornos calentados con chamiza, plantas chicas y bosta (guano de vaca) que
juntan en gran cantidad, por talegas. La tierra que utilizan para hacer las
tejas es de arcilla roja y ligosa, del
cual hacen una masa dentro de un pozo, donde los peones lo pisan dando vueltas
constantemente hasta dejarlo uniforme y brillante. Esta es la fase de mezcla y
fermentación. Para el proceso de modelado, otro grupo de peones toman la masa
de barro en unos recipientes, y lo llevan donde el maestro tejero que tiene
junto a sí un tablero inclinado. Con un rodillo y molde de acero de 70 centímetros de
largo, por 40
centímetros de ancho y un espesor de 5 centímetros , empieza
a darle forma a la teja. 4 muchachitos reciben las tejas frescas y moldeadas, en unos galápagos de
madera especiales, sujetando el mango con la mano derecha, y con la izquierda
la parte acanalada, y los llevan a un tendal, que es una pampa preparada
cuidadosamente. Para alentar a sus peones, el maestro principal los guapea con
voz muy fuerte, así “...Riy Riy majtito...riy riy majtito...” (corre, corre,
muchachito); de tal modo que los ayudantes corren “ a la ganagana ”.
Un segundo maestro que está en un tendal o pampón, los va sacando del
galápago los acomoda paraditas, dejando un espacio entre ellas, y sobre las
tejas, que se cuentan por miles, echa la bosta y la chamiza, y les prende
fuego hasta que las tejas tomen un color
rojizo; señal de su resistencia al clima.
Aún sin contar con maquinarias, a pesar de la oposición de los
terratenientes usurpadores de las tierras comunales, sólo con improvisadas
herramientas rústicas, los pobladores se iban superando paulatinamente. La Religión en vez de
humanizar las costumbres de los dominadores, fue instrumento de los gamonales,
para embrutecernos más. Los curas con sus prédicas tenían atemorizada a la
población, decían que el estudio no era necesario para las mujeres. El pueblo
repetía que sólo para escribir cartitas a sus enamorados les serviría la
escuela, y con esa estúpida idea les privaban de sus derechos. Decían los tayta
curas que había que respetar la autoridad y al amo todopoderoso, a quienes Dios
les había premiado con la abundancia y la riqueza, y eran esos los altos y
misteriosos designios de Nuestro Señor. Así, nosotros, casi el 100 por ciento
de la población éramos analfabetos; carnaza de estos zánganos.
FIESTA PATRONAL EN ZAÑAYCA
La Virgen Candelaria, patrona de Zañayca, es homenajeada cada año con
una gran fiesta. 2 meses antes, los hombres más experimentados se dirigen a los picachos más altos a atrapar cóndores,
águilas, cernícalos, y los traen al pueblo donde son cuidados y alimentados hasta
el día fijado. Para atraparlos excavan una zanja de 2 metros de profundidad, y
la camuflan con una tarima de ramas entretejidas. Sobre ella ponen un carnero
recientemente sacrificado, oloroso a sangre fresca, atado con una soga de nudo
corredizo. 2 hombres, escondidos dentro
de la zanja, sujetando un extremo de la soga, esperan a la presa. Cuando
atrapan al condor, les amarran las alas, las garras, y el pico y los cargan hasta el pueblo. En cierta
ocasión, unos cazadores habían atado mal a uno de los cóndores, y en el
momento que lo levantaban arrancó a picotazos el labio inferior de uno de ellos
Llegado el día de la fiesta, el capitán general se encarga de la comida
y bebida para el pueblo; el capitán de plaza se encarga de la corrida de toros;
y, el capitán de chamiza se encarga de traer en burros, enormes cargas de ramas de chamiza olorosa, para incendiarlas
en la víspera en la plaza principal. Todo al son de la quena, la tinya y el
canto de las mujeres. El día principal se celebra una misa con la concurrencia
de autoridades y la población en
general, luego sale la procesión de la Virgen con el “ tayta” cura por delante.
El siguiente día de la corrida, sacan a los cóndores y los amarran con
una correa de cuero sobre el lomo de los toros bravos. Sueltos en la plaza los toros,
corretean enloquecidos por los picotones y aleteos de las aves carniceras.
Luego, entran los toreros espontáneos, “borrachos hasta el cien”,
poncho en mano, botella de aguardiente en el bolsillo, con sus cachetes
hinchados y sus labios verdes por el “chaccheo” de coca. Los cuernos de los
toros hacen una masacre general, y convierte a esos borrachos en héroes magullados,levantados en hombro por la
muchedumbre: que danza al son de la tinya y la quena, y también al son de su
propio furor y alegría.
Al día siguiente, se reúne nuevamente el pueblo al son de los cánticos
y de la música. La algarabía, el griterío es total, porque se trata del “ despacho ” de los verdaderos héroes de
la fiesta : los cóndores. Les dan de tomar cañazo y chicha; les ponen de
fiambre una jugosa pierna de carnero,
una botella de cañazo, flores, coca, cigarro, que ellos ni siquiera miran,
luego los sueltan. Con pasos vacilantes, atontados por su propio cansancio, y
por el bullicio y acoso de la
muchedumbre, finalmente alzan el vuelo,
torpes al inicio, luego, ágiles y majestuosos con sus alas extendidas
desaparecen detrás de las cumbres que bordean Zañayca.
UNA ZAÑAYQUINA
También tuve la oportunidad de aventurar a los pueblos de Soraya,
Toraya, Utco y Challhuanca, que no distan mucho de Zañayca. Estos pueblos
tienen mejor trazo de sus calles, sus plazas, sus casas bien construidas de
adobes con techos de tejas, muy buenas escuelas; la gente en su mayoría blanca,
habla castellano muy regularmente - aunque a mí en esa época me parecía
perfecto - hay grandes chacras, abundante challhua en los ríos, y la gente es
muy hospitalaria con los forasteros.
Como dije, mamá estaba embarazada y se enfermó entre el mes de febrero
y marzo de 1,920. Al nacer mi hermana Faustina, sus padrinos, Cornelio Canales
y esposa doña Laura, hicieron una fiesta
de bautizo a lo grande con la asistencia
de sus amistades y familiares.
Apenas cumplidos los compromisos sociales, papá decidió continuar el
viaje con la familia hacia Lampa. Los compadres aconsejaron que mamá se quede
por un tiempo para restablecerse de su reciente alumbramiento, no se oponían a
su determinación de partir, pero debía
ir primero papá con uno de sus hijos, a manera de ver el ambiente y el
temperamento de las personas con quienes pensaba rehabilitar su fortuna y su
porvenir.
Al cabo de unos días papá dijo, “ esta noche partimos a Lampa con
Narciso”, yo que era muy apegado a las
faldas de mamá, mal que me pese, tenía que obedecer. No fue esa ocasión, sino 2
días después que papá alistó 2 caballos para nuestro viaje. Serían 3 de la
tarde cuando nos despedimos; para mí, cuando mamá me abrazó en la despedida, era
un adiós final, un adiós de muerte, tanto fuè mi dolor que tuve ganas de llorar
y quedarme, pero ante la mirada severa de papá, me aguanté la pena.
LLEGADA A NAHUAPAMPA
Cabalgamos todo el resto del día; gran
parte de la noche con luna; luego el día siguiente, parte de la noche de aquél
día; y al amanecer llegamos a Wataca. Ahí nos esperaban abuelo Juan de Lino y
la tía abuela Tomasa; ¡ qué felicidad !, nos acercábamos a mi extrañada
Nahuapampa.
En el pueblo, instalados ya en nuestra casa, a medio atardecer se fue papá
a Huancarire a entrevistarse con don Pedro Vidal Cuadra. Al parecer, a él y su
esposa les alegró su regreso y lo
aceptaron, porque al segundo día papá regresó a Zañayca a traer al resto de los viajeros. A
la semana siguiente nos trasladamos a Huancarire; por supuesto ya no
desastrados y miserables, con sólo Champucha
y la ternera; sino con caballos
y una mula de
montar que le había dado su
protector don Pedro.
Nuevamente mi padre asumió la administración de la hacienda, que no
estaba como antes, había merma de reses, pocos carneros, mucha tierra sin
cultivar, casi al borde de la quiebra, si puede decirse así, por la falta de
una mano diestra en su conducción. En medio de esta situación difícil, papá
hizo revivir el verdor de los cajones de alfalfa e incrementó al poco tiempo el
ganado, aunque se notaban muy lentos los cambios. Al parecer se encontraba
moralmente afectado por los últimos acontecimientos, no tenía el dinamismo de
antes.
Ante la escasez de víveres para nuestra familia, papá fue al pueblo de
Cjascjara a prestar un capital de dinero a don Florencio Evangelista y recibir
en anticresis sus chacras de Patare, para sembrar menestras por un tiempo
determinado, en compensación de los intereses
CON MOISÉS EN PATARE
En la época de cosecha papá nos mandó a Moisés y a mí donde el tal
Florencio, al lugar de Patare. Dista 4 kilómetros de Cjascjara, y está situada
al pié de los picachos más altos cubiertos de hielo, frente al pueblo de
Saurejay.
En Patare, estaban prestas a la cosecha grandes extensiones de maíz,
habas, papa, verduras. A nuestra llegada Moisés magnetizó la atención de las muchachas y jóvenes del pueblo al ejecutar en su rondín las más lindas
melodías de cantar, bailar y tambien de llorar. Acordaron entonces festejar la
llegada, sorteándose por grupos para comprar cañazo, y preparar la comida y
bebida. A las 7 de la noche estuvo todo preparado y entre copa y copa cantaron
y bailaron los jóvenes y muchachas; comimos carne, habas, y chocolate con
cancha en grandes cantidades. Moisés fue halagado toda la noche por las buenamoza;
yo me había quedado dormido en lo mejor de la fiesta y desperté recién a las 8 de
la mañana.
Estuvimos en el lugar casi 2 meses, durante todo ese tiempo Moisés fue
apreciado por las muchachas y por sus padres, yo también me gané la estimación
como hermano menor.
En las noches a la claridad de la luna, los jóvenes con las muchachas
dentro el maizal correteaban inventando juegos en distintas formas. A lo lejos
destacaban los picachos nevados iluminados de plata, el murmullo del viento por
entre los sauces, se mezclaba con el chillido de los grillos y la luz de las
ninak’aras( cigarras). Al amanecer la algarabía y trino de las avecillas, cantaban la alegría del
mundo por los rayos del sol reflejados en las aguas del río. Acompañaban el canto, el bufido de
los toros, el balido de los carneros, el relincho de los caballos el rebuzno de
los burros “ ...Jauuuchi, Jauuuchi,
Jauuuchiiiiii..”.
Era época de cosecha y se veía
una hormiguera de animales en medio del verdor de las hierbas y el rastrojo.
ABANDONO DEFINITIVO DE HUANCARIRE
Desde
que retornamos a Huancarire, noté a papá
sin la motivación ni entusiasmo de antes, a pesar de toda las facilidades que
le daba don Pedro con afán de rehabilitarlo del fracaso que sufrió en Ocobamba.
Al poco tiempo se rehusó a
trabajar en la hacienda, aduciendo que era una vida esclavizada, año
tras año, teniendo a la mano todo: tierras, ganado, pastos, peones a su mando,
pero que no le pertenecían. Dijo, “ ...pues es mejor que nos radiquemos en
Nahuapampa, de esa manera podré ocuparme
todo el día en trabajar en lo de nosotros, y así mejorar nuestra propia
situación económica, que tanta falta nos hace...”.
Así fue que, abuelo Juan de Lino nos dio el terreno llamado Tomacucho,
donde construimos nuestra vivienda de paredes de carrizo, con techo de
cortadera, y el taller de zapatería donde papá empezó a fabricar hormas de
zapato y cucharas de madera, llegando a perfeccionarse
en el arte de aparar cueros para calzado.
GANADERO INDEPENDIENTE
Enterado don Adolfo García, conocido como “Popote” (ombligudo), que
papá ya no estaba con don Pedro, le propuso trabajar en sociedad en el negocio de reses, lo cual
aceptó de inmediato.
Al tercer día emprendimos viaje a Zañayca donde compraron 70 reses y
contrataron 2 peones para el arrieraje. El viaje de regreso con el ganado nos tomó
fatigosas jornadas a través de la cordillera, pernoctamos en el pueblo de Misti
al caernos la noche. A la mañana siguiente muy temprano, continuamos la
caminata.
Debido al frío terrible de esos lugares, papá me habia abrigado con su
poncho de algodón recién tejido por mi madre. Al pasar por zonas más bajas y cálidas
me quité el poncho y lo atravesé en las ancas de mi cabalgadura; veníamos al galope
para cruzar la altura de Zaycata antes
del amanecer. Resultó entonces que, muy cerca de la cueva de LlicauMachay, papá
se acordó del poncho, ¡ sabe Dios, dónde se me habría caído !. Luego de
regañarme duramente fue en su busca; nos alcanzó recién a eso de las 3 ó 4 de
la tarde, cuando ya habíamos cruzado las alturas de Zaycata, venía renegando
por el atraso.
Empezó a oscurecer el cielo, las nubes negras se revolvieron entre sí
velozmente, chispearon los relámpagos, tronó terriblemente, y el aguacero se
desató torrencialmente. Hacia nuestra izquierda a unos 200 metros por el lado
de unos cerros, reventó un rayo sobre una peña maciza; con estruendo, los
caballos y los toros cayeron asustados al suelo; por los aires se esparció un
olor a pólvora. Inesperadamente, comenzó a caer la nieve cubriendo con su manto
toda la corteza terráquea visible. Casi oscuro ya, tanteando el camino, dimos
con un corralón de piedras donde encerramos a los animales. Frente nuestro, a
unos 30 metros
había una piedra grande con su borde superior inclinado ligeramente hacia
delante, ahí nos guarecimos para pasar la noche. Hicimos fogata con ramas de t’alla,
abundante en esas alturas; su color verde aparenta humedad, sin embargo por su
grasa interior arde como si fuera seca. No sufrimos por agua, metimos hielo a
la olla, una vez descongelado y hervido le metimos café, los adultos lo
sazonaron con cañazo, y quedó muy aliviada la situación.
Al siguiente día salimos apenas
despuntó el sol, y al tercer día de caminata llegamos a Lampa. Este fue el
último viaje de mi padre con reses. Después de vender las que le tocaron, ya no
quiso trabajar más con “Popote” García.
Por este tiempo cada toro costaba 15 soles de oro, ya había subido el valor del
ganado.
UN ENCUENTRO CASI FATAL
Como teníamos poco terreno para
sembrar, a fin de asegurar la despensa
de la familia, papá tomó en anticresis el terreno de cultivo de don Bruno
Villegas de Pomacocha, por 150 soles de oro, con su compromiso de entregarnos, por
los intereses del capital, 40 sacos de menestras por cosecha.
Cierta ocasión, estando muy próximo el tiempo de la cosecha, papá me
ordenó ir a Pomacocha a saber con exactitud la fecha del recojo de los
productos. A las 5 de la mañana salí de Nahuapampa montado en mi burro
Champucha, el regalón de la familia. El camino va por la quebrada de JaraJara,
Marcabamba, cruza el torrentoso HuancaHuanca, sube la cuesta para llegar a
Llamojpampa; de ahí entra al pueblo de
Colta, y asciende por la cuesta de Sonjota. Desde este lugar se divisan los picachos
de la cordillera occidental como el SaraSara, VacaRumi, AcjoPampa, T’anzaPura,
JochaJocha; hacia el sur, la cumbre del AuquiHuato; hacia el este los pueblos
de Pojpoja, Chichipampa, las alturas de Oyolo, Tajtanja, Corculla, Sayla,
Sayna.
Los 50 kilómetros que dista desde Nahuapampa a Pomacocha, los cabalgué
en mi burro sin novedad alguna. Llegué al
mediodía a casa de don Bruno, le expuse el motivo de mi venida, y mi urgencia
de volver inmediatamente a casa. Él y su esposa se opusieron, pretextando que
ya era muy tarde...que Nahuapampa estaba muy lejos para salir a ésa hora...que
mejor me quede hasta el día siguiente. Fugazmente imaginé a mamá muy preocupada
por mi tardanza, me ganaron las lágrimas. Al verme todo lloroso se disuadieron “...bueno hijo te irás hoy mismo...”. Me
prepararon una pequeña carguita, me sirvieron mi almuerzo y a las 3 de la tarde,
montado sobre mi Champucha, salí camino
a casa. Ahora sí, imaginé a mamá sonriente, muy contenta.
Casi una hora después me encontraba en Sonjota; más adelante en Chichipampa, de clima frígido en donde
preparan el chuño. Su proceso es muy sencillo: durante varios días dejan a la
intemperie gran cantidad de papas para deshidratarlo con el rigor del sol y de
la helada. Luego de lavarlos quedan muy
blanquitos, listos para ser transportado a lomo de llama, auquénido muy
privilegiado en este lugar.
Una hora más, ya estuve en Colta, en cuyos cerros circundantes
empezaron a aparecer las primeras sombras de la tarde. En Llamojpampa
estuve a las 6 de la tarde. En Vilcar
a las 7 de la noche. Desde la subida de HuancaHuanca hasta Marcabamba, serían
8 de la noche. El pueblo estaba silencioso, los cascos de mi burro resonaron
livianos sobre el empedrado de la calle “...tacas, tacas, tacas, tacas...”.
En Pfotongo, donde empieza la bajada a la quebrada de Jarajara, oí
voces de muchachos, risas, gritos, que provenían del frente, como si estuvieran
jugando; pensé que serían los hijos de don Fernan Falcón, pues tienen su casa
en lo alto de la cuesta.
Conforme fui descendiendo ya no escuché el bullicio y todo quedó
nuevamente en silencio; la noche se hizo más cerrada por la sombra de los
árboles y matorrales. Me encontraba en la parte honda, sorteando los madejas de
agua que discurren por la quebrada de Jarajara hacia el torrentoso HuancaHuanca,
cuando oí nuevamente otro griterío, desde la parte alta de la cuesta; creí
entonces, con mayor seguridad, que eran
los muchachos que jugaban. Toda la
cuesta empinada tiene 7 curvas, al subir la primera curva mi burro empezó a agitar sus orejas, segunda
curva…. tercera…… cuarta…..quinta…… sexta . Al dar la sétima y última curva el
camino se hizo horizontal. A mi izquierda quedaron entonces unos sembríos de
maíz, circundados por retorcidos molles y altos eucaliptos; y a mi derecha un
terreno eriazo con matas de yaretas y peras, cercano al panteón de Nahuapampa. En este lugar vi la
silueta de una persona que caminaba en dirección a Lampa, apuré mi cabalgadura
para acompañarnos lo poco que me restaba del camino, hasta la quebrada de
Huampucjacja. Cuando estuve a punto de alcanzarlo, noté que el bulto se detuvo 50 metros antes del grupo
de casas, intimidado al parecer, por el vocerío de la gente y la luz de los
lamparines. Apuré entonces mi cabalgadura y lo alcanzamos justo en el callejón
de entrada de las chacras de Iquicha y Patasuyo. Mi burro se resistió a pasar, le tiré un riendazo, dio un salto y
avanzó arrimándose al lado izquierdo; el bulto se arrimó hacia la derecha. La luna llena reflejaba su luz desde lo alto de
los cerros de Llamojpampa. En ese momento lo vi, parado justo al pié del molle;
su cucurucho o caperuza, estaba inclinado por la presión de las ramas, dejando
ver parte del rostro pálido, tenía las manos cruzadas sobre el pecho, su hábito
todo negro, los cordones colgando disparejos hacia la rodilla izquierda, sus
pies descalzos.Parecia prendido de espaldas a la piedra grande, flotando a unos
30 centímetros
del suelo. Los pelos se me pusieron de punta, mi cuerpo se estremeció, pero no
caí, pues por instinto me aferré
fuertemente de la reata de mi cabalgadura.
En tal estado pasé por delante de
la casa de doña Virginia Dueñas. Se encontraban don José Hoyos con su
mandolina, Jorge Falcón con charango, Lázaro Franco, José Miranda varias muchachas
cantaban. Estaban reunidos para una Minga,
ó trabajo por trabajo, de hilado
de lana de oveja, para la confección de
ponchos; pues estaba muy próxima la
Feria de Lampa. Para esta actividad,la dueña prepara
Lacaotiape ( mazamorra de
calabaza ), duraznoape (mazamorra de durazno) y cada hembra tiene que hilar con
su Pushka 3 libras
de lana, sus enamorados ó familiares llevan la música.
Uno de ellos agarró mi burro del pescuezo, me preguntó de donde venía,
yo no podía hablar, ¡ cuál sería mi semblante !, al no contestar, otro le dio un puntapié a mi burro diciendo “...este
Narciso debe estar borracho...”; me soltaron. De ahí no recuerdo nada. De ese
lugar de la reunión, llamado TrancaPata, el camino sigue por LimonPampa,
LomaPata, donde están las casas de Froylan Falcón, de don Lázaro Falcón, de
doña Manunga; en HigosPampa, sigue por la puerta de Mateo Portugal, de don Felipe Enciso en Wayjopampa, y toda la subida
hasta el molino de don Fidel Acuña, Q’etayacu y por el callejón hasta la puerta
de mi casa.
Todo este trayecto después de las 6 de la tarde queda en silencio, pues
la gente se recoge muy temprano. En esta ocasión sería 9 de la noche. No me
explico cómo, siendo el camino tan accidentado, me mantuve aferrado sobre el
burro sin caerme. El caso es que mamá estuvo despierta esperándome, sabía bien
que yo no me quedaba jamás en casa ajena, por tal razón oyó cuando mi burro tropezó
a la entrada, y tambien, cuando mi cuerpo cayó al suelo con un golpe seco. Se
levantó de la cama rápidamente y me encontró tirado inconsciente en el suelo,
echando espuma por la boca. Todas las curanderas del pueblo fueron convocadas
en mi auxilio y me sometieron a un tratamiento con yerbas, sahumerios, rezos y
todos los secretos que solo ellas saben. Estuve varios días en cama, poco a
poco fui recobrando mis sentidos, y
recordé lo sucedido tal como estoy contando.
UN VIAJE CON DONATO
Papá siguió trabajando duro en la fabricación de zapatos, también en la
chacra, aunque ya en menor escala; además siempre conservaba su inversión de
dinero en Pomacocha, por eso fuimos allá en época de cosecha y trajimos gran
cantidad de maíz, papa y habas. Como no habíamos llevado suficientes animales,
contratamos a los llameros de carga, con los cuales regresamos a Nahuapampa al
frente de una tropa de altivas y
coloridas llamas.
Papá fue muy querido por los pobladores de Pomacocha. Aquí si puedo
precisar lo ocurrido, fueron los primeros meses del año 1,922 Primo Donato Flores oía muy gustoso el
relato de los viajes y aventuras de papá, escuchaba con suma atención los
nombres de pueblos desconocidos para él, Zañayca, Challhuanca, CjeñoaCjeñoa,
Ororrillo etc. etc. y le decía “...¿ cuándo me llevarás por esos lugares
Agustín?...” ; “...si estás dispuesto a viajar, salimos los primeros días de octubre...”,
“...¿ es cierto?...”, papá le respondió muy serio “...yo determino al instante
y soy de una sola palabra...”.
Llegado el día, el preparativo
se hizo con suma rapidez. Los 5 burros de carga, más Champucha y la yegua de
montar de papá, estuvieron rápidamente aparejados. Eran 4 días de camino que
nos tomarìa cruzar la cordillera central, por la misma ruta que en nuestro
anterior viaje, cuando yo era muy niño, nos condujo a Ocobamba, pero esta vez yo contaba con unos
años más.
Nuestra salida fue a eso de las 4 de la tarde, caminamos toda la noche,
todo el día siguiente, hasta muy entrada la noche subsiguiente. El camino va
por el borde del río HuancaHuanca hasta el pueblo de Callpamayo, y continúa
bordeando los macizos de la cordillera, ahí acampamos. Ni bien habíamos cerrado
nuestros ojos, papá nos despertó para avanzar, precavido de evitar las lluvias
torrenciales que empiezan muy temprano en estas alturas. Desde un pequeño
pueblo caminamos medio kilómetro y pasamos al margen derecho del río; todo era
subida, ya estábamos casi a la mitad de la cuesta, en eso nos cayó la lluvia
como si nos echaran baldes con agua. Pasó un poco, luego empezó la nevada. En
pocos minutos todo el camino, las hierbas, las piedras grandes y las pequeñas
fueron enterradas bajo un manto blanco. Papá,
muy conocedor de los caminos y de los cerros, se puso adelante para
guiarnos, jalando su yegua de montar, atrás los burros de carga, luego
Champucha, yo, los peones y Donato.
Bajo su guía y dirección desde las 5 de la mañana, todo el santo
día, ¡ camine... y camine...! Aproximadamente a las 5 y 30 de la tarde
llegamos a un pequeño caserío de 10 casas. Solicitamos albergue en una de
ellas, nos negaron aduciendo que no tenían sitio. Ante esta negativa, papá alzó
la rienda amenazando al indio dueño de casa, y antes que le flagelara, dijo muy
sumiso “...Amayqui taytay, ama majawaycho, samacocoy.. ”; es decir, alójate
papá pero no me castigues. Inmediatamente nos acomodó junto a la tullpa, que
ardía con combustible de boñiga de llama y ramas de t’ayas que crecen en las
alturas, nos preparó un caldo de cebada con chuño. Al final papá fue generoso
con el hombre, le pagó todo.
Las casitas son bajas de altura, con paredes de piedras superpuestas y
techos de i’schu, en forma de cono, sin ventanas, completamente cerradas
excepto la puerta rústica de entrada. Nosotros estuvimos muy bien acomodados,
en cambio los animales se quedaron en el corral con toda su carona puesta,
junto con las llamas.
Mientras tomábamos el rico caldo, mi primo Donato entabló la
conversación con el dueño de casa y le preguntó el motivo por el cual no
querían darnos alojamiento, exhalò un suspiro y dijo “...ay taytay jamcunajà
casjanquichik alle alle huiracjocha...” ( ay padres míos Uds. si son señores bondadosos y de respeto). Contó que
les habían ocurrido cosas muy dolorosas; por la soledad del caserío los
viajeros abusaban de ellos, cometían violaciones y muchos otros vejámenes, lo
cual sembró en ellos la desconfianza y recelo ante los extraños. Pero nosotros
nos llegamos a ganar su buena voluntad,
antes de partir nos regaló una pierna de llama para nuestro fiambre
que se conoce como Pauca. Su proceso de preparación es la siguiente:
luego de sacrificada la llama, cortan las piernas y la dejan sobre una tarima de
palos y ramas que cuelgan sobre la tullpa, previamente condimentada con sal y
yerbas aromáticas que sólo ellos conocen. Esta tarima, que se encuentra a unos 70 u 80 centímetros de la
tullpa, permite que la carne se ahume paulatinamente con el vapor de las
diversas comidas que van preparando en esa cocinita de piedra; ¡ sí que es muy rico !.
En cuanto a los habitantes, llevan una vida muy abandonada, cien por
ciento analfabetos, no conocen la higiene, sus habitaciones, a causa del
excesivo frío, no tienen ventanas ni iluminación y son completamente reducidos;
sus vestidos los hacían ellos mismos con lana de sus ovejas. Bueno, en resumen
resultaron ser muy buenos con nosotros.
NEVADA EN LAS ALTURAS
Al
amanecer salimos de la choza y encontramos que todo, plantas, piedras y cerros, estaban cubiertas
por un manto blanco que nos impedía
mirar. A mí, particularmente, el reflejo de la nieve hirió mis ojos y me
afectó mucho de ahí para siempre. Los animales habían amanecido parados sobre
el hielo.
Emprendimos la caminata, papá tomó la delantera. Con un palo a modo de bastón,
tentaba la superficie y se orientaba bien por el camino, peligroso a causa de
la tierra movediza y fangosa cubierta por la nieve. Un movimiento en falso y, en
un abrir y cerrar de ojos, la tierra podía tragarse a los animales con carga y
todo.
Todo el día caminamos sobre la nieve, cruzamos por las cumbres más
altas de Zaycata, para luego descender. Recién pudimos pisar tierra seca a eso
de las 3 ó 4 de la tarde, cerca de la pampa de Angostura, en el sitio llamado
Llicaumachay. Pero encontrándonos a escasos metros del final del manto de
nieve, los animales no pudieron dar pasos, sus cascos estaban gelatinosos,
entonces, tuvimos que descargarlos y alojarnos en ese lugar. Para curarlos, papá nos indicó orinar sobre
los cascos, mientras el vertía poco a poco agua de sal que había preparado. Al
segundo día del tratamiento, recién empezaron a dar pasos nuestros animales.
LLEGADA A ZAÑAYCA
A LOS 6 días llegamos a Zañayca, hubo
recibimiento de los compadres y amigos de papá con una gran jarana. Bueno,
aquel tiempo los habitantes de los pueblos de la sierra llevaban una vida
regalada, tenían grandes extensiones de tierras de cultivo que producían
cereales en cantidades incomparables, tenían ganado de toda clase, hasta cuyes,
y nunca les faltaba unas cuantas arrobas de cañazo y la famosa acja ó chicha de
jora de maíz; tenían todo a la mano sin necesidad de comprar; sus fiestas las hacían
en cualquier momento, se reunían los vecinos, familiares y compadres; los
padres se divertían, y los hijos se iban a la chacra a cuidar los animales.
Así pasamos una vida regalada todo el mes de octubre. Mientras papá estaba
ocupado en sus compromisos sociales, yo correteaba con mis amigos, entre los
sembríos de maíz y papa, pescaba y bañaba en el río Challhuanca, que bordea el
pueblo; tarde ya retornaba a mi alojamiento.
Primo Donato había enamorado a la hija del hacendado don Cornelio
Canales, compadre de papá, muy linda ella, de color capulí, y aunque ella
correspondía a sus requerimientos amorosos, no llegó a coronar sus
pretensiones. Tal es así que la muchacha lo había citado para verse en las
alturas de Huayllare, que está al norte de Zañayca, pero él por no conocer bien
el lugar, se confundió y se vino a las alturas de PukaHuasi, que está al sur.
Ambos se esperaron hasta cansarse y no se produjo el encuentro esperado; de
esto se lamentaba mucho tiempo después mi primo. Pero tenía como consuelo, a
una solterona que nos invitaba a su casa a comer y beber, pero a lo grande.
Ya había pasado un tiempo suficiente, papá decidió el retorno a Lampa.
Se prepararon las cargas, salimos nuevamente al canto del pueblo; en el lugar
llamado DespachoPampa, al son del arpa y
violín, tres cantoras, cubiertas sus caras con pañolones, nos entonaron un
Harawe, dice así:
“...Wawallay Wawa peman, maymanme sajewuamqui, cay wata, mincha wata,
manañachare topaycosomchu, caylla casjallay alle runa sajerparihuamqui,
wizcachata jina, pitutucha cachcajta jina, wawalla wawallay..” . “ Hijito de mi
corazón, con quien y donde me dejas ahora, este año, el próximo año, quizá no
nos encontremos, tú, noble y querido buen hombre, me abandonas, como a una
vizcacha, como a un pajarito tembloroso, hijito de mi corazón, waaay waaay waaay..”
Era muy triste y con los efectos del trago todos se pusieron a llorar. Fueron
4 horas de borrachera, como papá y Donato no podían viajar en esas condiciones,
regresamos al pueblo.
Al día siguiente hicieron el “uma Jampi” (cura-cabeza) y luego, nuevamente a
Despachopampa con los músicos, sus cantoras y la población, después de tanta
borrachera, igual que el dìa anterior, no pudieron caminar, por lo que regresamos al pueblo.
Al
tercer día, desde las 9 de la mañana siguieron brindando con todos los amigos,
y esta vez sí partimos definitivamente a media tarde. Donato y papá estaban
hasta la coronilla con tanto trago que tomaron, por lo cual, los compadres
ordenaron a 2 hombres que nos acompañen hasta el lugar llamado Pukahuasi, a
unos 3 kilómetros del pueblo, donde nos alojamos hasta el día siguiente.
Al amanecer despertaron todavía borrachos, con mucha hambre, yo me puse
a calentar nuestro fiambre de pura gallina, cuye, asado de carne de res; y el
que era de primo Donato, preparado por su amante, un tarro lleno de huevos
fritos con papa dorada y durazno ape ( mazamorra de durazno ) y otras comidas
ricas.
Precisamente, cuando salían del pueblo muy borrachos, yo me había
tirado al hombro esa carguita del fiambre, papá al verme se molestó, no quería
que cargue nada, me ordenò botarlo. Pero, lo escondí tras de unas piedras, y
cuando ellos se pusieron adelante,
aproveché el descuido, recogí mi carguita y me la eché al hombro. Ahora, papá y primo Donato, con
mucha alegría, me agradecían haber sido
desobediente.
Al segundo día de nuestra salida nos encontramos en la cumbre de la
cordillera central. La nieve de los picachos reventaba chispas al reflejo del
sol, volvimos a atravesar mesetas inmensas, quebradas profundas, manantiales,
ríos. En el trayecto avistábamos los pastores con sus rebaños de ovejas, de
llamas y manadas de caballos salvajes, pequeños, veloces, lanudos y muy
resistentes. Decía papá que estos se utilizaron en la guerra de Independencia contra
los españoles, y por Cáceres, en la resistencia contra los chilenos, eran los
famosos “caballos morochucos”.
DONATO EN MISTI
Ese día avanzamos hasta el pueblo de Misti, al llegar celebraban al
santo patrón; en una de las casas solicitamos posada, su dueño inmediatamentecon
tanta cortesía nos brindó “...samakuychiq wirajochacona...” ( bienvenidos,
descansen caballeros ).
Después de descargar y acomodar
las cosas, Donato y papá fueron invitados a la fiesta por el dueño de la
posada, yo me quedé cuidando los equipajes. A eso de las 10 de la noche regresó
primo Donato muy preocupado, dijo que al sentirse muy mareado se venía solo a
nuestro alojamiento, faltando una esquina para llegar, le interceptó un
aborigen borracho, quien con voz muy firme le conminó “...¡ Muchaycuai misti
runa! ...” ( ¡ bésame hermoso
caballero ! ). No se cansaba mi primo de contar el incidente todo el santo día,
con su forma muy graciosa de hablar
“...carajo, indio maricón muchanayta munasja, yau Agustín...”, papá le
bromeaba, “ ...Enamiqui muchahuajtajcara...” (mejor le hubieras dado su
besito) “...atatau manatajme chaytaja
ruraymanchu...”( Qué asco, nunca podría besar a otro hombre); entre carcajadas
y silbidos y repitiendo la misma historia una y otra vez, seguimos nuestro
viaje
KAISER, UNO MAS DE LA FAMILIA
A las 9 de la mañana habíamos pasado
Llicaumachay, Angostura. 2 horas más y
estuvimos en las alturas de Saycata, donde antes nos cubrió la nevada, desde ahí
pudimos divisar las alturas de Callpamayo. En ese momento venía por el camino
una enorme manada de ovejas, papá se acercó al dueño y le pidió uno en venta,
pero se negó. Conocedor de las costumbres de esta gente, tomó entonces su
rienda y bajo amenaza de flagelarlo le ordenó,
sólo así nos dio el mejor de sus carneros por 20 centavos, papá le amarró las
patas y se lo tiró al hombro. 2 kilómetros adelante, a la orilla de un río lo
degollaron con Donato, lavamos toda su menudencia en nuestra “olla de viajero”;
la carne la echamos encima de las cargas.
Nuevamente en camino, chocamos con otra manada, atrás venían los perros
ovejeros, entre estos, uno chico de color negro con cuatro ojos, es decir dos
manchas redondas claras en su frente; nos lo llevamos, y le pusimos de nombre
Kaiser. Resulta que con tanta borrachera en el despacho hubo descuido con
nuestro fiambre, justo se nos acabó en esas alturas, donde nadie nos podía
auxiliar, claro que llevábamos papa, maiz, carne, pero crudos. En su caja de
fósforos papá encontró solo dos palitos que eran la única esperanza. Sin
descargar los animales intentó preparar la fogata con un poco de paja y trapos
secos, prendió el primer palito, en ese momento un fuerte ventarrón se levantó
y lo hizo volar. Para el segundo y último palito tomó mayores precauciones, se acomodó
mejor para no fallar. Encendió el fósforo y otro soplo de viento lo apagó, un
hilo de humito se desvaneció rápidamente, muy molesto papá tiró la cajita vacía
al río, nos miramos desconsolados. Siendo medio día no había otra cosa que resignarse.
Caminamos toda esa tarde, toda esa noche, al día siguiente hasta las 11
de la mañana, tomando solo agua, nuestras barrigas sonaban “ blooggg, bloogg, bloogg”. A mi
corta edad supe de las peripecias de todo hombre para subsistir y alimentar a
los que dependen de él.
UN DAÑO SIN PAGO
Por fin cruzamos el río HuanHuanca, papá adelantó al pueblo, distante
un kilómetro aproximadamente del camino, para comprar fósforos y un poco de pan.
Todos esos lugares tenían extensos sembríos de alfalfa, en uno de esos potreros
metimos los animales para que coman bien y nosotros nos alojamos al costado del
camino. Al volver papá con lo necesario recién pudimos preparamos un buen caldo
con papas y mote.
Desde las 12 meridiano de ese día nos quedamos hasta las 8 de la mañana
del día siguiente. Estábamos listos para partir, en ese momento se presentó el
guardián del alfalfar, reprochó muy ásperamente nuestra conducta, pretendió incautar
nuestros animales y llevarlos al coso del pueblo. Papá le contó todo lo que nos
había ocurrido el día anterior, le suplicó, ofreció reparar el daño, ¿cuánto costaba
todo?, pero el hombre lejos de razonar y cobrar se puso muy bravo, a viva
fuerza trató de llevarnos al pueblo. Papá no era de tolerar, lo agarró del pecho
y lo samaqueó, el hombre escapó pidiendo ayuda, nosotros nos vinimos rápido y
ya no lo vimos más.
Llegamos a Upahuacho, Rajche, Pacapauza, Rivacayco, Huancarere,
Huataca, Sequello, Marcabamba y..... por fin Nahuapampa, mi tierra querida.
Fue todo un acontecimiento, porque mamá había dado a luz a mi hermano
Serapio, un catorce de Noviembre de
1,922. Ella estaba todavía en cama; se comentó las ocurrencias de nuestro viaje
en distintas formas.
En cuanto a mí, luego de toda la
experiencia vivida, me sentía responsable de mi propia persona; pensaba que el
hombre sufre porque quiere; eso le ocurría a mi padre querido, después de los
sucesos de Ocobamba; perder toda su fortuna y a pesar de eso seguíamos con la
rutina de siempre, esperanzados y unidos a nuestra familia.
UN MATRIMONIO RECONCILIADO
Mi hermana Margarita Falcón entenada de papá se casó
con Juan de la Cruz
Arbitro , de Zañayca, con quien tuvo a su hijo Ysidro Arbitro
Falcón. Este matrimonio ocurrió en 1921. Se conocieron en la época de nuestro
retorno de Ocobamba, cuando papá tomó por segunda vez la administración de la
hacienda Huancarire, en donde trabajaba Juan para don Pedro Vidal Cuadra.
El matrimonio no era feliz por una sencilla razón, Margarita era muy
celosa, malcriada, pleitista. Tal es así, a las 10 de la mañana de una fecha
que no recuerdo, marido y mujer se fueron a bañarse al río Huampucjcja. Al rato
volvieron discutiendo e insultándose groserías, y se metieron a su cuarto, que
estaba junto a la cocina de mi tía abuela Tomasa. Justo era el momento del
almuerzo, estaban reunidos en la cocina, mamá, abuelo Juan de Lino, todos mis
hermanos; yo me encontraba fuera, frente al cuarto del matrimonio, llorando muy
molesto, porque habían preparado la sopa con queso y yo no podía comerlo, me
hacía mal. Observé desde ahí que se agarraron a patadas, arañazos, puñetes, estaban
todo ensangrentados ambos; peleándose sin respeto ni consideración alguna de
mis ancianos abuelos, ante esto muy indignado, traté de poner fin al lío, y
grité a mi cuñado “...¡ So carajo indio de mierda, manas respetanquichu
mayorniiquicunata, llocsii huasimanta !...” ( Si así faltas el respeto a tus
mayores es mejor te largues de la casa). El hombre salió disparado desde dentro,
con intención de pegarme, pero como estaba toda la familia reunida, no se
atrevió, solo dijo: “...a patadas te voy a acabar mocoso de m...”. Yo no me
corrí, me miró con rabia y se metió a su cuarto, empezó a empacar sus
pertenencias en un poncho, y al salir dijo mirando a mi hermana “...ahí te dejo
con tu bravo hermano...” , se tiró a la espalda el bulto que era más grande que
él y se fue.
Creí que había viajado, pero no, a unos 300 metros de nosotros, había
entrado donde doña Andrea Neyra. Lo supimos porque horas después ésta señora se
presentó a nuestra casa, luego de saludarse con mis abuelos, les expuso el
motivo de su visita, que mi cuñado le había informado al detalle sobre el
incidente, reprochando la conducta de Margarita y de paso mi actitud. Ante
esto, mamá y mis abuelos, le explicaron lo sucedido, diciéndole “...entre
marido y mujer deben solucionar sus problemas, sin golpes.....en lo que toca a
mi nieto Narciso por la falta de respeto a nosotros, les llamó la atención
severamente, eso es todo, nadie le ha botado, mucho menos su esposa...”; “...¿entonces puede volver?...” ; “...eso es
cosa de ellos...”. Al poco rato volvió en compañía de su mujer. Y desde ese
momento llevaron una vida ejemplar.
Pasado casi un año sin conseguir trabajo en el lugar, el hombre decidió
irse a Lima, donde antes estuvo enrolado en la Marina. Para esto su mujer empezó
a preparar el fiambre para el camino. Recuerdo, Margarita mató un gallo viejo;
créanme, todo el santo día estuvo hirviendo en la olla, cuanto más fuego, más
dura se ponía la carne, entonces, así no más tuvo que aderezarlo y ponerlo en el
costalillo de su esposo. Esto, según comentario de la gente, fue de malagüero,
pues el hombre hizo un viaje sin retorno.
Después de un tiempo nos enteramos que al llegar a Lima se presentó al
llamamiento de licenciados para ocupar puestos de Gendarmería a sueldo. Su
grupo fue comisionado a la provincia de Matucana, zona contaminada del mal de
verruga, incurable por entonces; en ese lugar tuvo la mala suerte de contraer
el mal y se murió. Mi hermana había quedado embarazada y ahora era viuda.
Ella siguió viviendo con nosotros, siempre al cuidado de nuestros
padres; papá quiso y protegió por igual a sus hijos y entenados.
MARGARITA VIUDA Y MADRE
El 15 de mayo de 1923, el nacimiento de Fortunato Isidro fue fatal
para mi hermana, le dio un sobreparto, se le hincharon los senos, impidiéndole
lactar, ya que en vez de leche le brotaba abundante pus.
No sanaba todavía de la infección en los senos, cuando se le abrieron
heridas en los rótulos de ambas rodillas. Por aquella época no se conocía
médicos, sólo las curanderas; entre ellas las mejores, doña Valentina de
Marcabamba, doña Juana, esposa de Conrado Falcón, y doña Manunga, la solterona.
La sometieron a un tratamiento con resultados negativos que agravaron más su
salud. Mamá estaba desesperada, en esto alguien le dijo que la esposa de Adolfo
“popote” García, doña Aurelia Heredia, profesora en la Escuela de Lampa, era la
mejor entendida en esos asuntos. Además él era padrino de matrimonio de mis
padres, papá se fue entonces a su casa a consultar; llegaron a un acuerdo, se
haría cargo de su curación, pero en casa de ella, en Lampa. Así que
inmediatamente llevaron a la enferma y me ordenaron acompañarla durante todo el
tiempo de su curación, y además me enseñarían a leer y escribir. Por supuesto
papá pagó todos estos servicios.
Ya en su casa, la profesora empezó el tratamiento, y a darme mis
primeras lecciones. Al segundo día aprendí las primeras letras y podía
deletrear algunas palabras. Sus hijos de casi mi misma edad, Corina, Daniela,
Adolfito, Eugediano, y otro que no recuerdo, tuvieron envidia por la rapidez de
mi aprendizaje y les pusieron
condiciones a sus padres: yo no debía estudiar ni estar en compañía de ellos. Era
natural, prefirieron más a sus hijos que a mí. La enferma no sanaba, al
contrario se agravaba más su salud, se
negaron a darme las lecciones, y por el contrario me mandaban al campo a cuidar
sus ovejas y sus reses; soporté una semana sus humillaciones.
Cierto día me mandaron a pastar sus ovejas a las alturas de Lampa; las abandoné en esas laderas y me fui a mi
casa. Al llegar no estaban mis padres, se habían ido a Colcabamba a sembrar maíz
en un terreno llamado S’incha, fui hacia allá. Llegué llorando a mares, al
verme papá se enfadó mucho por haber abandonado a mi hermana Margarita, pero
luego de contarle lo ocurrido, en vez de reprenderme, me felicitó diciéndome,
“...nosotros no somos, ni seremos peón de nadie, menos mientras yo viva...”.
Apenas terminó de trabajar papá, se fue a Lampa, trajo a mi hermana más
grave que cuando la llevamos. Mi madre lloró mucho al verla en ese estado, tanto
que papá se molestó, “...más bien llora por nosotros, ella va a sanar...”; y
efectivamente, esto se cumplió al pié de la letra.
Una de las curanderas recetó lo siguiente: conseguir y pasarle por su
herida, a la medianoche, 3 pares de piedra del río, 3 pares de rana, 3 pares de
sapo, luego devolverlos al mismo sitio de donde fueron tomados. La receta de
otra de las curanderas fue: traer del cementerio a las 12 del día un par de
huesos humanos y un poco de tierra de un entierro reciente, con la especial recomendación
de hacerlo rezando un padrenuestro y un credo, y devolverlo al mismo lugar. En
la primera ocasión cumplí esa tarea. A las 6 de la tarde, cuando el sol
declinaba, papá le sobó en la herida con
la tierra y huesos del panteón, y tuvo que ir él a devolverlos al mismo lugar,
yo me neguè al sentirme afectado de los nervios. Sorprendentemente, a los pocos
días mi hermana empezó a mejorar de sus heridas. Se reforzaron esas curaciones
con la aplicación de un ungüento preparado con polvo de iguana en manteca de
chancho.
Sanó la enferma, pero mis padres quedaron económicamente desgastados.
UN LADRON DAÑOSO
Por ese tiempo, papá empezó a hablar de
su proyecto de viajar a Lima para inscribirme en la Escuela Militar de
Chorrillos, y a mi hermana María, meterla a un convento. Con tal motivo preparó
4 docenas de zapatos para hombre y mujer, de distintos tamaños, que llevaría a
comerciar a Puquio y Coracora .
Un día, al no tener pasto suficiente para alimentar nuestras yeguas, a
Champucha y la ternera de la herencia, papá nos envió a mí y a Moisés a pastear los animales en unos
mojadales que habían a orillas del Huampucjacja, por Q’etayacu.
Muy contentos nos fuimos montados, llegando al lugar soltamos a los
animales y nos pusimos a jugar a “los molinitos”. Los preparamos con los frutos
de la jara jara, unas bolitas rojizas del tamaño de un boliche. Atravesados, en
aspa, con las espinas pequeñas del cactus; atravesados horizontalmente, con
otra espina más grande, apoyada en cada lado sobre 2 pequeñas horquetas de ramas de sauce.
Al pararla dentro de la acequia, con la caida del agua, dosificada con las
hojas gruesas de agave ò pajpa, empiezan a girar como molinitos. Concentrados en
nuestro juego con Moisés nos olvidamos de los animales.
El Champucha, astuto, ladrón dañoso de primera, dándose cuenta de
nuestra poca vigilancia, se metió al alfalfar de don Andrés “Majlla” Falcón,
conocida como Lomapata. Éste al reconocer a nuestro burro, comenzó a llamar
desde su casa a papá, voceando con sus dos manos “..Don Agustín huac arnoyquitaaaa,
alfalfaypiiiii...” ( ..Don Agustíiiin tu burroooo se ha metido a mi alfalfaaaaaaaar…..
Nosotros, entusiasmados con el juego, no lo oímos, en cambio nuestro
burro, con su panza llena, al oír la
gritería, saltó el cerco y se vino corriendo junto a nosotros, y se hizo el
disimulado, mordisqueando yerbitas de
alrededor. Papá nos silbó desde
el lugar llamado EraPata; al escucharlo dejamos los molinos y nos vinimos, muy asustados.
Ya en casa, papá con el ceño muy colérico se me acercó, ¡ zas ! me
escondí entre las polleras de mi tía Tomasa; esto lo enfureció terriblemente,
tomó una correa, la tía quiso defenderme pero también recibió la suya, se apartó entonces y ahí si
libremente, papá me flageló hasta cansarse. En cambio a Moisés no le dijo nada,
sólo lo miró con rabia, pero abuelo Juan de Lino y tía Tomasa, pensando que
también lo castigaría le advirtieron, “..Yau don Agustín manamiqui churyquichu
majanampacj...” ( oye Agustín, no es tu hijo y no tienes porque castigarlo). A Moisés siempre lo quiso como su hijo; yo recuerdo, cuando reprochándome mi
apego a las faldas de mamá, me
decía “...este es un aniñado
llorón, mejor Moisés hubiera sido mi hijo...”. A pesar de todos estos mimos, el
entenado se declaró enemigo mortal de papá, al extremo de quitarle el saludo, a
pesar que almorzaba y comía con nosotros en la casa.
Así fue pasando el tiempo hasta que un día de esos, don Pedro Vidal
Cuadra, conocedor de nuestra angustiosa situación económica, hizo llamar a papá
y le propuso que nuestros animales fueran de “paloteros” a sus cajones de
alfalfares. Volvió muy contento de la entrevista y de inmediato llevamos
nuestros animales al potrero llamado ComoRumi; así se solucionó lo del forraje
que tanta falta hacía.
UN PRESAGIO
Un día papá dijo, vamos a Marcuni a
traer maderas para hacer hormas de zapato. Salimos de casa a la madrugada por
una cuesta empinada, en la altura de RosasniyojPata habìa una quebrada por
donde se cruza a la parte alta del río Huampucjacja. Yo iba delante de papá, al
llegar al lugar, inexplicablemente, me entró un miedo que me escarapeló el
cuerpo, disimuladamente salí del camino para que pasara papá, yo le seguí por
detrás, y ya no sentí miedo.
Ya en el monte se puso a cortar unos troncos, yo preparé mi tercio de
leña, papá el suyo y así bajamos. Al llegar a casa, Kayser nos recibió moviendo
su cola desplegada en abanico, al acercarse a papá se tiró a sus pies y empezó
a aullar lastimeramente, el dijo
“...levántate Kayser, seguro voy a morir pronto...”. Mamá exclamó “...¡
adefesio zonzeras estás hablando...!”, como queriendo esfumar “el malaguero”.
UN VIAJE FATAL
Estuvimos todos reunidos almorzando
entre bromas y risas, comentando como algo lejano todas las desgracias
ocurridas, y contentos porque hermana Margarita iba recuperando notablemente su
salud. En eso, recordó papá que tenía que ir a Pomacocha, a cumplir un contrato
para amansar a un caballo chúcaro del señor Medrano, personaje principal de ese
lugar. Papá era muy solicitado para esos trabajos por ser el mejor chalán de la
ruta de Lampa.
Al día siguiente me mandó a traer su yegua de montar, que se encontraba
en ComoRumi, situada en la parte alta de Marcabamba. Salí a las 6 de la mañana,
pasé por NahuaAlta, Mojaje. Llegando al
lugar vi a la yegua casi a la entrada, me acerqué a echarle la soga al
pescuezo, pero la muy mañosa se escabulló del lazo. Fui a su lado con mucho
tiento, saltó a un lado esquivándome nuevamente. Así estuvimos dando vueltas y
vueltas hasta las 8 de la mañana. En eso recordé que en Ocobamba, con tío
Leoncio atrapamos a un cerdo salvaje con una trampa. Así pues empecé a
desarrollar mi plan; a la entrada de una quebrada preparé una “gasa” –soga con nudo corredizo- la colgué entre
las ramas de una arboleda baja, la otra punta de la soga la atè a un tronco, a
continuación, arreé al animal desde el fondo de la quebrada en dirección a la
trampa, donde finalmente quedó atrapada. En seguida la monté en pelo, y me la
traje a toda carrera durante los 4 kilómetros que dista
a la casa.
Cuando llegué papá preguntó como la había agarrado, conocía lo mañosa
que era la yegua, le conté lo ocurrido, dijo “...será llorón y todo , pero no
es bruto mi hijo..”; por primera vez oí una frase halagadora de sus labios.
Enseguida ensilló la yegua, muy raro, no se dejó montar, tan mansa que
era, empezó a corcovear, papá le sujetó fuerte la rienda, le puso tapaojos, se
amarró las espuelas, la montó hincándola fuerte hasta hacerla brincar de dolor y
dominada ya, partió a su destino. Nosotros nos quedamos en casa haciendo
nuestros pequeños quehaceres.
Al cabo de 10 días regresó papá muy enfermo, contó que en Pomacocha se
había generalizado el Tifus,“...seguro me he contagiado...”, le dio una fuerte
fiebre. Se paralizaron los preparativos para viajar a Lima, esto ocurría en los
meses de junio de 1,923.
Se puso muy grave y a falta de
médico solicitamos los servicios de las curanderas, entre ellas doña Valentina,
la más entendida. Con su tratamiento comenzó a mejorar, a los pocos días se
levantó de la cama y continuó con la
fabricación de zapatos y los preparativos para nuestro proyectado viaje a Lima.
De todos modos, con tantos días de fiebre, había quedado muy débil. Al
quedar pendiente de limpiar unas suelas, suplicó a mi abuelo Juan de Lino le ayude
en este trabajo. El aceptó hacerlo al día siguiente; pero se habia levantado
muy temprano y salió a Lampa -según dijo
después- por un asunto muy urgente, con la intención de volver rápido y cumplir
el encargo.
Al levantarse papá encontró las suelas amontonadas en el piso, renegando
se quitó los zapatos, se remangó el
pantalón hasta la rodilla y se metió a
la poza con los cueros, murmurando “...mejor es que uno mismo haga su
trabajo...”. Al poco rato le dio un escalofrío en todo el cuerpo, luego fiebre,
una tos fuerte que lo hizo arrojar unos gargajos de color cenizo, y tuvimos que
llevarlo a la cama.
DON PEDRO MEDICO DE CABECERA
Su recaída ocurrió entre agosto y setiembre de 1,923. Al no haber
mejoría se reunió a todas las conocedoras de enfermedades y curaciones, a pesar
de toda su experiencia y conocimiento, no acertaron en el mal ni en el
tratamiento. Las señoras Valentina, Juana de Falcón, y las hermanas Manunga y
Francisca Enciso, declararon finalmente no tener el remedio en sus manos, solo Dios.
Al enterarse don Pedro Vidal Cuadra, ordenó a sus peones llevarlo a su
casa de Marcabamba para someterlo a un tratamiento riguroso. De acuerdo a los conocimientos, que había adquirido en sus
libros, se sentia capacitado para contrarrestar el mal. No quiso que yo fuera
con papá, solo mamá fue admitida, para atenderlo en sus necesidades más
personales; pero sí me comisionó en diversas ocasiones, para ir a Huancarire a
traer cargas de leña, queso y de paso matar un carnero.
En uno de estos viajes me atardeció en MollePocro; por Vilcar se me hizo de noche. El camino estaba bordeado
por Huillkas, que son árboles altísimos, cerca de la cuesta de HuancaHuanca
sentí el relincho de una mula y unos quejidos al lado del camino. Como venía
montado en un caballo ( que es noble como el burro; no te botan; la mula si) no
sentí miedo, y seguí adelante; llegué a Marcabamba como a las 9 de la noche. Se
levantó don Pedro de la cama, noté su preocupación por mi demora, al verme dijo “...¿
no pasó nada no?...¡ eres valiente como tu padre...! ”; cuanto quise que lo
dijera delante de él.
Esa noche papá al sentirse más grave me ordenó regresar a casa para
avisar a mamá y mis compadres “..que vengan y me lleven a Nahuapampa y no
quiero verte acá !...”, me advirtió.
A media tarde fue mi madre acompañada de 6 personas mayores, y solicitó
llevarse al enfermo, ante el resultado negativo de la curación. Don Pedro reaccionó
malamente, tuvo un intercambio brusco de palabras con mamá, porque consideraba que
con mayor tratamiento podía sanarlo; pero……… finalmente accedió “...en todo caso eres la esposa, tienes pues
derecho de llevarlo...”. Ensillaron la yegua de papá, pero ya no podía montar,
por lo que prepararon una camilla con dos troncos y una manta y entre los 6 acompañantes lo trajeron en
hombros a Nahuapampa.
Los vecinos entraban y salían de casa,
mi padre decía “...huañusajmemiqui...”(
voy a morir ya), sin embargo sus sentidos funcionaban con una lucidez
asombrosa.
Al frente de su cama, al pié de una mata de sauce, habían dejado
parados los dos palos con que improvisaron la camilla para traerlo de
Marcabamba. Yo estaba cerca, jugando a dar saltitos de piedra en piedra en un
pozo imaginario, en eso papá mirando hacia ese lado me dijo “...yau
Narcisollai, ahí está mi cabalgadura para emprender el viaje...”. En mi inocencia, al voltear y no ver en ese
lugar ningún caballo, pensé que él deliraba. Dijo también, “...Narciso, hamuy
taytao, ama asuriichu ladoymanta...” ( acércate papito, no te alejes de mi lado
).
Así se iba acercando paso a paso la hora fatal, en medio de la
desesperación y la pobreza más terrible. Sufríamos la indiferencia de la
familia, el increíble proceder de Moisés, de Margarita, distantes y ajenos a lo
que ocurría. Mi hermanastro trabajaba toda la semana y los domingos se
jaraneaba donde sus enamoradas, las Prado, Concepción y Eusebia; a Daría, la
mayor, la trataba de “madre”, motivo suficiente para festejar; pasaba al lado
de la cama de papá, sin fijarse siquiera.
¡ Cómo miraban los ojos de papá !,
con una mirada más de la otra que de ésta.
Alrededor de su cama de
moribundo, mamá y todos mis hermanos estaban tristes y llorosos; pero yo, interiormente, me alegraba calculando “...se
muere mi papá y ya no habrá quien me castigue...” ¡ Ah, cruel inocencia !, no comprendía que estaba por perder una joya
muy preciosa en mi existencia: mi señor
padre. Esto sucede entre el 15 ó 20 de diciembre de 1,923.
Cosa extraña, mi tío Corpus Romero, que vivía en Colcabamba, se había
levantado antes de las 6 de la mañana a labrar su chacra, situada en Sincha,
junto a nuestro terreno. Al subir un cerco, vio a papá con el poncho terciado
al hombro, se dijo para sí mismo, “¿ cómo, si él esta muy grave ?”. Para
convencerse, después de sus labores vino a la casa y comprobó que,
efectivamente, papa se hallaba tirado en cama muy grave; nos contó muy admirado lo que vió.
A las 2 de la tarde murió mi padre en una situación de miseria, no
teníamos nada para cocinar a los acompañantes en el velorio, ni para su cajón,
menos para su sudario. Enteradas de esto, su comadre Petronila Neyra de Franco,
y doña Juana de Falcón, junto con otros vecinos juntaron trigo, maíz, un poco
de habas verde y solucionaron lo de la comida. Ahora, para su mortaja tuvimos
que vender su yegua de montar en 15 nuevos soles a mi primo Donato, con eso se
compró unas cuantas varas de tela. ¡ Tan sencillo se le veía a papá con el
sudario puesto !. Cajón no se compró por falta de dinero. En la hora de su
partida amarraron una manta a los 2 troncos antes referidos y pusieron su cuerpo ahí. 4 poblanos se echaron al hombro
la “ última cabalgadura de papá ”, ( él
me lo había dicho ) y todos nos dirigimos
al cementerio.
Comentaban los acompañantes “...en su pleno apogeo montaba el mejor
caballo, con montura de cuero repujado, bridas y riendas ensortijadas de
plata...¿ ahora ?...”, unos decían “...era muy buena gente...”, otros
“...pobrecitos los huérfanos...”, se compadecían de nuestra posición tan miserable, tan desamparados por sus propios
familiares.
Cerca al cementerio, en el lugar llamado Ayasamachina el cortejo hizo un alto para descansar, ahí
tomaron trago, chaccharon su coca y pitaron sus cigarrillos. Mamá lloraba
desgarradoramente, otras señoras la secundaban. Mi pequeña hermana María, a
diferencia de todos permanecía muda e inmóvil, entonces Eusebia que estaba a su
lado le dijo “... yau María
Wajayllá ¿ taytayquimanta, manas llaquimquichu ?...” ( oye María tienes que
llorar por tu papá muerto, ¿acaso no te apena? ). Como accionada por un resorte, ella empezó a
gemir, “.. Waaayyy, Waaayyy, Taytallaytaytaaa, penmanme sajehuamqui...Waaayyyy...Waaayyy...”,
a la vez que muy exageradamente
bamboleaba su cuerpo sacudiendo
su cabeza a derecha e izquierda. Entonces Daría le dijo “ ¡..Amalla chaynatajá
! ” ( ¡ de ese modo nó, asi nó ! ) y María, como si le hubieran desactivado el
resorte, volvió a su mudez e inmovilidad
anterior.
Entramos al cementerio, donde entre llantos y desmayos de las mujeres
enterramos el cuerpo de papá. En la pequeña cruz de madera sobre su tumba los
entendidos escribieron su nombre y al no saber la fecha de su nacimiento,
pusieron sólo la de su muerte: 23 de Diciembre de 1,923.
Final de un hombre que luchó
duro para el bienestar de su mujer y sus hijos
SEGUNDA PARTE
UN JOVEN JEFE DE HOGAR
A la muerte de mi padre, mamá quedó muy
afectada en su salud. Todos los días se la pasaba llorando, sin reaccionar, sin
poder hacer nada. A mis 13 años de edad, en vista de esa situación, asumí la
responsabilidad de trabajar y hacer producir nuestras chacras. Hice lo mismo
con los terrenos del abuelo que se encontraban en mal estado, ya que por su
ancianidad, el cuerpo le pesaba y no podía trabajar mucho.
Los terrenos de Cienega, Chirihuayjo, PataPata y Jollada, situados en
Nahualta tenían agua propia, y años antes fueron la despensa de la familia,
pues producían abundante maíz, papa,
cebada, habas, calabazas, Ach’iera y también frutales, duraznos, manzana,
membrillo. Sin embargo sus estanques, que represaban las aguas de los
manantiales, estaban deteriorados por el yerbaje silvestre y las piedras caídas
en su interior.
Conjuntamente con mi abuelolos limpiamos, restauramos sus paredes y los
pusimos en servicio. Poco a poco los sembríos y las flores empezaron a
levantarse airosas sobre la tierra. El agua de nuestros pozos operativos
empezó a beneficiar también a las
chacras vecinas.
Una madrugada fui a la chacra, al ser aún muy temprano, subí a lo alto
de una piedra enorme y esperé ahí el amanecer. Los rayos del sol al expandir su
luz y su calor a las montañas, a los ríos, a las plantas y a todos los seres
vivientes sobre la tierra, me hicieron comprender que en igual forma, el hombre
con su esfuerzo y la luz de su inteligencia, puede desterrar la oscuridad de la
ignorancia. Aunque me sentía impotente, por mi corta edad, por mi pobreza y por
mi reciente orfandad, de poder lograr esos triunfos. Envidiaba a los jóvenes
vecinos que podían ir a trabajar a los
valles de la costa, Yauca, Cháparra, y
regresar a los pocos meses con mucho dinero, que invertìan en sus tierras y la
pasaban mejor que nosotros. Me dolía que
mi hermano mayor Moisés que tenía los oficios de zapatero y albañil, siendo
soltero, sin responsabilidades, viviera muy ajeno e indiferente a la precaria
situación de nuestra familia.
Después de meditar sin llegar a conclusiones, me fui a regar los
sembríos, arranqué un poco de pasto para nuestro chivito que era el regalón de
la casa, y corté un poco de leña para la cocina. A eso de las 9 de la mañana al
llegar a casa, encontré a mamá llorando rodeada de mis hermanos menores,
mirando las pequeñas pertenencias que dejó papá. El cuadro era conmovedor, yo
también tuve ganas de llorar, pero
recordé cuando papá me reprochaba por llorón, me puse fuerte y les dije:
“...Llanjallapuni huajachcamqui, ñanmiqui huañurunñà...” ( en vano lloran por
papá, si ya está muerto pues ). Mamá respondió muy mortificada
“...¡cosicuyllá!..” ( ¡ alégrate pués ! ). Insistí, “... yo también lo siento
de todo corazón, pero nuestras lágrimas no harán que resucite...”. Mi abuelo
Juan de Lino intervino y le dijo a mamá: “...tiene razón Narcisito hija mía,
solo Cristo Redentor ha resucitado después de muerto, nosotros los pecadores ya
no volveremos a mirar “Kay K’anchay Mundota”( este mundo brillante ). Se
tranquilizó mamá, y me dirigí a mis hermanos mostrándoles una varilla de molle
“...ya saben, si les vuelvo a ver llorando...”.
FERIA
DE NAHUALTA
Por entonces se aproximaba la feria de Nahualta, en que se festeja el
nacimiento de Niño Dios, durante 2 semanas. Desde el primero de Enero llegaban
los comerciantes de CoraCora, Caravelí, Cotahuasi, las vianderas de los pueblos
vecinos y los devotos. También llegaban las tropas de Huaylías de Pacapauza, de Rivacayco, C’asiri.
Cada grupo de 4 ó 6 muchachas con
polleras de tela de Castilla con bordados de hilo de oro, con sus mantas rosadas sobre los hombros, su blusa
blanca con blondas, sombrero blanco con cinta negra. Cada una portando en la
mano una alta rama delgada, adornada con papel cometa de distintos colores, y
un par de cascabeles. Al son del arpa y violín cantan un canto especial en
homenaje al niño Jesús. Delante de ellas
hay 2 hombres enmascarados con pellejo de cabeza de chivato, enchullados
y emponchados, portando en la mano una sonaja que mueven rítmicamente mientras
zapatean bamboleándose: son los “machos” y actúan también como guardaespaldas
de las mujeres, pues en la aglomeración de gente, no falta algún confianzudo que quiera
aprovecharse.
Llegan también los llameritos en grupos de 6 u 8 entre hombres y
mujeres. Ellas visten pollera gruesa de bayeta de lana de carnero, blusas
blancas y sombreros del mismo material; atada a su espalda llevan una lliclla o manta, en cuyo interior hay
una cunita de carrizo con una muñeca; y atada a su cintura llevan una
pelota de lana, cuyas fibras van entorselando en su Pushka ó rueca, mientras
danzan.
Los hombres, waraka ú honda en
mano, visten pantalón grueso de jerga, saco y
sombrero de lana, en su lliclla cargan manojos de i’schu.
Al son de una tinya o tambor
chico golpeado con un palito, “ tin tin tin tin tin tin tin”, y al ruido de sus
ojotas de cuero de llama, formados en círculo, bailan su tonadita y cantan
““...huascarereson, huascarereson...”,
levantando sus pies, dando
vueltas a derecha e izquierda, dejando ver el cuero de carnero lanudo atado a
sus tobillos
El inicio de la fiesta se anuncia con una andanada de camaretazos. Las
camaretas son vasos de bronce de 10 pulgadas de altura, 3 pulgadas de ancho y media
pulgada de espesor. Son llenados con una capa de pólvora, una capa de guano
seco de burro y otra capa de tierra con piedrecitas, y apisonados fuertemente;
por un hueco de su parte baja, sobresale la mecha.
Retumba el espacio con las explosiones de la camareta y cohetones,
mientras se lanzan los globos de papel cometa al cielo. ¡ El repique de
campanas anuncia que la fiesta ya está aquí !
Las tropas de Huaylías y de llameros bailan al son de sus tonadas en la
entrada del pueblo y la multitud se dirige a la plaza. Por ambos lados del
camino las tolderas de las vianderas muestran sus típicos potajes, y las tolderas de cantinas toda
clase de licor. Los quenistas, arpistas, violinistas, y charangueros, hacen cantar
y bailar a las paisanas. Entre los feriantes quién más, quién menos, se disputan
a los músicos.
El día de víspera, las huaylías, llameros y devotos en general se
acercan a la puerta de la iglesia a saludar al niño Jesús cantando, cada cual
mejor, sus propias tonaditas. En el interior se alza la voz del tayta cura exponiendo
su prédica, apagada a veces por el retumbar de los camaretazos y cohetones. En
las calles están los comerciantes venidos desde Puno, Arequipa, Huamanga, y otros
lugares, con ponchos, alforjas, tintes, agujas, hilos, monturas, zapatos,
polleras, faldas de Castilla, camisas de seda, vinos de Buena Vista, Pisco etc. etc.
Muchos poblanos aprovechan esa fiesta para vender comida a los viajeros
y alfalfa para sus animales. Mamá preparó una olla de picante de trigo y mandó
a mis hermanas a venderlo, con resultados negativos, solo vendieron por el
valor de tres reales y el resto se lo comieron.
Ya en los últimos días de la feria, algunos comerciantes fían sus
mercaderías hasta la próxima Feria del Señor de Lampa, celebrada en el mes de
junio. Mamá aprovechó de tomar unas cuantas varas de tela del muy conocido
mercader cotahuasino Manuel Fernández, para confeccionar nuestros vestidos.
FEBRERO ÉPOCA DE LLUVIAS TORRENCIALES
En febrero de 1924, había mejorado un poco nuestra situación económica.
La época de lluvias favoreció la abundancia de cosechas, pastizales y de fruta.
Ante la proximidad de los carnavales,
los pobladores de las alturas de Chacaraya, Congonza, Pumaranra, bajaban
cargados de queso, carne de res, carneros, para intercambiarlos por duraznos,
calabazas, zapallos, yanacoles. Abuelo Juan de Lino, nos autorizó negociar con
los frutos de sus huertas.
Como jefe de hogar, nuestro abuelo que era muy católico nos inculcaba
diariamente las enseñanzas bíblicas. Era muy frugal en su alimentación, muy
modesto en su vestir, no iba a fiestas y siempre fue muy solicitado por la
gente, por sus sabios consejos.
En esa época las lluvias torrenciales cargaban el caudal de los ríos
Huampucjacja, Llamecho, Q’etaYacu y JaraJara, y a partir del mediodía se hacían
impasables. Por esto salíamos a las 5 de la mañana a cortar leña, pasto, a arrancar frutas, y nos
volvíamos temprano a sentarnos en la
cocina a escuchar al abuelo, Santa Biblia en mano, la explicacion de cómo es
que Dios Jehová creó el mundo, las estrellas, el sol, la luna, las plantas y
animales y también al hombre. La tía abuela Tomasa amenizaba la reunión con sus
pailas de mazamorra de durazno, y abundante tunas e higos en balays tejido de chichiclla; interrumpiendo
a cada momento, con sus bromas y chascarros de costumbre.
FESTEJO
DEL NIÑO EN NAHUAPAMPA
Después de la feria de Nahualta, el festejo del nacimiento del niño
Jesús continuaba en Lampa, Colcabamba y Nahuapampa. Justo del que voy a narrar:
En nuestro pueblo vivía
don Froylán Falcón, uno de los gamonales del lugar, con su señora María
Rodríguez. El 10 de Enero organizó en su casa el nacimiento de su niño Jesús. Los
vecinos y amistades de pueblos cercanos asistieron a la fiesta, amenizada por
la orquesta compuesta de flautón, platillo y bombo, y las tropas de huaylías, huamanguinitos
y llameritos. En la víspera, los camaretazos retumbaron los cielos con bullicio
ensordecedor anunciando la alegría de la fiesta.
Después de cumplir con mis quehaceres, estuve cerca del grupo formado
por los mayores don Lázaro, Mariano Franco, Rosas Portugal, su hermano Mateo,
entre otros. Expectàbamos las huaylías de C’asiri, admirando la belleza,
tamaño, agilidad y blancura de esas lindas hembras, en esto uno de ellos dijo
“...C’asiri es un pueblo donde los hombres están impedidos de vivir entre
los 20 a
50 años, caso contrario se mueren pronto. ¿ Por qué?, se preguntó y el mismo se
contestó: ( la idea se ha trasmitido por
generaciones fanatizadas y supersticiosas) que cerca a dicho pueblo, casi al
pié del SaraSara, hay un cerro volcánico apagado, que es macho celoso y no
consiente a varones, por eso los
lugareños se pasan la mayor parte de su juventud viajando, trabajando en
la costa, y van solo unos meses de vacaciones. En cambio las mujeres se quedan
trabajando en las chacras, son grandes lamperas y desempeñan todos los trabajos
fuertes de los varones...”. Frotándose las manos, otro dijo: “...¿ entonces las
mujeres estarán botadas no ?...”, le respondió
“ ...¡ no que va !, conservan una lealtad absoluta a sus esposos, casi todas ya quedan embarazadas,
¡ y miren, que tales ancas, que tales tetas!...”. Al darse cuenta que yo estuve a su lado,
escuchando sus comentarios lujuriosos con suma atención, dijo uno “...wawallaywawa
caypim caranqui?..” ( ¿niñito aquí estabas?), el otro agregó, “...Ah Narcisocha alle wawa...” ( Narcisito
buen niñito), don Mariano Franco dijo “...cusa runaja churinmiqui, compadre
Agustimpa..” (claro pues, es hijo de un buen hombre, mi compadre Agustín.). Don Lázaro Falcón dijo, al verme un poco
intimidado “..jamuy majtillo ashuycamuay, taquiicapuay...”( acércate muchachito
y cántame). Le gustaba mucho un huaynito
que yo aprendí en Ocobamba, decía así:
“Llullu quillachay, warma
quillachay, cay wawa maquichallayman fahuachacaycamoy, habaspa sisachallampe
huywachacusjaiqui....” (
espumita de luna, tierna luna, vuela hacia mis manos de niño, te criaré entre
las flores de habas)
La esposa de don Lázaro se acercó a nosotros al oírme cantar el cantito aquél, y muy complacida me compró 5 centavos de pan.
Llegué a casa entre 9 a
10 de la noche, mamá y mis hermanos estaban dormidos profundamente, y no se
dieron cuenta cuando me acosté en mi cama. Antes de las 6 de la mañana me fui a
la chacra como de costumbre, y regresé temprano para ir a misa de 12.
Comenzó el preparativo en casa de don Froylán Falcón para llevar la
imagen del niño Jesús a la iglesia de Santa Cruz, que dista unos 600 metros . Eran casi
las 11 de la mañana, desde LomaPata se oía el repique de la campana, el
retumbar de los camaretazos y cohetones, la música de la banda tipica, los
cantos de las huaylías, la gente se iba a la Iglesia , yo también tras de ellos
.
MI PRIMERA TROMPEADERA
Encabezado por el “ tayta” cura, la procesión del niño Jesús ingresó a la Iglesia. Estuve devotamente
acomodado cerca al altar, en eso se me
acercó José Miranda y me dijo al oído “ te desafío a pelear”, le acepté sin
titubear pensando: “éste retaco no me aguantará un sopapo”. Salimos mientras el
cura leía el sermón, y nos fuimos al costado de la iglesia, donde estaban los
músicos. Arrimados a la sombra de los arbustos de jarajara, arrayanes y otros
árboles estaban otros pobladores. Entusiasmados de ver mi primera pelea, el maestro
Albino Navarro me hizo barra con su bombo, “bombombon, bombombon, bombon,
Narcisoja carajoooo..”, los demás gritaron “...abran cancha, abran canchaaa
señores...”, y raudamente se formaron en círculo alrededor nuestro. Frente a mi
contendor, calculé mentalmente que si peleaba agachado no recibiría un solo golpe en la cara. Me lancé contra mi
rival estirando los puños, pero me esquivó y me pateó en el trasero, fui a dar
de rodillas contra los matorrales de jarajara. Cuando iba a rematarme, intervinieron
los demás y me libraron de una masacre. Muy avergonzado oí interiormente la voz de papá “...¿ ya vas a correr donde tu
mamá, llorón carajo?...”.
En ese momento, terminada la misa, salió la procesión en dirección a la
plaza, atrás los músicos y al lado de ellos los demás muchachos con José, mirándome
burlonamente con su sonrisita cachacienta. Me entró fiebre de 40 grados.
La procesión con rezos y cánticos del gentío pasó cerca de la casa de don
Rosas Portugal; traspuso el desvío que conduce a Nahualta, y entró al camino
ancho de LimónPampa en dirección a la
plaza.
Una idea fija me retumbaba el cerebro “...pelearé, pelearé, pero esta
vez sin agacharme, aunque reciba golpes
en mi cara...”. Intempestivamente me acerqué frente a José y con la mirada en
alto le crucé con mis puños en la cara, saltó como una fiera, nos apartamos un
poco de la procesión, la gente haciendo ruedo,
grito “ cancha, cancha, abran
cancha” . Seguí con mi estrategia tirándole los puños con la vista alta, sin
agacharme, uno de esos le cayó en la nariz y le hizo sangrar. A la espera de su furiosa reacción, con gran alivio
para mí, lo vi acobardarse. Al ver esto el maestro bombero don Albino dejó solo
al Flautín y gritando “...¡Alle majta Narcisucha!...” me hizo
fiesta con su bombo, “...bómbombom, bómbombom, bómbonbom...”, también se
contagió el maestro platillero “...chállchallchall, chállchalchall..”, “...alle
majta Narcisucha...” ( guapo muchacho Narcisito). ¡ Cuánto me gocé con el
desquite !.
Por entonces José era el matoncito más respetado de la ruta. Decían que
había masacrado en los bajíos de Sipia-ViñaPampa- al afamado peleador Nicanor
Neyra de Colcabamba, en ocasión que fueron
por leña, y le había sacado un diente de un solo puñete. Desde ese momento fue el mejor…...hasta
que perdió conmigo, ¡ con el puñete que le dí en su nariz …… de
chiripazo !.
Llegamos a la casa de don Froylán, la gente se quedó, yo me fui a casa,
ese día terminaron los festejos del niño Jesús en Nahuapampa.
PREPARATIVOS
DE CARNAVALES
Desde Enero empiezan los preparativos de carnavales. Las familias
alistan el trigo cosechado, o lo compran por arrobas, media arroba, un
cuartillo, y lo llevan al molino para aprovisionarse de harina. En Nahuapampa tenía
su molino don Samuel Acuña, ciego desde los 25 años de edad, sin embargo qué
bien lo administraba sólo sin ayuda. En Nahualta tenia un molino don Juan
Berrocal; en Marcabamba don Pedro Vidal Cuadra, dos molinos. A pesar de haber 4
molinos en nuestra ruta, durante los meses de enero y febrero no se daban
abasto para atender a las poblaciones de Pararca, Pauza, Rivacayco, Huataca.
Estos molinos hidráulicos accionados con la fuerza del agua de rio, eran de
accionar lento.
2 semanas antes de las fiestas
carnavalescas todos los muchachos íbamos a recoger leña para el horno donde
cocinarían los bollos de manteca y los bizcochuelos de huevo y almidón de
ach’ira. En Nahuapampa habían 2 hornos, el de doña Andrea Neyra y el de doña
Asunta de Falcón, donde todas las familias del pueblo concurrían a amasar y hornear.
Después de acumular leña suficiente me iba a ayudar en la preparación
de bizcochuelos que se hace con huevo batido, azúcar, almidón de ach’era y
cañazo. A los huevos les hacía un pequeño agujero por donde vaciaba su clara y
yema a las tinajas del batido, con cuidado de mantener el cascarón intacto. Después
de llenarlos con agua, cochinilla y polvos de distintos colores, los lanzaba
como proyectiles,contra los carnavaleros de las tropas de huayllachas, dejando
a los compadres y comadres hechos unos verdaderos payasos.
HUAYLLACHADA EN NAHUAPAMPA
Los días jueves, viernes y sábado era el preludio de la fiesta
carnavalesca y el domingo el día central. Se celebraba con vinos traídos de
Cháparra, con el rico cañazo de Majes, abundante carne de res, de gallina,
cuyes. Era época de prosperidad y abundancia del maíz, papas, habas, carne y queso fresco.
El punto de reunión MachayPunco ó HuayjoPampa, a la orilla del río
Huampucjacja, a la entrada de Nahuapampa, eran los puntos centrales de reunión.
Por aquel año 1,925, llegaron varios hijos del pueblo desde Lima, entre ellos,
Mateo Portugal, Víctor Portugal, Benicio Portugal, Rosas Portugal, Pedro
Enciso, Pablo Canales, José Hoyos.
A las 12 del día del sábado empezaron a disfrazarse, don Rosas Portugal
representó a Ño Carnavalón con sombrero de tarro, smoking ó frac con parches y
remiendos de diferente colores, ojotas, un rabo lanudo, con un par de cachos
que sobresalían por 2 orificios del sombrero. Su esposa lo representó don Pablo
Canales, su pollera la hicieron con un poncho viejo y le amarraron en la
barriga varios trapos viejos para que parezca embarazada y la montaron en un
burro adornado con flores. Don Víctor actuaba de secretario con un grueso libro
bajo el brazo; todos los acompañantes estaban pintarrajeados y embriagados con
harto cañazo de majes.
Al son de la quena, violín y bombo, y al estruendo de cohetecillos visitaron las familias, casa
por casa, preguntando por los fallecidos,
por los niños, por las infidelidades, los daños y el ganado nacido, durante el
año anterior, cuyo inventario iba registrando el secretario en su grueso “código
civil”. En cada casa eran agasajados con cañazo y chicha. Cuando entraban a las
5 de la tarde a la plaza principal, comenzaba oficialmente la huayllacha. Iban llegando las tropas de compadres
y comadres, danzando al son de la quena
y violín, las mujeres cargando los odres de cañazo, los hombres emponchados,
con su infaltable botella de cañazo en el bolsillo trasero del pantalón. Ni la
lluvia torrencial, ni los charcos de fango, que embarraban las piernas de
hombres y mujeres les disuadía de cantar la
alegría de sus tonaditas:
“...Parachcachumjas, chicchicachumjas, cunan punchau carnavalespe,
cuyay compadrehuanme causacuchcani...” ( así llueva, así truene ó nieve, hoy es
carnaval, con mis queridos compadres amamos la vida ). “...Pututum, pututum,
putum...”, sonaban sus zapateos hacíendo secar los charcos de agua del camino.
Pasó lunes carnaval. El martes “juego”, así llamado por ser el último
día de carnanaval, se unificaron en la plaza principal todas las tropas de
Huayllachas para el despacho, cantando al unísono las tonadas antiguas. Los
fiesteros cargaban al hombro sus cayhuis con piernas de carnero, huevos,
choclos, bollos, bizcochuelos, sus botellas de cañazo atados con una soguilla.
Los niños nos divertíamos lanzándoles cascarones de huevo con agua coloreada.
EL SELLO DEL ARREPENTIMIENTO
El día miércoles de ceniza, los pobladores, resaqueados por la borrachera
de los días anteriores, tenían que oir misa en Lampa, para arrepentirse de los
pecados cometidos. Era costumbre que, finalizado la misa, el sacerdote se
paraba en la puerta principal de la iglesia e iba marcando con un sello pequeño la frente a todos
los feligreses, según decía, para el control de los arrepentidos.
Pero ésta ocasión ocurrió algo
insólito, cuando el cura empezó con su acostumbrado acto, observó que todos sus
feligreses tenían la marca en la frente. Muy alarmado les preguntó que había
pasado, contestaron que su ayudante era quien les puso el sello a la entrada
del pueblo, el cura dijo no tener ningún ayudante.
El mentado “ayudante” había sido un tal Alfredo Grados, muchachón
inquieto, ateo, recientemente llegado a Lampa con nuevas ideas aprendidas en la
ciudad capital. El cura muy molesto, llamó a todos los sellados para
confesarlos y limpiarlos del pecado “cometido involuntariamente”.
En lo que respecta al tal Grados lo excomulgó; pero éste siguió su
campaña contra “...el engaño de los
curas y de las beatas fanáticas, a quienes con tanto fervor religioso las
habían hecho parir. Tal el caso del Frayle Garibay, tuvo hijos en Colcabamba,
el cura Cuadros en Lampa, el Cura Lara en Pauza, y así sucesivamente en toda la ruta; los
curas son diablos con falda de mujer, donde hay uno encontraremos hipocresía,
falsedad, explotación...necesitamos una rebelión de todos los oprimidos”.
El excomulgado desarrollaba ante el pueblo, en cualquier momento y en
todo lugar, estas ideas muy fuertes, en los cuales había mucho de verdad. Los
jóvenes oíamos cautivados, sin asentir de boca para afuera, pero los mayores se
persignaban y se retiraban muy molestos, lanzando maldiciones contra este
perversor de la juventud.
Después del miércoles de ceniza, el siguiente domingo es llamado “de
tentación” que se inicia realmente el sábado en la noche hasta el amanecer. En
esta ocasión, los grupos de huayllachas están mayormente conformados por
jóvenes enamorados, que al son de sus quenas, charangos, violines, cantan
coplas en las que se juran amor para toda la vida, se ofrecen los mejores
tesoros de la tierra, ó se burlan del amor despechado, se amanecen y terminan
revolcándose en algún maizal, ó entre piedras y enrramadas. Así terminaba la
fiesta de carnavales repetida años tras años, de generación en generación.
PASTORAS Y MÚSICOS ENAMORADOS
Por los meses de enero, febrero y marzo las lluvias torrenciales. verdean
los cerros que rodean las moyas ó echaderos de pastos naturales de
I’schumachay, Jorihuayrachina, Soras, Yanamachay. Los pobladores de Colcabamba,
Nahuapampa y Marcabamba subían sus vacas lecheras a ese lugar a forrajearlas y
preparar queso en abundancia. Esta tarea era asignada generalmente a las hijas
de entre 16 a
20 años, y los enamorados subían entonces los días sábados llevando pan,
azúcar, cañazo, quena, mandolina, charango, guitarra, violín. Se la pasaban
todo el santo día cantando, bailando y revolcándose en los pastizales, bajo el
cielo de nubes negras, con el brillo del relámpago y el retumbar de los truenos
en los cerros. En ocasiones, las lluvias caían sin interrupción día y noche, los
pastizales empezaban a podrirse y los cascos de las vacas se ponían gelatinosos
Desde esas alturas podían divisarse en la otra banda del río
HuancaHuanca, los picachos más altos de AuquiHuato, Solimana, Coropuna y
Pojpoja, apus tutelares de los pueblos de Colta, Oyolo, Corculla, Ushua. Cuando
amanecía sin lluvia, el manto azul transparente del cielo y la naturaleza
desplegada a nuestros pies, nos daba la sensación de ser amos y dueños del
Universo.
En el pueblo estaban en plenos preparativos para el festejo de semana
santa, que va del miércoles de ceniza a domingo de pascua de resurrección ó
pascua florida.
DOMINGO
DE RAMOS EN LAMPA
En el distrito de Lampa la semana santa era festejada con mucha devoción
y recogimiento. Al “tayta” cura, como ministro de Dios, con potestad de
perdonar los pecados, se le besaba la mano en señal de respeto. Cierta vez, un
sacerdote francés que pasaba por la parte alta de nuestra casa, en direccion a
Nahualta, fue avistado por mi tía abuela Tomasa, quien corrió apurada al huerto,
arrancó algunas flores y fue a su encuentro. Besándole la mano dijo “...señor padre, por la premura del tiempo no
puedo obsequiarte otra cosa que este ramo de flores...”; “...hija mía, las
flores son para Dios y los santos, “ ¿ no habrá para mi huevitos, quesitos, carnecita’…..
de todas maneras, tu voluntad es mucha, Dios te lo pague...”. Y se fue
dejándole una tarjeta que a la hora de la cena nos leyó abuelo Juan de Lino,
entre otras cosas decía “...Dr. Anselmo...” , era su nombre en español.
Pasados los días de cuaresma seguía el domingo de ramos, que se celebraba
con mucho fervor religioso. Para esto los poblanos de Huataca, traían la imagen
en yeso de San Ramón; en el trayecto se aunaban a la caravana, los de Sequello,
Vilcar, Marcabamba, Nahuapampa, Nahualta, Colcabamba. En la entrada de Lampa,
en Juchihuañuchina montaban al santo en un burro
adornado especialmente con flores amarillas. Ahí se congregaban el cura, su
sacristán, las beatas, las cantoras, zahumadoras, los músicos, los principales
y autoridades del distrito; un poco atrás los poblanos de Chacaraya, Chaycha, Congonza,
Rivacayco, Cjascjara, Saurejay y otros.
En una ceremonia simbólica, el gobernador de Lampa ungía a los varayojs
de Saurejay -pueblo de indígenas muy humildes- como la suprema autoridad, con
potestad de imponer, con sus bastones de chonta y empuñadura de plata, orden y
disciplina durante toda la semana santa, sea quien fuere el infractor: anciano,
joven, hombre, mujer, peón ò terrateniente, sin excepción alguna.
Cumplidas todas estas formalidades, al retumbar de camaretazos y
cohetones, bajo la férrea disciplina de los varayoj, se dirigían por la calle
principal, rodeaban la plaza; y en la puerta de la iglesia bajaban a San
Ramón del burro y lo conducían en hombros cerca del altar del Señor de Lampa.
En su sermón, el cura explicaba que Jesús hizo su entrada a Jerusalén en la
misma forma.
Terminada la misa, los de Lampa y anexos cercanos -Sacraca, Colcabamba,
Nahuapampa, Marcabamba, Sequello- volvíamos a nuestras casas, excepto los de pueblos
más alejados, como Rivacayco, Saurejay, Chacaraya, Huataca, que se quedaban hasta después de semana santa.
Finalizadas las celebraciones, los de Huataca se llevaban a su taytacha
San Ramón y su burro, asignado
exclusivamente como su cabalgadura, que era respetado como al propio santo y
tenìan prohibido ponerlo a trabajar en otras tareas, aunque fuera dañoso, y se
forrajeara en los cercos ajenos….. porque para ellos era ¡ un burro sagrado !
TROMPEADERA EN SEMANA SANTA
Lunes santo: muy de
madrugada todos los muchachos íbamos a forrajear a los animales y traer leña
hasta 10 de la mañana, después estaba prohibido, y únicamente podíamos
dedicarnos a hacer penitencia y prepararnos para asistir a la misa de 6 de la
tarde en Lampa. A esa hora, en el templo repleto, los fieles, “con cara de
perdóname”, escuchaban al tayta cura, rememorar los pasajes del evangelio sobre
el hijo de Dios, traicionado y crucificado a causa de nuestros pecados. Lloraban
los hombres, lloraban las mujeres, tambien
los viejos y los niños.
Terminada la misa, el gobernador del distrito y los teniente-
gobernadores de los pueblos anexos, se adelantaron a la salida de Lampa en el
lugar llamado Juchiwañuchina, a bloquear el paso de la gente, con el objeto de
realizar la costumbre antigua llamada “Takanakuy”.
Tomaban un muchacho, otro de cualquiera de los anexos, los ponían
frente a frente para calcular su tamaño y complexión y daban por aceptado el desafío
gritando a su vez “...¡ cancha, cancha galluchapaj...” ( ¡ abran campo para mi gallito ! ). La
gente se arremolinaba formando un círculo, las mujeres se acomodaban sobre unas
piedras, en la parte alta, para ver mejor la pelea y gritar mejor sus calificativos
“..¡ .Viejuñan chay majtachaja, majarucunja, cay ocjtareque huahuarajme !...” (
sáquenlo, sáquenlo, ese rival es viejo ya, lo va a matar a su contendor que es aún bebito ).
En pleno griterío de la gente, los contendores se agarraban a puñete limpio
hasta quedar uno solo. A mí me tocó con un tal Salomón Falcón, nos dimos duro y
parejo. Algunos hombres mayores también se desafiaron. En la noche sonaban los
puñetazos ...¡ chas, chas, chas !..., los gritos de las mujeres “ ...¡ papay…..
huañuchinja... amayquiña !...” (
pobrecito lo van a matar, ya no, sepárenlos ). Terminada la pelea, los
galluchas ensangrentados y cansados, con la respiración jadeante, recibían el
aplauso del público y autoridades Las exclamaciones de las mujeres eran ahora: “...bravomiqui
casja cay majtacha...” ( muy bravo había
sido este muchachito ) .
Durante
3 horas seguidas, hasta casi 11 de la noche, duro la lucha, al cabo del cual
empezamos a retirarnos a nuestros pueblos, muchos con los ojos tapados, los
labios hinchados y las muñecas torcidas de tanto puñete lanzado. Unos alabando
su triunfo, otros justificando su derrota con algún pretexto.
A
medianoche llegando a Trenzanapampa, a la entrada de Colcabamba, se repitieron
los desafíos y nos trenzamos a golpes con los colcabambinos, durante casi una
hora. Los de Nahuapampa, Nahualta, Marcabamba, seguimos la marcha, y en
Huayjopampa cruzando el río continuó la pelea durante 2 horas más. Eran casi 3 de
la madrugada cuando nos separamos, había que dormir un poco para ir temprano a la chacra.
UN
CAMPEON SIN RETADOR
Martes santo: la concurrencia a la iglesia
de Lampa, para el sermón de las 6 de la tarde fue enorme. Había venido más
muchachada desde todos los pueblos anexos, más por pelear que por rezar.
AL
cabo de 2 horas de duelo y llanto por el vía crucis del Hijo de Dios, la
muchedumbre se lanzó nuevamente a Juchihuañuchinapampa, a la salida del pueblo,
rodeando a los guapos luchadores, azuzándolos, vitoreándolos, solidarizándose
con los más débiles.
En
esta ocasión le tocó pelear a mi hermano Moisés con Isaac Heredia de Colta, ¡
qué tal pelea !, se dieron de alma, se taparon los ojos, se rajaron los labios,
con las manos hinchadas, bañados en sangre no se rendían. Las autoridades
entraron a separarlos. Fue la pelea más colosal que se vió en esos tiempos.
Coincidentemente,
esa noche se encontraba el lampeño Juan Luna llegado recientemente de
Lima-capital. De él decían que era licenciado del ejército, experto en box. Se metió
al ruedo gritando “..algún gallo para mí...? Ajaa? Ajaa?...”, nadie………todos se miraban
atemorizados. Se quitó el saco, se remangó su camisa, y con los puños en alto empezó
a dar vueltas en el ruedo, miraba desafiante a uno y otro, escupía al suelo,
lanzaba sus puños velocísimos contra el aire, parecía un verdadero gallo de
pelea, además era un licenciado militar, nadie se animó. Don Teófilo Acuña,
teniente gobernador de Colcabamba, rogaba que entren al ruedo, a uno.......a
otro, nadie quería, ¡…se enfrió la fiesta….!. Nosotros nos retiramos con el ánimo
por los suelos, muy desalentados, en cambio los lampeños se quedaron alardeando
la valentía de su “gallo licenciado”.
Los de Nahuapampa, Nahua Alta y Marcabamba que
nos dirigíamos al sur, al pasar por Trenzanapampa, como era acostumbrado,
recomenzamos la pelea contra los colcabambinos. Esta vez me tocó intercambiar
golpes con el capo de ahí, Nicanor Neyra, a quien con una andanada de golpes
bien colocados, le quité toda su guapeza. Siguió la pelea entre otros muchachos,
cuyos nombres no recuerdo, y en la amontonadera de gente, chocaron don Pedro
Enciso de Nahuapampa con don Francisco Velasco de Marcabamba, jóvenes recién
llegados de Lima-capital. Se gritaron, se insultaron en castellano, en quechua,
y al no soportarse más, se fueron a las manos. La gente se formó de inmediato
en ruedo, empujó a los contendores al centro y empezamos a gritar “....¡ canchaaa,
canchaaaaa para mi gallooo !....” . Los contendores se quitaron sus sacos y
empezaron a fintear como los gallos de pelea, pero el encuentro no demoró mucho,
porque Enciso, que manejaba los pies como garrotes, con un par de “chalacazos”
(palabra limeña que desde ahí aprendimos a respetar) tumbó a su contendor y terminó la pelea.
Seguimos los restantes a Huayjopampa, ahí peleó
Alfredo Prado con uno de Marcabamba; serían casi 3 de la madrugada, yo y 2
muchachos más nos fuimos a nuestras
casas, otros más tozudos continuaron la pelea.
PROCESIÓN
JATUM CALLE
Miércoles Santo:
La asistencia de los parroquianos fue mayor que los días anteriores porque había
doble procesión conocida como JatumCalle.
A las 8 de la mañana se reunieron todas las
autoridades, también los varayojs, bajo la presidencia del gobernador de Lampa,
con el objeto de recordar a todos, las obligaciones a cumplir en los últimos
días de semana santa y, de paso dar reconocimiento de autoridad a los
sub-alternos de los anexos de Lampa. Terminada la reunión todos salieron a
limpiar la plaza y las calles y dejarlas expeditas para la procesión de JatumCalle.
A
las 6 de la tarde salió la imagen del Señor por la puerta principal de la iglesia;
simultáneamente, la imagen de la Virgen María salió por la puerta falsa, sus cargadores
avanzaban coordinadamente para que se produzca el encuentro de ambos en la
plaza principal. Pero antes de este encuentro, cuatro hombres condujeron el
anda chica de San Juan Bautista hacia la imagen del Nazareno, lo inclinaron en
señal de respeto y adoraciòn, luego fueron al encuentro de la anda de la virgen,
repitiendo los mismos gestos. Esto rememoraba el pasaje de la Escritura , en que
Cristo encomendó al santo la misión de
ser el depositario y escritor de lo ocurrido entre el cautiverio y la
crucifixión. Estos encuentros se producían a la luz de los cirios, en medio de los
canticos, exclamaciones de adoración, llanto de los arrepentidos, y el humo del sahumerio. En algunos momentos los
varayojs tenían que imponer orden y castigo con sus bastones de chonta con
empuñaduras de plata, sin misericordia de nadie.
Ingresada la procesión al templo terminaba la ceremonia JatumCalle
¿NO
HAY GALLO PARA MI GALLO?
Ni
bien entraron las imágenes al templo, todos, poblanos y autoridades de Lampa y
anexos, pegamos la carrera a Juchihuañuchinapampa - “...¡ nadie pasa más allá
!...” - a ver si se presentaba un rival.
Rápidamente se formó el círculo de gente, las mujeres se ubicaron sobre las
piedras de la parte alta, y se hizo ensordecedor el griterío. Había naturalmente
más interés que otros días porque no se encontraba un contendor para el
licenciado. Los lampeños llegaron en ese momento capitaneados por Juan Luna,
quien se metió al centro del ruedo gritando “...canchaaaa, canchaaa,
canchaaa,...”, con sus puños en alto, desafiándo y empujando a uno y otro, , ¡
nadie se atrevió !. Daba vueltas de vueltas en el centro del ruedo como un toro rabioso,
las mujeres comentaban“...Huac soldado runaja huañujpaypas tacarucunman, amayqui
tacanacoychicchu, huac fiero runajas...”( ese soldado puede matar a golpes, no
se atrevan a pelear con él, es muy fiero ).
Hubo
muy pocas peleas esa noche, y ningún desafiante para Juan Luna. Bajamos a
nuestros pueblos muy desalentados, sin ganas de
comentar ni de pelearnos en el trayecto.
Jueves santo: Mas que por la rememoración
del vía crucis, la gente acudió a Lampa para saber si habían encontrado el rival
del lampeño. ¿ Tan temible e imposible de vencer era? se preguntaban todos. Ese
día la gente se limitó a orar en el templo aparentando que Cristo se encontraba
enfermo. Acabó la oración a las 8 de la noche y todos corrimos nuevamente a
Juchihuañuchinapampa, al instante llegaron los lampeños y por delante el
soldado invencible, gritando si había contendor, no se consiguió.
Viernes Santo: Más temprano que de
costumbre, desde las 3 de la tarde empezó la celebración con el sermón de las 7
palabras, que duró 3 horas. En pleno sermón sin importarnos que estábamos en el
templo, en voz baja, cuchicheando, nos preguntábamos unos a otros, si se había
encontrado al contendor del bravucón Juan Luna, “...manarajmi...”, “...manan...”, “...ni Ucpas...”, eran las
respuestas, con las cuales crecía el desaliento y nerviosismo entre los
vice-parroquianos; en cambio los lampeños, al observar nuestra preocupación nos
miraban con su sonrisita cachacienta.
LOS SANTOS VARONES
Leída
y explicada la “sétima palabra” del sermón, se escenificó la agonía de Cristo
en el interior del templo. 4 hombres vestidos con blusa blanca, manta celeste
cruzada en los hombros, pantalón negro y boina blanca, salieron de entre los
feligreses con una escalera y la colocaron tras de la imagen del Señor de
Lampa; eran los llamados “Santos Varones”. En este momento los fieles apagaron
sus velas quedando encendidas únicamente las que rodeaban la imagen. Uno de los
santos varones subido sobre la escalera tomó la soguita atada a la cabeza de
Cristo, la levantó y bajó, repetida y suavemente. Cuando el cura exclamó “...hermanos, Cristo
agoniza...”, la gente dio gritos ensordecedores de dolor “...taytacha wañuschkam waaayyy
waaayyy waaayyyyy...” ( Dios está agonizando ay ay ay ay…). Las mujeres
lloraron, los niños al ver llorar a sus madres, sin comprender el motivo, también
lloraron, y los varayoj se autodisciplinaron fieramente con sus propios látigos.
Cuando
empezaron a sacudir y quebrantar unas ramas secas el cura dijo “..Cristo
muere...” y la muchedumbre gritó “..taytanchikta wañuschkan..” ( nuestro señor está
muriendo). Cuando el cura explicó “….por eso tiemblan los árboles y las
plantas...” se oyó nuevamente el clamor
dolorido de la gente. En ese momento apagaron todas las velas, para
significar que el sol se oscureció, en duelo por la muerte de nuestro Señor
Jesucristo. Terminado el acto prendieron
nuevamente las velas y uno de los santos varones, subido a lo alto de la cruz,
golpeó suavemente la parte alta con un martillo, imitando el desclavamiento; se
volvió a oir nuevamente las exclamaciones de dolor y de arrepentimiento de la
muchedumbre. Finalmente, los santos varones bajaron el sagrado cuerpo en unas
sábanas blancas, lo colocaron en una urna y salieron todos en procesión hacia
el calvario, situado en la parte alta de la entrada de Lampa. En las 4 esquinas de la plaza habían alfombras
tejidas de flores de distintos colores. Toda esa noche velarían a nuestro Señor
en su capilla.
¿
HAY GALLO PARA JUAN LUNA ?
El ingreso
de la procesión a la capilla de
Calvario, tuvo pocos acompañantes, ya que
la mayoría nos fuimos corriendo como manada de carneros, con silbidos
ensordecedores a Juchihuañuchinapampa, para averiguar si ya habían encontrado
contendor para el soldado Juan Luna, que era lo que tenía en zozobra a la gente,
durante toda la semana.
Llegaron
los lampeños y se colocaron en sitios preferenciales, y como de costumbre, el guapo
licenciado Juan Luna se metió al centro del ruedo, se levantó las bastas del
pantalón, se remangò la camisa, y desafió“...¿a ver ese gallito para mí?...¡ a
ver ! ¡ a veeeer !”.
El
teniente gobernador de Colcabamba don Teófilo Acuña, que en paz descanse,
rogaba a uno y otro, hasta ofreció pagarles, nadie se animaba.
En eso distinguió a un tal
“Huence”- Wenceslado Anampa de las alturas de Chacaraya, de unos 22 años,
estatura de un metro 70 más o menos, con aspecto de borrego manso- le preguntó
“...¿tacaycuwuajchu kay soldadotataj?...” ( ¿pelearías con este soldado? ), la
respuesta fue inmediata “...arii dun tiofelo...”. Al escucharlo las mujeres
trataron de disuadirlo atemorizadas, “..amayqui, amayqui yau altoruna, mana takaytas
yachaj” ( no, no te metas indio de las punas, tú no sabes lo que es pelear).
Pero éste ya se había quitado su ponchito, y pudimos observar su saco muy
ceñido y corto para él, la manga le quedaba en el antebrazo, y el faldón no le
llegaba a la cintura, daba risa su saquito; pero en vez de quitárselo se lo
abotonó mejor.
El guapo soldado reclamó muy airoso “...canchaaaa, canchaaaa..”; a
todos se nos suspendió la respiración, las mujeres seguían con su “..huac pobre
runata huañuchinja, soldadomiqui huac plagaja..”( pobrecito lo va a matar, el
otro es un soldado curtido pues ).
Don Teófilo los puso frente a frente, el guapo comenzó a bailar delante
del muchachón lerdo, puños en alto, mirándole a los ojos fijamente, queriendo amedrentarlo;
durante un minuto estuvo revoloteando
como una mariposa a su alrededor, parecía un luchador experto. En eso el tontón “ Huence” le calzó un potente puñetazo
en la mandíbula. Todos vimos al soldado Luna levantarse del suelo 2 metros , y luego caer pesadamente al suelo. Al levantarse
tambaleante, antes que reaccionara, recibió otro puñetazo en el pecho que lo
hizo rodar como una pelota, tumbando en su trayectoria a sus hinchas lampeños.
Ahí terminó todo para él, porque ya no entró mas al ruedo, seguro tuvo
vergüenza. En cambio a “ Huence” lo levantamos en hombros.
A los gritos de “...¡ viva el Perú ! ¡ vivaaa!...” salimos al camino
todos los del sur. Con gritos de alegría, risas, fanfarronadas, y canciones, llegamos a TrenzanaPampa donde ya
no hubo pelea. Mas bien en la plaza de Colcabamba se organizó una fiesta en
homenaje a nuestro heroe, el ganador de la pelea. Se armó la música, don
Teófilo con su flautón, Sergio con el bombo, don Abdón con los platillos, y don
Felipe con el violín; siguió la jarana todo el día sábado. El caso fue muy
comentado durante mucho tiempo.
TESTIGO DE UNA INFIDELIDAD
La imagen del Señor pernoctó en la capilla del Calvario y al amanecer
del sábado santo, la procesión lo devolvió
a su iglesia cantando el aleluya.
Desde la media noche hasta el
amanecer del domingo, todos los feligreses de los pueblos vecinos vinieron
a la misa de Resurrección, de Pascua
Florida, de tal manera que las calles de Lampa estaban repletas de gente. En
las cantinas no cabía un parroquiano más, brindando con el rico cañazo de majes
y el “sopanvino”, que consiste en pan con azúcar rubia remojado en un vaso de
cañazo. En las tiendas se vendían las ricas empanadas con carne de chancho. A
las 9 de la mañana se podían ver hombres tirados en las calles, a su lado, la
fiel esposa también borrachita, “durmiendo la mona”; otros seguían bailando,
cantando; otros buscando pelea.
Tía abuela Tomasa ( ella siempre muy ocurrente ), nos contaba que justo
en un domingo de resurrección como éste, uno de Sacraca había contraído
matrimonio, y después de la ceremonia salió a la calle a comprar un cuarto de
trago, que esa época costaba 5 centavos. Hizo
un brindis y dijo con la entonación peculiar de los sacraqueños
“...Llánjachas cay soltero vidacháyaitajá lampacallepé
yánjachacochcani..”; es decir: “
vanamente he venido a perder mi
libertad en estas calles de Lampa..”.
Después de ver tantas cosas me disponía a regresar a mi casa, justo en
ese momento topé con don Pablino Canales, esposo de doña Domitila Franco,
estaba con una señora conocida como “Huejra Elena” ó “Huejra Celicha”, porque
era cojita. Me pidió que los acompañe, nos fuimos juntos; a la salida del
pueblo, compró en una tienda un mantel de empanadas y una botella de cañazo. Se
les notaba bien tomados y durante el trayecto iban bien agarraditos de la mano.
Cerca de Colcabamba, en el sitio llamado Escalera, nos desviamos del camino
grande por un atajo hacia Llamallo, medio kilómetro adelante había una pequeña
cueva, entramos y nos acomodamos en el suelo a comer las empanadas; ellos
tomaron como asentativo unos sorbos de cañazo.
Al darme cuenta de sus deseos de estar solos, les dije que iba adelantando y sin esperar respuesta
me salí. A llegar a casa, mamá me esperaba preocupada de mi tardanza, le
entregué las empanadas que yo había comprado en Lampa antes de salir y me acosté apenas
oscureció el cielo. La semana santa me había dejado el cuerpo adolorido.
Dormí tan profundamente que no sentí cuando doña Domitila, esposa de
don Pablo, estaba en mi casa haciendo escándalo, acusándome de ser el culpable
que su marido pasara todo el día con la Huejra Elena. Mamá
le había contestado que era imposible pues “...mi hijo vino temprano, en todo
caso le preguntaré cuando despierte...”.
Así
pues, al amanecer me preguntó si era cierto que yo era causante del adulterio
de don Pablo con la
Huejra Celicha. Le conté todo lo que pasó entre ellos;
además, le dije, son personas mayores hechas y derechas y yo nada podía hacer.
FIESTA
DE LAS CRUCES EN COLCABAMBA
Finalizada la celebración de semana santa, empezó en abril la cosecha
de maíz, habas, quinua. A la llegada del otoño, los árboles frutales empezaban
a deshojarse, y el caudal de los ríos disminuyó.
Por esta época mi tía abuela Tomasa preparaba “ Oxova chupi”, que es una sopa
con choclo molido, papa, habas verde y
huacatay molido, muy riquísimo.
El 2 de mayo era festejo de las
cruces en Lampa, el 4 en Sacraca, y el 6 en Colcabamba, donde justamente
ha tenido mayor arraigo y prestancia. Primero bajaban la Cruz del lugar CampanaHuajana
situado en las alturas. Sus devotos se encargaban de los preparativos: el
Alférez mandaba hacer misa, y los Mayorazgos contrataban a los danzantes de
tijera, que venían de Puquio, Huancavelica, Andahuaylas, con su respectivo
acompañamiento musical de arpa y violín. Los danzantes vestían pantalones ceñidos, blusón con flecos, calzaban
ojotas de cuero de llama ó alpacas; un sombrero grande en forma de cono
invertido, con adornos de espejos, le cubrìa la cara. De la nuca le salía una
tira de tela larga que, según creencia de la gente, era su rabo de diablo. Sus
tijeras eran de acero Solimana, forjado en fragua con hierro de ese Cerro sagrado.
Comentaban que, durante su baile al son de tijeras se introducían al arpa, que en
su cajón tiene 3 pares de orificios de
distinto tamaño, por uno, sacaba su cabeza de culebra, de otro, su cabeza de
zorro, y del tercero, su cabeza de diablo. También decían que al momento de la
danza, las gestantes debían espectar desde lejos, porque si se sentaban cerca,
el danzak les hacía unos gestos con sus tijeras, y las hacìa poner huevos como
gallina. Otros decían, cuando mueren los danzantes no los entierran en el
cementerio sino atrás ó al costado, con posición a la entrada del sol y boca
abajo; contrariamente a los entierros de los hombres comunes, que son
puestos boca arriba mirando a la salida
del sol.¿ Por qué ?. Porque tienen pacto con el diablo y hay que facilitarles
su camino al Infierno.
A su llegada, antes del inicio de la danza iban con sus músicos al
lugar alejado de Q`antiri, para el rito del “Pagapuy”, que es la ofrenda a los
“Apus”, ò cerros tutelares, con cañazo, coca, cigarros; la gente decía que se
iban a hacer pactos con el diablo. Bajaban por un camino distinto, para no
pisar sus huellas o las huellas del danzak contendor, y contaminarse; y en las
4 esquinas de la casa de su alojamiento,
hacìan otro pago, murmurando palabras incomprensibles. Cumplido este rito se vestían con otro traje y empezaban a
danzar chocando sus tijeras rítmicamente, al son del arpa y del violín. Así
danzando se acercaban a la
Iglesia , a saludar a Tayta Santa Cruz, que era velado en su
interior. Llegaban solamente hasta la puerta, donde hacían sus mejores pasos y
se arrodillaban, pero no lograban entrar, porque según creencia común, estaban
endemoniados.
El día principal de misa y procesión, les estaba prohibido acompañar.
Pero desde las 7 de la noche a 7 de la mañana del día siguiente, con la
concurrencia total de la gente, desarrollaban en la plaza todas sus habilidades
en el arte de la danza de tijeras. Los cargontes se ocupaban de repartir café, cañazo,
cigarro y coca para mantener animosos a los concurrentes. A esta hora las
casadas, viudas, y solteras iban a la
cocina a preparar la chicha y las
comidas, para los acompañantes a devolver la cruz a su lugar.
FIESTA DE LA SANTA CRUZ EN NAHUAPAMPA
En
Nahuapampa se festejó con menos pompa. El alférez y el preboste organizaron la
bajada de la cruz desde el lugar llamado AncapTiana, al retumbar de camaretazos
y cohetones. Al son del bombo de Albino Navarro y la quena de José
Prado la depositaron en casa de don Lázaro Falcón donde fue velado toda la
noche. Cada poblano llegaba con su par de velas y las iba colocando alrededor
de la cruz de madera, adornada con flores olorosas y coloridas.
En una de esas fiestas llegué con mis velas acompañado de doña Angela.
Al poco rato llegó Clotilde Miranda, hermana menor de Cleto, casi de mi edad, 13
años por lo menos, colorada, bonita, me miró y se sentó a mi lado. Agarrándome
del brazo me dijo “majtacha ocobambino”, me puse muy avergonzado, me retiré, también
se vino a mi lado, nuevamente trató de agarrarme, yo le pellizqué en la cara y
le dejé una marca que le duró hasta su muerte (muchos años después nos
encontramos en Lima, sentí vergüenza por lo que le hice, pero ella se reía divertida).
La dueña de casa, doña Juana de Falcón repartió ponche de maní y café. A los adultos
les dio además, pisco, cañazo y chicha, con lo que se animaban a contar sus aventuras de juventud.
EL BAILE DEL CABALLITO...DOS...TRES...
A las 8 de la mañana del segundo día las calles estaban repletas de
gente, listas para la misa. Al reventar de camaretazos, de cohetones y repicar de campanas se anunció la llegada del tayta
cura.
Terminada la misa la gente se reunió alrededor de los músicos, mi tío
abuelo Manuel Romero dijo “...en mis tiempos mozos acompañaba las fiestas bailando...caballito,
caballito, 2, 3, 2, 3, muchachos, al
compás de la música...”. Me picó la curiosidad y le pregunté como era eso del
caballito, “...ah! todavía tengo guardado mi caballito, como recuerdo de
aquellos tiempos, pero tú puedes bailar, claro!...”. Se levantó de su asiento y
fue a la casa, al poco rato trajo el artefacto. La cabeza era de chochau, ( tronco
del maguey) liviano, de unos 40 centímetros de
largo; el cuerpo, de unos 50 centímetros , estaba moldeado con trapos forrado
con cuero; las orejas eran del mismo material; pero su cola si era auténtica de caballo. Tío
Manuel lo colocó entre mis piernas, sujetó a mis hombros 2 puntas de su correaje y la tercera, que venía de la
parte de atrás la ató a mi cintura. Mientras lo acomodaba, me repitió la
tonadita y me pidió que lo cante moviendo mi cabalgadura. Yo muy gustoso, al
son del cantito, recorrí con mi caballo la casa donde velamos la noche anterior.
¡ Novedad para la gente !, don Lázaro Falcón, su primo don Alejo, hombres de
buen humor, empezaron a cantar e improvisar, recordando sus tiempos:
“ ...Huayjonten arnaj caballo ...mark’o, molle micoj caballo” ( caballo apestoso del despeñadero,
alimentado de hierbas amargas como el molle y el mark’o ).
El bombo, platillo y flautón ejecutaron un acompañamiento, yo bailaba
al compás delante y detrás de ellos, “montado en mi caballo”, por las calles durante la procesión,
también en la plaza y en la puerta de la iglesia. Fui muy estimado por la gente
todo ese día. Bien, al tercer día
volvimos a subir la cruz a su sitio, en Ancap’Tiana.
¿ QUÉ TONTO NO?
Terminadas las fiestas continuamos con nuestras actividades cotidianas,
el laboreo de la tierra para las
siembras, el oportuno riego de las plantas, el recojo de la cosecha, el forrajeo
de los animales.
Uno de esos días, serian 4 de la tarde, tía Tomasa me ordenó ir a
Nahualta a recoger la leche de la ordeña en su reemplazo,“...Nacho anda tú,
seguro que tía Ascencia debe haber ordeñado la vaca, recoge la leche...”. Nunca
podía decirle no, así que agarré un botellón lo metí en un costalillo y me lo
eché al hombro; salí de la casa disparado por T’araFalda, Haciendalfalfa, hacia
Jumpiña. Justo cuando iba a cruzar la chacra de don Delfín Huyhua sentí que
alguien me tomó de la espalda, al voltear ví a Clotilde, que en la noche
anterior del velatorio de la cruz, me estuvo mortificando. Me sujetó
fuertemente con sus brazos y dijo “...Cunanjà majtacha ocobambino manan sajewanquichu...” (ahora sí no te me escaparás, muchachito
ocobambino). Pude zafarme y corrí, me agarro del saco, solté el botellón, la sujeté de sus
trenzas y le tiré puñetes y patadas; la chica era mas fuerte, no me soltaba. La
arrastré unos 5 metros
y me volví a recoger mi botellón, otra vez me sujetó de los brazos. Yo estaba desalentado,
pero la muchacha que era muy fuerte, se reia, burlona y divertida- me dieron ganas de llorar. Así estuvimos
luchando casi una hora, pisoteando gran parte del trigal. En eso, apareció del
lado de Nahualta doña Rosa, esposa de tío Manuel, la chica recién me soltó diciendo
“algún día tengo que agarrarte”, “...cusicuy...”( alégrate pues,) respondí,
cogí el botellón y corrí. Al pasar a su lado, la señora me preguntó porque estaba
todo sudoroso, estoy corriendo porque se me hace tarde, le respondí
Llegué a Nahua Alta, tía Ascencia me esperaba, llené la leche en el botellón y sobre la marcha de
media vuelta, pero por otro camino para no tropezar de nuevo con la muchacha.
¿ Que tonto e inocentón no ?
FERIA
DE LAMPA.
Todo mayo duran los preparativos para la gran Feria de Lampa en
homenaje a Cristo Crucificado, patrón del distrito y todos sus anexos.
Es una feria regional en la que durante 15 días se realiza un intercambio
comercial por varios miles de soles de capital. Los de Mermaca traen peras,
higos seco, ponchos; los de Sacraca comercian sus famosos odres que fabrican
del cuero de chivos, muy solicitados para depósitos de cañazo y vino; los de
Colcabamba, Nahuapampa, Marcabamba, venden ponchos que preparan las mujeres y también
zapatos. De Sequello y Huataca famosos
curtidores y fabricantes de zapatos, traen cueros en cantidad; los de Rivacayco
y Pacapauza, muy hábiles en tejidos, traen las famosas apachas, chumpes,
llicllas con diseños incaicos y también las ollas en forma de huacos. Desde
Callpamayo traen lana de oveja, charque de llama, de carnero y de res; de
Uaphuacho sus chuños y papa riquísimos; desde Colta, Oyolo, Corculla traen
maíz, cebada. Desde Pauza traen las famosas alforjas y sus ricos bizcochos, en
cestas grandes de chicchiclla, cargados en las angarillas de sus burros. Desde Pullo traen
las más finas monturas, riendas ensortijadas de plata, los potros finísimos de
paso, esos que bailan marinera. De Pararca traen trigo; de CoraCora, Chumpe,
toda clase de ropa. Desde Caravelí llegan los ricos vinos, también desde
Cháparra, de la hacienda “Buena Vista” los mejores vinos. Desde Yauca las ricas
aceitunas. Los comerciantes de Puno traen las anilinas, las agujas, los hilos
de todo color, y compran todos los
ponchos tejidos por nuestros poblanos
Desde Huamanga llegaban los más grandes comerciantes comprando burros y
chanchos de un extremo del pueblo al otro extremo; traían para la venta,
charangos, cucharas, monturas, bridas, espuelas, platos de madera. Faltando 6
días para el domingo de Trinidad, en el extremo de Lampa, en el lugar llamado
Juchihuañuchinapampa, degollaban los chanchos para preparar los ricos
chicharrones.
Q’EROHAYLLY
En Lampa se celebra el domingo de Trinidad, con la costumbre conocida como Q’eroHaylly, que es la entrada de maderos de 25 metros de largo y 20 pulgadas de grosor
que traen los pobladores de Colcabamba, Nahuapampa, Marcabamba, Sacraca.
El sábado, un día antes del Q’eroHaylli, los devotos llamados altareros,
aprovisionados de botellas de cañazo, cigarrillos y una bolsa grande de coca van
a casa de vecinos y parientes, invitàndolos a
cargar los maderos. Como sello del compromiso, cada uno recibe una copa
grande de cañazo, cigarros y un puñado de coca. Al rato pasa el segundo
altarero por las casas, repitiendo la misma invitación, con su respectivo
brindis de cañazo, esperando verlos el domingo muy temprano. También se compromete
a las esposas e hijas para que ayuden en la cocina, y a los más jóvenes para
que traigan leña, y cumplan una serie de mandados.
Además, 20 días antes, los altareros organizaban con los pobladores una
Minga de recolección de leña para la cocina. A la noche iban llegando los
hombres cargando sus maderas secas, el devoto los esperaba con un pailón de “té
macho” , ( té caliente con cañazo) Con unas copas los visitantes se ponìan alegres
y entusiastas, y nuevamente salían a robar madera. Esa noche eran el terror de
las ramadas; grandes, chicas, frescas, resecas, las que encontraran a su paso eran
tumbadas a hachazos, y las llevaban triunfantes a casa del altarero para
recibir otra raciòn de “ té macho”.
Al amanecer, muchos agraviados iban a casa de los altareros a reclamar el
desmantelamiento de sus ramadas. El cargonte les pedía disculpas y les invitaba
el té macho. Con unas cuantas tazas en el garguero se olvidaban del agravio, y volvían
a sus casas muy satisfechos y contentos, es decir bien borrachos.
Primo Donato era muy comodón en estos andares, desmantelaba la ramada que estaba más a mano.... ¡ la de tía Tomasa...!. Ella, al día
siguiente lo buscaba, sabedora que su propio sobrino era el autor le decía
“...yau jella plaga, pin chayta ruarjacu?...” ( oye haragán pillo, quien ha
desmantelado mi ramada?). Donato muy cazurro, con aire de arrepentido
contestaba “...Uqtaj ruarparisajmi mamaayyyy...” ( otrito te voy a construir
mamita ); la tía se retiraba fingiendo estar muy molesta, pues realmente era su
engreído,“..¡jella saca!...” ( haragán, falso...) murmuraba. ¡ Ah mi querida
tía abuela Tomasa, cosas que no me olvido !
Hechos estos preparativos, el domingo en la mañana se reunía la gente
en casa de los altareros. Las mujeres, a la cocina, a preparar en grandes
pailas el puchero de carne de res, de carnero y llama, con papa, coles,
hierbabuena; cuidándose de preparar comida especial para los notables y
autoridades. A las 10 de la mañana instalaban una mesa de 6 metros de largo con un
mantel blanco adornado con flores y jarras de vino. Ahí se sentaban los dueños
de casa, el tayta cura, el gobernador, el juez, y otros principales; a quienes servían
un caldillo de fideos, estofado con arroz, chicha de ayrampo, vino en vasos de
plata. En cambio los del pueblo recibían sus potajes en platos grandes que comían
paraditos, como buenos soldados; entre ellos yo, recibiendo mi parte. Las señoras
que estaban en la cocina me llamaban, preparaban un buen plato y me lo mandaban
para mamá, yo se lo llevaba corriendo y me volvía con la misma.
Terminada la comida, el altarero sazonaba a los invitados con cañazo, chicha de jora,
cigarros, y al mediodía se dirigían a cortar el sauce más alto, en el lugar
llamado Pojpoja, situado al extremo de Marcabamba.
Según la costumbre, enterraban coca al pié del árbol, y antes de
cortarlo le aplicaban sahumerio con cigarro y le soplaban un tanto de cañazo,
según la creencia, para que no se rompa en el trayecto. En ese momento aparecían
las mujeres cargando la chicha, y entre ellas tres cantoras de versos de
alabanza al altarero.
En esta ocasión pasaban el cargo don Luis Franco y su hermano Darío.
Antes de cortar la madera, las tres mujeres se cubrieron la cara con su pañolón
y cantaron un Harawi:
“.Pipa wawantaj cay escay wawaja, saucecunata cuchuycachenja,
Taytanchik Señor de Lampa llamtoycoconampaj, waaay, waaay, wayaaaa... acohuare
llanapaycoson llapanchek llajtarunacuna, uchucnente, jatumnente, QueroHaylli,
cosa wawayoj wawa....” ( hijo de quienes son estos dos privilegiados, que van a
cortar el sauce que dará sombra a nuestro Señor de Lampa ..waaay, waaay, waaay..vamos
todos chicos y grandes ayudémosle a estos dos elegidos del Señor...).
Parecía increíble, pero tremendos árboles caían sin romperse sus ramas
más delgadas, y explicaban que era porque antes de empezar el trabajo se había
hecho el pago a los Apus y la
PachaMama , con las libaciones, chacchada de coca, sahumerios y cánticos.
Bueno, 40 de los hombres más fuertes salieron al camino y se formaron
en 2 columnas de 20 cada una. Con sus ponchos puestos como bufandas hacia
delante, y enlazados por los hombros empezaron a cargar el inmenso tronco. Estaba
amarrado en varias de sus partes con sogas largas, para poder jalarlas
fácilmente, en los lugares muy accidentados, como en la quebrada de JaJara, la
subida de Colcabamba y también en Escalera.
Acompañaban a los cargadores, los llamados “guapeadores”, que son
generalmernte los más viejos, dicen:
“..Valor hermanos aaayy.... valor cjellas aaayyy... Valor wak’ras aayy..” (
cjellas, wak’ras: ociosos, cachudos ). Cuando llegan al camino plano los guapeadores
dicen “..coterejenalla aayyy..” , los cargadores entonces retroceden unos
metros y responden gritando fuerte “..Aaaayyyyyyy...”
Todos los pobladores de Marcabamba,
Nahuapampa, Nahualta, Colcabamba abandonaban sus quehaceres para hacer lo
mismo, cortar sus árboles y venirse en cortejo a Lampa. Desde Pajojoya, donde
cortamos nuestros troncos, hasta el distrito hicimos un recorrido de por lo menos 8 kilómetros.
A eso de las 4 de la tarde iban llegando a la entrada de Lampa, en el
lugar Juchis’ipina, los grupos de cada pueblo con sus respectivos alentadores,
sus cantoras, sus músicos, cantando cada cual en abierto desafío. Ya todo el mundo estaba con
una borrachera de padre y señor mío.
A eso de las 5 de la tarde bajo el retumbar de los cohetones y
camaretazos empezó la entrada triunfal de los Q’eros, (troncos). Montados sobre
ellos, los altareros, con la bandera
rojiblanca en cada mano. Al son de los Harawis cantados por las mujeres
acompañadas del bombo, platillos, violín y flautón, dieron una vuelta completa a la plaza
principal de Lampa y se ubicaron en su esquina, en el cual plantaron
los troncos en un hueco previamente excavado.
En los otros ángulos de la plaza estaban mejor ubicados
los de Sacraca, muy lisos, altaneros y fuertes, rozando con uno y otro,
y no faltaban las trompeaderas ni los desafíos de cantores, músicos, de tropa y
altareros. Todos por querer lucir mejor ante el Señor de Lampa.
Desde la medianoche hasta las 2
de la madrugada, se regresaban a sus casas los poblanos que acompañaron a los
devotos, muchos de ellos gateando por haber tomado tanto cañazo. A las 8 de la
mañana del día siguiente, la gente iba nuevamente donde el altarero para el “
uma jampi” (curacabeza), y al son del
flauton y bombo, todos iban nuevamente a cortar sauces más pequeños para cargarlos
a Lampa.
Según costumbre, si el devoto es casado hacen montar a la esposa sobre
el madero, si es soltero a su hermana o madre. Después de dar vueltas y vueltas
retornaban a la casa y lo plantaban en su puerta, al son de la música y los
Harawis. Finalmente se agasajaba a los
invitados con una “Jallpa” y para
variar, más cañazo de majes en odres, quedando comprometidos con los altareros
para venir el día martes al “ Chajllay
”.
ALTARES PARA EL
SEÑOR DE LAMPA
El domingo de Trinidad amanecen plantados 4 sauces en cada esquina de
la plaza de Lampa, a modo de tarimas o altares de madera para que la imagen del Señor descanse el día
de la procesión. Cada altar se adorna con forros de terciopelo enchapado con
monedas de plata, vasos, cucharas y jarras del mismo metal, y en algunos casos,
bandas adornadas con filos de oro.
El lunes, Lampa amanece invadida por una hormiguera de gente. En la
calle principal están abiertas las tiendas de comercios donde se encuentra de
todo. En la plaza se ubican las tolderas de las “ jateras ” o vianderas, vendiendo
el rico picante de cochayuyo, fatachupe, y los chicharrones, especialidad
de los huamanguinos. Los cantineros
ubicaban también sus tolderas en la plaza, su asidua clientela proviene
mayormente de las cordilleras más altas, con su vestimenta de peruanos natos,
pantalón de lana de alpaca, ponchito a la cintura, sombrero del mismo material
en forma de plato, sus mujeres con polleras de bayeta, sombreros de la misma
forma y material, con adornos coloridos y una Lliclla ( manta ) a la espalda.
Bailaban al son del charango sobre el suelo de cascajo, de manera que sus
ojotas ó ch’apetos, suenan al zapatear
“ ...chajchaja chajchaja chaj...” y sus canciones muy lindas y
explicativas dicen “...caro orjoconamanta jajantem pampacharispa jamunim, Wirajocha
yayanchik kay sumaj punchaunempe remaycoj..” (desde los cerros más lejanos he
venido, cruzando abismos para saludar a
nuestro Señor de Lampa). Y bien borrachitos, abrazados, gozaban los días de
feria estos verdaderos peruanos.
En cuanto a los mestizos y costeños, se divertian en las cantinas, al
son del arpa y violín, siempre alardeando de su superioridad, pregonando sus
aventuras de juventud, derrochando su dinero. En algún momento discutían, se
desafíaban y comenzaba la trompeadera. Por la enorme cantidad de gente que se
apretujaba en las calles, era imposible apaciguarlos y ellos solos se separaban,
cansados de golpearse, todo
ensangrentados, con los ojos amoratados y su ropa destrozada.
También se podía ver en un extremo de la plaza a los danzantes de
tijeras, cada uno con sus músicos: arpa y violín, bailando en desafío, en medio del círculo de
gente. Cuando se acercaba algún principal sea gamonal, sub-prefecto,
gobernador, o juez, de inmediato les preparaban sus asientos sobre unas
alfombras y los agasajaban con los mejores vinos de Cháparra, pisco “Sol de Ica
”, para que expecten muy contentos la danza de tijeras.
LOS TENIQUICHOS O CHULLCHUQOS
Una semana antes de la feria bajaban a Lampa los pobladores de las
alturas de Paucaray, con sus esposas, y en algunos casos con sus hijos a
cuestas, para cumplir el juramento hecho el año anterior, de danzar para el
Cristo Crucificado Señor de Lampa. Una vez alojados en casa del cargonte, salian
a los pueblos cercanos de Colcabamba, Nahuapampa, Nahualta, Marcabamba, a provisionarse
de frutas, repollos, zanahorias, y otros productos que no crecen en sus
frígidos pueblos. Hacian sus danzas casa
por casa, y todos los pobladores les daban con mucha voluntad.
Estos son los danzantes conocidos como Teniquichos, al parecer su
origen es antiquísimo, antes de la colonia, quizá antes de los Incas, mucho más
antiguo que los danzante de tijeras.
Su vestimenta consta de un pantalón ceñido de bayeta, un saquillo de
lana, un sombrero de alas anchas en forma de plato, todos de color negro, lleva
sobre los hombros una capa acampanada del mismo color, con bordados de hilo
dorado, adornado con espejuelos de colores brillantes, y sobre este lleva una
piel de Atoj ( zorro ). En cada una de
las rodillas lleva una especie de banda
de lana con adornos en filas de 6 cascabeles cada uno.
Hacen su propia música con un pinkullo ( quenita de hueso de cóndor
) y una tinya ( tamborcito liviano ),
sujetas con una mano, en la otra tiene
atado un pañuelo y porta un palito con el que cajea la tinya. Su danza consiste
en un paso lateral a los lados, uno adelante, otro atrás y de vez en vez se
ladea; la quena suena “...titirité, titirité, tiiirr...” y la cajita suena
“...tin, tin, tin, tin...”; los cascabeles, al golpear el suelo sus ch´apetos u
ojotas, suenan “ chull, chull, chull...” , por eso son
conocidos también como Chullchukos. Comentaba la gente que su baile parecía una
marinera, pero era más lenta; todos lo
trataban de “ Wirajocha ”
( Gran Señor ).
Al volver a mi tierra después de 40 años ya no se veìan a estos famosos
Chullchukos. Contaron que los mistis y personajes del distrito los trataban
despectivamente, en cierta ocasión apostaron quien emborrachaba con más cañazo
a uno de ellos, y al amanecer encontraron a un Wirajocha, muerto por intoxicación de alcohol en una de
las calles del distrito. Por un tiempo dejaron de venir a adorar al Señor de
Lampa.
EL JUEGO DEL CHOCLON EN LAMPA
Al atardecer empezaba el juego llamado Choclón, que se juega sobre un hueco redondo excavado en forma de
cono, con una profundidad de 1
metro y medio. En la parte de arriba tiene un radio de 1
metro y se reduce gradualmente a 30 centímetros de
radio en el fondo. En la parte central
del fondo está fijado un tarro pequeño con capacidad para 8 bolas de madera. A 30 centímetros de
este tarro se encuentra una raya circular de 5 centímetros de
profundidad, para impedir que las bolas lleguen con facilidad al centro. El animador
recibe las apuestas, dirige el juego y paga al ganador.
Hay 3 formas de jugar: la primera: “Chicchipara”,
(granizo-lluvia) en la cual tiran al aire las 8 bolas simultáneamente. Pueden
entrar todas al centro ó quedarse algunos en la raya superior. Al menos 5
tienen que entrar al hueco, caso contrario pierde la apuesta el tirador y tiene
que entregar las bolas a otro postor.
A la segunda forma la llaman “ boleada ”, en que se tiran las bolas una a una,
desde la parte superior del círculo. Para ganar se debe embocar por lo menos 4
bolas en el centro.
La tercera forma es llamada “ al seco ”, en la que se lanzan al
hueco las 8 bolas juntas. Con 5 en el tarro central se
ganaba.
La gente se divertía en el juego horas tras horas, las víctimas eran
generalmente los borrachitos. Yo me quedaba largo rato escuchando y admirando a
las personas que hablaban con facilidad el castellano; pensaba muy preocupado,
si algún día yo podría hablar como ellos.
Así transcurrían los 15 días de feria en Lampa, convertido en un centro de intercambio comercial, social y
cultural. Los poblanos nos beneficiábamos en algo, ya que todos los viajeros nos
compraban forraje para sus acémilas. Además,
los de Puno nos compraban ponchos por centenares, también zapatos; los
huamanguinos nos compraban centenares de chanchos, para preparar chicharrones,
y al irse nos compraban gran cantidad de burros. Un gran comerciante de
Cotahuasi, apellidado Fernández, fiaba telas y ropa a los Lampeños y se le pagaba en la próxima Feria del Niño de
Nahualta, en la primera semana de Enero del año siguiente. Doña Bethsabé Acuña garantizó
a mi hermana mayor Margarita y el señor nos fió telas, para confeccionar nuestros vestidos.
TERMINA LA
FERIA DE LAMPA
El
último día de Bendición salió la procesión del Cristo Crucificado alrededor de
la plaza y nos congregamos finalmente en la puerta de la iglesia, donde el cura
dio un corto sermón a los feligreses, recomendándoles arrepentirse de sus
pecados, se santiguó, y con él todos “...en el nombre del padre, del hijo y del
espíritu santo. Ameeen...” La feria ha terminado...hasta el año entrante.
Transcurría así, año tras año, con las mismas costumbres heredadas de
nuestros ancestros.
Una ocasión, precisamente el día
de bendición, fui a Lampa con mi abuelo Juan de Lino y tía Tomasa, al llegar me
encontré con mis amigos Lázaro Franco, Alfredo Prado, Francisco Enciso, Oswaldo
Bedoya, Nicolás Sifuentes de Nahua, y pedí permiso a mi abuelo para pasear con
ellos “...taytay JuandeLino kay majtachacunawam puririmusaj..”, accedió recomendándome que no me aleje mucho.
Estuvimos curioseando por las calles del pueblo, entramos a las tolderas a comer chicharrones, compramos
panes, mataperreamos de lo lindo y decidimos regresarnos a Nahuapampa. Serían 5
de la tarde, la procesión se encontraba en la puerta del templo haciendo un descanso.
Nosotros estábamos a unos 50
metros , en eso ví a mi abuelo arrodillado en medio de la
gente, muy concentrado en sus oraciones. Mis amigos dijeron “...nosotros vamos
adelantando ya va a terminar la procesión...”. Les pedí “...espérenme avisaré a
mi abuelo...”; pero me fue imposible acercarme donde él, por lo apretado de la
multitud, así que de ahí no más grité fuerte: “..Taytay JuandeLinoooo
ripuchkaniñaaam..” ( abuelito me estoy yendoooo ). Al escuchar mi abuelo, como
si lo hubieran despertado de un profundo sueño gritó con fuerza rompiendo el silencio: “ ¡ Amaraaaaj, amaraaaaj !”,
es decir “aún no”. Pero yo había partido a la carrera con mis camaradas. Nos
fuimos saltando por entre las chacras, jalándonos, bromeando y riendo; cuánto
hierve la sangre a esa edad, y para un
niño, todo el mundo es un inmenso
tablero de juego.
Llegamos a Nahuapampa a eso de las 6 y 30 de la tarde, cada uno se
dispersó a su casa. Mis abuelos llegaron a eso de las 8 de la noche y nos
pusimos a cenar comentando sobre los incidentes de la feria. Tía abuela Tomasa
hizo el siguiente reproche “...Sumajta taytanchik Señor de Lampa bendicionninta
chasquicochcapty huak uraymanta kay jellamasin japarehuan, ripuchkaneñaaaaam,
kay viejomacinta, amaraj, amaraaaaaj..” ( sin respetar el momento sagrado de
recibir arrodillados la bendición de
nuestro Señor, desde arriba este mocito haragán gritaba, abuelito me voy; y el
viejo zonzón, igual gritaba, todavía todavía), los gestos y muecas que hacía al
decir esto nos provocaron carcajadas. Qué lindos recuerdos de aquellos tiempos
en los cuales vivíamos solidariamente.
SAN JUAN BAUTISTA EN LAMPA
Terminada la gran feria, las tiendas de la calle principal amanecieron
cerradas, y todo volvió a su ambiente apacible. Los comerciantes habían hecho, como siempre, muy buenos negocios.
El 24 de Junio se festejó a San Juan Bautista en Lampa, primero con una
misa, y luego la danza de las tropas de huaylías al son del arpa y violín.
Aunque el ambiente era de alegría, comparativamente a la Feria de Nahualta, de
los primeros días de enero, no me pareció mejor; sería quizá
porque en esa época
los cerros están vestidos de verdor y abundan los frutos de la tierra; en
cambio en esta época, el panorama está algo sombrío, los cerros estan muy
resecos, y las chacras, después de la cosecha, están llenos de rastrojos
amarillentos.
Los versos de las huaylías tenían como siempre esa hondura y colorido.
¿ Por qué sería ?, me recordaron mi condición de huérfano y el desamparo de mi
familia, desde la muerte de mi padre. Me entró un sentimiento de impotencia, de
no estar a la altura de otros mozos vecinos, que sí podían irse a trabajar a la
costa a los valles de Cháparra, Yauca, y ganar harto dinero.
PREPARATIVOS PARA LA FERIA DE YNCAHUASI
Terminada la feria de Nahua Alta, hombres y mujeres se esmeran en la
fabricación de ponchos, zapatos, hormas, para su venta el próximo 15 de agosto
en la Feria de
YncaHuasi, más grande que la de Lampa. En esta ocasión, aprendí de tía Tomasa a
tejer ribetes para los ponchos, ella contrataba a los tejedores a puerta
cerrada y nos pagaba 15 centavos. También aprendí a tejer canastas de carrizo y
chichiclla, con la idea de venderlos en
la feria.
Debido a que el producto de
nuestros terrenitos no era suficiente para mantenernos, acordé con otros
muchachos del pueblo irnos a la cosecha de maíz, habas, papa, que se realiza
por estos meses en Pomacocha, Colta. Así llegamos a recoger varios sacos de
menestras en pago por nuestro trabajo, además algunos conocidos de papá me
regalaron una regular cantidad; con esto ya podíamos aliviar en algo nuestra
pobreza.
Mi hermano Moisés había preparado una docena de zapatos, una carguita
de ach’ira-huatia, y otros productos y provisiones para venderlos en la gran feria de Yncahuasi.
Una madrugada salimos hacia allá, en compañía de los hermanos Daría,
Eusebia y José Prado y en el trayecto se nos fueron uniendo otros vecinos de los pueblos
siguientes. Por primera vez después de la muerte de papá hacía un viaje tan
largo, recuerdo que era un 13 de agosto de 1,925 ó 1,926.
El camino desde Lampa iba por la cuesta de Pajsajolta, de ahí a
Tambopata, donde todo viajero se aloja porque hay pastos naturales y agua para
beber y cocinar. Después sigue al lugar llamado Los Tablones, porque es una
ladera donde las piedras son planas; luego T’ayaPampa, donde abundan las t’ayas
de una altura de un metro y medio aproximadamente. De ahí sigue una cuesta
llamada VacaRumi, donde hay una piedra en forma de vaca casi a la mitad de la
ladera. Al llegar a la cima, aparece al frente del viajero, el volcán apagado
SaraSara, cubierto en parte por nieve perpetua. Empieza entonces Ajopampa
(arenal inmenso ) donde el frío es irresistible; luego CóndorCerca ( donde se
congela el cóndor ); continúa el camino hasta un lugar donde hay un manantial
de agua muy fría, al parecer existe ahí el azogue. Llegamos a Pichjapuquio
donde hay 5 manantiales, que son muy conocidos por unos versos que se cantan
desde antiguo, dice :
“...SaraSaray wikuñita pichjapuquiopa ñahuillan upeaj soraschallay,
oknencajllata joycohuay, qullay yanayhuan opeayconaypaj..” ( vicuñita del
SaraSara que bebes en cinco manantiales, unito siquiera préstame para beberlo
con mi amorcito..).
Después llegamos a Chacaraya donde nos quedamos la primera noche. Al amanecer reanudamos la marcha, orillas del
río Tambillos, ( lindero natural
de la hacienda del mismo nombre de doña Virginia Chávez casada con Federico
Leyva de Ocobamba, familiar de mi padre ) buscamos el vado, nos sacarnos los
zapatos y lo atravesamos tiritando de frío. Como pasaban muchos viajeros en
ruta hacia Incahuasi, en la otra orilla, los lugareños tenían armados sus
toldos de venta de picante de cochayuyo y caldo de mondongo a 5 centavos el
plato.
Luego de saborear estas ricas comidas seguimos
el viaje por la cuesta de Puyusca,
Yncuyo; a eso de las 9 de la mañana estuvimos en el extremo de la pampa, que casi en sus 3
cuartas partes está anegada de agua. Conforme fuimos avanzando se hizo más
visible la famosa laguna de Parinacochas, rodeado de una cadena de cerros,
entre ellos el volcán apagado Sara Sara. A cierta distancia de nosotros las
manadas de Wikuñas trotaban ágiles por los cerros En aledaños se veía a
poblanos pastoreando sus vacunos, caballos, cerdos, ovejas, llamas.
A las 11 de la mañana estuvimos en Yurajwasi ( casa blanca ), pero
antes pasamos cerca a un manantial llamado AsnajPuquio ( Manantial pestilente) cuyas
aguas burbujeaban hirvientes sobre la superficie, con un penetrante olor
azufroso. La gente decía que era medicinal y lo llevaba para enjuagarse cuando tenían dolor de muelas.
A eso de las 4 de la tarde estuvimos por fin en la propia feria, parecida
a la de Lampa, aunque más grande. Bajo los toldos de las vianderas se apreciaba
la aglomeración de los feriantes hambrientos, atraídos por el olor de los
chicharrones y frituras ricas, y bajo los
toldos de las cantinas a hombres bulliciosos
y jaranistas, bromeando, riendo y vociferando bajo los efectos del rico cañazo
de Majes y el vino de Cháparra. En los toldos de comerciantes, con olor a cuero
nuevo de alforjas y zapatos, telas, anilinas, bizcochos, relojes, agujas,
lamparines, perfumes y artículos diversos, los feriantes elegìan y regateaban
los precios. Las tropas de danzarines y músicos competían en las calles para
quedar como los mejores.
UN BORRACHO SUERTUDO
Un grupo de hombres, alumbrados con lamparines de tubo de vidrio, estaba reunida alrededor del pozo
en forma de cono jugando al “choclòn”. En eso llegó un hombre muy borracho de entre
40 45 años. Los dados los tenía uno más joven de vestido y sombrero elegante,
calzaba espuelas con roncadoras que a
cada paso sonaban “...chall chall chall..”. Hasta ese momento tenía ganado unos
500 soles de oro.
El borrachito sacó de su bolsillo 5 monedas de oro y desafió “... va a los 50...”. El joven de los dados
aceptó, pensando ganarle fácil su dinero y de pasada las apuestas de los demás.
El animador dijo “...va el juegooo...”, el borrachito exigió “...¡yo mando!..”,
“...claro señor, tiene Ud. la prioridad por lo fuerte de su apuesta...”, “...entonces, a la boleada...” mandó. El
encargado tiró entonces los 8 dados desde el ras de la circunferencia en forma
de cono, que fueron rodando al fondo: 1…2…3…4…5…6…7… entraron al tarrito y el
octavo se quedó atascado en la raya que está a 30 centímetros del
centro. ¡ Ganó el borrachito !; el elegante se puso furioso .
“...¡ Ván los 100 ...!” desafió
el borracho alentado por su fácil
triunfo, el joven, pensando en el
desquite, asintió con la cabeza. Ordenó entonces el retador “...Chicchepara, ¡
todas las bolas !...”. El encargado tiró todas las bolas desde arriba en forma
de lluvia o granizo, que fueron rodando hacia el fondo y entraron 6 al tarro. ¡Otra
vez ganó el borrachito!.
Taconeando nerviosamente sus roncadoras en el suelo, el joven elegante pidió
el desquite: “...Un último tiro, van 200, yo mando... ¡ tiro al seco !... ”. El
animador obedeció tirando las bolas con un golpe seco. Los dados empezaron a
rodar, uno tras otro quedaron atascados en la raya. ¡ Perdió nuevamente !.
El elegante se puso muy exaltado, pidió prestado a sus amigos pero le
reunieron únicamente 5 soles de oro, que apostó y volvió a perder. Echaba
chispas por los ojos, quería pelearse con el ganador, pero lo sujetaron. Ya nadie
quiso apostar, el borrachito suertudo llenó sus bolsillos con los cientos de
soles ganados fácilmente, se enrolló su bufanda de vicuña al cuello y se
retiró. Yo, después de tomar mi jarra de chocolate caliente, me fui a mi
posada.
Comentó la gente al día siguiente que encontraron a un borracho tirado
en la calle con tres tiros de bala en la espalda.
LAS PARIHUANAS EN LA LAGUNA
La “posada”, nuestra “ posada”, no
era realmente una casa, sino una andenería situada en el faldio del cerro al
lado de la plaza. Cada andén era de, por lo menos, metro y medio de largo por
uno igual de ancho, y servía de alojamiento a los feriantes venidos de Lampa,
Pauza, Pararca, Oyolo, Colta, Corculla, Pacapauza, Cora Cora, Chumpi, y de otros pueblos alejados. Debido al frío
bajo cero teníamos que dormir abrigados con varios ponchos. Al levantarnos
nuestros pasos sonaban como si pisáramos cáscaras de huevo, pues la superficie
de la tierra amanecía semicongelada. Cuando los tibios rayos del sol se extendían
sobre la superficie de la laguna de Parinacochas sentíamos alegría en nuestros
corazones. A esa hora las parihuanas, flamencos de alas rojas y pecho blanco se
ponían en fila de uno, luego de dos, muy enhiestos, y hacían una marcha como
soldados. La misma escena se observaba a la caída del sol, a eso de las 5 de la
tarde. Comentaba la gente que sus aguas parecen tranquilas, pero son peligrosas
para todo aquel que trate de acercarse a sacar los nidos de parihuanas.
YNCAHUASI: LEYENDA O HISTORIA
Alrededor de la laguna están los
pueblos de Yncuyo, SallaSalla, Yurajhuasi, YncaHuasi. Por la abundancia de
pastos naturales sus habitantes se dedican al pastoreo de ovejas, reses,
caballos, cerdos; hay también muchos guanacos y vicuñas en estado silvestre.
Poltotoja es también otro de los
caseríos que se encuentra en esta pampa.
En lo referente a la pampa de Yncahuasi
comentaban que, inicialmente fue designada para ser la capital del Imperio, pues
los cerros que la circundaban le daban una posiciòn estratégica para defenderse
fácilmente de cualquier ataque. Pero ocurrió que cuando el Ynca hundió la
barreta de oro, fluyó el agua en abundancia y se desanimó
del intento. Existen en el lugar piedras talladas y restos de
construcciones con inmensos bloques de piedra, que dan a entender que hubo algo
de cierto en eso.
Otros
comentaban que los Yncas construyeron, con la más alta ingeniería, canales
subterráneos para llenar la laguna de Parinacochas con agua derivada del mar.
Esto también da que pensar, porque cada 7 años las aguas bajan su nivel
enormemente, y aparece en su interior sal granulosa, como la del mar; que la
gente saca para su uso. En la actualidad el gobierno ha creado un impuesto para
su explotación.
Contaban también que, con el objeto de irrigar unas tierras eriazas, los
pobladores de Chumpe empezaron a cavar un túnel en un cerro, sin saber que por
ahí pasaba el canal construido por los Yncas. En determinado momento empezó a
brotar un enorme chorro de agua salada proveniente del mar, por lo que suspendieron de inmediato la obra.
La gente comentaba, la laguna no tiene entrada ni salida como otras
lagunas, pero sus aguas se filtran hacia
la costa por la quebrada de
Cháparra, al lado de Caravelí, y luego de regar muchas haciendas, llegan hasta
el mar. Yo me decía ¿ no será al revés
?.
También decían que, por Yncahuasi pasa el gran túnel de los Incas que
va de Cuzco a Cajamarca y llega hasta Quito. Y que cierta vez un comerciante
había levantado su tienda junto a unos bloques de piedra, talladas en la época del Incanato,
cuando en eso, observó un boquerón en el suelo por donde descendían gradas de
una escalera de piedra. Como era mediodía y los rayos del sol alumbraban
perpendicularmente a la superficie, pudo ver unas barras de oro en su interior.
La ambicia lo hizo entrar amarrándose la cintura con una soga, pero no se le vio
más. Al conocerse la noticia, otros más ambiciosos intentaron lo mismo, pero fue
igual, no aparecieron jamás. Era alguna maldición, decían unos supersticiosos;
era el efecto del gas antimonio, decían otros más acertados. En vista del gran
peligro, el Sub-prefecto de la provincia ordenó el cierre del boquerón.
FERIA TERMINADA
En ocasiones amanecían tiradas en la calle cuerpos de mujeres muertas a
causa de heridas ò congelamiento. La razón era que se emborrachaban con
hombres, y en ese estado eran violadas, golpeadas y tiradas a la intemperie, sin
que las autoridades pudieran impedirlo.
Al cuarto día, mis paisanos terminaron de vender su mercancía y con el
dinero ganado compraron tela para vestidos, carne seca, chuño, azúcar, cigarros,
coca, que se utilizaría en la siembra de maíz del próximo setiembre. Nos preparamos entonces para el regreso.
Alistada nuestra carguita, mi
hermano Moisés me ordenó ir a sacar el burro del potrero, donde lo internamos a
nuestra llegada, pagando 10 centavos por todos los días de feria. El potrero tenía
un solo lugar de entrada y salida, y
para recoger los animales había que mostrar el boleto al encargado. Entre cientos
de animales de los feriantes, al cabo de 2 horas de ardua búsqueda, recién vi a
mi burrito, se encontraba a la orilla de la laguna de Parinacochas. Lo monté y
me dirigí a la salida por el lugar llamado YanaOrcco ( cerro negro ) donde
según creencia general estaría su manantial de origen. En ese momento observé
que el agua de la laguna cae en una depresión del terreno, tomando apariencia de una olla grande hirviente; al
levantar la vista observé el cerro negro en donde no hay vegetación ni parihuanas.
Comentaban que, anteriormente los excursionistas venían desde el puerto de
Chala a pasear en sus botes, muchos no retornaron, y entonces suspendieron el
ingreso. Por esto, muchos paseantes preferían ir a la laguna más pequeña de WajePampa
en CoraCora.
Pensando
en los accidentes me fui a la salida donde el encargado chequeó mi boleto. Al
llegar Moisés estaba muy preocupado, al preguntarme por mi demora, le conté lo
difícil de ubicar a nuestro burro, porque se había metido por el lado de YanaOrco.
El, suspirando aliviado, me palmeó la cabeza y me dijo “..felizmente nada te ha
pasado, porque en ese sitio desaparece la gente..”. Puso la carona al animal,
acomodamos la carga y nos volvimos a Nahuapampa por el mismo camino.
CON DONATO A
CHÁPARRA.
Los últimos días de agosto, en todos
los pueblos de la provincia comienza la siembra del maíz. Primo Donato tenía
una yunta de arar y era muy solicitado por los vecinos, íbamos juntos, pues yo
era su guiador, pero antes trabajamos nuestros propios terrenitos hasta fines
de setiembre.
En
los primeros días de octubre me dijo “...Narcisucha acompáñeme a Cháparra,
tengo 8 arrobitas de frijoles...”. Yo no tenía nada que hacer pues había
cumplido con la siembra de los terrenos
de la familia, así que le acepté; corría el año 1,925.
Salimos con 2 cargas de 4 arrobas en cada burro. El primer día llegamos
hasta Chacaraya; el segundo día vadeamos el río Tambillos, y llegamos a Puyusca,
capital de Yncuyo, a la entrada de la pampa de Yncahuasi. Ahí Donato entró a
una tienda a tomar cañazo y comprar sus cigarros; continuamos por Poltotoja a
SallaSalla, dejando a nuestro lado derecho, la laguna de Parinacochas y a la izquierda el nevado SaraSara.
DONATO Y SUS PRECAUCIONES
A las 4 de la tarde estuvimos en Quishuar, justo donde años atrás asaltaban
y asesinaban a los viajeros. Había que atravesar durante 20 minutos esa
quebrada profunda. Mi primo me advirtió que el lugar era peligroso, dijo “...hay que
tomar precauciones, pasa primero con las cargas yo me quedo acá vigilando..”.
Bueno, yo obediente atravesé la quebrada arreando los 2 burros, sin novedad
alguna, cuando llegué a lo alto de la otra banda grité “ Kaipim kachkani Donatooooo”
(aquì estoy ya lleguè…..). Al verme Donato al otro lado de la quebrada gritó “...¡ Sullaycohuaaay chayllapeeee !...” ( espérame ahí nomás), a
la vez que entró a la quebrada a toda carrera. Juntos ya en la parte alta, jadeando
como un caballo, me decía muy aliviado, “...¡ felizmente yauuu, felizmente yauu
!...”.
Me habìa mandado por adelante como carnaza, el muy cobardòn.
Seguimos subiendo una cuesta hasta Huayllarana, situada a unos 4,500 m .s.n.m. Es una
altiplanicie de unos 4 kilòmetros de extensión con una vista privilegiada, pues
permite observar los picachos más altos de la Cordillera Occidental :
el Coropuna, Solimana, SaraSara, las alturas de mi pueblo, el horizonte del
mar, y también la quebrada de Cháparra, difuminada en partes por una capa liviana de humo azul.
Durante nuestra caminata por la inmensa pampa habìan hondonadas, no tan profundas, surcadas por
hilos de agua helada. A su vera, plantas de t’ayas y otros arbustos que crecen
solo unos 30 ó 40 centímetros a causa
del intenso frío. Sobrevolaban unas avecillas de color cenizo, y un poco
distante las tropas de Wikuñas pastaban en los faldìos de los cerros.
UN CRIMEN SIN
CASTIGO
Al final de la meseta llegamos a Maraycasa,
sus pobladores, de color cobrizo y vestidos grotescos, siguieron nuestros pasos
con mirada hostil y recelosa.
A mitad de la cuesta habìa un morro de piedra no muy alto, sobre ella una crucecita de madera, con
apariencia de desgaste por el rigor del tiempo y la naturaleza. En ese momento
Donato recordó la muerte de tío Leoncio Romero, quien años atrás se habìa
casado con una muchacha de ese lugar. Los padres y familiares de ella se
opusieron al compromiso porque era muy abandonada, muy liberal, y se acostaba
con todos sus primos. Al hombre no le importó, estaba muy enamorado y se casò contra la voluntad de
todos. A los pocos meses la mujer enfermó y murió. Su pérdida le ocasionó
un terrible sufrimiento. Deambulaba gran
parte del dìa por los lugares donde pasaron juntos. Llegando a su vivienda
solitaria lloraba sin consuelo; como era
aficionado al violín, se le oía tocar tonadas muy tristes, horas de horas.
El suegro y demás familiares se reunieron preocupados por su situación,
le aconsejaron viajar a Cháparra a pasar un buen tiempo trabajando, para olvidar
los recuerdos que le atormentaban. Luego de meditarlo halló muy correcto el
consejo, mandó a preparar su fiambre y emprendió el viaje a dicho lugar. Estuvo
trabajando muy bien, al cabo de un tiempo le afectó la “ terciana”, como se
conocìa a la enfermedad del paludismo, pero pudo soportarla varios meses.
En cierta ocasión, sus paisanos Juan de La Cruz Navarrete y su
pariente Esteban Romero volvían de Yauca hacía Colcabamba. Y al verlo tan mal le aconsejaron viajar con ellos
a la sierra a descansar un tiempo hasta restablecer su salud. Considerando correcta
la sugerencia, pidió a su patrón la liquidación de su salario por los meses trabajados y preparó algunas cositas
para su familia.
Se vinieron los 3 juntos, y se cree que más ó menos donde observamos la
crucecita con Donato, tío Leoncio que venía montado en un burro, tiritando de
frío por la tembladera de la terciana, cayó al suelo inconsciente. Sus
acompañantes, teniendolo por muerto, le amarraron al cuello una pita, segùn
costumbre de la època y como señal de su enfermedad para evitar el contagio. Para enterrarlo pidieron
ayuda de los pobladores de Maraycasa, cercano al lugar; hecho esto, continuaron
su viaje. Llegando a Colcabamba hicieron llamar a mi abuelo Juan de Lino y le
contaron el fín que había tenido su hijo; de sus pertenencias solo le dieron el
burro con su carona.
Al no quedar contento con estas explicaciones, mi abuelo viajó a
Maraycasa, donde las autoridades le informaron que el cadáver había sido enterrado
en el cementerio del pueblo el mismo día del fallecimiento, y, accediendo a su
pedido, ordenaron la inmediata
exhumación del cadáver. Dice que cuando sacaron de la fosa, el cuerpo todavía
estaba caliente, y al desatarle la pita amarrada en el cuello botó un gas por
la boca. Entonces……..¿ había sido asesinado ? .
Esta historia la contò, muy pintorescamente, primo Donato mientras
cruzàbamos el lugar “...Entonces, ¿ la cruz está donde pasó el fatal
accidente?...”, le pregunté, “..es posible...”
contestó.
SIGUE LA
CAMINATA
2 kilómetros adelante descendimos por una
quebrada. En el lugar llamado PukaCruz, donde habìa una cruz de madera roja, empezó
a oscurecer el cielo; era momento de acomodarnos para pasar la noche.
Como buenos viajeros llevàbamos nuestro caldero de lata, que nos sirve
de olla. Me fuí al riachuelo a traer agua para preparar el caldo, luego traje leña,
Donato fuè a amarrar a los burros, para que no se alejen de nuestro campamento.
Luego de calentar el cuerpo con la cebadalahua ( chupe ó caldo de cebada ) nos
acostamos con la ropa puesta, sin sacarnos los zapatos, por el tremendo frío.
A las 6 de la mañana reanudamos el viaje. Otra vez a caminar,
camine...y camine...; a las 8 de la mañana estuvimos en CuestaChaqui último
lugar donde podìa verse el nevado SaraSara, y donde empezaba el descenso a la Costa. Era el lugar en
que los viajeros se despedìan de la provincia de Parinacochas; muchos para
siempre, nosotros, esperanzados que fuera solo “ un hasta luego “.
A las 2 horas de bajada llegamos a la
cabecera de Cháparra, al lugar llamado Huaychamaca, donde habìa ganado vacuno paciendo
en los potreros de alfalfa, el clima muy cálido nos hizo sudar. Seguimos por
DobleCerco en donde habìan 2 piedras juntas de unos 4 metros de alto por 5 metros de ancho, Donato
dijo que por ser mi primer viaje al lugar, por costumbre tenìamos que ...........................................
........................................................................................................................
( las páginas 172
y 173 del manuscrito se han extraviado continúa en la pag. 174 )
...compró 2 arrobas de frijoles, ya era
tarde y nos quedamos esa noche.
Muy buena, la señora Luisa nos invitó a cenar con sus peones un plato de picante de trigo, con su ensalada de
lechugas y como asentativo un “ binco” de vino. Binco es la corteza vegetal ó
mate muy durable y de uso común en los hogares pobres. Cortada en media luna sirve
para cosas de beber, si el corte es redondo sirve de plato, y si es grande y
tiene forma vertical se usa para recipiente de agua.
A las 6 de la mañana atravesamos la hacienda
de don Leopoldo Neyra y llegamos hasta la hacienda “ Cascajal ” de don
Laurencio Valdez; donde una veintena de peones laboreaba los parrales. En este
lugar terminamos de vender la carga de frijoles; y montamos nuestros burros en
dirección a Jaboncillo, que es una
pequeña población con sus respectivas huertas de frutales. Seguimos a Caramba,
una población en su mayoría medianos hacendados. Por ejemplo doña Carmen, con
quien trabajó varios años mi hermana mayor Margarita y conocía al primo Donato;
al reconocerlo, nos regaló naranjas y nos invitó el almuerzo.
Seguimos nuestro camino, al llegar al lugar AjoAjo enfilamos por la
orilla izquierda del río y atravesamos por la hacienda de un tal Rojas. A eso
de las 3 de la tarde estuvimos llegando a Achanizo, situado a mitad de la falda
del cerro. Era un pueblo muy pobre, de casas construidas con caña brava y
tarrajeadas toscamente con barro.
Saliendo de este pueblo cruzamos a la orilla derecha del rìo y tan
luego estuvimos en “ Casa Grande “, una hacienda realmente grande de don Ramón
Cárcamo, ya finado, con extensos algodonales.Sus viviendas y otros
compartimientos tenìan un mejor aspecto, con grandes pabellones de depòsito de algodón
apañado, enormes máquinas desmotadoras, una prensa grande para formar pacas.
Ante mi curiosidad, Donato explicò : “...Por entonces cargaban la
producción en cientos de mulas hasta el puerto de Chala, de ahí en vapores
hasta el puerto de Callao y de ahí a Lima. Para estos trabajos empleaban
cientos de trabajadores, como nunca antes se había visto, y a la hora del
almuerzo se juntaban alrededor de unas pailas enormes...”
Esa y las demàs historias contadas contadas por mi primo durante el
viaje, me parecían maravillosas, veía hombres muy valerosos trabajar como
hormigas sacrificándose para forjar el bienestar y progreso de su familia; “...pero siempre morían pobres...” remató
Donato.
En éste punto, notè que los cerros eran
menos altos que en Quicacha, por una sencilla razón: la cordillera occidental
de la que forman parte, viene en declive hacia el mar. Seguimos por el camino
que bordea la hacienda “CasaGrande” y por fin llegamos a Huancalpa, donde era
arrendatario un tal Vicente, casado con nuestra paisana doña Natividad. Vivían
ahí varios años, nos recibieron con hospitalidad y nos alojaron durante 2
meses. Todo ese tiempo ayudè en los trabajos del aporque del maíz, la escarba
de papas, también en la cocina. La señora preparaba para el desayuno, yuca
frita con aceite de oliva, bistec frito y café de sabor riquísimo; para el
almuerzo caldo con abundante carne de res.
NADIE SABE PARA QUIEN TRABAJA
En esta ocasión, no sentì nostalgia ni pena de estar lejos de mi pueblo
y de mamá. Las sementeras, árboles, ríos, el sol del amanecer y del
atardecer, las estrellas, la luna en las noches, todo era similar a los pueblos
de la sierra, sólo que aquì en la costa las personas hablaban castellano, ¡ Ah !, el castellano, ¿ cuándo podría aprenderlo?.
De todos modos, aunque sabìa pocas palabras pude hacer mis amistades.
Cerca a nuestro alojamiento había una pequeña hacienda donde trabajaban
4 peones. Entre estos, un negrito de 16 años, criado ahì desde su niñez, que del
castellano solo había aprendido: “...buenos días…. buenas noches…. Si…
no….ajáá….buenooo..” ; otras veces solo movía la cabeza. Con él estábamos casi
a la par, porque yo apenas sabía unas 10 palabras de castellano y la mayor
parte le hablaba en quechua. Aparentando haber entendido el negrito contestaba
ó movía la cabeza en la forma mencionada. A pesar de estas dificultades nos
hicimos muy amigos y venía todos los días a mi alojamiento para irnos al río a
pescar camarones.
¡ Andaba descalzo, pero la suerte ya se le acercaba !
Hacía un año había fallecido su patrón, y la patrona, joven de entre 28 a 30 años quedó sola con
dos huerfanitos, la mujercita de 8 años y el varoncito de 4 años. Desde que quedó
viuda le llovieron los pretendientes, pero ella los rechazò uno a uno, sabedora
que todos venían interesados en la regular fortuna heredada de su finado esposo,
en caballos, reses y extensas tierras
con forraje y sembríos.
Justo, faltando una semana para que nos fuéramos con primo Donato al
puerto, sorpresivamente la viuda le ordeno al zambito “..el viernes a las 6 de
la mañana, ensilla el caballo de montar
del finado y la mía, nos vamos a Chala...”. El muchacho no sabía el motivo del
viaje.
A su regreso, más con gestos que con palabras, completando nosotros su
historia con los chismes de la gente, contó:
Cuando llegaron al puerto la viuda le compró ropa, zapatos, lo hizo
bañarse, y así bien vestido se lo llevó a la iglesia y se casaron. Terminada la
ceremonia se vinieron de inmediato. Cuando entraban por la calle principal del
pueblo, el zambito estaba hecho todo un hacendado, con sombrero, terno, botas
de montar, espuelas, bufanda de vicuña. Esto fué un escándalo, una desagradable
sorpresa para la familia de la viuda. Pero,
a pesar de los reproches y resentimientos de los demás, ella estaba feliz y
contenta de haber asegurado el bienestar de sus
propios hijos; porque de haberse casado con uno de su condición social,
por no ser hombres de trabajo, sino acostumbrados a mandar, la llevarían a la
quiebra. La gente decía “...qué viuda
más inteligente...”.
Los últimos días antes de partir con primo Donato, el negrito estuvo con nosotros, pidiendo que me quedara a
trabajar en su hacienda, pero no acepté.
Un jueves en la tarde, me despedí con un fuerte abrazo del zambito, ya
no era un simple trabajador, sino todo un hacendado; lo que es la suerte ¿nó?.
Recuerdo bien este día jueves de mediados de Octubre de 1,926, porque el día
viernes siguiente llegaba el barco a Chala, a recoger pasajeros y ganado
movilizados desde CoraCora, Pullo, Chumpe para ir a Lima.
De Huancalpa salimos a las 5 de la mañana, a las 6 estuvimos en Quirhua,
un pampón donde se alojaban todos los
viajeros que iban a Lima. Era el ùltimo lugar donde podìa forrajearse las
acèmilas, màs adelante no habìa y tenìan que aguantar hasta volver de Chala, es
decir hasta el día sábado. Nosotros seguimos, tan luego nos encontramos al
frente de la Hacienda San
Agustín, con sus inmensas plantaciones de olivos. De ahí cruzamos a la orilla
derecha del río y llegamos al lugar llamado Angostura, en donde habìa unos
pampones sembrados de maíz, camote, gramas; de frutos muy diminutos a causa de
ser tierra salitrosa; mayormente arenosa y poco fértil.
TRAMPA DE SERPIENTES
A 500 metros
de la orilla del río habìa una ciudadela en ruinas, mucho más grande que la que
vimos en Quicacha, era conocida como
“ Serpe”, a la que nadie se atrevìa
entrar; aquél que lo intentaba morìa. Contaban los lugareños que, muchos años
antes, en la época de los gentiles, habían serpientes gigantes, también
llamados dragones, que cuando tenían hambre entraban a los pueblos y se
tragaban a la gente. Pero en este lugar sucedió algo muy diferente, porque al
saber que el monstruo se acercaba a ellos, los pobladores cavaron un pozo donde
pusieron bebidas envenenadas.
Parece increíble, pero en éste
lugar los cerros no son tan altos y el color de la tierra es blanca,
completamente diferente a los aledaños. Precisamente en dirección a las ruinas,
junto a un pozo abandonado, se apreciaba un montículo con forma de cabeza de
burro, con sus orejas de piedra sobresaliendo en la parte superior. A ella unida,
se apreciaba una faja larguísima en
zigzag de cientos de metros. No sabría decir si era de tierra ó piedra porque
no me atreví a acercarme. Según decían, era donde murió envenenado el monstruo.
Cualquiera puede comprobar esta maravilla natural. Lo demás me parece una leyenda, aunque la
gente crea que es verdad y sientan temor de acercarse al lugar.
CHALA, PUERTO PRINCIPAL
Seguimos nuestro camino, yo no sentìa fatiga alguna, muy animado de oir
las historias que primo Donato me iba contando durante nuestra caminata. Descendimos
a la pampa de Capa, los cerros quedaron a nuestras espaldas. Al llegar a la
parte alta, apareció a nuestra derecha
un extenso arenal, y a nuestra izquierda, apareció por primera vez ante
mis ojos, el mar inmenso, con su color de hierro azul, como en las fraguas de
los herreros. Yo en mi ignorancia temía que se fuera a salir porque no tenía
cauce como los ríos de mi pueblo. Seguimos, camine...camine y...camine por el arenal. A cierta distancia,
muy cerca al puerto vimos unos pozos de
agua dulce que abastecìan a la población.
Llegamos a Chala, puerto principal, justo
en el momento que unos estibadores embarcaban en unos lanchones, pacas de
algodón, frutales vino y otros productos. Lo más interesante era el embarque de
las reses: sujetas a una grùa con gruesas correas eran levantadas de tres en
tres desde la orilla. Con 4 movimientos de ida y vuelta, 12 reses eran depositadas en cada lanchón, y de
ahì llevadas al vapor anclado a cierta distancia de la costa. Igual hicieron con
la carga restante. Terminada esta operación los pasajeros fueron subiendo al
lanchón con sus equipajes. Para mí todo era maravilloso, no me explicaba qué
fuerza tan poderosa puede tener amarrada a una masa de agua, más grande que
todos los ríos juntos que yo había visto
en la sierra, sin que se derrame y se vuelva contra nosotros.
En la cubierta los pasajeros batìan sus pañuelos en señal de adiós a sus
familiares, apostados en el muelle. A la distancia la gente se asemejaba a botellitas
pequeñas que se movìan por resortes. Me quedé hasta la tarde observando el mar,
como si fuera la única oportunidad de admirarla. Donato dispuso que fuéramos al
pueblo por alojamiento y de paso a hacer compras, no recuerdo que cosas compró.
RETORNO A NAHUAPAMPA
En la madrugada del sábado emprendimos el retorno a Nahuapampa. A las 5
de la tarde nos alojamos en la hacienda “BuenaVista” de don Leopoldo Neyra. A
las 5 de la mañana del domingo reiniciamos el viaje y avanzamos hasta Sajuara. El lunes salimos a la madrugada
y a las 11 de la noche estuvimos al
final de la quebrada de Cháparra, en la subida de Cuestachaqui. Seguimos
avanzando a MarayCasa y acampamos frente a unas casitas, cercanas al lugar
donde murió tío Leoncio. ¡ Qué tal frío
se sentìa allì ! .
El martes madrugamos y a las 8 de la mañana estuvimos en Huayllarana al
frente de SaraSara. Seguimos sin descansar, pasamos por QuisHuarOsto, luego por
SallaSalla, a medio día atravesamos Poltotoja, frente a la laguna de
Parinacochas. A horas 4 de la tarde llegamos a Yncuyo, Puyusca. En Chacaraya
estuvimos a 8 de la noche, ahí si nos alojamos en casa de unos amigos. El
miércoles salimos muy temprano, nuestra ruta siguió la subida de Pichjapuquio,
CondorCerca, luego Ajopampa, VacaRumi, Tambopata, Paysagolta; a las 5 de la
tarde llegamos a Lampa, 30 minutos después entramos a nuestro añorado pueblo de
Nahuapampa.
Este primer viaje a la
Costa , me dió aliento y esperanza de trabajar en otros
lugares, aprender a leer y escribir, manejar bien el castellano, juntar plata y
comprar tierras y ganado para llegar a ser ganadero, siquiera a la altura de mi
finado padre.
Así pasé los meses de noviembre y diciembre de 1,926, realizando
trabajos de deshierbe de maíz para las señoras ancianas, viudas y ancianos
desvalidos, ganando 5 centavos por día, con su respectivo almuerzo y merienda
de pura carne, claro que nada de queso ni de leche, porque me daban dolor de
estómago. Nunca trabajé para los gamonales, ni por temor a su látigo, ni por que
ofrecían mayor salario; muy orgulloso, me decía, “...si mi papá jamás fue peón
de ellos, ¿ por què debería serlo yo?...”.
Después
de la siembra del maíz se hacìan 2 deshierbes, la primera se llama A’chue, en
castellano Cospeo, y es cuando el maíz ha sobrepasado unos 30 centímetros sobre
la tierra. El segundo se hace cuando ha sobrepasado unos 80 centímetros , le
dicen Allhue, en castellano aporque.
Desde
que abrí los ojos al mundo, invariablemente, todos los primero de noviembre empezaban las lluvias en mi pueblo. Para la
fiesta de Todos Los Santos abundaban los frutales, como higos, durazno,
manzana, níspero, también papa, habas y maíz que eran sembrados 3 meses antes
de la siembra general.
El
2 de enero de 1927, como de costumbre, se festejó la gran feria del Niño de Nahualta, con sus tropas de
huaylías, su gran actividad comercial. Nosotros también aprovechamos para
vender forraje para las acèmilas de los comerciantes.
Después siguió la fiesta de Carnavales con sus tropas de huayllacha, la
preparación de los “mistis”, “bollos” y bizcochuelos en los humeantes hornos de
barro; hirviendo en el fogón la rica jallpada, para felicidad y algarabía de
los muchachos.
A continuación siguió semana santa con la devoción de los feligreses
por el Señor Crucificado de Lampa y las trompeaderas de los desafiantes en Juchihuañuchinapampa, Trenzanapampa,
Huayjopampa. Pasaron los días y semanas. A fines de marzo ya no lloviò mucho;
aprovechando esto, con primo Donato emprendí mi segundo viaje a Cháparra.
PISA DE UVA EN
CHAPARRA
En esta ocasión nos fuimos directamente a la hacienda Cascajal de don
Laurencio Valdivieso, quien nos dió trabajo a 40 centavos-día para Donato por
ser adulto y a mí, sólo 10 centavos-día, por ser todavía un adolescente. Mis
obligaciones eran limitadas, traer leña para la cocina y recoger las hierbas
cortadas de los parrales, entre otras tareas menudas.
En estos meses de marzo a abril, por ser época de vendimia, entre 20 a 30 peones se encargaron del recojo de
uvas. Cada uno con su respectiva canasta mediana, donde depositar los racimos
cortados. Que una vez llenas se vaciaban en las capachas (alforjas de cuero) atravesadas
sobre el lomo de los burros. Eran 12 burros
y sus capacheros, y se turnaban de 6 en 6 para el acopio y traslado de las uvas
a un lagar, sin perder la continuidad del
recojo.
El lagar era una construcciòn dura y consistente de cal y piedra, de 12 metros de largo, 6 de
ancho y 1 de altura. Y para llenarlo se
necesitaban entre 15 a
20 días seguidos.
Una
vez lleno el lagar colocaron tarimas de madera y sobre estas gran cantidad de
piedras enormes, para que su peso exprima el jugo de las uvas y fluya a otro lagar contiguo
Terminado este primer proceso, retiradas las tarimas y las piedras, organizaron
una gran fiesta con participación de hacendados, compadres, familiares,
vecinos; surtida la cocina de gallinas, pavos, patos y reses en cantidad.
Al son del arpa y violín iniciaron el proceso de la “pisa”, que se hace necesario, pues en la
primera fase no ha sido extraído todo el jugo de las uvas. A las 6 de la tarde
del día sábado se reuniò la gente alrededor del primer lagar, a pesar de la
hora se sent¡a la calidez del clima. El dueño hizo formar 4 grupos de 6 peones
cada uno, todos descalzos y en calzoncillos, les brindó unos bincazos de vino y
a una orden entraron al lagar lleno de uvas semi exprimidas, ubicándose en cada
uno de los ángulos del lagar.
Al son de la mùsica, con los puños puestos sobre el pecho, los grupos avanzaron
en forma de aspa, con pasos largos, hacia el àngulo opuesto. Se cruzaban en medio del lagar, pero sin chocar.
Los invitados también bailaban en el patio; la veintena de lamparines colgada
desde la ramada vegetal daba una gran iluminación. La comida se repartiò en
abundancia y el vino corriò como agua. A
las 2 ó 3 de la madrugada los pisadores ya borrachos, apenas podìan levantar
los pies de la masa de uva pisada. Al estarles prohibido salir del lagar, muchos
vomitaban y orinaban ahí mismo; a pesar
de todo el vino siempre resulta muy
rico.
El
jugo de las uvas pisoteadas conocido como Mosto se llenaba en vasijas para fabricar el
aguardiente de uva, ò pisco. El proceso es similar al del aguardiente de caña.
En un alambique someten el mosto al fuego varias horas hasta convertirlo en
vapor. Al fluir por unos serpentines metálicos, un chorro externo de agua frìa
en su tramo final produce su condensación, y va saliendo por el otro extremo,
gota a gota....... el pisco de uva.
Terminada
la vendimia, don Laurencio me ordenò acompañar a su esposa e hijos a Chiochine, su vivienda principal, distante de Cascajal a 20
kilómetros. Salimos de la hacienda a las 6 de la mañana y 5 horas màs tarde estuvimos en la casa. Se
ubicaba a 150 metros
del río, en una hoyada amplia a mitad del cerro, a salvo de derrumbes, muy frecuentes
durante los meses de enero a marzo, a causa de las lluvias torrenciales de la
sierra. La casa estaba construida de madera, carrizo y barro, con muy amplios y
cómodos cuartos; el camino que conducìa a ella, estaba rodeada de árboles
frutales, y por entre los arbustos se veìa saltar y correr a las vizcachas. Al
amanecer se veìa a estos animalitos sobre las piedras, sentados en sus dos patitas
traseras y sus delanteras enlazadas, como si rezaran agradecidos a Dios por la maravillosa luz del sol. A cierta
distancia de la casa estaban los grandes potreros de alfalfar, en donde pastaban
las vacas lecheras y muchos otros animales. Justamente una de mis tareas era
arrear las vacas de ese lugar a la casa, para ordeñarlas y luego devolverlas a
su lugar.
¡ CASTiGAME HERMANO, PERO NO ANTE LOS
DEMÁS !
Al servicio de la familia del hacendado estaba un hombre de unos 40
años conocido sólo como Palomino. Lo habían criado desde muy pequeño, era un
gran conversador, yo le entendía, aunque no podía hablar como él, juntos nos
íbamos al trabajo.
Cierto día volvìamos de nuestras labores en el campo, al pasar por el
potrero vecino a la hacienda, vimos a un tal Víctor “Ñasña” Flores dirigirse al llamado de
su hermano Eleuterio: “...veníííte Víctor, venííte....”. Con acento desganado
contestò “..voy yaaa….voy yaaaa..voy yaaaaa…”. Quiza le habrìa desobedecido o
incumplido algun encargo, porque al tenerlo frente suyo le azotó a riendazos
regañando “...¡ só carajo hace rato te
estoy esperando !, ¡ como no lo hagas inmediatamerte te mato, ¡ so carajo !.....vago...... estúpido de
mierda !...” Al rato partieron a galope montados en unos potros hermosos,
elegantemente adornados con bridas de plata, con espuelas roncadoras, portaban
sombrero de macora blanca y bufanda de vicuña, parecían grandes hacendados. Le
pregunté a mi amigo quienes eran esos caballeros, me respondió “... son tus
paisanos de Lampa, arrendatarios de varios terrenos, uno queda en las alturas
de Sachicara llamado Eroropa...así es la vida muchacho, otros tienen suerte de
enriquecerse. Quienes los conocen dicen que fueron de una modesta
condición...”.
Seguimos conversando, le pregunté en mal castellano, de dónde era y
cuánto tiempo trabajaba al servicio del Sr. Valdez, me miró con un gesto de
melancolía, luego miró hacia el horizonte, como si buscara en algun punto sus 40
años pasados, su infancia, su
adolescencia, su juventud de semiesclavo,
dijo “...¡ no sé realmente de donde soy ! , sè que mis padres fueron
serranos y murieron cuando yo era muy pequeño, quedé en poder de la familia,
aquí estoy contento, me tratan como si fuera parte de ellos...”
UN RELATO DE PALOMINO: EL CUERNO DE ORO
Hacía mucho calor, nos sentarnos a la sombra de un molle y comenzó a
contarme historias de fantasmas y hechos notables de los antiguos. Entre ellas, me interesó más la de las minas
de oro y plata, situados en unos cerros del lugar llamado Huarapampa, propiedad
de don Leopoldo Neyra. Dice:
La hacienda Cascajal del señor Valdez, colindante con la de don Leopoldo
Neyra, perteneciò antes a otra familia de hacendados, que vivieron en la misma
casa donde estábamos nosotros. Cierta ocasión mandaron a un peòn a a regar los
parrales en Cascajal. Montado en su burro saliò el hombre a medianoche con el
claror de la luna, calculando llegar a las 6 de la mañana. Efectivamente, a esa
hora se encontró en la pampa de Huara, la
neblina de invierno tan espesa en ese mes de julio le impidió ver bien el
camino, y que, a escasa distancia de èl se encontraban 2 toros con los cuernos
filosos enganchados, en una pelea
mortal. Al notar su presencia, los toros se separaron, el de color plomo se
dirijió hacia el río, el otro de color rojo se lanzó contra él. Previniendo el
ataque el peón desmontó rápidamente, tomó una piedra de regular tamaño y lo
lanzó contra el animal. Fue tanta la fuerza del impacto que le desprendió un
cacho. El toro rojo huyó hacia el cerro botando espuma por el hocico y lumbre
por los ojos. El hombre tomó el cacho como un trofeo, montó su burro y siguió
el viaje en medio de la espesa neblina.
Al pasar por la hacienda BuenaVista de don Leopoldo Neyra, se encontró
con un trabajador, y le contò todos los detalles del incidente. Llegando a su
destino, Cascajal, amarró al burro en un pastizal y por ser hora de desviar el
agua a los parrales, entró al corredor de la casa, se sentò para quitarse los
zapatos e iniciar su tarea. Al parecer recordó en ese momento el encuentro con
el toro y, para convencerse que no habìa sido una alucinación, metió su mano al
costalillo y al sacar el cacho se sorprendiò al verlo de oro macizo. Fue tan
grande su impresión que se murió repentinamente, botando sangre por la nariz.
Había pasado una semana y el peón no retornaba a Chiochine. Su patrón
muy encolerizado montó su caballo y se dirijió a Cascajal, imaginándose que el
hombre habría abandonado su trabajo tentado por alguna mujer. Llegando al
terreno observó que las plantas no habian sido regadas, todo, todo, se
encontraba silencioso. Al entrar a la casa viò al peón tirado sobre el piso de
tierra, una gran mancha parda oscura de sangre se extendía desde su nariz por
gran parte del cuerpo, y en su mano tenía agarrado fuertemente un cuerno de
oro. Cuentan que se lo guardó en su alforja, avisó de la muerte del peón a su
vecino Leopoldo Neyra, sin participarle el otro hallazgo. Entre los que
vinieron a ayudarlo se encontraba justamente el trabajador que tuvo encuentro con
el difuntito en el camino y sabìa lo ocurrido. Todos se maravillaron de la
historia, más aún el patrón ¡ pués
resultó beneficiado con el oro !.
Luego de este suceso, la gente comentaba que en los días festivos, como
24 de junio, 25 de diciembre, año nuevo y viernes santo, en medio de la neblina,
se veìa en la pampa de Huara a un toro plomo y otro rojo peleando
encarnizadamente, a éste último le faltaba un cacho.
Habiéndose cumplido el tiempo de mi
permanencia en Chiochine, me dirijí a Cascajal donde me esperaba primo Donato,
listo para volvernos a Nahuapampa. Llevaba en mi bolsillo bien envuelto en un
pañuelo los 4 soles de oro que me había liquidado don Laurencio por 40 días de trabajo, a 10 centavos cada jornada.
Coincidió nuestra llegada con la feria de Lampa, en donde mamá compró 8
varas de tela para el vestido de mis hermanos y 3 varas de lona para hacerme mi
pantalón. Todavía sobró plata para comprar chicharrones y pan.
Después de corretear todo el domingo de Trinidad con el Q’eroHaylli
comencé a inquietar a don Albino Navarro, José Prado, Donato y a mi
hermano Moisés para irnos a Cháparra. Mi
argumento ante ellos fué sencillo, “...en Nahuapampa trabajan todo un día y
ganan 20 centavos en cambio en Cháparra es el doble...”, se miraron las caras
asintiendo, ¡ qué fácilmente se
convencieron !
A CHÁPARRA NUEVAMENTE
Finalizada la Feria de Lampa, en la
quincena de Junio de 1,927 me despedí de
mamá, de mi abuelo Juan de Lino, de Tía Tomasa, a quienes respetaba mucho; de
mis hermanos, a quienes delante de todos les advertí que se portaran bien con
mamá durante mi ausencia, recalcándoles que no me iba a morir, y al volver les
ajustaría las cuentas por las faltas cometidas
A las 4 de la tarde salimos en medio de los lloriqueos de nuestros
familiares. 2 horas después llegamos a Tambopata en las alturas de Lampa. Al
subsiguiente día nos levantamos a las 5 de la mañana, tiritando de frío y con
las manos adormecidas; a las 8 de la mañana estuvimos en Chacaraya; entre 10 a 11 de la mañana estuvimos
en Yncuyo, donde mis acompañantes adultos compraron una botella de cañazo,
coca, cigarro y luego de tomar algunas copas reiniciamos el viaje.
Con el trago en el cuerpo caminaron valientes, bromistas y
conversadores, alardeando de sus aventuras de amor. Yo siempre con el oido atento
a sus historias. Cuando nos dimos cuenta, estàbamos en las alturas de Huayllarana, de
vista privilegiada: hacia el oeste una
faja de nube azul oscura sobre el mar; hacia el este, las alturas de Vacarumi,
Pojpoja, más allá Corculla, Oyolo, Sayla y al frente el nevado SaraSara. En
este momento, a pesar de la algarabía general, se notò en sus rostros la melancolía
que Donato expresò con toda claridad:
“...Diosninchic monanjacha cotemonanchicta allenlla....” ( Quiera Dios
que volvamos con bien a nuestro pueblo ).
Desde este lugar, todo es bajada hasta Huachamaca donde empieza el
valle de Cháparra. Como era 9 de la noche acampamos al pié de una mata de
molle.
Al
amanecer reiniciamos la caminata, iban cantando un dulce huayno acompañados con
la quena de José Prado, en ese momento Albino recordó con un suspiro“..ananay,
warmillaya imataraj rohuachkan..”
( ananay ¿que estará haciendo mi mujercita en este momento?). Moisés con
una mirada risueña dijo “...Huqtallari ajllaycushqam...” ( otro la estará
cosquillando pues..). Estalló la carcajada general. Así entre broma y broma,
fuimos avanzando a nuestra meta, por fin a las 5 de la tarde llegamos a
BuenaVista, hacienda de don Leopoldo
Neyra. Ahí nos quedamos Albino, José y yo; Donato y Moisés se fueron a
Cascajal, a la otra hacienda colindante.
Al siguiente día empecé a trabajar con un salario de 10 centavos,
Albino y José por ser adultos ganaban 40 centavos por día. Mi tarea era recoger
los sarmientos; explico mejor, después de la cosecha de uvas, las ramas viciadas debían ser podadas, para
que las más tiernas produzcan en abundancia el año siguiente. En esta tarea de
recojo de las ramas desechadas trabajamos 15 peones .
Por aquella fecha llegó de Colcabamba don Alejo Falcón y su sobrino
Juan Bautista, trabajadores muy alegres y bromistas “hasta decir basta”.
Resulta que los trabajadores tenìan obligación de llevar leña a la cocinera, antes
de las 6 de la mañana, para la preparación de las comidas; pero Juan Bautista
lo hacía en las tardes por no levantarse temprano. Uno de sus compañeros le
preguntó por que recogía la leña tan tarde, y le respondió: “...para mi
desayuno de mañana, don Ná..” ( don Ná se dice cuando no se sabe ó no se
recuerda el nombre de la persona ) una risotada general por la respuesta. Desde
ahí lo mozoneaban en todo momento repitiéndole “...¡Juan Bautista, don Náá !..
”.
Siempre me mantuve a una respetuosa distancia de las personas mayores,
cuando conversaban ó reían, cumpliendo los buenos consejos de mi abuelo Juan de
Lino; pero de todos modos observaba y escuchaba.
TROMPEADERA
En la segunda semana de nuestra llegada ocurriò un hecho inesperado. Era
domingo día de descanso, los trabajadores compraron un cubo de vino de 5 litros y empezaron a
beber, a chacchar su coca y fumar
cigarros. Muy alegrones ya, empezaron a cantar y bailar, alardeando de sus
habilidades. Uno decía “...soy el mejor lampero de la ruta..”. Otro gritaba “
..mi patrón me estima a mí, por ser mejor que todos uds...”. En ese momento mi
compañero Albino Navarro vociferó “...Uds. son unos adulones, fanfarrones de mierda...”
y desafiò a pelear a todos. La respuesta fue inmediata, llovieron puñetes y
patadas a diestra y siniestra. Muy asustado corrí a llamar a Donato y Moisés,
pero los señorones estaban muy comodos expectando la pelea desde lo alto del muro
que separaba ambas haciendas. Con una sensación de impotencia, por ser aún
adolescente, sin fuerza para interponerme, me volví al lugar de la pelea. Justo
en el momento que a José, hermano de Albino, lo habían arrinconado desafiàndolo
a pelear. Ël no quería, tratando de justificar su cobardía decía:“..manantakaymancho,
manan castellanota yachanicho; munaptiquija, quechuachapetaj
apichanaycocoson..”( no pelearé, no entiendo castellano, si quieren nos
agarraremos en quechua ).
En el intercambio de golpes, uno de los peleanderos, Segundino, cayó
pesadamente al suelo, y Albino, hoz en mano, se lanzò a degollarlo. Para suerte suya, otro de ellos logro
empujarle la mano, desviando la
trayectoria de la hoja filuda y solo le arrancó un mechón de pelo. En ese momento
entró don Juan Neyra, hermano del patrón, carajeò a los cholos de mierda, látigo
en mano, amenazándoles con flagelarlos; solo asì se detuvo la pelea.
Dìas despuès, Moisés, Donato y José Prado, retornaron a Nahuapampa, sin
poder convencernos, ni a mì ni a Albino, de regresarnos con ellos, dado el
peligro de sufrir la venganza de los otros. Pero, tampoco podíamos seguir en
el ramadón con los demás enemigos. Así pues
Albino convenciò al mayordomo de darnos un cuarto en la Estrella , en la
casa-hacienda, distante a 200
metros de ahí. Aceptó diciendo “...claro, después de lo
ocurrido están en peligro..”. De inmediato nos trasladamos al cuarto de
servidumbre.
Seguí trabajando como jornalero, siempre con el afán de aprender a leer
y hablar castellano, aunque me parecía remota la posibilidad si seguía junto a
mis paisanos, ¿qué me enseñarían ellos?. Por eso traté de ganarme la confianza
de la dueña, haciéndome muy amigo de Palomino, que hablaba buen castellano, por
haberse criado desde muy niño en la
hacienda.
Los domingos, que no se trabajaba en la chacra, ayudaba en la limpieza
del depósito de herramientas y de la tienda,
donde vendían toda clase de mercaderías para sus propios peones. Un día
la señora le dijo a mi paisano Navarro, “...Narciso es muy pequeño para seguir
de jornalero, ¿no querría trabajar al servicio de la casa con contrato por 30
soles todo un año?...además le enseñaré a leer y escribir..”. Esto último me
interesó mucho y rápidamente acepté.
UNA FUGA
A la semana que estuve trabajando, un paisano que viajaba de Yauca a
Nahuapampa se alojó en la hacienda. Fuí a saludarlo y de paso darle un encargo
verbal para mamá: que no se preocupe, que estaba bien de salud, que volvería en
un año, que estaba al servicio de la casa por un sueldo de 30 soles, y que se
alegre porque me enseñarían a leer y escribir en castellano. El paisano me
dijo, “...muy bien que aprendas, pero el sueldo es muy bajo, en Yauca se gana 30
soles de oro por mes en la rebusca de aceituna, y también podrías aprender las letras;
pero ya nada puedes hacer, solo te queda cumplir tu contrato...”.
Toda esa noche no pude dormir pensando en la cantidad que segùn mi
paisano ganaría en Yauca durante un año. En la mañana muy temprano hice mis
càlculos con piedrecitas: 26 montones de
15 daban 39 soles, en doce meses... uuff...era mucha plata. Le hablé a Albino
Navarro, -única persona de mi confianza-
dijo “...mejor ve la posibilidad de irte a Yauca...”. Desde ese momento perdì
mi tranquilidad pensando còmo deshacer mi contrato verbal con don Leopoldo, sabìa
que hablándole no sacaría nada, pues conocía lo orgullosos y prepotentes que
eran los terratenientes, entonces pensé en fugar. ¿ Pero, sólo?, a mis 14 años?
por un camino que no conocía? sin saber hablar bien el castellano?. En un
primer momento no me importó, estuve decidido a irme, no me preocupaba lo que afrontaría.
Los días siguientes, el único tema de
conversación con mi paisano Albino era mi viaje a Yauca. Me decía “...puedes viajar y ganar mucha plata...pero
no vayas solo, es muy peligroso..”.
De tanto pensar como aminorar los riesgos de mi fuga, se me ocurrió
inquietar a Palomino. Una tarde lo encontré sólo y le dije “...oye Palomino
cuanto te pagan por tu trabajo?...”. “..Buenooo....yo no gano nada, pues no
necesito nada, casa, comida, hasta la ropa usada que me dan es
suficiente..”. “...¿ No piensas casarte
alguna vez ? además no sólo para eso necesitas plata !...”, “...Bueno, algunas
veces solicité me dieran algún dinero, me contestaron ¿para quéeee?, ¡tú tienes
todo!, no pienses tonterías...”. No me desanimó su conformismo, así que le
insistí “...dime ¿ piensas algún día volver a tu pueblo, buscar
a tus padres, tu familia?...”. Se quedó pensativo, lo acosé nuevamente “...no
solo necesitarás dinero para el viaje, sino también para cuando te cases, ya
eres mayor de edad...”. Finalmente dijo, “...efectivamente debo trabajar para
ganar plata, pero cómo me desligaré de la familia?...” “...Buenamente no te
dejarán, lo mejor es fugar..”, “..¿ Tú también piensas irte de la casa?..”,
“...Si tú te decides, sí!..”, “...¿ Pero dónde podremos ir?...”, “...Mi paisano
me contó que en la rebusca de aceituna en Yauca, pagan 1 sol 50 diario...”. El
sabía más de números que yo, porque dijo “...Buenooo, pero yo no conozco el camino,
en pocas ocasiones he llegado hasta Chala, no más allá..”. “ ¡ Cosa fácil ! me
dijeron que es cerca, preguntando llegaremos...”.
Por esos días don Leopoldo viajaba a Chala a embarcar un cargamento de
vino y se quedarìa unos días en su caserón, situado en la plaza principal del
puerto. Esa era la oportunidad de fugar, medí el riesgo que corríamos y le hice
jurar a mi socio no contar mi plan a
nadie “..¡ Lo juro ! porque
tambien me conviene..” Nos reunimos en
seguida con mi paisano Albino para que nos indique cómo llegar de Chala a
Yauca. Con mucha atención le escuchamos “...de este lugar sale un camino muy
transitado por los viajeros, van a subir una cuesta, después verán un pueblo,
es Atiquipa, está situado al pié de unos cerros, al lado izquierdo está el mar.
Ahí pueden alojarse y salir antes del amanecer para llegar a Yauca temprano.
Van a pasar por un lugar llamado Tanaka, el camino pasa por entre unas piedras
enormes, a la salida hay una crucecita donde fue enterrado un asiàtico de ese
nombre; de ahí bajan a la playa, deben seguir caminando pegados a la orilla,
porque si se internan a la derecha, la arena movediza los puede tragar.
Sigan caminando, de un momento a otro
verán una cruz grande hacia su derecha, lleguen hasta ahí, luego mirando que la
cruz esté a sus espaldas sigan hasta que desaparezca de su vista; unos cuantos
pasos más encontraran un valle verde, es Yauca...”.
Don Leopoldo estuvo preparando toda la tarde su cargamento para viajar
al amanecer a Chala. Efectivamente, en la madrugada salió al puerto.
Ese día hicimos nuestras tareas acostumbradas. A las 6 de la tarde, la
familia del patrón y los peones se acostaron y empezamos a prepararnos. Yo envolví unas ropas dentro de mi poncho y en un mantel de tocuyo amarré unos 500 gramos de cancha;
Palomino también acomodó sus dos ponchos y alguna ropa.
Apenas se apagaron las luces en los dormitorios de la señora Luisa y
sus hijas, nos despedimos de mi paisano y amigo Albino, el único que sabía
todo; prometió que no avisaría, un apretón de manos a ambos, y salimos
disparados, a toda carrera por entre los parrales.
Tan luego estuvimos en Jaboncillo. Nos precavimos de no salir al
camino, alguno podría reconocer a Palomino, así que nos fuimos por la orilla
del río hasta el pueblito Caramba. A la luz de lamparines vimos a hombres
emborrachándose en las cantinas, por lo que corrimos hacia lugares menos
visibles.
Conforme avanzábamos por la orilla, el rìo aparecìa con más caudal por los puquiales que confluìan en
el trayecto. Al hacerse la vegetaciòn y àrboles màs abundantes y tupidos, impidièndonos
avanzar, salimos al camino principal.
Corrimos a trote ligero un gran trecho, en 2 horas más llegamos a
Achanizo. El pueblo estaba silencioso, entramos despacio conteniendo la
respiración pero los perros nos sintieron y empezaron a ladrar y aullar, asustados,
corrimos nuevamente buscando la orilla
del río.
En determinado lugar entramos al camino, serían 11 de la noche,
estábamos en la parte alta de la hacienda CasaGrande. Avanzamos un regular trecho
y para descansar un rato salimos del camino nuevamente.
Continuamos el viaje, llegamos a Huancalpa, Quirhua, San Agustín, Serpe,
Angostura, subimos una cuesta; volteando a la pampa de Capa nos amaneció. Ahí no habìa árboles ni elevaciones y nos podìan
identificar con facilidad. Mi compañero
se encontraba muy cansado, su vida había sido muy sedentaria y no estaba
acostumbrado a grandes esfuerzos físicos, por ratos tenía que agarrarlo del
brazo para que no se caiga.
Salimos 300
metros fuera del camino, y marchamos en forma paralela. Cuando veíamos acercarse
viajeros a pié o a caballo, nos escondíamos tras de las dunas ó piedras, en la creencia que podrían ser los
comisionados a capturarnos, ó quizá eran don Leopoldo y sus peones que
retornaban de Chala a la hacienda. Camine...
...camine…..camine….., a eso de las 8 de la noche, en medio del inmenso arenal habìa un pozo de agua, al
sentirnos muy cansados subimos a un cerro y tras de unas piedras nos acostamos
sobre nuestros ponchos.
Dormimos como piedras hasta al día siguiente, serían 2 de la tarde
cuando desperté sudando por el sol que quemaba, comimos un poco de cancha, nos
entró una sed terrible. El pozo de agua estaba cerca al camino, observamos a
todos lados, felizmente no habían viajeros, así que corrimos hasta ahì y
llenamos nuestras panzas hasta casi
reventar. Un poco reanimados continuamos el viaje, yendo siempre distante y en
sentido paralelo al camino.
Caminamos varias horas en direcciòn al puerto, serìan 6 de la tarde cuando
llegamos a Chala con una sed terrible. En la plaza principal, junto a la
iglesia, avistamos un caño de agua, al lado izquierdo estaba la casa de don
Leopoldo, quien justo en ese momento se paseaba por su balcón. Para no ser
reconocidos, nos fuimos acercando de costado. Nos disponíamos a tomar la
primera bocanada de agua, en ese momento se acercaron un grupo de muchachos a preguntarnos
de donde veníamos, nosotros preocupados que don Leopoldo pudiera reconocernos,
no contestamos y agachamos nuestras cabezas, al no recibir respuesta alguna
empezaron a gritar “...¡ rateros, rateros, rateros !...”. Asustados y confundidos nos escabullimos hacia
el camino, tras nuestro seguian los
escandalosos vociferando “...¡ chapen a los rateros, raterooos..! ”. Por
suerte, apareció delante nuestro, una quebrada no muy profunda en zigzag, y el
cielo empezaba a oscurecerse, corrimos largo rato hasta perder de vista a
nuestros perseguidores. En determinado momento todo estuvo silencioso, en la
oscuridad de la noche, los árboles y las estrellas eran únicos testigos de lo
que nos pasaba.
Màs adelante salimos al camino para orientarnos; nos dirijimos hacia el norte,
avanzamos un trecho, de improviso nos topamos con un mojadal, charcos de agua y
un pocito, nos tiramos de cara a saciar la sed. Cuando levantamos nuestros ojos
vimos a una distancia el puerto de Chala iluminado, también podíamos oir el
ruido de las grandes olas del mar
estrellàndose contra las peñas.
Un poco repuestos del susto nos dirigimos a una hoyada un poco apartada
del camino, tendimos en el suelo uno de los ponchos y con los otros dos nos tapamos. Era
tanto el cansancio acumulado que, pese
al terrible frío por la proximidad del mar, nos quedamos profundamente
dormidos.
Desperté somnoliento y sobresaltado, ante mí estaba el inmenso arenal,
más allá el mar con sus olas
gigantescas, junto, el puerto de Chala, y la silueta apenas visible de sus
casas. Hacia el norte se veía el camino serpenteante en dirección a Yauca, era
exacta la indicación que nos había hecho mi paisano Albino “ cachino” Navarro.
Mi compañero Palomino seguía durmiendo, de un sacudón lo hice despertar, se quejó
de dolor en su mano, la tenía un poco hinchada, seguro algun bicho venenoso le
habría picado, le amarré con un pañuelo.
ATIQUIPA HOSPITALARIA
Continuamos la caminata con más
tranquilidad, ya no había riesgo de ser perseguidos
y capturados; comimos la cancha que nos había sobrado. Ascendimos una cuesta
mediana y doblamos hacia la derecha por entre verdes pastizales. Grandes
manadas de cabras eran apacentadas por sus pastores, me hizo recordar a mi
pueblo; en los meses de enero a marzo llueve en la sierra, en cambio en la
costa llueve entre junio a Agosto.
Seguimos caminando, al medio día empezamos a sufrir calambres y
agarrotamiento en nuestras piernas. Era natural, habíamos caminado 2 días y una
noche seguidas, alimentándonos con sólo 500 gramos de cancha y
algunos sorbos de agua. Al avistar muy cerca el pueblo de Atiquipa, recostado
al pié de unos cerros altísimos, todo rodeado de vegetación verde, nos
reanimamos un poco. Llegamos en el momento que en el cielo se agruparon nubes
negras y empezaron a caer goterones de agua.
Era un pueblo lindo, muy pintoresco, compuesto de una cincuentena de casas
de adobe y tejas con sus huertas de frutales, de calles bien alineadas. Nos
dirigimos hacia la plaza, con su jardín central sembrado de árboles, tras ella la Iglesia. A pesar de
nuestro hambre tuvimos recelo de tocar alguna puerta, y nos volvimos al punto
de entrada. Ahí avistamos una casa rodeada de huertas con muchas plantas de
plátano, ach’ira, papa, tocamos tímidamente la puerta, salió un señor de unos 60
años. Palomino le puso al corriente de nuestra presencia en este lugar, muy
amablemente nos hizo pasar y tomar asiento, llamó a su esposa, no recuerdo su
nombre, pero su imagen quedó grabada en mi mente. Tendría unos 50 años, de contextura regular, blancona, con su
vestido celeste, un sombrero alerón de paja, una sonrisa interminable y unos
ojos grandes de mirada risueña, con una expresión señorial. Al vernos famélicos
y hambrientos nos trajo una angara de ach’ira y té y con mucha suavidad nos
dijo “...coman con toda confianza...”. Nos hizo contarle todas las peripecias
de nuestro viaje en busca de un mejor salario. Susurré a Palomino, ¿por que no
le pedía un trabajito? y así hacernos algo de dinero para nuestro fiambre en el
camino. Tímidamente le hizo el pedido, ella dijo “...!ah! muy bien, justo por
falta de peón está sin deshierbar la huerta, pero ya es tarde, descansen ahora
y mañana temprano lo hacen, ¿ qué les parece?...”.
Al
día siguiente nos preparó un rico desayuno, luego el esposo nos trajo 2 lampas
y empezamos el trabajo. La mano de Palomino estaba más hinchada; lo que es yo,
muy acostumbrado a esta labor, comencé a trabajar con mucho empeño. Un poco
antes del medio día nos llamaron a almorzar. Con el esfuerzo que hizo Palomino su
mano estaba màs hinchada, entonces continué el trabajo yo solo; recién pude
terminar el cospeo a las 6 de la tarde, salí muy cansado.
La familia me ofreció trabajo estable y enviarme al colegio, “...como
ven ya nosotros somos ancianos, no hay quien haga los trabajos de la casa...”,
Palomino les agradeció el ofrecimiento “...con gusto nos quedaríamos pero
nuestra meta está trazada, debemos llegar a Yauca...” ; no insistieron más. Esa noche nos quedamos en
Atiquipa, el cielo despejado nos permitió apreciar claramente el cruce de los
barcos por altamar, de norte a sur y viceversa, parecía una procesión de luces.
A las 6 de la mañana la señora nos llamó a desayunar y de paso nos pagó
70 centavos, con los que compramos en una tienda cercana, 2 portolas de 15
centavos y 50 centavos de pan. El esposo nos recomendó antes de partir “...continúen el camino hasta
Tanaka que se pierde en la playa, se van por la orilla donde revientan las olas
del mar, no se acerquen a la derecha, porque es arena movediza, podrían
desaparecer, siguen por la orilla hasta ver una Cruz, diríjanse ahí ... Yauca
está muy cerca...”
Nos despedimos de la familia agradeciéndole de corazón por todo. El señor volvió a recomendarnos que fuéramos
a paso ligero, por que la distancia a Yauca era de unos 50 kilómetros . La
señora puso un pañito humedecido con alcohol en la mano de Palomino que estaba
más hinchado; volvimos a agradecerles por su alojamiento, su comida y sus sanos
consejos: “... Buscar el progreso a costa de cualquier sacrificio es muy bueno,
son muchachos todavía, les deseamos felicidades, que Dios los acompañe..”
ALMA TANAKA
Avanzado
un regular trecho volteamos nuestra vista; Atiquipa, la arboleda y vegetación
verde alrededor de sus casas. y los cerros colidantes, aparecìan envueltas en
una capa de neblina azulada,.
Conforme avanzamos la tierra se hizo reseca, luego arenosa, el camino
se hundió en una quebrada, entraba en otra, de un momento a otro, al bajar en
dirección al mar, nos hallamos entre piedras gigantes; estábamos en Tanaka.
Efectivamente, según indicaciones de mi paisano Albino Navarro, había una cruz
donde muchos años antes fue enterrado un japonés, considerado un alma santa. Al
pié de la cruz habían restos de velas dejadas por los viajeros, en pago por
algún milagro ( recordé a papá invocando el nombre de “Alma Tanaka” antes de un viaje, y en otros
ocasiones haciendo rezar un responso por alguna gracia recibida).
Luego de descansar unos minutos seguimos por el camino que bajaba en
zigzag a la playa. Serían 2 de la tarde por lo menos, y cumpliendo al pié de la
letra las indicaciones de mi paisano Albino, fuimos por la orilla del mar
mojándonos la ropa, saltando de vez en vez, cuando alguna ola muy alta
reventaba contra nosotros.
Camine... y ...camine...; en determinado momento avistamos unas manchitas negras que venían en sentido
contrario, el reflejo de los rayos solares sobre la superficie del mar nos
empañaba la vista y apenas podíamos distinguirlos. Conforme se acortaba la distancia
los veíamos del tamaño de botellitas, y cuando nos cruzamos, supimos que eran
viajeros que iban a Chala llevando aceitunas y aceite de oliva. Al preguntarles
la distancia a Yauca, nos recomendaron “...aligeren el paso y estarán a eso de
las 5 ó 6 de la tarde...”, nos despedimos.
¡AGUA, AGUA!
Caminamos aceleradamente, kilómetros adelante vimos hacia nuestra
derecha una cruz de madera, en esa direcciòn enfilamos nuestros pasos. Sentíamos
una sed terrible, Palomino tenía su mano más hinchada, no podía caminar,
agotado y sediento se sentó en la arena,
“...¡ No puedo más, déjame morir aquí !” “...¡ Por favor, sigamos se nos hace tarde,
falta poco !.... Desesperado miré el agua del mar, sabía que era salada. En el
lugar donde se rindió Palomino había palos semienterrados en la arena rodeados
de hierbitas, se me ocurrió escarbar, a 30 centímetros de
profundidad empezó a fluir el agua. Palomino estaba medio adormilado, cuando grité
“...¡ agua, agua !...”, abrió sus ojos enrojecidos y se tiró a beber en el
charco junto a mí. Estaba un poco saladita, pero se podía tomar, nos mojamos la
cara y la cabeza y reiniciamos nuestro viaje.
Nuevamente.... camine... y ...camine, volteando de vez en vez para ver
que la cruz esté a nuestra espalda, por una sencilla razón, el viento borra el
camino y se lleva los rastros de los viajeros, era entonces nuestro único punto
de orientación.
Palomino preguntó donde quien llegarìamos. Le dije si conocÍa a
alguien, contestó que a doña Ysidora Neyra, esposa de don Diómedes Carbajal,
hijo de don Rafael Carbajal de Cháparra, prima hermana de don Leopoldo Neyra.
Agregó“...Donde ella no podemos llegar, porque al saber que somos peones de su
primo, de inmediato nos devuelven...mejor busquemos trabajo en otra
hacienda...”. Pensé un momento y le dije
“...al contrario, tenemos que
entrar donde ella porque te conoce, y te dará la razón si le cuentas que nunca
te pagó, que sólo trabajabas por la comida y la ropa usada que te daban, como
ya eres adulto necesitas dinero para comprarte lo que quieras....si te
preguntan por mí, le dices que también me han tratado igual que a ti...salga
bien ó mal...”.
YAUCA; PALOMINO DESENGAÑADO
Salimos del río, caminamos por entre el inmenso bosque de olivos,
llegamos a un portón que da al patio de la casa-hacienda, hacia el frente se
veía una mata de higos, a la derecha, un ramadón en donde los trabajadores
tenían su cama. En ese momento la dueña doña Ysidora de Carvajal salía de sus
habitaciones y se dirigía al ramadón, justo debajo de la mata de higos volteó
la cara y nos vió “...hola Palomino...¿has venido sólo?...¿ qué es de mi primo
Leopoldo?...”. El aprovechó de contar las cosas conforme habíamos convenido, “.
¡ De manera que ese borracho de mi primo no te pagaba ! Y ¿ este muchachito..?
“. “...Es serrano, recien empezaba a trabajar, y de seguro iba a correr mi
misma suerte, por eso nos escapamos...”. “...Que bien hicieron en llegar acá,
si hubieran ido a otro lugar, el zoquete de mi primo tomaría alguna medida
contra ustedes...”. Nos llevó hasta el
ramadón, nos indicó que tomemos unas tablas “...ahí preparen su cama, en el
depósito hay costales vacíos de azúcar, dile a Humberto que te los dé, después
vayan a la cocina a comer, y a ti Palomino luego te curaré tu mano...”. “...Muchas
gracias, muchas gracias señora...”
Rápidamente acomodé las tablas
y los costales para nuestra cama, luego fuimos a la cocina, se encontraba una
señora con mandil blanco, le saludamos, nos contestó con una sonrisa en los
labios, nos hizo sentar en una banca junto a la mesa. Al rincón había un fogón de adobe con dos hornillas, encima dos ollas
grandes, la señora tomó dos mates, en ellos nos sirvió frijoles, arroz,
ensalada de lechuga, camotes cocidos y una tasa de hierbaluisa. A Palomino le
dijo “..¿ tú trabajabas donde don
Leopoldo Neyra?..”, él asintió y le contó todas nuestras peripecias. “ uuummm...pero aquí van a estar
mejor, ganarán su salario...”. Terminamos de comer, la patrona llevò a Palomino
para curarle la mano, yo me fui a dormir.
Al amanecer todos los peones fueron a traer leña para cocinar, me colé
al grupo y a la hora del desayuno llegué con mi carga de troncos. El mayordomo
me preguntó si iba a trabajar, “...¡ si señor !..”. Al rato me llamó “...va a
desempeñarse como ayudante de albañil..”.
Por entonces se estaba construyendo el segundo piso de la
casa-hacienda, era parecida a esos castillos de los siglos antiguos, con un
torreón en uno de los ángulos, de una altura de 20 ó 30 metros . Desde allí podía
verse, con una largavista potente, los barcos que navegaban por altamar, podía
verse también todo el pueblo de Yauca rodeado de plantaciones de olivos y
platanales.
El constructor era gringo, de cara muy seria. “..¿ Cómo te llamas?.........muy
bien Narciso, tomas la carretilla y vas a subir esta mezcla de cemento al
segundo piso, por la rampa de madera..”. Al comienzo lo hice con mucha
dificultad, pero al pasar de las horas me fui acostumbrando, al final del día podía subir y bajar a la carrera.
A las 12 del día en punto repicó la campana llamando a la peonada al
almuerzo. Después, segùn costumbre de esa època, fuimos a dormir la siesta. Cuando me dirijía al ramadal, don Diómedes
Carvajal y doña Ysidora salían de sus habitaciones, les saludé con respeto, me
contestaron; observé las facciones delicadas del señor, tenía un cutis
finísimo, modales suaves y aspecto muy señorial.
Para mala suerte de mi compañero Palomino, la herida de su mano empeoró, y no pudo trabajar durante 2
semanas. Una vez sanado de su afección, tampoco pudo desempeñar las labores de
la chacra, se volvió inútil, huraño y descuidado de su persona, ya no era el
hombre dicharachero y narrador de historias interminables. Como dormíamos
juntos un día le reproché su descuido personal y falta de higiene. Me mirò con
odio y resentimiento, me dijo muchas cosas hirientes, entre ellas “...por tu
culpa me encuentro en esta situación...si no me hubieras inquietado estaría
tranquilo allá en Cháparra”. Desde ese momento agarré mis cositas y acomodé mi
cama en un altillo del fondo. No nos hablamos más. Después supe que lo pusieron
como ayudante de cocina; claro, el estaba acostumbrado a esa clase de trabajo
desde que lo recogió su anterior patrón don Leopoldo, nunca aprendería a ser
chacarero. Al cabo de unos meses desapareció de la Hacienda , ¿ qué suerte le
habría corrido al pobre?.
MI EXPERIENCIA COMO PEON EN YAUCA
Trabajè como ayudante en la construcción de la casa durante un mes,
luego me mandaron a recoger aceitunas en los grandes potreros de olivos,
trabajo conocido comúnmente como “la rebuzca”.
Se hace en los meses de junio y julio cuando los frutos están maduros, en
algunos casos tanto que con el viento caen al suelo.
Los olivos de entre 15
a 20 filas, según la extensión del terreno, estan plantados sobre surcos
distanciados 6 metros
entre sì. Anualmente se remueve la tierra con una yunta, seguida de lamperos que
van formando elevaciones de 20 centímetros alrededor
de cada planta, de tal modo que facilite la circulación del agua de riego en
todo el sembrìo. Esto permite que se conserven verdes los follajes y brillantes
las aceitunas negras, con un lindo aspecto.
La rebuzca se hizo entre los olivos tan frondosos y tupidos que tenìan
la apariencia de un subterràneo vegetal. 12 muchachos, 2 por cada surco, cada
uno con nuestra canasta liviana, empezamos el recojo. Vaciábamos y llenábamos las aceitunas en unos capachos ó
alforjas de cuero, atadas al lomo de un burro, a cargo de un “ capachero”. De
ahí era trasladado y extendido en un “tendal” ó pampón amplio de unos 200 metros , para el secado de las aceitunas.
Los costeños de buen castellano y fácil palabra trataron de dominarnos
a los serranos. Yo entendía lo que decían aunque no podía contestarles en su
idioma. Pero no me dejé humillar, me trompeè con ellos tantas veces, hasta que
logrè dominarlos. Si alguno me quería adelantar en la rebuzca, dejaba mi
canasta y corría a cerrarlo a golpes. Los dejaba muy atrás y los esperaba
descansando hasta que lleguen a la meta. De este modo, en varias ocasiones que
vino el mayordomo a controlar el trabajo, me encontraba siempre adelante, y me
consideraba un buen peón, pero no sabía que, ademàs de serlo realmente, era por el miedo de los demás a nivelarse
conmigo.
Terminada
la tarea del recojo, los árboles de olivos empiezan a deshojarse. En agosto, pròximo
a la primavera, se iniciaba el riego de todos los plantíos, tambien de los
plátanos, granada, granadilla, higos, uvas, camote, papa, yuca, zapallo,
cebolla, lechuga, col, coliflor, tomate y ají verde. En el agua de riego
desleíamos el guano de la isla, traídos del depósito en sacos de 50 kilos, los
partíamos en 2 y los colocábamos en la toma de cada acequia; con la fuerza del
agua se iba repartiendo a todas las plantas. El efecto del abono sobre los
frutos era asombroso en calidad y abundancia
SELECCIONANDO ACEITUNAS
Acabada la “rebusca” de aceitunas en el campo, fuimos trasladados al
tendal para escoger las aceitunas buenas destinadas a Lima capital.
Delante de mis compañeros, el mayordomo recomendó “...Narciso no vayan
a estar jugando, aceleren seleccionando con esmero..”, y se alejó con cara muy
seria. Con qué disciplina y responsabilidad cumplimos todos nuestro trabajo, como
soldados que acatan las órdenes de un sargento. Igual cuando íbamos al campo
con nuestras barretas, lampas y picos al hombro, como si fueran nuestros
fusiles.
Unos 40 días duró el trabajo de escoger; cientos de sacos de aceitunas
selectas eran llevadas a Lomas, en el camión de don Diómedes. Se hacía el
recorrido por una carretera improvisada desde Yauca a Lomas, pasando por Acarí
y Jaquí. El camino era demasiado peligroso por las dunas y la arena movediza.
Cuando se atascaban las ruedas del carro utilizábamos tablones de eucalipto muy
resistentes para afirmar el suelo. Los tablones tambien servían para cruzar el
río Chaviñita, cuna de camarones, cuyo origen está en las alturas de Lucanas. Sus
aguas regaban todo el valle de Acarí y fructificaban el algodón y caña de
azúcar de la mejor calidad.
ELABORACIÓN DE ACEITE DE OLIVO
Terminada la selección de las aceitunas
en el mes de setiembre, de los 16 muchachos que enpezamos con “la rebusca”, quedamos
solo 6 peones: los 3 hermanos Montoya, uno de Sayla, un arequipeño, y yo. Los
demás que eran oriundos de Colcabamba y de Corculla retornaron a sus pueblos. Del
personal de adultos tambièn quedaron muy pocos. De entre todos fuimos
designados 6 para el trabajo de molienda de aceitunas deshechas, para extraerles aceite: cuatro adultos, el
saylino y yo.
El molino es parecido a un trapiche, consiste en una piedra circular de
un diámetro de 1 metro
y medio y 2 metros
de altura. Su parte superior, cóncava como un plato, de 30 centímetros de
profundidad, está unida por un eje central a una contratapa de piedra más
gruesa, más pesada, pero de menor dimensión. Del eje central sobresalen 2
cuartones de madera con argollas de metal en sus extremos, en los cuales se ata el cabestro de una mula,
que hace girar el molino al restallar del látigo
Para la molienda se echan en el
recipiente 3 ó 4 sacos de aceituna con pepita, se vierte un chorro de agua
caliente de una cañería que sale de un caldero. Al girar el molino, el peso de
la contratapa de piedra y el movimiento giratorio que dá la mula a las vigas
centrales, van triturando las aceituna. Por acción del calor y la fuerza de la
gravedad, la masa es arrastrada por un canal a un pozo de tamaño pequeño. Este
pozo tiene un agujero de entrada mayor que el de salida, por una sencilla
razón, como el agua no se mezcla con el aceite que es más denso, éste queda
empozado y el agua sigue discurriendo.
Mi tarea específica era sacar el aceite con
un cucharón y llenarlo en unas latas. Otros las subían al camión y las
llevaban a la hacienda, para soldarlas, dejándolas listas para enviarlas
a Lima.
Este trabajo nos ocupó todo el mes de
octubre. Todos los días llevaba mi bolsa de pan francés para comerlo remojado
en el aceite caliente. Es lo mejor que se podía comer, y a mi no me faltaba el
pan.
Yo andaba prácticamente solo, pues los muchachos de mi edad no se me
acercaban mucho por las continuas peleas que tuve con ellos. Prefería conversar
con los peones adultos, por supuesto en quechua, por que todos éramos serranos.
AMASANDO PAN. PESCANDO EN EL MAR
En mi afán de aprender a leer y
escribir el idioma castellano, traté de ganar la simpatía de la patrona de la
siguiente manera: en la hacienda habían dos cocineras, una para los peones cuyo
nombre no recuerdo, y otra para los patrones, llamada Sofía, quien renegaba
constantemente porque los peones no le traían leña con voluntad. Luego de
cumplir con mi obligación de traer leña
para la cocinera de peones, me iba en las tardes a recoger leña selecta y lo
dejaba donde Sofía.
Un día muy temprano, la patrona me encontró cargando agua a los
cilindros de su cocina, sin ser mi obligación. Cuando me dirigìa a desayunar a
la cocina de peones, la señora dijo “...Narciso venga acá..”, le saludé con
todo respeto “...buenos días señora..”.
..Buenos días Narciso, Sofía, desde ahora este muchacho va a desayunar,
almorzar y cenar aquí..”, “...Muy bien señora....muchas gracias señora..”. Al
saberse esto, los demás trabajadores comentaron en distinta forma: “..Es un
adulón..”. “..Ahora comerá como patrón...”, “..Es su suerte, es buen muchacho,
trabajador y muy respetuoso con todos, dejémosle tranquilo...”.
Yo, sin preocuparme de esas habladurías continué con mis cortejos. Todos
los domingos que iba al río a lavar y parchar mi ropa, aprovechaba en pescar
camarones, los más grandes los llevaba
donde Sofía, “...para la patrona...” le decía,
y me daba mi buen plato de picante de camarones con papa, y ensalada de
lechuga ó de col rociado con aceite de
olivo.
Rafael,
sobrino de la patrona, apodado “ Chaparro”, preparaba pan 2 veces por semana. Empecé
a ayudarlo, nos amanecíamos amasando a pulso y horneando los panes en el horno
de adobe calentado con leña. Me daba mi ración de pan francés en una bolsa, y yo
continuaba haciendo mi trabajo de peón. Los días sábados, a partir de las 6 de
la tarde, “ Chaparro”
tenía por costumbre ir a pescar a la playa, en compañía de un muchacho conocido
como “Titina” ó tambien como “Campeón”, era medio miope. Me sumé a ellos, nos
íbamos montados en nuestras burras, la mía llevaba una alforja de cuero para
depositar los pescados; yo hacía de capachero, y ellos se encargaban de pescar con la atarraya. Se tejen
con hilo de algodón muy resistente, de unos 4 metros cuadrados ,
en su borde se atan plomos chicos y en el centro un cordón corredizo de 5 metros que se sujeta con
la mano derecha. Con la izquierda se avienta como si fuera un disco, hasta
donde la fuerza del brazo lo impulse, al hundirse por el peso de los plomos, va capturando en su
caída toda clase de peces. Yo iba juntando corvinillas, lisas; las más grandes
las echaba a la capacha, las más chicas las devolvìa al mar.
Después de caminar toda la noche unos 10 kilómetros ,
teniendo suficientes peces en la alforja, nos encaminamos a la desembocadura
del río Yauca. Al amanecer recogimos de los alrededores maderas secas y preparamos
una fogata. Alrededor de las brasas colocamos choclos, camotes, 10 pescados
lavados con agua del mar, al poco rato quedó cocinado; muy riquísimo todo. A
eso de las 8 de la mañana nos encaminamos a la casa comentando las incidencias
de la noche.
En mi mente quedaron grabadas la sensación del frio, acentuado por la
brisa marina, el ruido de las olas gigantes reventando mansas sobre la arena;
la fuerza del mar amenazando quitarnos la atarraya; el azul oscuro del cielo y
el reflejo de las estrellas; la procesión de luz, de los barcos que navegaban
en altamar de sur a norte y a la inversa.
A las 10 de la mañana llegamos a la
hacienda con nuestra pesca. La patrona nos recibió muy emocionada y nos mandó a
desayunar. Yo me quedé profundamente dormido hasta las 6 de la tarde, hora en
que nos llamaron para comer. Habían preparado estofado de pescado con bastante
ensalada de lechuga. Terminada la comida, seguimos descansando porque al día
siguiente lunes continuaba nuestro trabajo.
UN LAMPERO DE POLENDAS
Terminada la labor
de extracción de aceite, me mandaron con el personal adulto al cospeo de papa,
maiz, camote, yuca. En esa tarea demostré mi habilidad en el manejo de la lampa
y de la guadaña, para sacar el hierbaje de los bordes de la chacra. Trabajé
todo octubre hasta la primera quincena de noviembre, en compañía de los mejores
lamperos de la hacienda. A pesar de mi corta edad, 14 años apenas, fuí muy
querido por los trabajadores, estimado por el mayordomo y tambien por mis
patrones.
Un domingo por la tarde nos reunieron a
todos los lamperos en el patio de la
hacienda encabezados por nuestro capataz Segundino, para coordinar con el
mayordomo y el patrón don Diómedes, la
designación de los grupos de
trabajo de la semana siguiente. “..Que venga Narciso, mi mascota ..” llamó el
capataz. “..¿ No es muy muchacho..?, inquirió el patrón. “...No señor, responde
bien, al paso que va será el mejor lampero de la hacienda..”. En el rostro del
patrón se dibujò una expresión de incrédulidad, pero el mayordomo con
movimiento de cabeza, ratificó la
respuesta del capataz.
En la segunda semana de noviembre comenzó
la limpieza de la acequia principal, que lleva agua para el riego de los sembríos de olivos y
frutales de todas las tierras del valle. Para este trabajo nos reunimos 18
trabajadores; 3 por parte del señor Dongo, 3 por parte de doña Virginia Vda. de Carbajal, pequeños
hacendados, y 12 de nosotros a nombre de
nuestro patrón; todos al mando de don Segundino. El capataz empezó a medir una
brazada para cada uno, a mí me colocó al último, ya que él trabaja sólo media
brazada para terminar antes, pues tiene que seguir midiendo. A mí me fue muy
fácil encontrar el.......( ilegible en el manuscrito ) después del
capataz; en 4 semanas terminamos el trabajo.
Entre noviembre a diciembre empezó a secarse
paulatinamente el río Yauca. En los pozos profundos formados en su cauce
todavía se mantenían algunos pejerreyes y camarones, y conforme el acentuado
rigor del sol evaporaba el agua, eran devorados por los hambrientos gallinazos
que rondaban por ahì. Las plantas más pequeñas empezaban a enroscarse
cabizbajos por el fuerte sol, los pobladores tenían que racionar el agua para
ellos y sus animales. Lloviera o no, infaltablemente,
antes del 25 de diciembre, llegaba el rìo cuyas aguas provenían de la laguna de
Anjascocha, situada en los límites de la provincia de Lucanas y Parinacochas,
en plena cordillera occidental a 4,800 m .s.n.m. El camino de herradura que pasa
por uno de los extremos de la laguna, conecta dichas provincias con Nazca, Ica
e incluso Cotahuasi.
LEYENDA DE LA LAGUNA DE ANJASCOCHA
Sobre esta laguna se contaban leyendas
diversas llenas de superstición, entre ellas la siguiente; dice:
Muchísimos años atrás, en el lugar donde
se sitúa la laguna existía un pueblo de nombre Anjas, cuyos habitantes se
dedicaban a la crianza de ganado vacuno, lanar, auquénidos, así como a diversos
cultivos. Pues bien, igual que en otros lugares, aquí también existía gente
adinerada, dueña de grandes extensiones de tierras, abusivos y miserables que
preferían botar a la basura, comida, ropa, y otras cosas, en vez de regalarlo a
los pobres.
Uno de estos, terrateniente poderoso,
celebraba el matrimonio de su hija con mucha pompa y derroche. Había invitado a
gente de otras comarcas, tambien poderosos y ricos como él, que fueron llegando
montados en hermosos caballos adornados finamente, tambien ellos adornados con
sus joyas más valiosas, en ostentación de su riqueza y señorío.
Desde la medianoche el batallón de
servidores estaban atareados en los preparativos. Un grupo a degollar los toros
y los carneros; otro grupo a escoger el arroz y cortar papas; otro a lavar los
tremendos pailones y servicios; otro a limpiar y adornar con flores el patio.
Finalmente quedó instalada la mesa larguísima, forrada con un mantel blanco
bordado con hilos de oro, y sobre ella estaban puestas las jarras, los
cubiertos, los vasos de plata.
A las 11 de la mañana las campanas
tañeron anunciando el inicio de la misa, entonces los novios se dirigieron a la
iglesia acompañados por los padrinos y demás invitados. El templo estaba
adornado con flores y cenefas desde la puerta hasta el altar. El sermón del
cura fue muy colorido, resaltaba las cualidades de los novios y de sus padres,
los más poderosos de la zona, calificándolos como los más devotos, piadosos
y humildes de los seguidores de Nuestro
Señor, es decir…. casi unos santos. La misa durò 2 horas.
Ya
en la casa, antes de hacer el brindis de honor, el patrón asignò el asiento que
debían ocupar los concurrentes de acuerdo a su jerarquía y estima personal, de
tal modo que, muchos que se habian acomodado a su lado, tuvieron que irse al fondo, con
gran carcajada de los comensales, y otros estirando el cuello y abombando el
pecho, como pavos reales, vinieron hacia los asientos principales. El grupo de
músicos empezó entonces a tocar sus melodías más bellas.
En medio del banquete y la algarabía
general, intempestivamente, apareció ante los comensales un anciano vestido de
andrajos, descalzo, con las manos, cara y pies lleno de heridas, tenía un mate
entre las manos y les pidiò el resto de las comidas y las migajas de pan. Los
dueños e invitados estaban asombrados de
cómo pudo haber entrado “...el viejo asqueroso..”, sin que se hubieran dado cuenta los “...inútiles sirvientes...”.
Antes que recobrasen todos su serenidad, el patrón gritó “..¡ boten a ese viejo sarnoso..! “. Corrieron
los lacayos a cumplir la orden, pero no se atrevieron a acercarse, tal era el
olor nauseabundo que despedía el cuerpo llagado del viejo. Éste, bajo la atenta
mirada de los invitados, sin darse por aludido se encaminó muy campante a la
salida, ni los perros bravos se atrevieron atacarlo. Cruzó el patio, se acercó al
ramadón donde dos mujeres batían con un cucharón el perol grande de caldo
hirviente, metió la mano y sacó una presa de carne sin sufrir daño alguno, y
muy orondo salió a la calle. Algunos curiosos salieron a verlo, pero ya no lo
encontraron, se hizo humo. Los jaranistas tan luego se olvidaron del incidente,
y continuaron con sus brindis, sus aplausos atronadores, y sus vivas a los
recién casados.
El anciano siguió caminando calle arriba,
hacia la salida del pueblo, al pasar por
una modesta casita de piedra y techo de ischu, observó por la puerta
entreabierta que en un rincón humeaba una olla sobre una tullpa (
cocina de piedra encendida con brasas de madera). En el patio una mujer con la
enjallma amarrada a su cintura tejía un poncho, al sentir pasos cerca de su
puerta, levantó la cara y vió al anciano que entraba. Sin saber porqué, sintió
respeto y algo de temor, rápidamente dejó el tejido y se fue a su jardincito, cortó
unos claveles, regresó nuevamente y le dijo al anciano, “..señor soy tan pobre
no tengo otra cosa para invitarte, solo este ramo de flores..” . El anciano, que ya no tenía llagas en el cuerpo, ni
tampoco apestaba, le dijo “ ...mujer, eres caritativa y noble de corazón, por
tu buena acción te mando que levantes tu niño y tus pequeñas pertenencias y
vete lejos del pueblo, porque en unos momentos se va a producir una desgracia,
tambien te advierto que cuando ya estés por doblar la cuesta sentirás un ruido
terrible, no voltees la cara, luego oirás otro más intenso, la tercera vez será
difícil de soportar, pero no lo hagas, estarás en peligro...”. Terminada la
advertencia salió el anciano. La mujer al darse cuenta que se había olvidado
llevar las flores, salió a alcanzarlo, pero había desaparecido, entonces se
llenó de gran temor.
Tenía una
llama, sobre su lomo cargó su cama, algunas cosas lijeras, y abrazada a su
hijito emprendió rápidamente el viaje hacia el norte. Efectivamente pués,
cuando faltaban pocos metros para llegar a la cumbre, empezaron grandes y
atronadores movimientos de tierra, no soportó más y volteó. La curiosidad y el
miedo la vencieron. Le costó caro su desobediencia porque se convirtió en
piedra.
En ese lugar se observa una piedra en
forma de mujer con la cara volteada atrás, cargando en brazos a su niño, a su
lado una llama y un perro, como prueba de los hechos ocurridos siglos atrás. El
pueblo se convirtió en una laguna, en castigo por lo miserables que fueron sus
habitantes. Dios en persona los puso a prueba y los castigó por herejes.
También contaban que un arriero, aprovechando la noche de luna llena,
viajaba de Puquio a CoraCora por el camino que pasa al costado de la laguna, en
eso observó un pueblo desconocido, sus casas iluminadas con lamparines, vió a
la gente caminando por las calles, entró a una tienda y pidió que le
despacharan media mulita de trago, el dueño no le quiso despachar, dijo que no
tenía. Se fue entonces hacia un caserón
con su corral, pidió a su dueño posada para él y sus animales, pero se lo negó
con brusquedad, sin embargo le dijo “...puedes alojarte a la salida del pueblo
ahí hay una casa de hospedaje..”.
Efectivamente a la salida había una casa
deshabitada, en el corredor descargó sus cosas, en la parte posterior amarró a
sus animales, y entrò a la casa a preparar su cama, como estaba muy cansado se
quedó dormido. La luz del sol sobre su cara lo despertò y se dió con la
sorpresa de encontrarse en la orilla de la laguna, junto a unas matas de
chillko; más allá junto a unos ramajes se encontraban amarrados sus animales.
Muy asustado alistó su carga y con paso ligero, mirando a cada momento hacia
atrás, siguió muy agitado el viaje. Al llegar a Chaviña, le contó a uno y otro
lo ocurrido, le dijeron “..Te salvaste, es un pueblo encantado....muchos han
entrado inocentemente, al oír tañido de campanas, cantos de gallo...y se han
perdido..... Comentaban tambien, “ Hay
meses en los cuales baja el nivel de las aguas, y permite observar un cerro en
el centro de la laguna, que es justamente la torre de la iglesia...”
Anteriormente por esa ruta transitaban los
viajeros desde el sur a los departamentos del norte, mi hermano Serapio contaba
que en uno de sus viajes a Puquio recuerda haber visto después de la laguna, a
la subida de la cuesta, la mujer con el niño en brazos, su llama y su perrito
en figuras de piedra.
Lo cierto es que la laguna de Anjascocha
situada en la cumbre de la cordillera occidental abastecía de agua a los
pueblos de la sierra, entre ellos a Chaviña, que pertenece a Lucanas, gran
parte de CoraCora, Civilla, Aycará, zona eminentemente ganadera de vacunos,
lanar. Estas tierras producen papa, maíz, trigo, cebada; en la parte baja
cercana al río Sanjarara producen frutales de toda clase. Sus aguas también
abastecían a diferentes pueblos de la costa sur, entre ellos Jaquí donde hay muchas
haciendas productoras de caña de azúcar, algodón, aceitunas. Pese a que “Piedra Blanca” y “Yauca”, estaban más cerca al mar, sufrìan por la
escasez de agua
Comentaban que en el año 1,910
contrataron un ingeniero para que estudie la laguna y la factibilidad de
utilizar sus aguas para aliviar las sequías frecuentes que agobiaban a la
población de las haciendas mencionadas. El resultado del estudio indicaba que
debìa construirse una represa natural y hacer la derivación mediante varias compuertas
en las partes bajas. Los pobladores pusieron entonces manos a la obra y
construyeron la represa. Cada año entre noviembre y diciembre se abrìan las
compuertas según las necesidades de agua y riego de sus plantíos. Cuando empezaba
a llover en la sierra lo volvìan a
cerrar.
MIS TRABAJOS EN YAUCA
Ese
año participè en la gran fiesta que organizaron los pobladores por la llegada
del agua. Desde Jaquí hasta Yauca hicieron la recepción con bailes, cohetes. Al
anochecer iban a la orilla del río portando banderines, al amanecer el señor
cura realizaba una misa de campaña. Todas estas manifestaciones de gratitud a
Dios y a la Naturaleza
eran muy significativas, porque el agua es la vida para el hombre, hace
producir la tierra, alimenta a los animales y hace crecer las hierbas.
Con los primeros riegos los olivos se pusieron verdes y abrieron sus
flores. Luego, fué necesario remover la tierra con yunta para mejor distribución
del agua, previamente mezclado en las tomas con guano de las islas.
En Yauca el encargado del arado con yunta se llamaba Bartolo, pequeño
de estatura, malgeniado, jactancioso y presumido. Diariamente castigaba a sus
muchachos guiadores; llegaba en las
tardes a la hacienda muy molesto “..buenas tardes don Diómedes..”. “ Buenas
tardes don Bartolo y que tal los ayudantes?..”.
“...Con todo respeto señor, ¡ estos serranos son muy brutos e ignorantes,
no comprenden las indicaciones que se les hace y me malogran el trabajo !..”. Entonces,
a sugerencia del Administrador, el patrón ordenó “...vaya entonces con Narciso
mañana...”. “...Bueno, si Ud. lo dice...”.
Escuchè casualmente esa conversación y quedé muy preocupado. Toda esa
noche me revolcaba en mi cama sin poder dormir, pensando, “ serrano soy, ignorante tambien, pero
bruto?....seguro me pegará como a los demàs guiadores...pero, ¿por qué?..¿sin
motivo alguno?..”. Agarré sueño recien en la madrugada, desperté muy
sobresaltado. Luego de asearme fuí a tomar mi desayuno, en ese momento entró el
mayordomo, “...Narciso hoy día va con Bartolo..”. “...Sí señor...” me puse
nervioso.
Bartolo me llamó, fuí de inmediato sin
contestar. Los 2 toros estaban aparejados, con el yugo puesto, me puse adelante
según su indicación. Caminamos unos 300 metros que me parecieron kilómetros,
llegamos a una chacra donde teníamos que abrir surcos de 100 metros de largo, cada
surco debía ser una raya perfecta. Entramos, dijo“..vamos a ver muchachito ¿ves
esa mata de sauce?..pues ahí debemos salir derechitos”. Los toros eran muy
nobles y dóciles, a la menor distracción ó desvìo del cuerpo del guiador, lo
seguìan, por eso la raya del surco les salìa
torcido, en zigzag. Al darme cuenta de este pequeño detalle, me puse en medio
del yugo y muy atento me dirijí rectamente al lugar señalado. Llegando a la
mata de sauce Bartolo dijo “...muy bien serranito, muy bieeen, como una
regla...”. En las vueltas siguientes me fue fácil, había captado el truco del
buen guiador: no distraerse.
A las 11 y 30 llegó el almuerzo, el
hombre ordenó que descansemos para comer, antes que termine de hablar traje el
pasto para los toros, me quedó mirando sin decirme nada. Así transcurrió el
día. Al llegar a la casa en la tarde, don Diómedes le preguntò por mi
desempeño, él contesto “...va bien el serranito, señor..”. Durante 4 semanas que duró este trabajito, estuve muy tenso y preocupado
por la línea recta para no recibir un riendazo de Bartolo.
Después me mandaron con otros peones a
plantar olivos en las tierras eriazas, para ampliar la extensión de los
cultivos de la hacienda. Yo a mis escasos 14 años me sentía contento de ser
considerado un peón de primera línea.
En los meses de Enero y febrero, a causa de
las lluvias torrenciales de la sierra,
el rìo se hacía impasable y los viajeros se quedaban en ambas orillas hasta que
baje el nivel. En su crecida arrastraba casas, àrboles, animales, tambien gente
que por imprudencia se atrevìa a cruzar.
En febrero comenzaba el segundo riego de
los olivos y el trabajo tenìa que hacerse de noche. En el momento que cenábamos en la cocina, entrò Don Eleodoro, dijo:
“..¿quién de uds. quiere hacerse cargo del riego?”, los peones se miraron unos y otros como
diciendo no va conmigo. A mi me gustaba ese trabajo porque todo aquél que iba
de noche, la patrona doña Ysidora, le daba pan, té ó café, un cuarto de pisco, una
buena linterna y la olla. Me adelantè y
le dije “... yo señor...”, “ muy
bien..”, y se fue. Mis compañeros me decían si no tenía miedo de ir, “..claro
que no..”.
A las 7 y 30 de la noche el mayordomo me
entregó la lampa y linterna y me dijo
“..acércate donde la patrona, le dirás que eres el encargado del riego, para
que te habiliten..”. A las 8 de la noche me encontraba debajo de los inmensos
árboles, tan tupidos, tan altos y coposos, que parecía un ramadón inmenso. Fui
a abrir la toma principal, luego las auxiliares, después hice compartir y
“mantear” el agua proporcionalmente a cada surco. Por ratos, mientras el agua discurría
sobre la tierra, me sentaba en la orilla teniendo cuidado de no tocar alguna
víbora de las que abundan en Yauca. A eso de las 3 de la madrugada había
avanzado bastante, me puse a preparar mi té macho, que consiste en té hervido
con pisco, y lo estuve saboreando mientras seguía manteando el agua sobre los
surcos. A eso de las 5 de la madrugada, en la semioscuridad, me llamó la
atención la gran cantidad de gallinazos que había en las copas de los olivos. Más
tarde, a la claridad del amanecer, me dí cuenta que estababan allì por los
pejerreyes y camarones, atrapados entre los surcos por donde discurriò el agua
del riego. Los buitres bajaron con rapidez y en un tris se los devoraron. Al
día siguiente, antes que los carniceros se lancen sobre la presa, recogí en una
bolsa los camarones y pejerreyes más grandes y los llevé a la cocinera Sofía.
La patrona muy agradecida me permitiò desde entonces almorzar en su cocina.
Sofía me servía un plato de picante de camarones con pejerreyes rebosados y su
ensalada de lechuga. Luego de reposar me iba a nadar al río y de paso me
llevaba 8 huevos, de antemano tenía preparado una lata mediana para cocinarlos
en la orilla del río; otras veces llevaba una cabeza de plátanos maduros, y así
pasaba mi vida en la hacienda. Había gallinas, patos, pavos, en cantidades
incalculables, es así que las gallinas ponían sus huevos en cualquier parte, y
luego aparecían con sus pollitos desde el monte. Como mi cuarto estaba en un
altillo, ahí iban a poner sus huevos, de tal manera que a mí no me faltaba que comer.
LA TERCIANA
Fatalmente, pocas
semanas después caí enfermo con la terciana ó paludismo. Las características
son: estirones en las extremidades, bostezos a cada instante, el enfriamiento
del cuerpo, la tembladera, que hace sonar los dientes como una bolsa de huesos;
y la fiebre. Después de 3 horas de estos achaques se recobra la normalidad. Enterada
de mi mal la patrona me mandó a descansar; al día siguiente muy temprano me
administró un purgante y una dosis de quinina, con lo cual mejoré y pude seguir
trabajando.
En marzo trabajamos en la preparación de
aceituna de botija conocido como “encaldo”. Pero, un poco antes se prepara la
“machacada”. Su proceso es como sigue: se arrancan de sus matas las aceitunas
aún verdes; se lavan con agua dulce y se chancan en un batán; luego, en unos
barriles de madera de tamaño mediano, son encurtidos con agua de sal, durante
unos 50 días. Esto se come con camote y pan en el desayuno.
Mientras se encurtían en los barriles las
machacadas, las aceitunas en los árboles se ponían negritas. Entonces, era momento
de trabajar con las botijas, para lo
cual previamente lavàbamos los barriles de madera y los llenábamos con agua
salada. Para comprobar si la cantidad de sal era adecuada, les echàbamos una
papa ó huevo crudo; si flotaba era suficiente, si se hundìa habìa que aumentar
la sal. Hecho este preparativo, los peones salimos a arrancar las aceitunas negritas, cada uno
con su escalera y su canasta chica colgada al hombro. Conforme llenábamos las canastas las vaciábamos
en las “ capachas” ó alforjas de cuero puestas sobre el lomo de 4 burros. Los “capacheros”
los arreaban hasta el patio de la
casa-hacienda, e iban echando las aceitunas en una arteza de cemento pulido,
para su respectivo lavado. Luego de
lavar las aceitunas, las llenábamos en los barriles llenos de agua salada, y
los tapábamos herméticamente por 60 días.
Esta es la aceituna de botija y ya sabemos
que es muy rica.
AMULETO PARA UN BUEN
LAMPERO
Las 3 primeras semanas de abril cosechamos
cebolla, en esa ocasión me hice muy
amigo de un tal Guillermo, lampero de mucha fama, oriundo del pueblo de Sayla,
que está por el lado de Corculla. Me comentó que desde Acarí, donde compiten
los mejores lamperos de la sierra y la costa, vendría a trabajar con nosotros
su sobrino Francisco.
En los primeros días de mayo era costumbre
realizar la limpieza de la acequia principal; a mí por segunda vez me tocaba
hacer este trabajo. El saylino se me acercó y me preguntó “...¿tambien vas con nosotros?..”. Cuando le
respondí que sí, me miró y se volteó como decir “...jajay, atinquirajcho
majtillo.” ( jajajay veremos si podrás muchachito). Durante la faena le
demostré que, aunque yo no tenía ni su edad ni su talla, era un buen lampero. Ahí
recien me tuvo estimación y me hizo confidente de sus cosas personales.
Cierta ocasión contò que desde muy
pequeño le gustó la agricultura y llegó a conocer “un secreto” para ser un buen
lampero; yo muy interesado le pedí que me lo enseñara. Dijo, “...en Acarí
conocí a un brujo, quien previo pago me preparó unos amuletos que conservo
hasta hoy en secreto. Para hacerlo, es necesario poseer la mágica piedra verde
de la lagartija que habita en un pozo de agua, formado con los manantiales que bajan por los cerros de Acarí. El lugar
está rodeado de totoras, callacasos y otras hierbas acuáticas, que la ocultan a
los ojos de las personas comunes. Su diámetro es de unos 9 metros cuadrados ,
tiene regular profundidad, y a su alrededor hay piedras de regular dimensión.
El acceso al pozo es difícil y peligroso, pues la vegetación que cubre la
entrada está poblado de alimañas de veneno mortal, como por ejemplo las arañas,
víboras, cascabeles. Pero esos brujos entran sin riesgo alguno, porque están
protegidos con amuletos secretos, preparados por ellos mismos. Ahora bien, para
arrebatar a la lagartija su piedra verde, el brujo lleva un bizcocho y lo
remoja con vino en una anjara de mate, lo pone sobre una de las piedras, se
desnuda y tiene que esperar, oculto entre las hierbas, todo el tiempo necesario
hasta que, atraida por el rico olor del bocadillo, aparece la lagartija. El reptil se saca del hocico su piedra, lo
pone en la orilla y empieza a saborear; al poco rato el efecto conjunto del
vino y el calor del sol lo adormecen. Este es el momento oportuno en que el
brujo se acerca silenciosamente a cogerlo. Al sentir los pasos del intruso la
lagartija se despierta y corre a buscar su
piedrita, al no encontrarlo ataca al brujo, éste se arroja al agua y permanece
zambullido largo rato, hasta que la lagartija, muy debilitada se retira
tambaleante. Dicen que la piedra es el secreto de su existencia, sin ella a las
pocas horas muere...”.
¡ Así pués, mi
amigo Guillermo era el mejor lampero de la ruta, por el poder mágico que le
daba su amuleto secreto !. El me contó la historia de su amuleto, para que le
cuente si yo tenía algún “ secreto”
parecido para ser un buen lampero a mi corta edad. Al responderle que nó
y manifestarle mi interés en adquirir uno igual al suyo, me dijo “ ... No
podría ser, porque en tal caso tendríamos que viajar a Acarí, lo que es
imposible, pero hay otros secretos que te puedo preparar, sólo será cuestión de
saberlos utilizar...”. “ ...¿ Por cuánto me lo harías?...”. “...Por 5 soles de oro...”. “...¡ Trato hecho
!...”. A los pocos días me entregó un atado con cintas rojas y me dijo “...Esto
es un secreto, tenga mucha fé en Dios, lleva este amuleto al lado izquierdo de
la cintura todas las veces que vayas a trabajar, a la hora de levantarte
amárralo dentro tu faja, reza un padrenuestro y no le cuentes a nadie, sino se
perderá el poder de tu amuleto...”.
Parecía increíble, al terminar la jornada de
trabajos muy pesados me sentía todavía con muchos bríos. Yo atribuía eso a los
efectos mágicos de mi amuleto. Desde entonces nos hicimos más amigos con
Guillermo, juntos nos íbamos y juntos regresábamos del trabajo. Cierto día que
estuvimos en el deshierbe de los olivos, una víbora se había enroscado para
saltar y morderme, pegué un grito, el amigo me dijo que no me mueva, agarró una
rama, se acercó sigilosamente y le dió un golpe en la cabeza, el animal quedó
atontado, antes que reaccionara lo agarró de la cola y le quitó algo, se lo
guardó sin enseñármelo, luego lo mató y le cortó la cabeza para secarlo. Le
pregunté que cosa le había arrancado, secamente respondió “...Tambien la víbora
tiene piedra, pero en la cola, la cabeza es útil para muchas cosas, ! no seas
curioso!..”.
LA MAZORCA DE
ORO
Con sus 30 años de edad, el Saylino había recorrido buen trecho en la
vida y tenía muchas cosas que contar. En su amena conversación decía, “..las aventuras de amor, los triunfos
y fracasos en la vida son frecuentes, porque no depende de la voluntad de uno,
sino de segunda persona. Pero me siento feliz por mi éxito en el trabajo, por
ejemplo en Acarí fuì muy solicitado en una gran hacienda, perteneciente a una
familia descendiente de españoles, muy dominantes y orgullosos como todo
terrateniente. Trabajé muchos meses sin tener un solo altercado con los
mayordomos, mas bien por mi eficiencia y dedicación me estimaban. Después de
las 6 de la tarde terminadas las labores del campo, venían a mi alojamiento a
conversar y contar muchas cosas de la hacienda, porque ellos nacieron ahí. Recuerdo una historia que me
contaron:
“ En la época del coloniaje, los
bisabuelos de los actuales patrones eran españoles, malos, miserables y crueles
con sus esclavos. Ocurrió en esa época un caso increíble. Los terrenos de la
hacienda se extendìan hasta orillas del río Chaviñita, que atraviesa Yauca en
dirección al mar. En ese lugar los sembrios de maíz estaban maduros y para
evitar robos y destrozos de los perros hambrientos, el mayordomo envió a
vigilar a uno de los esclavos. Llegando al lugar, el hombre prendió fogatas en todos
los extremos del maizal, e hizo ronda durante toda la noche. Cuando el
mayordomo llegó a controlarlo al día siguiente, encontró que habían arrancado 3
mazorcas de maíz de uno de los tallos. Informó inmediatamente de esta falta al
amo, quien encolerizado mandó a azotar al esclavo.
La desaparición de las mazorcas volvió a
ocurrir nuevamente esa noche, la siguiente y las subsiguientes, y el esclavo siguió
recibiendo duro castigo por orden del amo. Adolorido y lloroso, maldecía su
destino ante tanta crueldad, no le creían que un ladrón robaba las mazorcas,
sino que él se las comía. El pobre hombre, desesperado, ya no dormía durante las
noches. Recorría de extremo a extremo el maizal, lamentándose por adelantado
del injusto castigo que recibiría al día siguiente, si volvían a desaparecer
las mazorcas de maíz.
Una de esas noches el esclavo viò a un
hombre que arrancaba mazorcas del sembrío. Corrió hacia él, se arrodilló y todo lloroso le suplicó que no se los llevara porque
sería azotado nuevamente; levantándose la camisa le enseñó las huellas del
terrible castigo que le había infligido el amo. El ladrón con voz grave le dijo
“...Levántate buen hombre, vamos a mi casa para que conozcas y le avises a tu
patrón que soy yo quien me como sus mazorcas, y no tú...”. Irreflexivamente le
siguió, cruzaron el río, avanzaron 10 metros , en medio de unos árboles había un
portón, volteándose el ladrón le ordenó,”...No entres, espera ahí no más...”.
Desde fuera, el indígena pudo ver con asombro la elegancia de los muebles
enchapados de oro, brillantes al reflejo de los faroles que iluminaban la casa.
Al rato, el hombre regresó con una mazorca y le dijo, “...Esto le das a tu
amo...”.
Cuando llegó a la casa-hacienda, el
patrón, sabedor por boca del mayordomo del robo de esa noche, lo estaba
esperando muy furioso. Apenas lo vió trasponer el patio, le gritó, “¡ Azótenlo
al indio carajo...!” Ëste, arrodillado y lloroso suplicó, “...No me castigues
mi amo, anoche encontré al ladrón, me llevó a su casa que queda al otro lado
del río, me dijo que tomaba el maíz por necesidad y me encargó entregarte esta
mazorca para ti...”. Sacó de entre su sobaco un envoltorio de trapo y al abrirlo
vieron ambos con gran sorpresa que era de oro puro macizo. Pasado el asombro,
el patrón lo envolvió de nuevo, condujo de inmediato a su esclavo al comedor, y
le hizo preparar un rico desayuno mientras le interrogaba sobre lo acontecido.
Muy nervioso el esclavo, por el trato muy amable al que no estaba acostumbrado,
le contó todos los detalles; el amo le dijo finalmente que juntos irían a
cuidar el potrero, “...ah ! y no le cuentes a nadie hijito mío..”!.
Desde ese día amo y esclavo iban juntos a
cuidar el maizal. La primera noche nada, la segunda nada, la tercera igual,
pero el amo no perdía el entusiasmo inicial, aunque volvía a preguntar al
esclavo si era verdad lo acontecido antes. En cierta ocasión, a media noche,
vieron al desconocido arrancando mazorcas en el sembrío. Antes que el esclavo
hable, el amo dijo “..¡ Ah, con que Ud era?...”. “ ...Si señor, pero lo tomaba
por necesidad...” “...Que ocurrencia caballero, buenhombre, tome los que quiera,
me alegra complacerlo...”. “ No, ya no, es suficiente lo que tomé, pero
quisiera compensarle por todo el daño que he venido causándole...”. “...No es nada, ¡ que ocurrencia...!”. Pero en su corazón, el amo desesperaba por el
oro. El desconocido le invitó a su casa, el hacendado le aceptó sin hacerse de
rogar, los 3 cruzaron el río y caminaron unos 10 metros . Como la vez
anterior, estaba abierta la puerta grande. El desconocido ordenò al esclavo quedarse
ahì y entró seguido por el hacendado. Apenas traspusieron el umbral el portón
se cerró con gran estruendo. El pobre peón esperó largo rato. En el silencio de
la noche……...¡ nada !..., ni una sola señal de vida, le entró miedo y se fué corriendo
a la hacienda a avisar a la familia. Era de día cuando llegaron al lugar, la
esposa, hijos y otros esclavos. Encontraron un cerro de arena blanca en el lugar
de la casa, por la mitad se veía una faja negra de unos cuatro metros, de lejos
parecía un zaguán...”
El Saylino me
decía, es verdad aunque parezca mentira.
SE AGUDIZA LA TERCIANA. RETORNO
En junio de 1928 mi enfermedad se
agudizó, me dejaba tirado en cama 3 días seguidos sin poder trabajar. Mi
patrona Ysidora de Carvajal no me abandonó durante mi penosa enfermedad. Unas
veces me atacaba la fiebre al amanecer, pero a las 8 de la mañana me sentía bien.
Entonces, luego de tomar el remedio y mi desayuno, agarraba un burro, su
alfalfa, 2 sogas largas y unas bolsas de trapo, y me iba a la playa de TanaKa,
distante de Yauca unos 14
kilómetros , a coger mariscos, cochayuyo, sal de mar.
Tanaka es un sitio de grandes peñas bañadas por olas gigantes, que podían
sorprender y arrastrar en cuestión de segundos. Por precaución yo me amarraba
la cintura con una soga larga que iba hasta el cuello de mi burro, y con otra
soga lo amarraba a una piedra.
Recogìa lapas, barquillos y erizos, que
viven adheridos fuertemente a las peña; para sacarlos enteros había que
agarrarlos desprevenidos. Yo tenía un punzón de 30 centímetros , que
hice del asa de un balde viejo, con el cual los desprendía fácilmente y los
llenaba en una bolsa. Cuando los erizos se prendían fuertemente a la roca, la
soluciòn era tirarle encima a su enemigo acérrimo, una estrella de mar y se
soltaban rápidamente. Dentro de su duro caparazón, protegido por pùas, tiene una
médula dividida en 4 partes de forma y color de una cinta amarilla, toda envuelta por
una membrana finísima; es un alimento muy prodigioso para los anémicos. A las 5 de la tarde regresaba a
la hacienda con las bolsas llenas de mariscos, cochayuyo y sal de mar, que en el
mes de junio con la marea baja, se sedimentaba en las rocas. Por esto la
patrona me tenía gran estimación y se preocupaba de curarme la terciana. Pero,
con el pasar de los días mi salud empeoró.
En el mes de Julio me puse peor,
entonces dijo “...Narciso es mejor que viajes a la sierra, hacen 6 meses que
tomas remedios y nada te hace bién, regresando a tu pueblo con el cambio del
clima y alimentos más sanos te podrás recuperar....no te digo esto porque te
estoy botando de la casa, sino porque yo y mi esposo te estimamos....una vez
sanes, estaremos pendientes de tu regreso...” .
Mi ùnico pesar era no haber aprendido
el castellano. Por temor de las burlas, al enredarme con mi media lengua,
estuve siempre alejado de los costeños, de los ùnicos que podìa aprender
Tuve que dejar Yauca, pero quedó
grabado en mi mente su imagen inmortal de valle fértil, con su manto inmenso de
árboles de olivos, con su verdor lleno de vida, pueblo muy hospitalario de
gratos recuerdos.
ADIOS YAUCA
.
El 8 de agosto de 1,928, mi liquidaciòn arrojò un saldo de ochenta soles,
descontados mis pedidos a cuenta y los días no trabajados por la terciana
durante los últimos 6 meses. Mi patrona doña Ysidora me recomendó a unos peones
de Corculla, que iban a la feria de Incahuasi que se celebra el 15 de agosto.
Empaqueté mi ropita, mis 2 ponchos, los 12 kilos de aceituna que me regaló doña
Ysidora. Supliqué a los viajeros amarrar
mi carguita en sus burros, aceptaron de buena gana. Después de desayunar salimos
de la hacienda, no pude evitar las lágrimas al despedirme de la señora y de don
Diómedes, habían sido muy buenos conmigo.
El primer día caminamos hasta Jaquí, nos alojamos en
una hacienda cañaveral donde los peones compadecidos de mi aspecto cadavérico y
mi color amarillento me regalaron caña de azúcar. Muy agotado por la caminata
me quedé dormido. Desperté al llamado de uno de mis acompañantes “ Levántate
amiguito, aprovechemos la frescura de la madrugada para avanzar la subida ...”. Amanecimos en la parte alta de una cuesta, a
unos 3,000 m.s.n.m. ; se sentía el frío seco y respiré recien aire
puro. Durante 18 meses desde mi fuga de BuenaVista a Yauca, había absorbido el
aire húmedo de la costa, salitroso y denso como un vapor; muy desfavorable para
mi salud. Ahora con el aire puro de sierra en mis pulmones, a pesar de
encontrarme debilitado por mi enfermedad me sentí con la moral alta.
A las 11 de la mañana estuvimos en la cumbre de la
cordillera, en el lugar llamado MolleMolle, desde donde se veían difuminadas
por una neblina azulada, las siluetas del valle de Yauca, Piedra Blanca, Jaquí,
que habíamos atravesado el día anterior.
Más adelante asomó ante nosotros la
cresta del nevado SaraSara. Al llegar a una quebrada junto a un pequeño
manantial, mis compañeros dijeron “…A descansar un rato..”. Comimos camote
sancochado con aceitunas que era el único fiambre, ellos se echaron a descansar
sobre sus ponchos. Me alejé un poco a observar el paisaje, era escasa la arboleda y a la distancia se
veian las manadas de vikuñas de fina
silueta, con el macho adelante, guiándolas con su grito “..quicoo, quicoo, quicooo...” retumbando
por los cerros. Cuando regresé al lugar, los viajeros ya estaban listos para
continuar.
NO
ME ENTERRARAN EN EL DESIERTO
Reanudamos la marcha, los seguí atrás
lentamente porque me atacó la fatiga nuevamente. Un kilómetro adelante, a un lado
del camino, había un montículo de piedras amontonadas alrededor de un cadáver, encima
estaban sobrepuestas unas ramas de t’aya. Al parecer, por la muerte repentina y
al no contar con herramientas improvisaron esa tumba; me entró miedo pues
estaba un poco retrasado del grupo. Mis compañeros de viaje iban por delante
muy alegres, cantando, bromeando y riendo a carcajadas. Serían aproximadamente 4
de la tarde cuando sentí escalofríos, seguí caminando, al rato me atacó la
tembladera, luego la fiebre, me senté en una piedra al costado del camino y.......¡
me quedé dormido !. ¿Cuánto tiempo?, no lo sé, pero la fiebre había pasado. Desesperado
miré a todos lados...silencio de tarde muriente sobre los altos picachos
nevados….silencio sobre la quebrada, y sobre el camino que desaparecía como una
faja amarillenta en el horizonte. Algunas avecillas solitarias pasaban como
ráfagas sin rumbo conocido y el viento frígido silbaba sobre las ramas
retorcidas de las t’ayas. No veía por ninguna parte a mis acompañantes, el
cielo oscurecia dejando visible el brillo de algunas estrellas, tomé valor y
avancé a paso ligero, hasta donde la fatiga me lo permitía. Esta era una ruta
desconocida para mí; antes había viajado por el lado de Cháparra, Chala, Yauca,
pero no por estos lugares. Entré a una hondonada, luego subí una cuesta no muy
larga, al dar una curva apareció ante mi vista el pueblo de Pararane, me detuve
un momento, respiré profundamente y me dije “...¡ no me pasará lo mismo que le
pasó al pobre hombre enterrado en el desierto...!
REENCUENTRO EN LA FERIA DE YNCAHUASI
Me encaminé hacia el pueblo, mis
compañeros estaban acampados a la entrada, habían preparado un rico caldo de
morón con chuño, me hicieron tomar y sentí una ligera mejoría; nos acostamos en
el suelo sobre nuestros ponchos. Al amanecer, nuevamente a caminar.
“Pararane” es un caserío de 40 casas
de adobe y tejas alrededor de la plaza y la iglesia, su población es indígena,
su actividad principal es el pastoreo de ovejas y llamas, y el cultivo del
olluco, papa, mashua, adecuados al clima frígido de estas tierras.
Atravesamos
el pueblito y subimos por una cuesta de 3 kilómetros . Desde la
cima pudimos divisar las elevaciones que rodean mi pueblo: Pojpoja, Vacarume,
Chicchipampa. Me entró tal regocijo de
saber que en 2 días llegaría a Nahuapampa, que me olvidé del mal que me
agobiaba. Luego de un corto descanso descendimos 5 kilómetros , a
nuestra vista se presentó la pampa de Yncahuasi.
Era 15 de agosto y estaba en todo su
apogeo la feria de Yncahuasi, en homenaje a la patrona Virgen Asunción. Aquí me
separé de mis compañeros de viaje con un fuerte apretón de manos. “...Muchacho, eres fuerte, ojalá sanes pronto
de tu enfermedad y tengamos la suerte de vernos
nuevamente...”. Tomé mis cositas de encima de su carga, me lo tiré a la
espalda y me refundí entre la multitud, dirigiéndome al sitio donde se alojaban
los nahuapampinos que vienen a la feria.
Al subir por una pequeña pendiente me
encontré con varios paisanos, entre ellos los hermanos Prado, José, Daría y
Eusebia, quien me abrazó diciéndome “...huahuallay huahua, maypetaj cay
huatantinja caramqui?, cayna canayquecamanja, ¡ huac hucacha mamallayque,
huatanten huajaycuschcam!...” (muchacho,
muchachito, ¿dónde estuviste todo este año hasta ponerte tan mal ?, ¡ tu madre
se la pasó llorando todo este tiempo ! ).
Esa tarde fuimos a la feria con los hermanos Prado a comer picante de Q’auso
( yuyo ) y contagiarnos de la alegría reinante. Todos los detalles que le dan
especial colorido a esta gran festividad, los he narrado en las páginas
anteriores
El
dia 17 de agosto, es decir, al segundo día de nuestro encuentro, salimos de Yncahuasi
con los hermanos Prado, yo me sentía más tranquilo con ellos porque nuestra
infancia la pasamos juntos. Al mediodía del
18 de agosto estuvimos en Lampa, seguimos a Colcabamba, entramos a la quebrada
de Huampucjacja, ahí nos despedimos, pues el camino a mi casa entra por el lado
de Q’etayacu.
Cerca al molino de
don Samuel Acuña había un pequeño terrenito triangular del abuelo Juan de Lino,
llamado “ Hacienda Capital ”, sobre éste pasa una acequia que lleva agua hacia
Colcabamba. ¡ Nunca me olvidaré !, mamá había estado lavando ropa, levantó la
cabeza, nos quedamos mirando, “...Narcisochooo?...” dijo, me abrazó llorando,
yo me quedé mudo, las lágrimas me querían vencer pero me aguanté al recordar la
voz de papá: “...¡ llorón c... ! ”. Después de esos instantes de emoción nos
fuimos a la casa. Mis abuelos, tíos abuelos, y familiares se alborotaron,
vinieron algunos vecinos, estaban muy contentos por mi regreso, comentaban que
ya me tenían por muerto, nos felicitaban a mí y a mamá por esta gracia de la Virgen de las Mercedes. Al
rato quedó todo despejado, mamá preparó mi cama, me hizo tomar un rico caldito
de morón, me eché a dormir.
REMEDIO PARA MI MAL
Desperté a las 6 de la tarde con
escalofríos y tembladera que me sacudió el cuerpo durante media hora; luego me atacó la fiebre; todos
se asustaron.
Al día
siguiente mamá fue temprano a casa de unas señoras entendidas en curaciones, a
ver si podían ayudarme. Una de ellas recomendó tomas de achicoria, de un amargor
terrible. Otra, recetó tomas de orina podrida con sal. No surtieron efecto
favorable, al contrario, empeoré.
Mamá fué así preguntando a otras
curanderas. Cierta vez le aconsejaron que en el momento de la tembladera debían asustarme. Así pués,
cuando me atacó la terciana, tiraron un sapo bajo mi cama, sabían que yo le
tenía más pánico que a una serpiente; y.....¡...nada...!.
Una de las curanderas llamada
Martina, le contó a mamá que la solución la tenía en su mano pues, sabedora que
yo la aborrecía “a muerte”, debía avisarle en el momento de mis convulsiones para
presentarse y asustarme, y con la fuerte
impresión quedaría sanado Así fue que,
una tarde cuando empecé a convulsionar con mas fuerza que nunca, mientras mamá
se sentaba sobre mis rodillas y Moisés me sujetaba los brazos, fueron a llamar
a la mentada Martina. Al entrar la
odiada Martina se sentó sobre mis caderas, pese a todo, mi cuerpo siguió
temblando y terminamos en el suelo. La “ razón ” de este método de curación de
doña Martina era que, por tratarse de una enfermedad de costa, había que
mortificarlo para que abandone el cuerpo y se regrese al lugar de donde vino. ¡ Muy ingeniosos !
Las curanderas de la época empleaban
métodos primitivos, que en algunos casos, por suerte sanaban a los enfermos; en
cambió mi salud se agravó más. Estamos en setiembre de 1,928. Mamá siguió
buscando en otros pueblos los mejores consejos de las entendidas en la materia,
encontrando la receta siguiente: yo debía tomar “azúcar Q´amti” diluido en cañazo. ¿ En qué consiste ?. En
caca de perro blanca y reseca como el azúcar. Yo no me resistía a tomar
cualquier cosa, con tal de sanarme. Incluso, tomé la otra receta consistente en
un pichinko ( gorrion) fermentado en un frasco de cañazo, con todas sus plumas
y tripitas sin lavar. Es la bebida más pestilente que tomé durante mi
enfermedad, que al poco rato vomité todo, y casi vomito tambien mis tripas.
En octubre del mismo año la fiebre me
atacó, ya no durante horas, sino 4 días seguidos a la semana, y este síntoma lo
conocen como la cuartana. Ante la gravedad de mi estado, le dieron a mamá el
consejo, un poco más acertado, de llevarme a un lugar más frígido, porque el
clima de Nahuapampa es cálido, y favorece a la enfermedad. Se reunió toda la
familia y acordaron llevarme a CoraCora, capital de la provincia de
Parinacochas, donde el clima es frío, además ahí podría encontrarse remedios
con màs facilidad.
EN CORACORA REMEDIO
PARA MI MAL
El 15 de octubre de ese año viajamos
a CoraCora mamá y mis hermanos: Moisés, de 20 años, convertido en experto
zapatero, María de 7 y Serapio de 6
años, el conchito de la familia. Desde Lampa caminamos 2 días, a medio
atardecer llegamos a Cora Cora, y de inmediato nos dirijimos a casa de don
Víctor Navarrete, mi padrino de confirmación desde el año 1,916, cuando yo
contaba con 2 años de edad. Tuvimos suerte de encontrarlo ahí, pues normalmente
vivía en su casa de Civilla por el lado de Aycará, en donde tenía grandes
extensiones de tierras. Recibió a mamá con mucha hospitalidad y enterado de la
razón de nuestra venida, aceptó que nos quedáramos todo el tiempo necesario, y le
entregó las llaves de la casa. Al despedirse, nos invitó para el día siguiente
a su otra casa de Civilla, donde la comadre estaría muy contenta de recibirnos.
El día siguiente fuimos a ese lugar,
distante a 2 kilómetros
y medio, rodeado de sembríos de maíz trigo y cebada. Al llegar salió toda la familia
a recibirnos con abrazos, entre llantos comentaron el fallecimiento de mi
padre, y todas las penurias sufridas por mi enfermedad. Nos quedamos 2 días,
comimos pura carne, choclo, papa; mis padrinos tenían inmensas despensas. Al
tercer día nos retiramos a la casa del pueblo, y nos regalaron bolsas de papa,
charqui, habas, queso. Mi hermana María con quien se habían encariñado las
hijas de mis padrinos, se quedó con ellos muy gustosa y contenta.
Cuando llegamos a nuestro alojamiento de
la ciudad, me agarró la fiebre con más fuerza; en esa época no existían boticas
y los remedios se compraban en la encomenderías; de una de ellas mamá trajo la
famosa quinina…… ¡ nada !, me puse peor.
Durante el
mes de noviembre la fiebre me tuvo en cama por varios días seguidos, cuando me pasaba
un poco, salia a recorrer las calles principales de CoraCora, donde se ubican
sus grandes tiendas de comercio al por mayor. En el centro de la plaza de armas
había una glorieta, donde la banda de músicos tocaba la retreta todos los sábados, para autoridades
y población reunida. Hacia la salida del sol estaba la imponente Iglesia levantada
sobre una plataforma y muros de piedra, comparables a las de Huamanga, con sus 2
torres de grandes campanas, cuyo tañido se oìa a 50 Km . a la redonda. Luego
estaban el convento, la casa municipal, la cárcel, el mercado. Las casas tenían
balcones y estaban techadas generalmente con calamina. Los domingos, las calles
se llenaban de arrieros con sus tropas de mulas, caballos y burros, que venian desde
los pueblos aledaños a comprar diversas mercaderías. Otras veces entraban las
tropas de llamas, bullangueras y coloridas, con su cargamento de sal, de las
minas de Huarhua, la llama madrina colgaba en el pescuezo, una esquila resonante
“...tanlá, tanlá, tanlá, tanlá...”. En el mercado la comida era rica y barata,
a 5 centavos los chicharrones, el pan a 3 por medio, tremendos como platos. Con
mamá, casi a diario íbamos a almorzar al mercado, pues lo que ella preparaba en
casa, me caía muy pesado.
Los días que no estaba en cama,
Moisés, yo y Serapio, que ya tenía más de 6 años, salíamos al canto del pueblo,
donde se reunían en un pampón la mayoría de los muchachos palomillosos, a competir
en peleas por parejas, juegos de trompos, bolitas y botones. Yo tenía una
apariencia estrafalaria por mi enfermedad, estaba amarillento y flaco como un
cadáver, y me distraía observándolos jugar. A mi hermano Serapio le hacía
trompear con uno de su tamaño, y pagaba un botón al ganador. Algunas veces lo
cataneaban, y yo encima le daba dos correazos. Por eso cuando peleaba, aún
llorando, aún sangrando, se esforzaba por ganar, entonces yo le pagaba su botón y además le
compraba un caramelo: entonces se ponía muy contento, listo para medirse con
cualquier otro. Eso explica porque mi
hermano, ya adolescente y hasta muy entrada su adultez, resultó un trompeador
incorregible, pese a los regaños y ruegos de mamá.
Otras veces nos íbamos a Aycará, a la
espalda del cementerio de CoraCora, por una pendiente que llega hasta la orilla
del río Sanjarará; que en su recorrido fecunda los valles de Jaquí, Yauca, en
la costa, para desembocar finalmente en el mar; conforme he descrito en páginas
anteriores. Los propietarios de las huertas nos regalaban duraznos, manzanas,
calabazas. Se compadecían al verme con mi traza de cadáver andante, y al saber
que éramos forasteros decían, “...cay runallajtampe emaynacha
huacchaycachcamquichec, ama atesjaiqui punchau enallapas apacunayquipaj ( en
pueblo ajeno andan desamparados, cualquier día vengan no más para que se lleven
alguna cosita). Eran gente muy noble y generosa, capaz de dejar de comer para
dar al prójimo.
MORIR SOLO EN EL
CAMINO
En vez de mejorar, mi salud se agravó
más, la cuartana se hizo más intensa, los temblores y fiebre duraban 4, 5 horas
seguidas. Mamá seguía preguntando por el mejor remedio para mi mal, sin
resultado alguno. En eso, recordó que don Conrado Falcón y su esposa doña Juana
Rodríguez, habían venido de Nahuapampa a
radicarse en CoraCora, a raíz de un escándalo ocurrido un 24 de setiembre, en
plena fiesta de la Virgen de las Mercedes, en
que al haberse convertido en protestantes, trataron de incendiar la iglesia,
Desde ahí, los religiosos del pueblo le hicieron la vida imposible. Al respecto
ya he detallado en páginas anteriores.
Como decía, doña Juana Rodríguez
quien tenìa fama de curandera, se enteró de nuestra llegada a CoraCora y de mi
enfermedad de terciana, y nos invitó a su casa en una calle cuyo nombre no
recuerdo, pero quedaba a la espalda del molino del Dr. Vásquez. Acudimos varias
ocasiones para mi tratamiento con
resultado negativo.
Algo que nunca olvidaré es que, en
una de nuestras idas, encontramos a don Conrado con su primo Juan Falcón,
residente antiguo de CoraCora, brindando con cañazo su feliz encuentro. Invitaron
a pasar a mamá. Yo junto con las hijas llamadas Cleofé, Margarita, y otras 2
menores más, nos fuimos al corredor y como todo niño travieso, empezamos a
corretearnos, a bromear y reir a carcajadas. En determinado momento el
mencionado Juan Falcón, muy borracho ya, salió del cuarto y se vino corriendo
donde yo estuve, con su mirada echando chispas me dijo “...¡ Mocoso de mierda,
porque te ries de mí, te voy a sacar a patadas !...”. Yo me quedé muy asustado.
Cada vez que recordaba el incidente me llenaba de cólera y lamentaba no haber
estado de su tamaño para responderle.
Ver a mi madre tan preocupada,
sacrificada a causa mía, sin encontrar remedio para mi mal, me hizo tomar una
decisión. “ Ya que todo tu esfuerzo hasta hoy ha sido en vano, pues ningun
remedio ha sido efectivo, me aconsejaron unos amigos viajar a Yauca a regresar
la enfermedad de donde lo he cogido, es un secreto que en otros ha dado buenos
resultados....te ruego me prepares mi fiambre para el camino...”. Lo del
consejo de los amigos era una mentira, y lo dije para no verla sufrir más, pues
era mi intención morirme en el camino. Ella se negó, pero yo la amenacé con
irme aún sin su consentimiento; entonces dijo sollozante “...No, asi no.....sí,
te preparo tu fiambre...”. Entre sus
cosas, con la intención de lavarlos sacó unos manteles que tenía amarrados. En
su interior halló un atadito, lo abrió por curiosidad, era un puñado de flor de
retama y romero. Recordó entonces que, antes de nuestra venida a CoraCora, una
vecina de Colcabamba le había recetado, “ Primero, hervir en una olla la flor y
dejarla en la noche sobre el techo de la
casa para que serene; con el romero preparar una infusión y darle al enfermo
una toma antes de dormir, esto para que saque todo el resfrío del cuerpo...”. Mamá exclamó “Imamantaja junjaramuni, ichaja
ampichaiquis kaytaj...” ( ¿ por
qué me habría olvidado, quiza pueda ser tu remedio? ). Lavó los manteles y en
la tarde preparó las yerbas siguiendo esas indicaciones al pié de la letra, en
la noche al acostarme, me hizo tomar el agua de romero. Toda la santa noche
sudé duro, mamá a cada momento me cambiaba de ropa, de frazadas y sábanas. Al
día siguiente, a las 8 de la mañana, me sobrevino nuevamente los estirones en
el cuerpo; ante esto mamá bajó la olla de agua hervida con retama, calentó una
parte, le echó sal, y me hizo tomar medio litro de un solo golpe. El efecto fué
milagroso pues al momento desapareció la tembladera, los bostezos, y la fiebre.
Quedé dormido como piedra durante 2 horas, cuando desperté tenía mucho apetito,
todos fuimos al mercado donde comí dos mates de cochayuyo, tomé un jarro de chicha
de jora y sentí gran contento de estar con mis seres queridos. Al cuarto día me
dieron la misma receta. Desde ahí hasta la fecha estoy curado de cualquier otra
enfermedad.
Después de
haberme liberado de este flagelo que me tuvo durante casi un año entre la vida
y la muerte, volvió la alegría al corazón de mamá y de mis hermanos, dispuso
entonces que yo y Moisés regresemos a Nahuapampa, mientras ellos se quedarían
en esta ciudad hasta fines de Enero de 1,929.
RETORNO A NAHUAPAMPA
Al tercer día partimos de CoraCora
con mi hermano Moisés, mamá al ver mis zapatos rotos me dió 10 soles para
comprarme en la Feria
de Nahualta en Enero próximo. LLegamos a Nahuapampa un 20 de diciembre, a
Moisés lo comprometieron sus enamoradas a celebrar una fiesta por su retorno;
sabedor que yo tenía el dinero que me dió mamá para mis zapatos, me pidió
prestado, ofreciendo devolvérmelo antes
de la feria.
Lo cierto es que no hubo tal
devolución. Al estar muy cercana la festividad, y tener mis zapatos casi
destrozados, pedí ayuda a mi abuelo Juan
de Lino, quien me los arregló de alguna forma. Mi sombrero también había
empezado a romperse, lo parché con un trapo grueso, hilvanándolo con una pita
por todo el borde de
su falda y en
su copa lo cosí con remiendos de colores.
Cuando llegó mamá de CoraCora se asombró
de mi aspecto y dijo“...Huahuallay
huahua, manacho sombreroyquitaj ranteroranqui, jolljetaja apamuranquemeque ?
..” ( hijito, ¿ qué pasó, por qué no te compraste siquiera tu sombrero con la
plata que te dí? ). “...Moiseschayquemeque mañarouan chunca pichjalloj
punchaupaj, llapantajmeque joyconen, conancama mana jopuancho...”( tu Moisecito
pués, me pidió prestado por solo 15 días, todo se lo dí y hasta hoy no me
devuelve ). Mamá tomó su “apascha” ( manta con tirantes que se ata a la
espalda) y se dirijió al pueblo donde me compró un sombrero nuevo. Con mi ropa
parchada, pero bien limpiecita, comencé nuevamente a frecuentar las chacras
para laborearlas; pues durante mi
enfermedad nadie se preocupó y estaban abandonadas.
En aquella época conoci a un tal
Bernabé Franco de Colcabamba, buen pulsador de mandolina, como yo tambien había
aprendido a tocar nos hicimos buenos amigos. Le decíamos “ Bernacha ”, estaba
muy enamorado de Demófila Flores Canales, hija de doña Paulina Canales, le
decían “ chirchi Paulina ” porque era bajita, para distinguirla además de su
otra hermana Paulina. Yo a mis 15 años, más seguro de mí mismo, era enamorado
de Leonor Flores, hija de esta última. Todas las noches nos reuníamos con mi
amigo en HigosPampa, cerca de la casa de nuestras enamoradas. Ellas salían con
sus madres, también se nos aunaban otras vecinas con sus hijos, y mientras conversaban sobre
sus aventuras de adolescencia y juventud, iban hilando en sus ruecas los copos
de lana que habían traido.
Los
muchachos jugábamos diferentes juegos, entre ellos uno llamado “ zapatito
corre, corre ”, que consiste en sentarse todos en círculo con la mirada fija al
centro del suelo, uno toma un zapato y empieza a correr afuera del círculo
cantando “ zapatito corre, corre”, dejándolo atrás de cualquiera de ellos; les
pregunta entonces donde está, si no le aciertan les va metiendo cocachos a cada
uno, y si alguno acierta, entonces le tocará correr con el zapato en la mano y
hacer las preguntas.
En estos
juegos nos entreteníamos hasta las 9 de la noche, a esa hora las señoras cansadas de charlar nos pedían
música. “ Bernacha ” afinaba su mandolina, la mía era de caja más grande y
tenía buena resonancia. Como estábamos próximos a los carnavales nuestras
tonaditas eran alegres y contagiosas. José Hoyos también buen ejecutor de
mandolina, y don Mateo Portugal, buen guitarrista, se unían a nosotros y
formábamos entonces un cuarteto de cuerdas. Le pediamos a las señoras que
canten, ellas se negaban primero, ante la insistencia reclamaban antes “... una
quitaverguenza don Mateo...”. Este sacaba una botella de cañazo y con unas
copas entre pecho y espalda, ellas se desgañitaban cantando su interminable
repertorio hasta por los menos 2 de la mañana. A esa hora regresaba a mi casa,
y sin hacer ruido colgaba la mandolina en el mismo sitio donde mamá lo había
dejado.
Cierta ocasiòn, una de las vecinas le
había dicho a mamá “...huac huahuayque sumajchata huajaycachin bandurriachanta,
taquinconren sumajchata, sonjosuaychata...” ( tu hijito toca y canta muy lindo,
como para robar corazones); mamá le contestaba, “...¿si señora?...”, pero entre sí se decía, “...capaz este
sinverguenza está andando de noche, pero es imposible, pues la mandolina la
tengo colgada cerca de mi cama...”. Cuando llegué de la chacra al mediodía,
cargado de pasto y leña, me preguntó si en la noche había salido a la calle a
jaranear con esos borrachosos; “ ¿quién lo dice? ”; mencionó los nombres de las
mujeres que estuvieron en la reunión; le dije “!...son unas mentirosas ! ¿ cómo
podría sacar la mandolina, si la cuelgas encima de tu cama ?...será algun otro
parecido a mí..” ; mi explicación la tranquilizó.
Estamos
entre Enero y Febrero de 1,928, con los carnavales muy próximos. Los
vecinos solicitaban a mamá dejarme ir a sus casas a tocarles mi
mandolina, sólo con su permiso podía salir. Como yo no tomaba licor los hacía
cantar y bailar toda la noche hasta el amanecer; en cambio otros músicos se
emborrachaban, dejaban de tocar y la fiesta terminaba muy pronto.
Ese año
mamá recibió muchos regalos de las muchachas de Nahualta, Francisca, Emilia y
las hermanas Zamora, amigas de mis primas Julia y Asunta. Trajeron choclos,
queso, charqui, pan, pidiéndole “...Huac
huahuachayqui tocaycapouachun bandurriachanta...” ( ¿tu hijito Narciso no nos
podría tocar su mandolinita? ). Mamá les aceptaba y yo no me hacía de rogar.
Las chicas empezaban a cantar, yo con mi voz de adolescente me aunaba a ellas.
Muy emocionadas, al sentir la vibración de las cuerdas de mi instrumento, se
olvidaban de sus labores hogareñas y
tarde ya se despedían suspirando. Mamá
bromeaba diciendo a mis hermanos “ ¿Huac pasñacunarí?, huahuaytataj
jollarachiconmanco...” ( ¿ Que se
creerán estas muchachas?, no lo vayan a seducir a mi hijito )
UN ULTIMO VIAJE A
CHAPARRA
Al lado de
mi enamorada Leonor el tiempo pasaba sin sentirlo. Ibamos acompañados de
Florencia, su hermana menor, arrancando frutas de los huertos vecinos, bajo el
ruido de la lluvia, aspirando el perfume de la tierra húmeda y de las flores.
Qué alegria tan infantil nos producia el canto de los pichinkos, chuchikos,
ch’aiñas, y los gritos de las bandas de
challchakas que huían del aguacero. Ellos eran testigos de nuestras promesas de
amor hasta la muerte, que finalmente no se cumplieron por causas ajenas a
nuestra voluntad. Amor de adolescencia : ¡ se sueña despierto !
En los primeros días de marzo viajé a Cháparra
con don Miguel Falcón, con el único propósito de ganar plata para rehabilitar
el nombre de papá, que de hombre próspero terminò sus días en la pobreza más
terrible, sin dinero para comprarle siquiera su ataúd y un sudario.
Al tercer
dìa llegamos a la hacienda de Buena Vista de don Leopoldo Neyra, de donde años
antes, yo y su esclavo Palomino fugamos a Yauca, en la forma que narré en las
páginas anteriores.
Al
encontrarme con el hacendado, me encarò al reconocerme “...¡
Oye muchacho, eres tù el que te llevaste a Palomino! ¿ no ?...”. En quechua
mezclado con castellano contesté, “...Manan señorllay, payme llevó a ñoja,
majtachallaraj yo, paysim mayor...” ( no es así señor, al contrario él me llevó
a mí, yo era sólo un niño ). Le causó risa
mi mal castellano “...¿ Ahora sí quieres trabajar ?...”. “...Arí Taytay...”
“...Bueno alójense en el pabellón de los trabajadores...”. En el lugar había
más de 20 peones, nos acomodamos en un extremo.
Al día
siguiente empezó el trabajo de vendimia, en la misma forma rústica de antes,
por falta de maquinarias adecuadas. Terminada esta labor nos hicieron limpiar
las acequias principales, que traen el agua para riego de las tierras de la
hacienda.
Con una
guadaña o segadera, para desbrozar el yerbaje crecido en sus cauces; un machete
para las ramas màs gruesas y las alimañas; una lampa y una lima para afilarla; trabajé
sin contratiempo alguno con los mas afamados lamperos de la ruta, confiado en
mi amuleto, con fé ciega en su secreto. Al cuarto día de este rudo trabajo, mi
patrón, considerando mi corta edad me pasó a otras labores más livianas,
siempre con el mismo jornal de ochenta centavos diarios.
En julio
me mandaron al deshierbe y poda de las parras. Y en setiembre volví a mi pueblo
con una regular ganancia de dinero, con lo que mejoró nuestra situación
económica.
MIS ULTIMAS
AVENTURAS EN NAHUAPAMPA
Muy
próxima la fiesta de la Virgen
de las Mercedes llegaron varios paisanos desde Lima, entre ellos doña María
Santos Prado y su tocaya doña María Santos Portugal. Enterada mamá de su llegada
al pueblo, fué a saludarlas. En plena conversación, dijo la primera “...Doña
Natividad, qué desarrollado está mi esposo Narciso, anoche lo ví en Ñampata
tocando su mandolina en compañía de mi primo José Hoyos... qué bonito canto
tenía...”. Ella me daba ese trato familiar y gracioso, porque antes de su ida a
Lima, yo era peón de su anciana madre doña Eduviges. Como eran mujeres solas
les laboreaba sus terrenos, y tambien, cuando amasaban pan, les traìa leña para
calentar el horno; por estos servicios la señora me regalaba “ un mantel ” de
panes especiales de pura manteca de
chancho. Sus vecinas le bromeaban entonces “........María Santos, jampajá
josaiqui Narcisocha aparamushcanja llamtatapas......” ( tu esposo Narcisito
traerá leña para ti ).
Mamá le
comentó de mi reciente viaje a Cháparra, ella le preguntó si yo quería ir a
Lima, mamá se sinceró “...Justamente había venido a suplicarte ese favor,
porque su fiebre del muchacho es aprender castellano...”. “...No sólo eso doña
Natividad, tambien podría estudiar de noche, porque en Lima hay esa
facilidad...”. Fijaron incluso la fecha probable del viaje, sería después de la
fiesta patronal del 24 de setiembre.
Mamá volviò
a casa muy emocionada, me contó al detalle lo conversado y me preguntó si yo
quería ir, iba a decir sí, pero en fracción de segundos recordé a mi enamorada,
me puse nervioso, mamá lo notó, pero cuando repitió su pregunta, le dije con
firmeza “...Preparen mi fiambre para el viaje...”
Después de merendar a las 5 de la
tarde pedí permiso a mamá para salir a tocar con mis amigos, me autorizó
recomendándome regresar temprano. Me puse mi poncho, acomodé mi mandolina en el
sobaco y me fuì a casa de Leonor. Le
conté mi preocupación de dejarla sola por mi repentino viaje, pero en vez de
apenarse se riò, porque la misma señora había aceptado el pedido de su mamá de
llevarla a Lima. Entonces iríamos
juntos, nos pusimos muy contentos y empezamos a hacer planes, “...Trabajaremos
de día y estudiaremos de noche...”. Pero había un detalle, su mamá iba a
empeñar su terrenito “Acjo Uco” situado en Teneria para costear su pasaje, y, si
la persona indicada no aceptaba, adios viaje. Le dije que si eso ocurría fuera
donde mamá a ofrecerle el empeño, pero sin avisarle nada de nuestra
conversación. En ese momento entró doña Paulina “ Puka” Canales (colorada) dijo que se había enterado de mi viaje a Lima,
yo me despedí diciéndole que mis amigos me esperaban para tocar la mandolina,
“...¡ Ah sí ! , los acabo de ver ahí en Higospampa a Bernacha, don Mateo
Portugal, José Hoyos...”.
Efectivamente,
ya estaban en el lugar templando sus instrumentos, rodeados de otros vecinos y vecinas. Cuando
empezamos a tocar las mujeres reclamaron “...Ya pues don Mateo una
quitaverguenza para afinar la garganta...”, el hombre sacó la botella de cañazo
que siempre llevaba en el bolsillo trasero del pantalón, les invitò sus tragos y
cantaron sin parar como challchakas ( loras) desgañitadas hasta las 2 de la
madrugada. A esa hora, yo y Bernabé nos despedimos del grupo, pues a las 5
de la madrugada debía ir a la chacra y volver a casa a las 11 cargado de pasto
y leña.
Al dia
siguiente, cuando volví a casa, doña Paulina conversaba con mamá, le saludè con
mucho respeto, mamá dijo “...Narciso, estaba esperándote...”. “...¿Para qué
mamá...?”, “...Aquí doña Paulina quiere empeñar un pedazo de terreno en Nahua,
para el pasaje de Leonor a Lima con la señora Portugal, tu sabes que siempre
consulto contigo antes de decidir algo, tú sabes que necesitamos terrenos para
sembrar, sobre todo el pasto para nuestros animales...¿ entonces, estas de
acuerdo?...”. “...¡Claro mamá!..” “...Bueno señora haga preparar el documento
del empeño...”. La mujer se puso muy contenta, “...Gracias doña Natividad,
mamanchikta Virgen Mercedesta
pagapusumki...”. No sospecharon que todo fue idea mía y así poder viajar con mi
enamorada a Lima. Ya me imaginaba junto con ella en esa gran ciudad.
MUSICA PARA
ENAMORADOS
A fines de
Agosto llegaron de Lima doña Juana Navarrete con sus hijos Manuel “
Manungucha”, Eladio y otros más pequeños; tambien José Miranda, y don Víctor
Flores, apodado “Ñasña”.
A mi casa
seguían frecuentando las amigas de mi prima Julia de Nahua, le pedían a mamá
que les toque la mandolina, ella ordenaba yo obedecía, y las hacía suspirar. Le
preguntaban si podía dejarme salir en la noche a la calle, para acompañarlas
con mi música, “........Manan chaitaja
mañahuaychikchu, s’epaschackuna, paysim guaguarajme cashcam, bandurriachantam
zapa tuta ñoja apini....” (No me pidan eso señoritas porque él todavía es muy
niño, además su mandolina la tengo bien guardada todas las noches). No se daba
cuenta que en las noches, cuando dormía, descolgaba mi instrumento de la pared
que daba a su cama, con mucho cuidado, y de regreso en la madrugada lo colocaba
en el mismo lugar.
Una de
esas noches me encontraba solo tocando mi mandolina, cerca de la casa de doña
“Puka” Paulina, y pasó por el lugar don Víctor Flores acompañado de 2
muchachas, una era Sofía Prado, la otra
Isabel de Colcabamba. Ella le
dijo “...Don Victor, cay majtacha tocaycapouachon, niiyari...”, (dígale a este muchachito
que nos toque). “.Jovencito ¿ud. podría tocarnos... ¿ ud. es...?...”. Sofía se adelantó
a mi respuesta “...Es hijo de doña Natividad...”. “...¡Ah! Ud. estuvo en Cháparra, donde don
Laurencio en Chiochine..¿no es así?...”. Al responderle que sí, se quedó callado,
mentalmente me dije “...Seguro està
recordando la golpiza de su hermano Eleuterio junto a la chacra de don
Laurencio, donde yo trabajaba y fui el único testigo...”. Noté en ese momento
que todo el orgullo de hombre de fortuna se le bajó, porque yo conocìa su
secreto. Ya más tranquilo, nos propuso entrar a casa de doña Paulina. Se
acercó, tocó la puerta y llamó“...doña Paulina, tragochayquita
vendiicouay....”. Se abrió la puerta, la señora nos hizo pasar, nos sentamos, y
atendiendo el pedido de don Víctor puso en su mostrador de madera una botella
de cañazo. Ellos brindaron una copa cada uno, yo no tomaba licor. Al poco rato
hicieron llamar a don Mateo Portugal, quien se apareció en la tiendita con su
guitarra. A la luz del lamparín, al son de nuestros instrumentos, cantaron y
bailaron, a eso de las 12 de la noche las muchachonas ya estaban borrachitas.
Don Mateo propuso salir a la calle a tocar, todos estuvimos de acuerdo, pero
antes doña Paulina preparó té macho para ellos, y para mí té con cancha.
Ya afuera
bajo la luz de las estrellas, con nuestros instrumentos bien afinados y el
canto inspirado de las muchachas, rondamos por las calles estrechas y
silenciosas del pueblo. Al cabo de 2 horas regresamos donde doña Paulina, don
Víctor le pidió que nos prepare un caldo, al responderle que no tenía carne,
Mateo dijo que no había problema y salió a la calle, al poco rato regresó con 2
gallinas ( las había robado del corral de doña Asunta Portugal). Al poco rato,
me trajo doña Paulina el rico caldo humeante con media gallina, por ser el
mùsico. Ellos comían poco, más se preocupaban de seguir tomando su cañazo.
Cerca al amanecer me despedí de don Víctor, me agradeció por mi música; desde
esa fecha fuimos muy buenos amigos pese a ser mayor que yo.
ADIOS A LAS
CUERDAS
Ante la
proximidad de mi viaje a Lima, durante la festividad de las Virgen de las
Mercedes me esmeré en estar màs cerca de mamá y mis hermanos.
Pero sucedió que las dos Maria
Santos, la Prado
y la Portugal ,
quienes prometieron llevarnos a Leonor y
a mi a Lima, postergaron su viaje. No me quedó más alternativa que esperar. Volví
entonces a mis ocupaciones de atender las siembras, dar de comer a los
animales, proveer leña para la cocina, y en las noches, sacar mi mandolina de
lo alto de la cama de mamá, mientras dormía, e irme a tocar. La mayoría de las
veces, hacíamos dúo con Bernacha, él era admirador de Demófila prima de mi
Leonor
Cierta tarde
tuve una larga conversaciòn con mamá que se prolongó hasta las 8 de la noche, antes
de acostarse le pedí permiso para salir, me dijo “...Muy bien, pero regresando guarde
la mandolina en su sitio...”. Estuve un rato en la calle, y al no encontrar a mis acompañantes de siempre me regresé a
casa, colgué mi instrumento en el mismo lugar de donde lo tomé, y me fuì a mi
cuarto. En el momento que me acomodaba para dormir, oí el rebote de piedrecitas
en mi puerta , al asomarme por la ventana, vi a José Miranda parado en el
caminito cercano, me dijo bajito “...Por favor acompáñame, he organizado una
fiestecita en casa de doña Juana Navarrete, las muchachas me pidieron que lleves
tu mandolina...”. “...Pero porque no le pides a José Hoyos que toca mejor que
yo, además vive más cerca de tu casa...”. “…Es que estas amigas quieren que tú
vayas con tu mandolina ”. Yo acepté, me
puse mi poncho, fui al cuarto de mamá, estaba dormida, muy despacito descolgué
la mandolina y salí sin hacer ruido.
En casa de
doña Juana, las muchachas estaban brindando con cañazo, al verme dijeron en
coro “...Narcisocha tocaycuy bandurriachayquita...”. No me hice de rogar, afinè
mi instrumento y empezó la jarana, las mujeres cantaron y bailaron hasta casi
medianoche. Sabedoras que, por ser menor, yo no tomaba licor, me prepararon un
café con huevo frito y un pedazo de charqui. Al terminar mi comida decidieron
salir en ronda por las calles del pueblo, nos dirigimos entonces a orillas del
Huampucjacjamayu, donde rectifiquè la afinación
de mi mandolina y las jóvenes se dividieron
en las de mejor canto, y las que acompañarìan con palmas y baile. Nuestra
tropa se desplazò por las calles del pueblo en direcciòn a la plaza de Santa
Cruz. 2 horas después nos regresamos. En el trayecto se iban retirando una tras
otra, y quedamos solos yo, Beatriz y José, quien decidiò que la acompañemos
hasta su casa en el pueblo de NahuaAlta
A las 4 de la mañana estuvimos en QuilloQuilloFalda,
señalizada por una piedra grande, incrustada en el faldío de la cuesta. En ese
momento Josè se tiró al suelo simulando dolor de barriga, Beatriz se acercó inocentemente
a levantarlo pero encontrò resistencia, al darme cuenta de las intenciones de mi amigo, dije “...Voy adelantando...”. La muchacha dijo “...¡ No!
vamos juntos, más bien ayúdame a pararlo...”. Entonces, me acerqué a
ellos, me quité la mandolina de mi cuello y lo coloqué con sumo cuidado sobre una
piedra cercana a donde yacìa José. Como seguía
resistiéndose dije “ ...bueno, se quedan, ya es muy tarde, me voy...”. Todo
fue tan rápido, me disponía a tomar mi
mandolina cuando en eso, José jaló a la muchacha y la hizo caer justamente sobre
mi instrumento, que sonò con crujido
lastimero de su caja y chillidos de sus cuerdas. Cuando la recogí por el mango,
con sus pedazos colgando, exclamé llorando amargamente “...¡ Emanehuanjará
mamayja !...” (ahora que me dirá mi
madre). Ante esto el “enfermo” se paró inmediatamente, la muchacha me suplicó que
no llore, ofrecieron “...Mira ahora mismo mandaremos a arreglar tu mandolina, o
si quieres te haremos construir otro nuevo...”. Confiado en la promesa me
tranquilicé un poco y me fui a casa; ellos enrumbaron a Nahua.
A las 5 de la mañana, como de
costumbre, fui a regar las plantas, luego corté pasto y leña, a eso de las 11
de la mañana me volví a casa con mi carga, estuve tan preocupado que ni sueño
tenía. Al llegar, mamá había terminado de cocinar, almorcé y me eché una
siesta. En ese momento no se dió cuenta, solo después de 3 días me preguntó por
el instrumento, le mentí diciéndole que lo había prestado a don José Hoyos, entonces me pidió
que fuera a reclamarle. Yo muy preocupado, fui corriendo a donde José Miranda a
reclamarle mi instrumento, me dijo que no me preocupara, ya pronto me
entregarían, que incluso el precio de la compostura ya estaba pagado.
ESPERANDO EL
VIAJE A LIMA
Iba contando los días, sentía muy
próximo el ansiado viaje a Lima con mi enamorada Leonor, pero ocurrió lo
inesperado, doña María Santos postergó por segunda vez su viaje hasta navidad.
A mamá le dije que mientras tanto, aprovecharía
los meses de octubre, noviembre y diciembre para ir a Cháparra a trabajar, y
estuvo conforme. ¿ Pero con quién?......, en eso, recordé que don Miguel Falcón
iba siempre a trabajar a la costa. Fuí corriendo a su casa, vivía a la salida
de Colcabamba, en “ Ladrillo ” al frente de la casa de Zenón “Capacho” Falcón. Cuando
llegué estaba desayunando. “...Qué milagro Narciso, siéntate a tomar un té con nosotros...”. Saludé con mucho respeto a su esposa doña
María y a sus hijos, Teófilo, Alberto y Julia, todos ellos pequeños de estatura
( lo que es la suerte no?, resulta que Julia fué mi esposa años después ). En
plena conversación le propuse a don Miguel irnos a trabajar a Buena Vista, aceptó de
inmediato porque tambien estaba buscando un acompañante. Fijó nuestra partida
el próximo lunes, yo le dije si era antes mejor, pero explicó, “...Es que tengo
que dejar bien determinado mi puesto de Alcalde de Aguas por unos 60 días...”.
De inmediato ordenó a su mujer ir preparando el fiambre para el camino.
De regreso a casa pasé por donde Leonor
y le conté lo ocurrido, “...Mejor, durante estos 2 meses que faltan para
nuestro viaje, ganarè más dinero para nuestros gastos...”. Me despedí de ella
con un apretón de manos. En casa le conté a mamà lo mismo, que me iría a trabajar a Cháparra con
don Miguel Falcón, dijo “...Alleschcanmi taytau, alle runa don Migueltaja...” (
todo muy bien papito, don Miguel es hombre serio ). De inmediato se puso a
lavar los manteles y a tostar maíz.
La primera semana de octubre
emprendimos nuestro viaje. A los 3 días
llegamos a la
Hacienda BuenaVista de don Leopoldo Neyra. Por esos meses
casi no habìa mucho trabajo de chacra, pero al vernos dijo “...A uds. los necesito para que levanten una
pared de 100 metros
detrás de la casa-hacienda, en dirección a las minas, les pagaré al
destajo...”. “...¿Cuánto nos va a pagar?...”. “...Un sol por brazada, aparte de
sus alimentos y su alojamiento...”. Don Miguel levantó la vista al cielo e hizo
los cálculos mentalmente, luego volteando su mirada a mí, movió su cabeza en
señal de afirmación.
Realizamos el trabajo durante octubre
y noviembre. Un día de esos, un 15 de diciembre, si mal no recuerdo, a eso de
las 5 de la tarde mi compañero dijo, “...Narciso mira al frente, por el
camino...parece que esa gente se va a Lima...”. Levanté mi cabeza y vi un grupo
de gente entre adultos y jóvenes que se acercaban a la hacienda. Estaban por HuaraPampa, separado por una quebrada del lugar
en que levantábamos el cerco. Don Miguel dijo “...Levantemos unas cuantas
hileras de piedra más, y dejemos el trabajo para irnos a averiguar, pueda ser
que se trate de nuestros paisanos, porque se han alojado en Buena Vista,
propiedad del señor Neyra...”
Después de cenar fuimos al
alojamiento a enterarnos. Me quedé mudo al ver que entre ellos venía mi
enamorada Leonor. Un escalofrío sacudió todo mi cuerpo, un sentimiento de decepción
me quiso ganar, pero me sobrepuse y le dije “…¿ Por qué sola ?, si teníamos
planeado irnos juntos…” “...¿Sabes
Narciso?, yo tambien lo siento en el alma, pero pasó que doña María Santos
Prado, al haberse comprometido con
“Chivo” Dionisio García, postergó su viaje a Lima hasta después de marzo
del año entrante, por esto, la señora Portugal, insegura de la palabra de su
amiga, decidió apresurar su viaje conmigo, además que en su empleo ha dejado un
reemplazo provisional y tiene que volver cuanto antes...”
Con lágrimas
en los ojos, dije “...De todas maneras estaré muy pronto a tu lado, te deseo
feliz viaje, cuando llegues a Lima trata de no olvidarme...”. Nos dimos un
apretón de manos y con palabras entrecortadas por la emoción nos dijimos adiós.
A
continuación me acerqué a saludar a la señora Portugal, antes que abriera mi
boca me dijo “...¿ Cómo esta ud. Narciso ?... ¿bien?...¿no iba a viajar después
de navidad?.......bueno…. yo de un momento a otro determiné mi viaje, porque mi
tocaya ha postergado para después de marzo del año entrante, de todos modos te
vendrás con ella...”. Yo, sin reponerme todavía por el viaje de mi
enamorada, balbucí “...le deseo felicidad en su viaje señora...”. Al ser tan
visible mi abatimiento y tristeza don Miguel me preguntó lo que pasaba, al referirle lo sucedido con mi enamorada, me
dijo con voz muy seria, “...Tú eres todavía muy muchacho para que te preocupes,
recién nacerá la mujer que será tu esposa, ¡ levanta el ánimo muchacho !..”. Le escuche callado, luego
fuimos a dormir.
AMOR CON
AMOR SE OLVIDA
Terminada nuestra labor en la Hacienda Buena Vista, nos
regresamos al pueblo. En Nahuapampa la ausencia de Leonor se hizo sentir más; al
pasar por los lugares donde anduvimos me llenaba de dolorosos recuerdos. Pero,
como no faltaron los amigos y amigas con quienes distraerme, me fui
tranquilizando poco a poco.
El 2 de
enero fuimos a la Feria
de Nahualta con mamá, y como de costumbre llegamos a casa de tía Ascencia, donde
estaba Beatriz preparando chocolate con cañazo. Desde que nos saludamos la mujer
se me prendió totalmente y no me soltó en los días siguientes; tontamente me dejè
llevar al extremo de comprometerme seriamente con ella. Enterada mamá de mis
aventuras amorosas me reprendiò severamente con palabras muy duras, pero luego
se quebró y con lágrimas en los ojos me dijo, “...Esa mujer no te conviene, a
más de tener 25 años y tu apenas quince, tiene varios hijos...”. Efectivamente,
tenía 3 hijos de Emilio Canales, quien la dejó para casarse con la tal Julia
Miranda; entonces, por despecho, a todo trance, quería conquistarme e incluso
habló de casamiento. Ante mamá no me negué ni me resistí a sus sabios consejos,
más bien le dije, “...Madre créame nunca voy a cometer semejante tontería,
además yo la quiero a Leonor, así que,
después de esta temporada me voy a Lima, donde aprenderé a leer y escribir,
hablar buen castellano, y si mi destino es unirme con Leonor, tenga por seguro
que me casaré con ella...”.
EL DESTINO
LLEGA POR DONDE MENOS SE ESPERA
Así fueron pasando los días; muy
próximo ya el mes de febrero empezaron los preparativos para carnavales. Para
los ensayos me presté la mandolina de José Canales, su caja era de “quirquincho”
(caparazón de armadillo) muy lindo pero no tan potente como el mío, que perdí
por culpa de Beatriz y José Miranda, durante el incidente ya contado. Tocaba
para los jóvenes enamorados y tambien para los adultos sin emborracharme; solo en
las noches, porque de día hacía mis quehaceres en la chacra. Por eso todos los
vecinos me consideraban un muchacho muy formal.
En la
víspera de carnavales llegó de Lima don Elías Neyra con su esposa Eustaquia Falcón
y una hija de él, de un anterior matrimonio, tan gravemente enferma de
tuberculosis que a los pocos días de su llegada murió en Nahuapampa. Mi madre
fué a darles el pésame, y en la conversación contó lo del frustrado proyecto de
mi viaje con doña María Santos; le confió sus pensamientos, “...Ud. verá, mi
hijo ya es muy crecido, mi mayor preocupación es que él toca mandolina y no lo
dejan las muchachas, tal es así que la Beatriz de Nahua, una mujer con tres hijos, mucho
mayor, lo ha enamorado y quiere casarse con él, esto me preocupa mucho...”. Don Elías con su conocido vozarrón se rio
“...Jo, jo, joooo, ¿ De manera que
esa veterana quiere casarse con un muchacho, que hasta podría ser su hijo ?. Vea
doña Natividad, si Narciso está dispuesto a viajar yo lo llevo, porque debo
regresarme a más tardar hasta el 15 de
marzo...iré a hablarle hoy a las 4 de la tarde...”. Tambien doña Eustaquia,
quien trataba de tía a mamá por un parentesco cercano, intervino diciendo “...Es
cierto que viajamos pronto y el muchacho puede ir con nosotros..”.
Al
contarme mamá su conversación y preguntarme si yo estaría de acuerdo, le dije
“...¿Cómo que nó?...si estoy esperando a alguien que se compadezca y acepte
llevarme, pasaje no van a gastar, tenemos suficiente dinero...”. “...Entonces, esta tarde vienen de visita
para determinar tu ida...”. “...¡ Magnífico
mamá !..”.
A las 4 de
la tarde llegaron las personas
indicadas; don Elías era alto, fornido, desde la puerta, muy atento, dijo “...Ñojallayme
doña Natividad...” ( hola, aquí he llegado). “...Llaycumuy, tiacucuy cay
patachallape...” ( pase adelante, siéntese aquí arribita). La mujer, Eustaquia,
tambien saludó “...Tiay amuschcanecuniiii...” (tiita aquí estamos llegando).
Mamá contestó “...Allenme, cay huaccha huasiman tiacoychayare...” ( me alegra, adelante
pasen a mi humilde hogar).
Después de intercambiar los saludos,
mamá me llamó y me lo presentó. “...¡Ah!
tú habías sido Narciso...no supe doña Natividad que era su hijo, la otra noche
tocó lindo su mandolina, pero no tomó una sola gota de licor en la reunión, ya
cerca al amanecer desapareció, te felicito señora tienes un hijo modelo...¿ de
manera que no te dejan en paz las mujeres, nooo?..”. Eustaquia, su esposa,
tambien intervino “...Oye Narciso, me dicen que estas enamorado de Beatriz, ¿
cómo es posible, con una mujer mayor que tú, y con varios hijos ah ?...”. Respondí “...Es verdad señora, pero soy
hombre y no sólo a ella, sino a cuánta mujer se me cruce en mi camino...”. Don
Elías me interrumpió con una carcajada “ ¡ jojo jooooo...así me gusta, claro,
muy bien dicho jovencito !..”. Después se puso serio y me preguntó, con su
vozarrón, “...Respóndeme Narciso con toda franqueza, ¿ estás dispuesto a viajar
conmigo a Lima ?...”. “...Si Ud. me lleva se lo agradeceré eternamente...”. Don
Elías selló el acuerdo palmoteándome en el hombro, a la vez que con gesto
risueño en la cara, me guiñó su ojo izquierdo. A mamá se le llenaron los ojos
de lágrimas y estaba a punto de llorar, doña Eustaquia le reprochó, “...no
vayas a llorar tía, porque es malaguero, no nos vaya a ocurrir algo en el
viaje...”.
LAZOS
FUERTES DE AMOR
Enteradas mis enamoradas, una tras
otra fueron llegando a la casa, preguntando si era cierto lo de mi viaje. Desde
Pomacocha, una tal Claudia vino con regalos, al no encontrarme le dijo a mamá
“...nii chay huahuayquita retratollantapas jupuachon...”( por favor dígale a su
hijito que me deje siquiera su fotografía). Todo esto preocupó a mamá, pensando
que alguna de ellas podrìa seducirme y hacerme perder mi viaje tan esperado. Pero
yo la tranquilicé diciéndole que mi viaje a Lima no era realmente por seguir a mi
enamorada Leonor, sino por mi afán, mi fiebre de aprender a leer y escribir y
hablar perfectamente el castellano; y que, así porque sí, no echaría a perder
todo lo avanzado.
En la
víspera de mi salida, que fué un 10 o 14 de marzo de 1,930, me visitaron muchos
amigos y amigas, también vinieron desde NahuaAlta mi prima Julia, las hermanas
Zamora, y Beatriz, trayéndome un mantel de bollos de pura manteca recién
salidos del horno.
A eso de las 8 de la noche llegó una
de mis enamoradas, con otras muchachas, y con el engaño de hacerme un despacho
nos fuimos a la pequeña cueva que hay en el sitio llamado Tarafalda, que dista
unos 100 metros
de la casa; ahí me tuvieron secuestrado durante toda la noche tratando de
convencerme de no viajar. Desde ese lugar podía escuchar, de rato en rato, la
voz de mamá reclamando “...chay majtaja, canancama hamuncucho...” ( ¿qué habrá
pasado con ese muchacho, qué hasta ahora no se aparece? ). Horas después,
cansada de rezongar y esperar se habría dormido, porque ya no se oyó más su
voz.
A las 5 de la mañana escuché que doña
Eustaquia llamaba a mamá desde su casa situada más abajo, para que me apure
porque ya debíamos partir de viaje. Entonces traté de irme, pero la muchacha me
sujetó fuertemente decidida a impedir mi viaje. Ahí si me puse bravo, la
zarandeé con rudeza, se puso a llorar, por fín accedió, pero me hizo prometerle
que nunca la olvidaría, yo se lo juré y recién me soltó.
UN
ULTIMO ADIOS A NAHUAPAMPA
Mamá estaba alocándose, llamaba a
gritos, “...Maypiñataj chincarun chay plaga...”( donde se habrá perdido este muchacho
malcriado). Al verme entrar corriendo a la casa, trató de adivinar si había
estado con “..esas sinvergüenzas...”, le dije que nó, mi respuesta la
tranquilizó; luego se puso a llorar, nos rodearon mis hermanos tambien
llorando, en eso llegó doña Eustaquia alarmada por los gritos y los llantos, al
pensar que algo grave habría ocurrido.
A las 6 de la mañana salí de mi hogar
acompañado de mis seres queridos, mamá y mis hermanos y no recuerdo quienes
más. Nos dirijimos a la salida del pueblo, en la parte del camino que cruza el
Huampucjacjamayu. Ahí estaban don Elías Neyra, su esposa, Félix Falcón, casi de mi misma edad, otros viajeros
más, y muchos poblanos que vinieron a hacer un último brindis. Varios de ellos
nos acompañaron hasta la salida del
pueblo de Lampa, al borde del cauce reseco del Llojllawere, lugar conocido por
todos como DespachoPampa (lugar de la despedida). Ahí fue el último adiós a mamá,
me abrazó fuertemente y lloró como si nos despidiéramos para siempre, no pude
resistir y tambien lloré. Entre 8
a 9 de la mañana fué la despedida, con música de
guitarra y quena, harto cañazo y cantos llenos de tristeza.
EN RUTA A MI
DESTINO
Con el llanto y lloriqueos de los
familiares y amigos a nuestras espaldas, nos encaminamos hacia UschcoCuesta por
un camino en forma de zigzag. Luego de un trecho, a media pendiente, volteé
mirando hacia DespachoPampa, mamá y mis hermanos levantaron la mano haciendo
adiós. Volteamos a una quebrada y se perdieron
de nuestra vista, sólo se podían ver las chacras que rodean el pueblo de
Lampa.
Ese día solo pudimos avanzar hasta
Tambopata, donde nos alojamos. Ahì recién me dí cuenta que, aparte de don Elías
y su esposa, viajabamos a Lima, doña Manunga y sus hijos, Sinforosa de 2 años y Pánfilo de 13 años; Félix falcón sobrino de don Elías,
de 14 años; María Navarro de 13 años y su padre Albino Navarro, quien nos
acompañaría hasta Chala y regresaría con los animales.
Al amanecer los adultos se levantaron
con los humos por el harto cañazo que tomaron en el despacho. Desayunamos té
con pan, reiniciamos el viaje y llegamos hasta Chacaraya, donde pernoctamos esa
noche. Salimos a las 3 de la mañana, un kilómetro más adelante, a la luz de las
estrellas, nuestro guía don Albino vió a un zorro atravesar el camino de
izquierda a derecha, por delante de los animales. Muy alarmado dijo “...Don
Elías esto es malaguero, nos pueda suceder algo...”. “...No se preocupe don
Albino, es pura superstición, son cojudezas….no pasará nada ..”.
Bajamos por una pendiente muy
inclinada, vadeamos el río Tambillos y subimos por una cuesta cubierta de
vegetación de una altura de un metro, en direcciòn a Puyusca- Yncuyo. Aquí el
camino se bifurcaba, un ramal iba a Lima,
y el otro venía de Chala hacia CoraCora. Serían aproximadamente 5 de la
madrugada, el cielo estaba todavía un poco oscuro, en ese momento escuchamos el
grito de don Albino “...¡ Soo, sooo burrooo !...”, al levantar la vista vimos
que el aludido, “Gacho”, se sofrenó muy agitado al ver que un bulto negro, del
tamaño de un hombre, habìa cruzado el camino de izquierda a derecha. Don Elías miró a don Gabino, y dijo “..¿ Otra vez ?.”. “...Debemos tener mucho cuidado, el malaguero
nos sigue don Elías...”. Este respondió manoteando en el aire con un gesto de
incredulidad. Colocaron al animal a la cabecera de la tropa y continuamos la
caminata. A las 6 de la mañana llegamos a Yncuyo, las tiendas estaban todavía
cerradas, don Elías le dijo a don Albino que tocara una de las puertas para
hacer compras, una de ellas se abrió, entraron y compraron una botella de
cañazo que tomaron ahí, otra para llevar, además de coca y cigarro. Al chacchar
su coca don Albino volvió a decir “...Yau don Elico, cocata ajtechcan,
imatataj tuqurunja...” ( oiga don Elias,
mi coca amarga, algo nos pueda ocurrir); el aludido con su conocido vozarrón
respondió “....Jo jo jooo, no me cuentes cuentos don Albino y vámonos ya...”.
Continuamos nuestro viaje, a eso de las 3 de
la tarde entramos a la pampa de SallaSalla, situada al pié del nevado SaraSara.
Cuando nos encontrábamos en sus inmediaciones oímos el canto de la Huaschua , pato silvestre
de colores con patas rojas. Como el canto vino de izquierda a derecha, fue
motivo para que don Albino insistiera nuevamente en “el malaguero”, ante la
carcajada ruidosa y burlona de don Elías.
BUEN REMEDIO
PARA UN DAÑO
Luego que traspusimos la pampa, don Albino aconsejó
acampar en el faldío de QuishuarOsto, pegado a la cordillera occidental, donde
se siente el frío bajo cero. Serían 5 de la tarde cuando bajamos las cargas del
lomo de los burros y los pusimos al pié de una piedra de gran tamaño, junto al
cual nos acomodamos para pasar la noche. De inmediato traje de los alrededores
leña para cocinar el caldo. Al momento de prender la fogata doña Manunga vió
que “Gacho”, nuestro burro-guia, se contorsionaba dando bufidos, caía al suelo,
se levantaba, volvía a caerse. Advertido de esto don Albino dijo “...Nisuraiquimiqui
don Elias, ayaman leueron...” ( les avise no?, el alma que nos hizo el cruce en
Yncuyo, le ha hecho daño), y se agachó
junto al burro que temblaba tirado en el suelo. Estuvo pensando un rato, luego
dijo “...Sí, hay solo un remedio...tú don Elías y tu mujer, tienen que cortarse
los vellos de su sexo...”. De inmediato se fueron ambos a una hondonada no muy
distante, al rato regresaron y entregaron
a don Albino lo solicitado. Èste tomó el pañolón negro de doña Manunga, cubrió
el cuerpo tembloroso de “ Gacho ”, echó los vellos en un plato de aluminio les
prendiò fuego y al brotar un humo blanquecino-espeso, se metió dentro de la
cobertura y estuvo zahumeriando largo rato. El cuerpo del burro ya no se movía.
El resultado fue increíble, en
determinado momento el burro se levantó, todavía le temblaban las piernas y tenía
gachas su cabeza, rabo y orejas. Una
hora después empezó a comer. Todos nos pusimos contentos, comentando ¿qué
hubiera pasado si moría “Gacho ”?, y
¿cómo nos hubiéramos arreglado con su carga por el camino restante hasta Chala?.
UN CONSEJO
PROVIDENCIAL
Luego de tomar nuestro caldo y como asentativo un té
macho ( té
con cañazo ) don Albino se puso a
chacchar su coca, al rato dijo “...ajtenme cay cocaja, imapas tuqurusunmi,
jawarisun….jawarisum...” ( mi coquita sigue amarga, tengamos cuidado,
no nos vaya a ocurrir algo, hay que andar con cuidado ). Quizà influido por el
cansancio ó porque ya se estaba convenciendo, don Elías no hizo ningun comentario
despectivo y nos echamos a dormir.
A las 5 de la mañana nos levantamos,
ayudé a don Albino a encaronar los burros y ajustar las cargas, y con “ Gacho ”
encabezando la tropa reanudamos la marcha. A las 8 de la mañana estuvimos en
las alturas de Huayllarana, de donde, hacia el sur, aún se divisaban los cerros
altos de mi querida Nahuapampa; hacia el oeste se veía con claridad el mar.
Bajamos toda la cuesta de Maraycasa. A las 10 de la mañana estuvimos en la
subida de PukaCruz, luego volteamos a CuestaChaque. Desde este lugarí pudimos
ver por última vez la cresta del nevado SaraSara. Don Albino siempre con su
aire de preocupación, chacchando su coca, insistía en sus augurios.
A las 5 de la tarde, casi oscurecido
el cielo por negras nubes, acampamos en la orilla derecha del río, en el sitio
llamado DobleCerco. Luego de comer nos disponíamos a preparar nuestras camas, en
eso retumbaron los truenos y se encendieron los relámpagos en las alturas de
CuestaChaque. Don Albino aconsejó retirarnos unos 20 metros más arriba, le
hicimos caso. Serían 11 de la noche cuando escuchamos un estruendo; era que,con
la lluvia torrencial de las alturas, el río se había sobrecargado y venía
arrastrando piedras enormes, árboles, ganado, todo lo que encontraba a su paso.
El lugar de donde nos retiramos, fue tapado por el lodo y piedras. Fué
providencial el consejo de don Albino.
Al amanecer las señoras prepararon un
caldo, comentando en mil maneras lo ocurrido. Don Elías ya sin el aire de
incrédulo de antes, cruzando sus dos índices en los labios, dijo a don Albino
“...Oye “Cachino”, porque nos salvaste, por ésta cruz te juro que en Quicacha
te compro una libra de coca y una botella de buen pisco de uva...”. Nos
alistamos para continuar el viaje agradeciendo a Dios haberlo iluminado al tal
“Cachino” y seguir su sano consejo.
Para volver al camino, cruzamos con
mucha dificultad, buscando vados, porque el río estaba muy crecido, A eso de
las 9 de la mañana estuvimos en Quicacha donde los mayores tomaron sus tragos y
chaccharon su coca. Don Albino fumando un cigarro dijo “ Qunanrí, don Elico,
cocachataja miskinmi”“ .( Ahora sí todo tranquilo, hasta mi coquita se puso
dulce...”.
Todos los incidentes narrados quedaron
grabados en mi mente como si lo estuviera viendo ahora. Precisamente era jueves
cuando llegamos a Quirhua, una pampa llena de mojadales con abundante pasto
natural, ahí soltamos a los animales para que comieran. A las 12 de la noche
reiniciamos el viaje a Chala, con la intención de llegar el día viernes, que es
cuando el vapor amanece frente al puerto. Efectivamente, serían 10 de la mañana
cuando llegamos al puerto. De inmediato don Albino separó las cargas de los
equipajes de cada uno, terminada su tarea nos dió un apretón de manos,
deseándonos que Taytacha Señor de Lampa nos proteja en nuestro viaje por mar.
Montado en “Gacho”, el romo con alzada de mula, seguido de otros 3 burros más
pequeños, se perdieron de nuestra vista a trote lijero, jinete y animales, retozones,
alegres, y contentos, de regresar a su
terruño.
JATUM LLAJTA
LIMA
En marzo de 1,930, yo era todavía adolescente, cuando
llegué a la capital que tanto alababan mis paisanos A pesar del sufrimiento,
por la lejanía de mi pueblo y mis seres queridos, me hice la formal promesa de
soportar y acostumbrarme a mi nueva vida. Mi meta urgente era ingresar a un
colegio, aprender el castellano, tan difícil y extraño para mí; leer y escribir como lo había visto hacer a
los patrones en las haciendas de Cháparra, Yauca, y avanzar hasta donde me
fuera posible. No me preocupaba el dinero, porque yo creí en ese momento, haber
aprendido a ganármelo como buen lampero, en las grandes haciendas de la costa.
Era viernes, almorzábamos en el puerto de Chala mientras
terminaban de cargar 600 reses al vapor carguero “ Rímac ”, acoderado en el
muelle; a la espera de la llamada de
pasajeros. En mi mente revivieron los últimos acontecimientos de nuestra
salida.
A la voz de don Elías, “ Tomen sus paquetes nos
vamos al muelle” abordamos una lancha grande a motor que nos condujo al barco,
distante a 3 kilómetros
de la costa. Supe después que a causa del calado de la nave y la poca hondura
del puerto, lo mantenían alejado para evitar que encalle.
Subimos a la cubierta del vapor por
una escalera, acomodados las reses, la carga y todos los pasajeros, a las 3 de la tarde levaron el anclaje y nos
dirijimos hacia alta mar. Una hora después todavía podíamos avistar tierra,
empequeñecida por la distancia; pero a partir de las 6 de la tarde, desapareció por completo de
nuestra vista. Ante nuestros ojos aparecían sólo el mar y el manto azul del cielo.
Por el balanceo del vapor muchos
pasajeros sufrieron mareos y vómitos, felizmente a mí no me afectó. A las 7 de
la noche nos sirvieron la cena consistente en arroz con buenos trozos de carne
y un jarro de té, mis acompañantes no
comieron porque habían perdido el apetito por los mareos. Al amanecer del
sábado, los pasajeros afectados recién pudieron levantarse y al rato caminaban
normalmente por la cubierta del barco. Durante todo ese día vimos sólo cielo,
sol y mar. En el crepúsculo del
atardecer aparecía con toda nitidez el disco enrojecido del sol, hundiéndose
lentamente en la masa verdosa oscura del agua. Al anochecer, el brillo de la Luna y las estrellas reflejándose
en la superficie del mar eran de una belleza asombrosa.
Durante la noche divisamos en
lontananza unos puntos de luz, semejantes a una procesion de velas encendidas; eran
barcos que iban al sur, al cruzarse con
nuestra embarcación nos saludaron con sus potentes sirenas. Cuando el cruce era
durante el día, el saludo era por banderines con el cual se trasmitían el
clima, ruta, puerto de destino y otros detalles propios de los navegantes.
Al amanecer del domingo, a las 7 de
la mañana nuestra embarcación ancló a regular distancia del puerto de Pisco. Y se
acercaron lanchas para embarcar y desembarcar algunos pasajeros y carga. En ese
momento subió una avalancha de vendedoras de fruta, con canastas de mango por 20
centavos, naranjas, uvas, damajuanas de vino. Esa febril actividad que nunca
antes ví, se explicaba porque en esa época la principal vía de acceso a Lima
era por mar, y todo el comercio tenía que hacerse por barco. El vapor se
mantuvo lejos de la costa -donde el mar es poco profundo- para no encallar con
tanto peso que soportaba.
A las 11 de la mañana nuestro vapor
“Rímac” levó anclas y nos internamos en alta mar. A esa distancia, desde la
cubierta, veíamos deambular a la gente como pequeñas botellitas en el muelle. Todo
ese día y esa noche navegamos entre el mar y el cielo. El lunes a las 5 de la
mañana avistamos la silueta de las Islas San Lorenzo, y a los pocos momentos,
el puerto de Callao con sus casas iluminadas. Siendo 8 de la mañana nuestro
carguero acoderó en el muelle. Durante 3 días y noches seguidas expecté sólo
mar y cielo, ahora por fín vería la gran ciudad. Lima, tantas veces alabada por
mis paisanos que volvían a la sierra.
UNA NUEVA
VIDA
Estaba tan emocionado y confundido
con los recuerdos recientes que apenas oí la llamada de don Elías, “...¡ Ya
muchachos !, tomen sus cositas, el lanchón nos espera para desembarcar...”.
Empezó el alboroto de la gente, los marineros empezaron a descargar en orden
inverso al de la salida: primero los pasajeros, luego las reses y finalmente los bultos.
Don Elías y su esposa por delante, yo Félix Falcón y los otros viajeros atrás,
abrumados por todo ese ajetreo, bajamos por una escalera al lanchón motorizado
que nos llevó al muelle. Destacaba la silueta del faro por cuyo costado pasamos
hacia la plaza Grau, en su centro se alzaba
el monumento a los caídos del Combate del 2 de Mayo. En uno de sus ángulos estaba
el edificio de la capitanía del puerto, donde flameaba la bandera peruana custodiada
por 2 marineros portando su fusil. A la espalda de este edificio, a unos metros
estaba la puerta principal de la
Fortaleza del Real Felipe, con frente a la avenida Sáenz Peña, por donde iban las líneas del tranvía de la Punta a Lima.
A la espera del tranvía nos sentamos
a la sombra de unas palmeras cercanas. Yo y Félix estábamos con la boca abierta
de ver todas esas cosas que, en nuestro pueblo nunca imaginamos que existieran.
Cuál sería nuestro aspecto que unos muchachos palomillosos, de gestos muy
desenvueltos y fácil palabra, se acercaron a nosotros y repetìan burlonamente
“...miren, miren estos serranitos, jajajajaja..., parecen unas
llamitas...jajajajaja!....”; nosotros sudábamos frío muy avergonzados. En ese
momento frenó delante nuestro el tranvía y don Elías nos hizo abordar. Los
palomillosos siguieron gritando “...¡ se van los serranitos ! ¡se van las
llamitas!...”. Don Elías muy divertido con el incidente les decía con su
vozarrón “...Jojojojojo, ¡ah! Palomillas, dejen tranquilos a mis serranitos, a
mis llamitas...Jojojojojo”.
El tranvía enrumbó por la Avenida Sáenz Peña, un
kilómetro adelante atravesó por extensos potreros y sembríos de papa, camote,
verduras y algodón, luego pasó por el costado del cementerio de Bellavista, y el
resto del trayecto lo hizo por la avenida Colonial. Unas cuadras antes de la Plaza 2 de Mayo, donde hoy
es el Hospital Loayza, vimos un gran establo de vacas lecheras. Luego de rodear
la Plaza ,
entramos a la avenida Nicolás de Piérola, más conocida como La Colmena ; y llegamos al
paradero final del tranvía, al costado del Hotel Bolívar frente a la Plaza San Martín.
Al bajar del tranvía me encontré más
confundido que en el puerto, de ver la aglomeración de gente caminando por
todas partes, con gestos ágiles y confiados, hablando con suma rapidez y
perfección el castellano. Me admiraba de ver edificios “tan altos” de 3 pisos que
se sostenían estables sin caerse. En ese momento don Elías dijo, “...Síganme
atrás muchachos y fíjense donde ponen sus pies...”.. Pasamos por la puerta del
Cine Colón, doblamos por jirón de la
Unión , en la cuadra 11 de Tambo de Belen estaba el edificio “
Rímac ”, habían tambien casas de construcción antigua de adobe y quincha de aspecto muy limpio.
Llegamos a la primera cuadra de avenida
Paseo de la República ,
al lado derecho se encontraba la Penitenciaría “ El Panóptico” con sus muros de
ladrillos rojos de 10 a
15 metros
de altura, en donde se veian centinelas armados; su puerta principal era de
bronce, la segunda puerta interna era de hierro. Metros adelante entre árboles
estaba el Museo Italiano “ Raymondi”. A su lado izquierdo se veía el Palacio de Justicia, a medio contruir. Casi
al llegar a Paseo Colón -conocido tambien como avenida “ 9 de diciembre”- se veían 2 leones de mármol recostados sobre
unas peñas; una yunta de toros y su gañán sujetando el arado; y un par de
llamas talladas en bronce. Muy cerca, en el Parque de la Exposición ,
situado entre Paseo Colón Wilson y 28 de
Julio, a la sombra de árboles gigantes, había una casa de 2 pisos donde funcionaba
la Municipalidad
de Lima. En su parte central estaba la Cabaña , que utilizaban como
un club nocturno. En sus demás extremos funcionaba el zoológico donde se
exhibían toda clase de animales.
Entramos a la avenida Graú, en su
segunda cuadra doblamos a la derecha por jirón Canta y enfilamos a la plaza de
armas de La Victoria. Me
pareció entrar a la plaza de armas de CoraCora, seguimos por la avenida Luna
Pizarro, 10 cuadras adelante estaba la hacienda Balconcillo. Doblamos a la
izquierda, en la esquina próxima estaba
la calle Sáenz Peña, en cuyo número 1354
grabado en la parte alta, estaba la
vivienda de don Elías y su esposa.
Ahí recien sentí alegría completa de haber llegado a la gran capital, con la
posibilidad de aprender a leer y escribir correctamente el castellano, estudiar
y progresar. Luego de acomodar mis cositas salí de la casa y me dirijí al final
de la calle; merodeé por los alrededores de la
gran hacienda Balconcillo,con su establo de vacas lecheras, sus extensos
sembríos de algodón, camote, verduras. Al rato regresé a la casa, los esposos
me estaban esperando, muy preocupados, al pensar que me había extraviado.
Horas más tarde llegó de visita el
paisano Agustín Alvarado, conocido con
el apelativo “ Chiricha” (friecito), se
saludaron, conversaron y brindaron la llegada con cerveza. De lo conversado me
enteré que ambos habían comprado en sociedad un automóvil que trabajaban en
turnos rotativos de noche y día. Finalmente acordaron que a las 8 de la noche don
Agustín nos llevaría en automóvil a su casa situada en Lince. Efectivamente, a
la hora indicada vino por nosotros y no pude conocer el camino porque estaba
muy oscuro. Llegamos a un corralón grande con varios cuartos. Ahí vivían
tambien don Quintiniano Alvarado, Ismael Arroyo y sus sobrinos, Leonardo,
Aquiles, y otros paisanos más que no recuerdo. Hechos los saludos y
presentaciones armaron la jarana con una vitrola, porque esa época no había
radio, menos tocadiscos. Compraron 2 cajas
de cerveza y se pusieron animosos, conversadores y preguntones. Les informé,
haber dejado sanos y buenos a sus familiares en
Lampa, hasta el momento de nuestra salida. Uno de los dueños de casa
preguntó “...¿Don Elías, que tal pasó la fiesta carnavalesca en nuestro
pueblo?...”, con su vozarrón característico le respondió “...jojojojojo, para
qué, no me quejo, me divertí mucho, tomé bastante cañazo, comí mi rica
jallpada, mis buenos bollos y mistis, y bailamos con las tropas de huayllachas
en medio de la lluvia, por las calles, tambien en la misma plaza de Nahuapampa…..”.
“....¿Entonces no habrás olvidado los cantos que cantaron?...” , “ ¡ Claro que no ¡, apaguen la vitrola,
traigan la guitarra, las mujeres formen en tropa al estilo de nuestro pueblo,
que nos acompañe con la mandolina Narciso...”. El dueño de la casa interrogó
“...¿llachanchus cay majtacha?...”. Doña Manunga le respondió “ Narcisochajá
cusatam llacham tocaytaja...”. Yo no me hice de rogar, las señoras
comenzaron a cantar la última canción de aquel año
“....Lampa camtope, aljohuantim
huañuichuycamja, guardia civilja manchaconataj, “negro Bendezú” manchacunas...”
(Estos versos cantaban cuando llegó por primera vez, aquél año 1925, una tropa
de guardias civiles, al mando del Sargento Bendezú, para debelar el
levantamiento de los pobladores de la Comunidad de Sacraca, que habían ajusticiado a
unos gamonales usurpadores de sus tierras, entre ellos un tal Castilla.
Para reanimar a los
jaranistas, la dueña de casa había preparado una “jallpa”; plato típico de nuestro pueblo, con carne de res,
de carnero, de chancho, mondongo, chuño, papa, “habasfase” (haba tostada,luego
sancochada), bastante hierbabuena; una crema hecha de harina de maíz tostado, batido
con el caldo del puchero; y el “uchu q´uta”
con rocoto molido, huacatay y queso. Yo lo asenté con una taza de té, los demás
con su cerveza. Reanudamos la jarana, estuvimos inspirados en la musica, el
canto y la danza, yo fui muy apreciado y felicitado por mi ejecución de la
mandolina. En lo mejor de la fiesta se presentaron en la casa 2 policías que
habían sido llamados por una vecina “ ¡
A ver quien es el dueño ! ¿ por qué tanto escándalo y desenfreno,
ustedes creen serranos de m……que estan en su tierra?, si no quieren ir
detenidos, dejen de chillar como salvajes, ¡ la fiesta se acabó, es una orden
del señor comisario!..”. “ Bueno jefe,
ya vamos a suspender, que nos disculpen...” dijo muy humilde el dueño de casa.
Las horas restantes los jaranistas se limitaron a
conversar y cantar casi cuchicheando al oído. Casi amaneciendo nos retiramos
con don Elias y su esposa a la casa de Sáenz Peña.
Pasados los primeros días de mi estadía en Lima, me
fui dando cuenta que no era tan grande como lo comentaban mis paisanos. A unas 15
cuadras a la redonda desde su centro, la Plaza de Armas, estaba rodeada de haciendas. Al
este, se encontraba la hacienda de Santoyo; al norte la de La Florida , junto al
histórico Paseo de Los Descalzos. La hacienda de Piñonate, separada por el río
Rímac, hacia el oeste. No recuerdo el nombre de la hacienda que abarcaba hasta
la avenida Alfonso Ugarte, junto al Hospital Loayza. Asimismo la avenida
Argentina, desde su segunda cuadra, viniendo desde Plaza Unión, estaba rodeada
de tierras de cultivo hasta el Callao. En Chacra Colorada, a una cuadra de la
avenida Alfonso Ugarte, estaba la hacienda Azcona. Cerca de las avenidas Arica,
Bolivia, Brasil, pertenecientes hoy al distrito de Breña, estaban las haciendas
de Pando, de Cueva. Hacia el sur se encontraban las haciendas de Lobatón,
Lince, Mendocita, Balconcillo, del Pino, Limatambo.
Mis observaciones me hicieron concluir que mis
paisanos que volvían a la sierra,
mentían para alardear, ó no la conocían realmente, cuando aseguraban que, para ir
de un extremo de la ciudad a otro, se debía caminar todo un día. Yo calculaba,
¿ Un día? , equivale a 60 kilómetros de
Nahuapampa a Chacaraya. Ahora comprobaba que no era cierto.
Tambien mentían al decir que en el centro de la
ciudad no se podía ver el sol durante todo el año, porque los edificios eran
tan altos que se perdían a la vista. Al escucharles, yo calculaba la altura de
los cerros circundantes a mi pueblo, y me imaginaba que esos edificios debían
ser más altos todavía.
Con el correr de los días fui conociendo tambien la
real situación de mis paisanos en esta ciudad, eran tratados con mucho
desprecio por los limeños, los criollos, los encorbatados. La única ocupación
posible para nosotros era el servicio
doméstico, es decir “pichaneros”, sirvientes.
Una de esas tardes se presentaron en mi alojamiento
de la calle Sáenz Peña mis paisanos Aquiles y Leonidas, a quienes conocí en la
jarana de la noche anterior. Me invitaron a conocer el centro de Lima, don
Elías nos dio permiso a mí y a Félix, con
él salimos agarrados de la mano, como para vencer juntos el temor ante lo
desconocido. A 2 cuadras de la casa estaban los rieles del tranvía, en dirección
a Chorrillos, cruzamos la Plaza
de La Libertad ,
con su monumento al centro. Unas cuadras más adelante, llegamos a la avenida
Petit Thoars, cruzamos hacia la avenida Leguía, muy iluminada, de doble pista
pavimentada, por donde circulaban los omnibus a Miraflores, Barranco,
Chorrillos. Caminamos hasta la plazuela Washington, había una pila de agua y 3
figuras de hombres desnudos sosteniendo en sus brazos unas tinajas. Pregunté a
mis acompañantes porque habían puesto esas imágenes tan deshonestas en plena
calle, me respondieron que sólo sabían que era un obsequio de la colonia china
residente en Lima.
Continuamos, a la altura de las avenidas Leguía y 28
de Julio estaba el hipódromo, donde se realizaban carreras de caballos los
domingos. Por esa época existía un arco
enorme de ladrillo que daba a la avenida Wilson, y en el cruce con 28 de
Julio, estaban los edificios de los Ministerios de Agricultura, de Fomento y
Aguas. Antes de Paseo Colón estaba el Parque de la Exposición , donde pude
apreciar por primera vez a los elefantes, camellos, reptiles y otros animales.
Salimos por el costado del caserón que da a Paseo Colón, donde funcionaba la
oficina de la
Municipalidad de Lima. Cruzando esa avenida observé por
segunda vez desde mi llegada, la estatua de un hombre con su lampa en mano, con
el pantalón remangado hasta las rodillas, a su lado una mujer con una canasta
en mano, de mármol blanco. También, los 2 leones de mármol blanco, el gañan con
su yunta de bueyes, y una llama, talladas ambas en bronce.
Al frente estaba el Palacio de Justicia en
construcción, siguiendo por el lado izquierdo el Museo italiano, luego el
edificio del “Panóptico”, más adelante el edificio “ Rímac” en la cuadra 11 de
jirón de la Unión.
Llegamos a la plaza San Martín, donde estaba el Cine
Colón, el hotel Bolívar, el Café León, la avenida la Colmena , el paradero del
tranvía Lima- Callao, el cine San Martín. Hasta ese momento todo fué alegría
para mí, era grande la emoción que sentía. Pero ocurrió algo muy desagradable
que me escarapeló el cuerpo y me tiró el alma al suelo. Fué cuando al llegar al
centro mismo de la ciudad, mis amigos me repitieron 3 veces, bajando la voz como
si ocultaran algo, que me quedara callado porque estaba prohibido hablar en
quechua. Ellos conversaban en castellano, de cuando en cuando se dirijian a mí,
yo sólo movía la cabeza avergonzado. Llegamos a la Plaza de Armas, dimos unas vueltas
y de ahí nos regresamos. Yo los seguía en
silencio con un sentimiento de inferioridad. Era de noche cuando me dejaron en
mi alojamiento y se despidieron, me encontraba tan mal que les contesté
asintiendo con mi cabeza, sin decirles nada más, me afectó mucho saber que el
quechua, único idioma con el cual había conocido el mundo, era considerado algo
vergonzoso, sucio, prohibido.
BUSCANDO
TRABAJO
Había pasado una semana desde nuestra llegada,
diariamente don Elías salía a trabajar en el automóvil, unas veces de noche,
otras de día, turnándose con su socio don Agustín. Los demás paisanos, con
quienes viajamos desde nuestro pueblo, fueron yéndose uno a uno, y al final nos
quedamos sólos yo y Félix, sobrino de don Elías.
Antes de salir con el auto a manejar, don Elías
ordenaba a su mujer Eustaquia, acompañarme a buscar trabajo, porque yo no podía
expresarme en castellano. La mujer le contestaba de mala forma “...¡ Aaah !, no tengo tiempo...”, sin
embargo se iba con sus amigas al cine hasta la media noche; se iba al mercado y
regresaba tarde, renegando, a preparar cualquier comida a la ligera. Llegando a
casa don Elías, le decía “...¡ Hey mujer !, prepara bastante comida, camote
sancochado, para los muchachos...”. Le contestaba “...¡ qué mierda quieres,
estan tragando pues...!. “. ¡ Oiga mujer carajo, te voy a meter tu pateadura,
para que te recuerdes toda tu puta vida!...”.
El caso es que el hogar ideal se convirtió en un
infierno. Me dí cuenta que la culpa la teníamos su sobrino Félix y yo, pues
como la pareja no había tenido hijos,
estaban acostumbrados a vivir solos, y nosotros éramos un estorbo para la
mujer.
MI
PRIMERA CONSULTA MÉDICA
Para mayor fatalidad Félix enfermó de paludismo, el cambio de clima había hecho
estrago en él, más que en mí. Don Elías decidió que iríamos al hospital, para
que le apliquen una buena dosis de quinina.
A la mañana siguiente doña Eustaquia nos sirvió, de
muy mala gana, una taza de té con camote sancochado. Al llegar don Elías nos hizo
acomodarnos en los asientos de atrás del
carro, antes de arrancar dijo a su mujer “...Prepara el almuerzo para que coman
bien los muchachos a nuestro regreso...”, por respuesta recibió una mirada de cólera reprimida.
A las 8 de la mañana, el carro enfiló por avenida
Manco Cápac, dobló por avenida Graú y sobreparó
frente al Hospital 2 de Mayo. Don Elìas
nos indicò que nos coloquemos en la cola de gente, visible a traves de la reja
principal, a esperar que pusieran a Félix las inyecciones. Antes de reanudar su
marcha nos ordenó esperarlo en la plazuela de al lado, “ Hasta
la una de la tarde a mas tardar” en que estaría de vuelta.
Al entrar al Hospital empecé a sudar frío
atemorizado de no poder explicar bien y hacer fracasar la atención médica de mi
paisano. Estuvimos parados los 2 serranitos, con cara de asustados frente a la
puerta de atención a los enfermos, en determinado momento salió un enfermero y
nos preguntó que queríamos, “....Paysim
enfirmo siñor...” le dije. “...¿ Qué te duele?...”. “...Paysim palodesmo siñor...”. “...¡ Ya, ya , ahí no más, paraditos !...”.
Seguimos esperando tras de esa puerta hasta las 12 del día, hacía un calor
tremendo. Por fin salió nuevamente el enfermero y nos llamó, entramos a una
sala “... ¡ A ver muchachos, pónganse
acá !...” nos indicó un sillón, tenía unas jeringas en la mano, “...¡ Bájense
el pantalón!...”. Balbucée “ manan ñoja siñor, paysin palodesmo, paysin enfirmo,
manan ñoja siñor”. No supe explicar que yo sólo era el acompañante y que
Félix era el enfermo, replicó
“…Ya ya, no le va doler bájese el pantalón, agáchese…” y nos puso a los
dos las inyecciones, después nos dió de tomar unas obleas de quinina con un
vaso de agua. “...Ya pueden irse...” nos ordenó, señalando la puerta.
Salimos, doloridos y avergonzados, mirando a uno y
otro lado, buscando la plazoleta donde debíamos esperar a don Elías. Nos
sentamos en una de las bancas a esperar………dieron la una de la tarde…… nada. A las 3 p.m. nos miramos las caras de hambre, no
teníamos un centavo en el bolsillo. Veíamos a la gente comprar en los kioskos
frutas, pan, bizcochos; dimos varias
vueltas a la plazuela, mirando el suelo por si a alguien se le habría caido un
medio, ¡ nada !. Pero, más que el hambre y el dolor de mi nalga izquierda,
donde me había inyectado el enfermero, me sentía humillado e impotente por no
haber sabido hablar en buen castellano algo tan simple: que mi paisano era el
enfermo, no yo.
Bueno pues, al no aparecerse nuestro protector don
Elías, dije a Félix para volver a casa.
“...¿ May laumantajá !..” ( ¿ por donde? ). “...Kay jatun ñam urayta,
chay jatum runa inca Manco Cápac, chaycama...” ( iremos por esta calle grande, hasta el
monumento de Manco Cápac ), le respondí.
Partimos a la carrera por Avenida Abancay, al llegar al cruce de avenida
Graú, Félix dijo que quería orinar, le pedí que aguante hasta la casa, “...Manan
atiimancho...” ( no podré aguantar) dijo con mirada suplicante. Recordé que
unos días antes don Elías me había llevado a la calle Siete Jeringas al cuarto del
paisano Cayetano Falcón, quien nos invitó una taza de café, puso unos discos en
su vitrola, y mientras conversaban, ví el orden y limpieza de sus muebles, su
cama, su ronera donde preparó el agua, y en una mesita un ramo de flores.
Recordé además que al regresarnos de esa casa, don Elías estacionó su carro y
bajó para ir a orinar, justo en el mismo lugar donde estábamos con Félix. Fui
entonces a buscar, dí una vuelta por los alrededores, no encontré una chacra
donde orinar, ví sólo casas y en una esquina una pulpería, yo ignoraba que en
su interior tenían el urinario. Al regresar donde Félix le pedí que se aguante
hasta llegar a la casa, lo tomé de la mano y nos fuimos corriendo. Al llegar a la Plaza Manco Cápac me
sujetò el brazo muy fuertemente y balbuceó “...manan atiimanchu...manan
atiimanchu” (no puedo aguantar más), y se
orinó en el pantalón, me puse delante suyo para que no vieran los transeúntes.
El miedo y vergüenza nos hicieron olvidar el hambre que nos afligía.
Serían 4 de la tarde cuando llegamos a la casa, felizmente
no estaba la rabiosa doña Eustaquia. Félix se cambió de inmediato, y le ayudé a
lavar su pantalón meado. Todo esto quedó
entre él y yo como un caso imperdonable, pues ¿ hasta qué punto nos dominaba la
ignorancia ?, de temer que si orinaba en la calle seríamos castigados
terriblemente; además pudo hacerlo sin problema alguno en las chacras aledañas
de la Victoria ,
¿ que tontos fuimos no?.
Pasado nuestro susto entramos a la cocina a ver si había
algo de comida en las ollas ¡ nada, nada de nada ¡; la mujer no había cocinado
. Nos miramos desconsolados y salimos afuera de la casa. Qué cara tendríamos
que una vecina al vernos nos dijo “...Seguro no han comido...los esposos han
reñido como siempre y luego salieron juntos...”. Nos regaló 6 panes, luego de
agradecerle entramos a la casa y con buenos jarros de agua aplacamos el hambre.
Teníamos tanto cansancio que nos quedamos dormidos
Los esposos llegaron a las 9 de la
noche aproximadamente, don Elías estaba un poco mareado y le ordenó a su mujer
que cocinara algo; me mandó a encender el bracero de carbón de leña; Félix fue
a llenar agua en la tetera y a comprar pan. Bueno, de alguna forma llenamos
nuestros estómagos.
El día siguiente se levantaron muy malhumorados,
tuvieron una fuerte discusión y se insultaron groserìas muy feas. En ése
momento, acabado su turno de noche, llegó don Agustín con el carro y don Elías
salió a manejar. A poco rato salíó la mujer con Agustín “ Chiricha ” a pasear.
Así transcurrian los días, llegaba don Elías, al
vernos con cara de hambre, decía “...Oye
mujer, aunque sea prepara una olla de camote, para estos muchachos...”, la respuesta era cortante, “...¡ Están tragando
pues, porque no cocinas tú carajo...!”. El hombre terminaba
condescendiendo “ ¡ cuidadooo mujeeeer, mucho cuidadito carajo !..”.
Cuando don Elías manejaba en el turno de noche, llegaba
a casa a las 8 de la mañana a descansar, y su mujer salía de inmediato al
mercado; regresaba pasado el mediodía. Cuando se levantaba el hombre le
preparaba huevo frito con un poco de arroz, le tiraba el plato en la mesa “...¡
Ya está, traga pués !...”. Cuando
empezaba la pelea, salíamos fuera de la casa. Al poco rato salían los esposos abrazados
a pasear, otras veces al cine.
Durante varios días dejamos de salir de casa, por el
temor de perdernos en la calle, nos conformábamos con tomar jarros de agua y comer
cuando sobraba. Al sexto día llegó a la casa don Miguel Críspolo Franco, hijo
de don Mariano Franco de Nahuapampa, le había traido una encomienda y cartas,
se lo entreguè, preguntó por sus familiares y acontecimientos del pueblo, le
informè todo satisfactoriamente. Al despedirse, sacó de su bolsillo del
pantalón, 8 soles de oro y me dió para comprar alguna cosita, le agradecì. De
inmediato fuimos con Fèlix a la tienda, compramos 50 centavos de bizcochos
bañados con manjar blanco. Después de comer y tomar varios jarros de agua, le dije
a que al día siguiente iríamos a buscar trabajo, para él primero. Con mucha
suerte Félix quedó empleado en una casa del jirón Canta, antes de avenida Graú;
me quedé solo. Como tenía plata, ya no sufrí hambre, pues me compraba lo que
quería.
Al tercer día se presentó en la casa Alfredo Prado,
mi mejor amigo, le dijo a don Elías que venìa a ayudarme a buscar trabajo, le
quedó muy agradecido, porque en realidad no disponía de tiempo. Guardé mis cosas
en una taleguita, me la eché al hombro y me acerqué donde mi protector a
agradecerle por su alojamiento y su ayuda, por supuesto que todo lo hablamos en
quechua.
Nos fuimos con Alfredo a su casa, quedaba en la
calle Sauces, en la primera cuadra del
jirón Lampa. Era un callejón con varios cuartos, en uno de ellos vivía él junto
con un paisano de Colcabamba, apellidado Guerra, y sus hijos. A la mañana
siguiente llegó doña María Santos Portugal, quien trabajaba de cocinera en la
casa del Ingeniero Anderson, en el Jirón Chota, al costado del colegio
Guadalupe; me dijo que yo podría trabajar ahí de mayordomo.
Al dìa siguiente a las 8 de la mañana salimos a ese
lugar, yo iba muy contento por el empleo; un mayordomo me sonaba a un
administrador de hacienda. Al llegar, María Santos tocó el timbre, salió una
muchacha, la saludó con familiaridad y nos hizo pasar, pensé “...Aquí vive el
dueño de la hacienda...”. Subimos por una escalera al segundo piso, al final en
un salón amplio estaba parada una mujer gorda, blanca, de cara redonda y ojos
salientes, dijo “¿ Este es el muchacho?”, me miró de la cabeza a los pies,
“...¿ Habla castellano?, tú sabes, las costumbres de la casa son muy serias
!..”. “...Señora entiende sí, pero habla
poco...”. “...Bueno tú te encargarás de enseñarle sus obligaciones...”. Antes de irse a su dormitorio, la señora llamó
a la muchacha que vímos antes y le ordenó “...¡ Se queda de mayordomo,
indíquele lo que tiene que hacer!...”.
La joven me llevó a un cuarto de limpieza, me dijo
“...Acércate te enseñaré: primero, esto que ves es una escoba para barrer el
piso, este un sacudidor de muebles, este otro, un escobillón para limpiar el
techo, tenemos una lustradora de piso, con estas herramientas tienes que
limpiar 4 habitaciones. Debes terminar antes de las 10 de la mañana...” . Me
llevó al comedor, me indicó como limpiarlo y poniéndonos frente a una mesa, me
enseñó a colocar los cubiertos “...para 4 personas, cuchara, tenedor, y
cuchillo; servilletas y un vaso. El cuchillo va a la derecha, el tenedor a la
izquierda, el mango de la cuchara debe ir con la punta del cuchillo, y su parte
honda con la punta del tenedor, formando todo un cuadrado, para que al sentarse
la persona, su plato de sopa encaje perfectamente en ese cuadrado. Además de
esos cubiertos, al lado de la señora se agrega un cucharón grande, porque las
esposas siempre se sientan en la cabecera de la mesa. Antes de hacer esta
tarea, el mayordomo va a bañarse, ponerse un terno negro y una corbata de
michi...”.
A la hora del almuerzo la esposa llamó a todos a la
mesa, yo me encontraba parado a la entrada del comedor. La cocinera mandó la
sopa en una sopera, los platos hondos estaban colocados de antemano al lado
derecho de la señora. Yo me ubiqué a su izquierda y empezé a alcanzarle uno a
uno los platos. Primero para el esposo, que coloqué a su derecha, y así
sucesivamente con los otros potajes a los demás comensales. Terminada la
comida, recogí todas las cosas, fui a quitarme el terno, y me puse la ropa de
faena.
Al ver que yo había actuado con destreza, la señora
le dijo a doña María Santos, que al parecer yo había trabajado antes en una
casa. “...No señora, hacen 25 días que ha venido de mi pueblo, la prueba está
en que no habla castellano, una que otra palabra...”. “...Ah, muy inteligente...” fue la alabanza de la señora. Yo en cambio,
lamenté haber venido, en la creencia que el mayordomo dirijía peones, como en
las haciendas de la sierra. Aquí, ser mayordomo significaba, ser un sirviente,
un pichanero, en suma un esclavo de los blanquiñosos criollos.
A las 9 de la noche, terminadas mis tareas, doña
María Santos me contó que la señora estaba muy contenta con mi trabajo, le
contesté con franqueza que yo no estaba conforme, que pensé que mi trabajo de
mayordomo era para dirijir a los peones, y no éste, que es un trabajo para
mujeres. Me ganaron lágrimas de desaliento, lamenté mucho mi venida, le dije
que sólo trabajaría para juntar el dinero de mi pasaje hasta Yauca, nó a
Nahuapampa, de vergüenza por mi fracaso. “ Me dedicaré a la agricultura en vez de
quedarme a lavar los platos de los blancos, esclavizado, ni tiempo tendré para
ir al colegio”. Doña María Santos, escuchaba mis quejas con cara nuy seria, y dijo finalmente “...¿ Que te crees tú
mocoso...? , aquí todos los paisanos nos dedicamos a esta clase de trabajo...”.
De alguna manera soporté todas esas majaderías
durante 25 días. La señora se puso insoportable, sus hijos peor. Terminaba de
limpiar las habitaciones, al momento estaban tiradas en el piso cáscaras de
platano, de naranja, papeles. La madre al encontrar esa suciedad me gritaba, me
regañaba con palabras muy groseras por no haber limpiado; yo que no hablaba
castellano no podía explicarle lo ocurrido. La misma María Santos se puso del
lado de la patrona, desde que le dije que todos nuestros paisanos eran
pichaneros; cuando regresaba del mercado, por mortificarme, me mandaba a cada
momento a comprar sal, pimienta, que podría haber traído ella. Por eso, antes
de cumplir el mes me salí, recibí la suma de 3 soles de oro por mi trabajo. No
me alcanzaba para volver a mi pueblo.
Me encontré nuevamente con mi amigo Alfredo Prado, a
quien conté lo sucedido, me dijo que así eran las mujeres muy descontentas,
pero ya me iría acostumbrando. El trabajaba de mayordomo en la casa de Domingo
Parra del Riego, de familia adinerada; la casa quedaba entre la avenida Alfonso
Ugarte y la primera cuadra de la avenida Venezuela, justo frente a la puerta
principal del Colegio Guadalupe. Formaba parte de un conjunto de casas de
estilo alemán, con techos de tejas, rodeados de jardines, el piso de las
habitaciones brillaba tanto que uno podía reflejarse como en un espejo. Habían
unos relojes grandes con unos badajos que tocaban a cada hora con un bullicio
inconfundible. Todo esto lo aprecié pues iba a ayudar diariamente a mi amigo
Alfredo en la limpieza, la familia lo autorizó al enterarse que yo era su
paisano y que había llegado recién de la sierra.
Uno de esos días invitaron a almorzar a la casa de
la familia, al sobrino del señor Parra del Riego, era un joven de unos 20 a 24 años de edad, de porte
distinguido. Le sirvieron un sancochado de carne, agradeció el sobrino y les
dijo que eso se tomaba con limón, le pidieron a Alfredo que trajera de la
cocina, al responderle que no había, me mandaron a comprar. La tienda quedaba
en la esquina del jirón Chota y Uruguay, que dista de la casa unos 150 metros . De ida y
vuelta son 300 metros , el caso es
que no habían pasado ni 2 minutos, cuando la señora levantó la cabeza y
preguntó si había ido a la tienda por el limón, se lo entregué, se miraron las
caras asombrados por mi agilidad. Así pasé los días para acostumbrarme al “trabajo
de casa”, mejor dicho al trabajo de sirviente, para reunir dinero para mi pasaje a la sierra.
Mi amigo tenía una enamorada muy simpática llamada
Mónica Gonzales de Nahualta, trabajaba en jirón Portugal, paralela a la avenida
Arica. Ella tenía amigas que trabajaban en la calle Rieles, entre Avenida Jorge
Chávez y General Varela, a una cuadra de avenida Arica, frente al colegio de curas italianos“ La Salle ”. Justo ellas me
recomendaron a una familia para regar el jardín, limpiar la casa y otros
menudos quehaceres. El sueldo era de 5 soles de oro al mes, aunque era poco,
por el afán de juntar dinero para mi pasaje, acepté. No duré, a los pocos días
me salí porque no me gustó el trabajo. Al día siguiente fui a visitar a don
Elías, a su casa de Sáenz Peña en La Victoria , no lo encontré, una vecina me dijo que
se habían mudado 2 semanas antes a Lince, me dió su dirección, era la casa de
Agustín Alvarado “ Chiricha ”. Me fui caminando, al llegar no se encontraba la
esposa Eustaquia, pero sí don Elías pues le tocaba manejar de noche; al oir mi
voz me hizo pasar. Después de intercambiar los saludos, le conté los días
difíciles que pasé en las 2 casas, como mayordomo, en trabajos que eran propios
de mujeres; tambien le conté mi desición de regresarme a trabajar a Cháparra,
Yauca, como agricultor, pues yo estaba acostumbrado a ese tipo de trabajos
fuertes, como buen lampero. Don Elías dijo con su vozarrón “...Jojojojooo, así
que no quieres trabajar de pichanero como nuestros paisanos no?...”. Le
respondí que no me acostumbraba, además que no me daba tiempo para asistir al
colegio. Le solicité me prestara el dinero para mi pasaje.
Resulta que toda nuestra conversación la había
escuchado doña Laura, esposa de “Chiricha”, paisana de Pararca. Dijo entonces
que una sobrina suya, Vicenta Serna, hija de su hermana Josefa Romero y esposo Constantino
Serna, de Tauca, Callejón de Huaylas, trabajaba en Magdalena del Mar, y su
patrona le había pedido conseguirle un muchacho para atender el jardín. Dijo que habló a otros paisanos, pero a
ninguno le gustaba ese trabajo, y que,según me había oido decir hace un rato, a
mi sí me caería muy bien. Muy emocionado le acepté de inmediato y quedamos en
que averiguaría la dirección de la casa. Don Elías dijo “...Parece que tu
suerte está por ahí muchacho, anda trae tus cositas, dormirás aquí y mañana te
vas...”. Salí de la casa, tomé el ómnibus que iba por avenida Leguía hasta
Wilson, a 2 cuadras estaba la casa de la familia Guerra, donde vivía mi amigo
Alfredo, les conté todo, me alentaron, les agradecí por todo su apoyo, y me
regresé a Lince con mi taleguita al hombro.
A las 5 de la tarde volví, la señora Laura me dió la
dirección del trabajo, y dijo que me esperarían al dìa siguiente, muy temprano.
Esa noche dormí contento, pensando que con ese trabajo podrìa juntar plata para
mi pasaje de regreso a la sierra.
A las 6 de la mañana, la señora Laura dijo que ya
era hora de ir, me prestó 20 centavos para mi pasaje, y me indicó “….Tomar el
carro hasta Paseo Colón, de ahí caminar hasta Bolognesi, para tomar el tranvía,
bajar entre el Jirón Castilla y Salaverry, de ahí caminar una cuadra, y en un
portón con el número 222......te darás cuenta porque sobresalen unas palmeras
muy altas, preguntas por Vicenta Serna y le dices que vienes de parte de su tío
Constantino...”.
Al llegar a la avenida, para ahorrarme 10 centavos
del pasaje del ómnibus hasta Bolognesi y 5 centavos del pasaje en tranvía a Magdalena, me
fui caminando. A la altura de la cuadra 15
de la avenida Leguía donde termina la
ciudad, me interné por unos potreros, algodonales, camotales; de cuando en
cuando me subía a la tapia, para divisar la Isla de San Lorenzo, que era mi punto de
referencia para llegar a Magdalena Nueva. Desde las 8 de la mañana estuve así
deambulando hasta la una de la tarde, y me consideré perdido, al no avistar
ninguna población. Caminé media hora más, por fín cuando subí al tapial, me
alegré de ver la avenida Brasil, cerca del óvalo del pueblo, llamada Magdalena
Vieja. Abordé el tranvía, parte en quechua parte en castellano, me hice
entender por el conductor: que me avise en Castilla para bajar. Los pasajeros
me miraban de pie a cabeza, yo estaba muy asustado con mis ropitas envueltas
bajo el sobaco, sudando de vergüenza. Al rato el conductor me hizo bajar
indicándome que camine a la derecha 3 cuadras. Llegué a un portón grande, toqué el timbre, salió una mujer
blanca, muy delgada, no bien le saludé, me preguntó si yo era el recomendado de
don Constantino Serna, al responderle que sí me hizo pasar de inmediato “... Lo
está esperando la patrona...”. En el interior había un ambiente muy familiar
para mí, aunque descuidados, los parrales, platanales, higueras, palmeras,
rosas, claveles, geranios, y otras plantas, me embriagaron con su inconfundible
perfume vegetal. La mujer me condujo por un caminito de cemento, rodeado en
toda su extensión por un cerco de hierbas pequeñas, al poco andar llegamos a una
glorieta cubierta de enredaderas, con asientos de madera; a unos 25 metros estaba la casa.
Salia en ese momento la dueña, era madura, de baja estatura y tez blanca, me
respondió el saludo con una sonrisa que me pareció muy familiar; luego de confirmar que yo era el recomendado
llamó a Vicenta, sobrina de Constantino Serna, y le ordenó que me enseñara mi
cuarto. Era pequeño, había una cama y un colchón, ahí acomodé mis cositas.
Luego, me llevó a un cuarto de herramientas, “...De aquí tomas la que
necesites, luego de trabajar lo guardas en su mismo lugar, echas el candado y
la llave la cuelgas acá en este gancho junto a la puerta. Pero antes de
empezar, ven a la cocina para que almuerces...¡ Félida, sírvale su almuerzo a
nuestro jardinero...”. Félida era la misma mujer que me abrió la puerta al
llegar a esa casa. Me hizo sentar en la mesa, me sirvió una sopa de fideos y un
plato de lomo saltado con lentejas. Mientras comía me preguntó de donde era, al
saber que venía de Parinacochas, distrito de Lampa, me dijo que éramos
paisanos, pues ella era de Pararca, y se llamaba Félida Mayorga. Como no podía
seguirle su conversación en castellano, seguimos hablando en quechua. Al
decirle mis nombres y apellidos me preguntó si la esposa de don Constantino,
Josefa Romero, era mi pariente, le respondí que sí porque los Romero son de
Lampa, le conté muchas cosas que me pasaron antes, de mi trabajo como lampero
en las haciendas de Cháparra, Yauca, Acarí. Dijo entonces, que era justo lo que
necesitaban, porque todos los que
vinieron antes no sabían manejar las herramientas. Comentó además que la
patrona casi no paraba en la casa porque todos los días iba con su esposo
a Palacio de Gobierno a visitar al
Presidente Augusto B. Leguía, con quien eran muy amigos.Terminó diciéndome que
ya los conocería bien, pues eran muy buena gente.
TRABAJO
DE JARDINERO
Terminada la comida y la conversación tomé unas
tijeras de podar del cuarto de herramientas y fui a los parrales a hacer mi
trabajo. Estuve cortando las ramas resecas e inútiles hasta aproximadamente 6
de la tarde. Había avanzado bastante, al oscurecer me aseé y me fuì a recostar
un rato en mi cama, a eso de las 9 de la noche llegaron los patrones y llamaron
a cenar. Salí a saludarlos con mucho respeto, la señora Hermelinda me presentó
a su esposo, el señor Guillermo Sheele quien me miró muy serio de piés a cabeza
y comentó “...¿ Así que ya tenemos un nuevo jardinero, no?...”.
Después
de cenar en la cocina, mi paisana Félida me contó entre otras cosas, que era
madre soltera, que había tenido un hijo con el sobrino de don Constantino,
llamado Marcelino Serna, a pesar de todo no le guardaba rencor, y que con su
propio esfuerzo sacaría adelante a su hijo. Al rato me despedí y me acosté en
mi cuarto.
Me desperté a las 6 de la mañana del
día siguiente y me fui de inmediato al jardín a seguir con la poda, con la preocupación de no
haber hecho bien mi trabajo la tarde anterior, y por este motivo, ser despedido
por mis patrones. Media hora después, don Guillermo me encontró llevando las
ramas cortadas a un extremo descampado del jardín, le saludé con mucho respeto, me respondió muy serio y
se dirigió al lugar donde había podado, al rato se acercó donde mí, “...¿ Sabías
podar no?...muy bien, continuarás con las demás, pero ahora anda a desayunar
porque es muy temprano para trabajar...”.
En mi cuarto estuve pensando sobre el
trato muy amable de los patrones; sobre
el hecho de no tener que cuidar a sus 2 hijos, hombre y mujer, de 6 y 4 años de
edad, porque de eso se encargaba Vicenta; además, no tenía que hacer limpieza
porque era tarea de Félida y Vicenta conjuntamente. A las 7 y 30 de la mañana se levantó la patrona y ordenó servir
el desayuno. Entraron con el señor y los hijos al comedor, yo entré a la cocina
donde me sirvieron un plato de lentejas revuelto con arroz y una taza de café.
Continué con mi trabajo de poda y
limpieza de plantas hasta el décimo quinto día, luego de quemar en un extremo
del jardín las hojas y ramas desechadas quedó todo en completo orden. Don
Guillermo estaba muy contento con mi trabajo y yo no tenía que objetar nada de
la alimentación ni del trato de la familia. Poco a poco fuí acomodándone a las costumbres de la casa.
MIS
TRABAJOS EN LA IMPRENTA
Como dije, los esposos eran muy amigos del entonces
Presidente de la República ,
don Augusto B. Leguía, por tal razón doña Hermelinda iba diariamente de lunes a
sábado a Palacio de Gobierno. Don Guillermo trabajaba en la imprenta del Estado
situado en la Escuela
Militar de Chorrillos, y en las tardes iba a su taller de
imprenta de Litografía, ubicado en el Jirón Pachitea número 131, que quedaba
entre Tambo de Belén y Jirón de la
Unión. Ahí se imprimían estampillas, timbres fiscales,
formularios y otros documentos para el Supremo Gobierno.
Como no había ya mucho trabajo en el
jardín, don Guillermo me propuso ayudarle en la imprenta a partir del día
siguiente. Toda esa noche no pude dormir pensando en las dificultades que
tendría en mi nuevo trabajo, porque sabìa pocas palabras del castellano. Me
levanté temprano a regar las plantas del
jardín y ordenar algunas cosas hasta el
medio día, hora del almuerzo. A horas 2 de la tarde llamò “...¿ está Ud. listo
Narciso?...”. “..Sí señor...”. Antes de ir, mi paisana Félida me recomendó poner
mucha atención en el trabajo y todo saldría bien; le agradecí su consejo.
Salimos de la casa, a 2 cuadras abordamos el tranvía al centro de
Lima, a la media hora bajamos en la
primera cuadra del Jirón Lampa, en la calle Sauce, caminamos 2 cuadras y
doblamos a la izquierda, en el número 131 del jirón Pachitea se ubicaba la imprenta. 10
trabajadores se encontraban en el taller, saludaron respetuosamente a don
Guillermo, quien se dirigiò al Maestro General señalàndome y dijo “...Será la
mascota de la imprenta, disponga lo necesario...”. Don Guillermo se retiró a
hacer sus tareas. Una vez solos, el maestro me preguntó por mi nombre y me
encomendó hacer la limpieza del taller.
En un tris hice el trabajo y
quedó todo muy ordenado. Visto esto, el Maestro me asignò la tarea de
seleccionar, clasificar y acomodar las resmas de papeles en su respectivo
casillero, me recomendó hacerlo màs despacio. A las 5 de la tarde ya lo tenía
todo ordenado, el maestro me dijo “...Descansa...” y se fue a la oficina de don
Guillermo, entretanto, aproveché el tiempo que quedaba hasta la hora de salida
para admirar las máquinas.
Había una plana, la más grande, en que se imprimían
los timbres. Consistía en un tablero de fierro de unos 2 metros 50 de largo por 1 metro 50 de ancho
asentado sobre unos largueros acanalados con rodajes en toda su extensión. Un motor
eléctrico situado en su parte baja la hacía girar mediante unas fajas. Sobre
estas se hallaban asegurados 3 pastelones de piedras con grabados, cada uno de 40
por 20 centímetros. En la parte delantera 3 rodillos paralelos conductores de tinta coloreaban
el grabado de las piedras, y con el peso de la presión, iban imprimiendo los
diseños sobre el papel. Finalmente, las hojas impresas caían ordenada y
sucesivamernte sobre un depósito. Esta técnica de los grabados en piedra se
llamaba litografía.
Terminada la jornada de ese dìa volvimos a casa con
don Guillermo, al llegar mis paisanas Félida y Vicenta me preguntaron que tal
me había ido, les conté lo acaecido. Terminada la cena me acosté pensando cómo
me iría al día siguiente.
Desde el amanecer estuve regando las plantas hasta
las 12 del día. A las 2 de la tarde, terminado nuestro almuerzo, salimos con
don Guillermo al paradero del tranvía en direcciòn al taller de imprenta. Al
llegar al local el personal estaba listo para el trabajo. El maestro se me
acercó y me llevó justo ante la máquina plana grande, que yo había admirado el
día anterior, con gesto muy serio me dijo “...Aquí vas a trabajar....mira con
atención...”, accionó la máquina y empezó a colocar hojas de papel. “...Ahora
tú...”, repetí uno a uno sus movimientos,
aunque estuve nervioso, lo hice cuidadosamente. Estuvo unos 10 minutos
mirándome y se fue sin decirme nada. Toda la tarde la pasé muy contento en mi nuevo
puesto de operario de máquina, alineando las resmas de papel para su impresión
en forma continua. Llegada las 5 de la tarde, hora de salida, me dí un duchazo.
Regresamos a casa con don Guillermo.
Así fueron pasando los días, las semanas, y según me
contaban Vicenta y mi paisana Félida, habían comentarios favorables de la
familia sobre mi desempeño, decían que yo a pesar de no hablar bien el
castellano, ni saber leer y escribir, hacía
mi trabajo a la perfección.
Antes de tomar mi puesto de jardinero, todos los
sàbados y domingos venìa invariablemente a la casa, el hermano de don Guillermo,
para arreglar el jardín; ahora lo miraba de rincón a rincón y encontraba todo
en perfecto orden.
Pero siempre había algo que hacer en casa. Por
aquellos tiempos las autoridades no se
ocupaban del sistema de agua potable y alcantarillado, por tal razòn los dueños
de las casas tenìan que hacer sus instalaciones particulares mediante
excavaciones profundas en el subsuelo. Precisamente
en casa de la familia Sheele existía un
pozo de 50 metros de profundidad, que no
funcionaba porque faltaba retirar unas abrazaderas que sujetaban los tubos de
fierro galvanizado. Y no lo habían hecho por no encontrar el especialista
adecuado para esa tarea, que, además, era sumamente riesgosa. Un domingo don
Guillermo me preguntò si yo podìa hacerlo, no me hice de rogar, de inmediato dije que sí, pero la señora, el hermano, la
paisana Félida y Vicenta dijeron que no, que era muy peligroso. Ante mi firme
decisión don Guillermo aceptó, ¿pero cómo lo haríamos?. Me probaron un tarro de
metal con 2 asas que me llegaba hasta la cintura, era perfecto a mi medida. La
ataron fuertemente con sogas y gruesas correas, me dieron una sierra metàlica, y
ambos hermanos me hicieron descender lentamente al fondo del pozo, conforme yo
iba cortando las abrazaderas. La última, que se encontraba a unos 2 metros del agua empozada,
la corté dificultosamente por la oscuridad y el aire enrarecido. Serían 2 de la
tarde cuando salì, todos habìan estado pendientes de mí, y no habían almorzado
todavía, con el temor que me asfixiara ó se pudiera romper la soga. Cuando me
vieron salir me abrazaron y felicitaron por el temple de mis nervios. Luego de
asearnos, almorzamos todos juntos y don Guillermo me mandó a descansar. La
tarea de sacar los tubos lo dejamos para el domingo siguiente. Fue más fácil
jalarlos, por que una varilla de fierro los atravesaba por el medio hasta
llegar al agua, en la punta tenìan soldada 4 paletas, y una palanca que
permitía el bombeo del agua. Terminada esta operación al rato tuvimos agua
cristalina.
Los hechos narrados están ocurriendo en junio de
1,930. Seguí con mis tareas de
costumbre, el jardín en las mañanas y la imprenta en las tardes. En ésa época los trabajadores
comentaban el descontento popular por la mala política del presidente Leguía,
se quejaban de la escasez de trabajo, de
los atropellos y abusos de la “ brigada política ”, guardaespaldas del
presidente, de los jueces vendidos, de los patrones explotadores, de la
marginación y desprecio a los humildes por la clase aristocrática. Incluso los
nacidos en la costa, herederos de las costumbres y taras de los españoles,
aunque fueran de condición social humilde, se creían muy superiores a los
nacidos en la sierra, y nos aborrecían.
En agosto de 1,930 se produjo el levantamiento de la
guarnición de Arequipa, al mando del Comandante Luis M. Sánchez Cerro. Leguía
pidió a la guarnición de Lima salir en defensa de su autoridad, pero se
plegaron a la rebeliòn. Entonces su camarilla de oligarcas limeños le
acondicionaron un submarino para su huida. El Comandante al darse cuenta de esa
maniobra, les amenazó con responsabilizarlos directamente de todos los agravios
cometidos contra el pueblo peruano, y castigarlos personalmente si permitían la
fuga de Leguía. Resultó muy eficaz esa advertencia porque, los mismos que
planearon y ejecutaron su fuga, lo hicieron regresar desde Panamá, y ellos
mismos lo hicieron encarcelar en el Panóptico donde lo dejaron morir, enfermo y
abandonado.
El caso es que mi patrón era Leguiista y a
consecuencia de la caida del gobierno,
fué despedido del trabajo, le quitaron la imprenta y también fue perseguido.
Una familia tan buena, que no se aprovechó del poder como otros, quedó así en
la pobreza. Un día la señora me dijo que debía buscarme otro trabajito, que con
el dolor de su corazón me despedían, pero no tenían dinero para pagarme. Les
agradecí por todo, recogí mis cositas y me fui donde mi amigo Alfredo Canales;
seguía viviendo con la familia Guerra, tambien paisanos nuestros.
Otra vez quedé sin rumbo, Alfredo me dijo que lo
acompañe a su trabajo para acostumbrarme al servicio de mayordomo; a pesar de
no gustarme, acepté para no defraudar la buena voluntad de mi mejor amigo. Pero
mi objetivo era volver a mi pueblo y seguir trabajando de lampero en las
haciendas de Cháparra, Yauca, antes que lavar platos y ser esclavo de los
limeños. Por momentos me ponía triste por no haber logrado estudiar, aunque me
consolaba haber aprendido con la familia Sheele algunas palabras de castellano,
aunque fuera “ a media lengua ”. A pesar de mis limitaciones, me esforzaba en aprender
el idioma, repitiendo incansablemente las palabras que escuchaba de otros. Me
sentía frustrado de no haber pisado ni siquiera la puerta de una escuela, por
eso pedía incesantemente a mis paisanos y conocidos, avisarme de algun trabajo
que me permita estudiar de noche.
UN
SEGUNDO PADRE
A las 8 de la mañana de un día de de febrero de
1,931, vino a mi alojamiento un amigo
apellidado Herrera, gasfitero de profesión, me dijo “...He venido a llevarte
donde un Dentista que necesita ayudante para su consultorio, hace 2 días me
hablò, ojalá no haya conseguido todavía...
Fuimos de inmediato, el lugar estaba
en la calle Concha, en el Jirón
Ica 304, Herrera tocó el timbre, se abrió la puerta automáticamente, entramos.
Mi amigo dijo en tono triunfal señalándome con su ìndice “...Doctor aquí está
el muchacho que necesita para el servicio, se llama Narciso...”, me puse muy
nervioso. “...Oiga Herrera, es recien bajado de la sierra no?...”. “... Sí doctor pero ha trabajado en...en...”,
a una señal de mi amigo, con mi media lengua, atorándome con las palabras, expliqué que fui jardinero en la casa del
señor Guillermo Sheele, muy amigo del presidente Leguía, y que cuando él se
quedó sin trabajo, igual yo. “...Pero
oiga Ud, yo no necesito un jardinero, yo necesito un empleado para recepción de
mis pacientes y para limpieza...”. De
alguna forma seguí explicando que en las mañanas era jardinero, pero en las
tardes trabajaba como operario de máquina en la imprenta de litografía en jirón
Pachitea 134, y que mi pensamiento fijo era ir al colegio. El Doctor me miró de
píes a cabeza y le dijo, “...Aunque habla poco castellano, parece inteligente,
bueno, sólo por tratarse de Ud.,mi amigo Herrera, lo tomaré por un mes, veremos
si responde...además que ya van a empezar las clases nocturnas...”. Me puse muy
tembloroso, al momento de darle las gracias; “...! Ah usted no tiene cuarto no?, mire, tengo un depósito
pequeño donde puede acomodarse mientras consiga su cuarto, su sueldo será de
200 soles de oro mensuales...”.
Fuimos a ver la habitación, era un cuartito de 2 por
2 metros ,
estaba ocupado por esqueletos humanos, cráneos, herramientas diversas, había
también un catre de campaña; el doctor me ordenò limpiarlo y acomodarme ahì.
Luego, pasamos al consultorio donde me indicò mis tareas, contestar el
teléfono, hacer pasar a los clientes por orden de llegada, hacer la limpieza,
entre otros; finalmente me entregó la llave de la puerta de calle con lo cual
me autorizó a entrar en cualquier momento. Le pedí permiso para ir
a traer mis cositas, dijo que muy bien, que
así estaría listo para el día
siguiente. Por entonces casi nada tenía, excepto una colcha y un terno de
casimir azul marino que me había costado 15 soles de oro. Volví a poco rato,
luego de asear el cuartito e instalar mi cama sentì recuperada la fè y
confianza en mí mismo, por tener un buen empleo y la oportunidad de ir al colegio de noche,
Durante los 3 días siguientes el Doctor me enseñò con
mucha paciencia mis tareas entre 7 de la mañana a 12 del día, y entre 2 a 5 de la tarde; con un intermedio para almorzar.
Fue un cambio brusco en mi vida: de lampero en las haciendas
de Yauca, Cháparra; de sirviente “pichanero” en una residencia de señores; de
jardinero; de ayudante de imprenta; era ahora asistente de un médico
odontólogo; sin saber leer ni escribir, ni haber dominado todavía el idioma
castellano. Esto me impulsò a aprender imitando todo lo bueno que veía hacer a
los demàs
Si sonaba el teléfono, mientras el doctor atendìa a
su paciente, yo contestaba primero“...aló, aló, ¿ de parte de quién, de parte
de quién?...”, y, repitiendo en voz alta el nombre del interlocutor, tenìa que
acercarle el auricular a su oreja derecha, terminada su conversación me felicitaba
por mi rápido aprendizaje. En cierta ocasión al timbrar el aparato levantè el
auricular e hice la pregunta consabida, repetí 3 veces porque no entendía nada,
el doctor, que estaba haciendo una curaciòn a su paciente, me mirò un poco
mortificado, yo empecé a sudar frío y a ponerme tembloroso. “...¿ Quién es, quién es
Narciso?...”. Al no darle razón dejò de
atender a su paciente, y me quitò el teléfono de la mano, moviendo su cabeza en
señal de desaprobación. No entendí nada de lo que hablaba. Cuando terminó de
conversar, esperando un reproche de su parte, vì con satisfacción una sonrisa
muy ancha en su cara, a la vez que me decía “...Claro como ibas a entender a mi
cliente norteamericana, ja, ja, ja ja..”.
También aprendí el nombre y la oportunidad de uso de
todo el instrumental utilizado por el
doctor. Cuando atendía a su paciente me iba pidiendo una tras otra, yo se las
iba entregando segundos antes que lo necesitara. “... No hablas castellano pero
sabes leerme el pensamiento Narciso, bien, muy bien...”. Yo me sentía orgulloso
con mi saquito blanco de enfermero, con mis zapatos lustrados y mi perfume
después del baño.
Después de 2 semanas tocaron la puerta de calle, el doctor salió a abrir, porque yo estaba
desinfectando el instrumental que se utilizarìa el día siguiente, reconocì la voz
de mi amigo Herrera, se saludaron, a una pregunta de mi desempeño, el doctor
respondió que yo progresaba muy rápidamente, “...Déjelo, es muy obediente y activo, además
la próxima semana se matriculará en el colegio de Malambito, turno noche.”.
“...Muy bien, me alegra, hasta pronto doctor...”. Yo me hice cómo si no hubiera
escuchado la conversación. Saber que estaba pròxima la fecha de matrícula, me
puso muy alegre; a mis 16 años por fín cumpliría mi deseo de estudiar y aprender a leer y escribir.
MIS PRIMERAS LETRAS
El dìa esperado fui a matricularme en el Colegio de
Malambito. Habían pocas personas en ese momento, me atendió el profesor Rosales,
me preguntó si antes había estado en un colegio, le dije que nó, que era la
primera vez. Me preguntó si yo sabía leer, como no le contesté pronto, me dió
un libro y me pidió que leyera, pronuncié con dificultad algunas letras, me
dijo, “...¡ Ah ! no sabes, ¿ entonces vas a empezar recién ?...”; me regaló un
silabario, recomendándome que ponga toda mi voluntad que pronto aprendería. Le
dì las gracias y me fui muy contento, en abril empezarían las clases. Corría el
año de 1,931.
Cuando el primero de abril lleguè al salón de clase,
sentì que tenia la oportunidad que tanto había esperado. Poco a poco empezaron
a llegar los alumnos, habían muchachos de mi edad, también mayores, hombres
casados, pero todos analfabetos. Entró el profesor Rosales, era robusto, de
color prieto, de talla mediana, su aspecto era tosco. Todos nos dispusimos a
levantarnos en señal de respeto, pero con una voz suave, contradictorio con su
aspecto físico, dijo “...no se levanten señores, sé que ustedes son adultos,
han trabajado durante todo el día y deben estar cansados, yo sé lo que es
trabajar y estudiar a la vez. Por eso me voy a permitir recomendarles, primero,
poner mucha atención en los temás que iremos desarrollando; segundo, tener a la
mano todos sus útiles, cuadernos, lápiz, borrador, tajador, colores; tercero,
como provincianos que son, para que sea más provechoso su estudio, busquen
amistades que sepan más que ustedes. Momentáneamente aléjense de los paisanos,
lo cual no quiere decir que sean ingratos y huraños con ellos, sino que se
apartan hasta que aprendan a escribir, leer y conversar en el idioma
castellano, en voz alta. Traten de imitar las buenas costumbres de las personas
cultas y muy pronto verán ustedes mismos el fruto de su esfuerzo...”
La forma cómo explicó todo, con claridad, con una
frase bien pronunciada, con una entonación de hombre culto, generó una
inmediata confianza en nuestro profesor.
En este momento entró el Director, señor Timorán, de un salto todos nos
pusimos de pié “...Buenas noches señor director...”, nos contestó, luego le
preguntò al profesor cuantos alumnos habìan venido, le respondió que eran 20, se retiró haciendo
un gesto de permiso con la mano. Todos seguíamos parados, y el profesor con su
voz ya familiar nos dijo “...siéntense..”, todos nos sentamos con ruido de
carpetas.
Llamó a alumnos a la pizarra, no sabían escribir, de
todos modos dibujaron algunas letras. Se imaginarán que yo estaba sudando frío,
pensando que en cualquier momento me llamaría a la pizarra, sentía tanta
vergüenza de no poder siquiera trazar una letra. Parece que el profesor se dió
cuenta que muchos estábamos en situación parecida, por lo que dejó de llamar y
nos escribió unas muestras de lo que teníamos que hacer en nuestros cuadernos
para el día siguiente. Sentí un gran alivio en los nervios.
Así fueron pasando los días del colegio nocturno,
durante todo el año 1,931. Yo aproveché
bastante las enseñanzas, pero muchos de mis condiscípulos dejaron de estudiar a
las pocas semanas. Pasé al segundo año con un buen puntaje, y felicitación de
mi profesor y del director. Pero tenía mucha dificultad en aprender el
castellano, no podía hablar el bendito idioma, con esa facilidad que tenían mis
amigos. Pero estaba decidido a
aprenderlo con el método que nos había enseñado el profesor Rosales,
juntándome con amigos que sabían más que yo. Mis primeros amigos en el colegio
fueron, Alvarado, de Trujillo;
Alejandro, de Chiclayo; Rivarola, limeño mazamorrero; Erasmo de
Huancayo. Mis amigos, que me presentaron don Constantino Serna y mi pariente
Josefa Romero, fueron, Calixto Leoncio
de Tauca, su esposa Aquilina Zavaleta de Parobamba, ambos ancashinos. Los
amigos que conocí por medio de mi protector el doctor La Rosa ; personas mejor
preparadas intelectualmente, fueron, su colega el doctor Alejandro Sañudo; el
señor Wallkusky, alemán; el señor Walter Tinmelen; el señor Taíno; el mecánico
dental señor Lucho Cuatrino; el doctor Campodónico, quien tenía su consultorio
en la calle Lártiga, en el Jirón Camaná, al costado del convento de San
Agustín.
Asimismo, llegué a conocer a la familia Almenara, a
Domingo Parra del Riego, a don Rafael Larco Herrera, dueño del diario La Crónica , hermano del gran
filántropo Víctor Larco Herrera, quien construyó el Hospital para enfermos
mentales que lleva su nombre, y muchas obras públicas, con su propio dinero,
pero murió en Chile abandonado y olvidado por sus amigos de Perú. Estos últimos
eran personas de la aristocracia social e intelectual; el mismo doctor La Rosa , por cuyo intermedio los
conocí, era un hombre muy culto, muy decente y humano en su trato social. En
las reuniones que tenían, yo asistía acompañando a mi protector, me causaban
admiración los temas de conversación, sobre la historia, la sociedad, la
ciencia, la política. Yo, que apenas podía hablar de corrido 3 palabras de
castellano, en mi ignorancia, adivinaba que esos hombres eran de valía, no sólo
por su trato decente, y muy fino, por
sus vestidos y casas de lujo, sino porque tenían muchas ideas.
El año 1,932 siguiente, seguí asistiendo con más entusiasmo a mis clases
nocturnas. Entre mis condiscípulos, algunos aprendieron a distinguirse imitando
lo bueno de las personas cultas; pero
también habían otros que caían en la huachafería, con gestos y
apariencia muy disforzada, que resaltaban más su ordinariez. Yo trataba de ser
muy cauteloso
Durante los
siguientes 2 años, desde la caída del gobierno de Leguía en 1,930, los civilistas conservadores, herederos de la
aristocracia española; los
latifundistas, amos y dueños de las tres quintas partes de la tierra; los curas
católicos que en sus sermones, pedían
obediencia ciega a los “ dignificados con autoridad por Dios”; y la clase militar que
los protegía con sus armas; reforzaban un sistema de opresión de la clase
menesterosa, acentuando el desprecio y humillación del bajo pueblo. Con mayor
razón si era un serrano, porque si bien es cierto el provinciano en general era
marginado, al proveniente de la sierra se le trataba como un leproso; incluso
el más humilde de los limeños se sentía superior a nosotros.
PUEBLO IMBÉCIL
Escuché contar a mis mayores que al presidente
Leguía le habían dado golpe de estado en
su primer período de gobierno y lo deportaron
a Francia. Diversas facciones políticas y militares se
disputaron el poder a sangre y fuego, y el país entró a una etapa de convulsión
social. Los grandes capitalistas organizaron entonces el regreso de Leguía, al
considerarlo un hombre superior a sus contendores políticos, y el único que
podría conseguir la paz que tanto
necesitaban para seguir explotando al pueblo. El día esperado, el pueblo en
masa, portando grandes cartelones de alabanza, fue al puerto de Callao a
recibirlo. La comitiva abordó una lancha para traerlo desde el barco, anclado a
un kilómetro mar adentro. Conforme iba acercándose al muelle, la multitud
gritaba lemas que exaltaban su personalidad, tales como “...Leguía hijo
predilecto” “...Leguía salvador del Perú” “...te abrimos nuestros brazos y
corazones”, etc. etc. Al poner sus pies en el muelle Leguia extendió sus brazos
a la muchedumbre y dijo “.¡ Pueblo
imbécil, ayer me votasteís a piedras y palos, y ahora me recibís con vivas y
aplausos!...”. La multitud respondió “...¡ Vivaaa, Viva Leguiaaaa !...”
Con esto daban a entender que el pueblo podía ser
engañado y manipulado fácilmente por los políticos.
“EL MOCHO” SÁNCHEZ CERRO
El Comandante Sánchez Cerro, piurano, hijo
de pueblo, de cuna humilde, de rasgos indígenas y piel cobriza como todo
verdadero peruano, capturó el poder con la intención de lograr la Justicia Social y
desterrar la explotación de los poderosos. Pero muy pronto fue neutralizado por
los oligarcas, incorporándolo, acogiéndolo y prohijándolo en sus reuniones íntimas y en sus grandes salones de
lujo.
En una de esas reuniones le presentaron a
una hija de los Miróquesada, blanquita, perfumada y enjoyada, previamente
aleccionada para seducirlo. Lo conquistó con sólo mirarlo y dejarse besar su mano,
“enguantada, para no infectarse con las babas del indio apestoso”. Después, como
todos sabemos, lo neutralizaron y luego lo mandaron asesinar durante un
desfile militar en Campo de Marte.
Por esa época apareció el APRA, fundado por
Víctor Raúl Haya de La Torre
con un programa nuevo, revolucionario para la época: de Reforma Agraria con
expropiación de tierras de los latifundistas; la separación de la Iglesia y las Fuerzas Armadas de la administración
del país; la nacionalización de la industria otorgando a los extranjeros sólo
la participación del 20 por ciento de acciones, y el restante 80 por ciento a
los peruanos; el respeto de los principios de Igualdad y Justicia Social.;
entre otros.
La
instauración de escuelas vespertinas y nocturnas, que tuvo oposición de la
aristocracia, de los curas y de los militares, ganó la simpatía de los pobres
para el APRA, porque éramos más del 90 por ciento de analfabetos en el Perú. La misma palabra “
APRA” con reminiscencia del quechua, era muy atrayente para los cientos de
miles de serranos, que aunque analfabetos e ignorantes, percibíamos en ese
programa nuestra redención social.
En el año 1,933 se produjo el conflicto
armado, en la frontera Nororiental con Colombia, por el reclamo de Leticia. De
esto se aprovecharon los mismos políticos para crear la inestabilidad del
gobierno del Comandante Luis M. Sánchez Cerro, un modesto soldado piurano que
quiso representar a los campesinos desposeídos, e implantó un Gobierno Revolucionario,
pero fue derribado por los oligarcas, los curas y los militares
serviles..........
FIN
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